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Imagen: Elyeser Szturm
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Por Joao Sette Whitaker*

Si la pandemia empeora, lo que parece cada vez más predecible, Sergio Moro habrá abandonado el barco antes de que la culpa de todas estas muertes recaiga en el regazo de Jair Bolsonaro.

El torbellino de hechos del 24 de abril, que sin duda pasará a la historia, revela algunos escenarios políticos, mientras mueren miles y miles a costa de la inconsecuencia de esta clase que piensa que es un buen momento para jugar al ajedrez electoral.

Pero, hay que recordar que Bolsonaro es del bajo clero, ese grupo que salió de la dictadura haciendo política ajena a los ideales o proyectos de país, solo por intereses personales. Él y sus hijos están ciegos ante cualquier evento importante que requiera un estadista, porque siempre ven solo el horizonte muy corto de sus intereses políticos personales. Solo están jugando a su pequeña política, pero es posible que la política, esta vez, los trague para siempre.

Por eso se fue un poco Moro. No es que sea un estadista. Al igual que los políticos del bajo clero, es su equivalente en el poder judicial, esos jueces que pasaron el concurso quién sabe cómo, sin ni siquiera hablar portugués correctamente (sin ningún prejuicio, pero digamos que para ser juez, mereceríamos al menos él sabía hablar cónyuge), y eso hizo del cargo una palanca de sueldos millonarios y búsqueda de popularidad utilizando la parcialidad y la persecución política.

“Vaza-jato” demostró que no es inteligente, pero es inteligente en jugar para garantizar su futuro político. Al renunciar hoy, lo que probablemente no esperaba hacer y de ahí su nerviosismo, terminó siendo poco inteligente y dejando filtraciones de delitos que pueden costarle muy caro.

Pero dejó claro cuál había sido su línea de actuación: permanecer inerte ante algunas investigaciones más ruidosas, como los casos Marielle, Queiroz o Nóbrega, pero, al mismo tiempo y de manera subrepticia, no impedir otras investigaciones, en especial aquellas realizado por orden del STF - contra el cual no se movió - que podría llegar al Presidente. Eso fue lo que terminó molestando a Bolsonaro, quien comenzó a pedir cambios en la PF. Podemos imaginar que Moro no lo menospreciaría si el jefe, en el futuro, dentro de un año o así, cerca de las elecciones, cayera en desgracia vinculado a las milicias o a algún crimen cometido por Carluxo e Cia. la noticia de El intercepto publicado el 25 de abril, señalando vínculos entre Flávio Bolsonaro y tratos ilegales en bienes raíces de las milicias, muestra lo que puede venir.

Es una impresión, pero incluso creo que la ruptura repentina de Wetzel con Bolsonaro podría ser parte de la misma estrategia, y de una articulación entre los dos exjueces, Wetzel y Moro, sabiendo que el tema de las milicias sería demasiado pesado.

El camino estaría abierto para su candidatura a la presidencia. Habría sido fiel al “mito” tanto como pudo, pero inquebrantable en su justa acción contra el bandolerismo y la corrupción (salvo, claro está, la suya propia y la de sus amigos Dallagnol, Bretas y Cia., mostrada por el jet fuga), que le hizo, en contra de su voluntad, llegar hasta el jefe. Qué molesto, pero nadie se preocupó, él estaría allí para hacerse cargo.

Solo que no. Las maniobras de Bolsonaro para frenar la acción de la PF, tal vez sumadas (como sugirió el exdiputado Dr. Rosinha) a una demanda del centrão de que su cabeza apoyara al presidente aislado, precipitaron las cosas. Además, el rol de jefe ante la pandemia lo estaba poniendo en una situación cada vez más incómoda. La baza de Bolsonaro al pedir el canje de PF, al final, le vino como anillo al dedo.

Moro salió disparando y adelantando lo que iba a aparecer de frente: que el presidente lo presionó, interfiriendo en las investigaciones en su contra, y cometiendo así varios delitos. Él se sale con la suya. Además, si la pandemia empeora, lo que parece cada vez más predecible dado el aumento del número de muertos y los probables colapsos en Manaus y Belém, Moro habrá abandonado el barco antes de que la culpa de todas estas muertes recaiga en el regazo de Bolsonaro. No emitió una palabra para defender el delirio bolsonarista, como hacen Weintraub o Araújo. Guardó silencio inteligentemente y, con su salida, podrá decir que se fue porque no estaba de acuerdo con el genocidio.

Pero también hay otro elemento: la salida de Mandetta, poco antes, creó un candidato muy fuerte a la presidencia, que Moro no quiere. Y también vio que la posición pro-cuarentena era una carta segura de popularidad. Irse ahora es dejar a Mandetta en un segundo plano y atraer la atención sobre sí mismo.

Al final, Moro se marcha en un momento estratégico y, como demostró la fuga del chorro, sigue sin dar un nudo. Salió como candidato a la presidencia, y posiblemente seguirá en el lado derecho cuando salgan a la luz los escándalos contra los Bolsonaro. Pedirá “excusas” por haber creído también en el “mito”, pero, al fin y al cabo, ¿quién no?

Queda por ver si su manera un tanto torpe y poco refinada, que lo llevó a denunciar conductas ilegales cuando estaba en el ministerio (como negociar un puesto en el STF, garantizar una pensión para la familia o permitir la injerencia del presidente en la PF) – al fin y al cabo, si eso sucedió con su obligación de haberlo denunciado en su momento, y no de renunciar), no afectará su vuelo.

Pero que es más candidato que nunca, y se mueve en el tablero político, con total desprecio por la tragedia que afecta al mundo y al país, eso es seguro. Lo que muestra bien el carácter del sujeto. En esto, lo único que dijo con certeza Jair Bolsonaro: el tipo está apegado a su ego.

*John Sette Whitaker Es profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP.

Artículo también publicado en el blog del autor. Ciudades para las que?

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