Caminos del tercer término

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por GÉNERO TARSO*

La ideología socialista de Lula es un proyecto de regulación permanente del sistema capitalista

Se abren los caminos presidenciales para un tercer mandato de Lula, no porque Lula sea un “radical”, sino porque es un auténtico demócrata y republicano, que trabaja en sus ideas sin perspectivas de ruptura con el sistema capitalista. Si defendiera un proyecto socialista, con el imaginario creado incluso dentro de las clases trabajadoras sobre este tema, no tendría ninguna posibilidad. O ideário socialista de Lula é um projeto de regulação permanente do sistema, de tal forma que todas as pessoas possam ter três refeições por dia, estudar e educar-se, ter uma moradia decente e viver numa comunidade baseada na solidariedade e no respeito à humanidade de cada uno.

No importa si usted y yo entendemos que eso es posible, lo que importa es que este programa “estratégico” –que Lula repite a cada momento– se opone claramente al ultraliberalismo y al fascismo, que son nuestros problemas concretos y urgentes. En sus relaciones con los trabajadores tradicionales, los excluidos y los pobres, Lula es mayormente visto como un líder fiel a sus orígenes, que sabe enfrentarse a las “élites” para defender los derechos fundamentales de los “de abajo”, dentro de un sistema que es predominantemente hostil a estos derechos.

La coherencia de los movimientos de Lula hacia este proyecto se plasma en su segundo gobierno y se hizo diplomado legal en la concepción del Estado de Bienestar: éste es hostil por las clases dominantes e indiferente a quienes abandonan la sociedad formal por la miseria y la degradación social y así se convierten en blancos fáciles de la demagogia fascista. Repasemos algunos hechos importantes que se pueden considerar "metafóricos" para entender la época y visualizarla de manera práctica.

El “guardia de seguridad” de Eva Perón, Otto Skorzeny, era un “policía” de confianza de Hitler, que facilitó la entrada –disimulada o abierta– de muchos nazis en la Argentina, luego del final de la Segunda Guerra. Y lo hizo con el apoyo de Perón y su equipo de Gobierno, en el área de Asuntos Exteriores y Seguridad, mientras que Jorge Luís Borges -que se autodenominaba "apolítico" y conservador- se opuso rotundamente a este recibimiento. ¿Bastaría, por tanto, un almuerzo con Borges, el opositor extremo de Perón, con el dictador Videla y su apoyo al gobierno genocida de los generales argentinos, para mostrarlo como un advenedizo y oportunista político? Es posible. ¿Pero la entrega de Olga Benário a la Gestapo, mientras Prestes estaba en las prisiones del Estado Novo, sería suficiente para calificar a Getúlio de la misma manera? No me parece.

Las interpretaciones sobre la vida política de Prestes, Getúlio y Perón se pueblan de metáforas, como el “caballero de la esperanza”, el “padre de los pobres”, el “conductor de los trabajadores”, que están en el imaginario de los pobres y miserable, durante el último siglo. En sus vidas, además de una práctica política, hay una sucesión llena de parábolas y metáforas, que se convierten -incesantemente- unas en otras. Los relatos de la historia política de Lula no son muy diferentes, ya que está el símbolo de "Lulinha paz y amor" y la historia de la jabuticabeira cantada en prosa y verso.

Recuerdo que el 7 de septiembre de 2003, Vinicius Mota, periodista de Folha de S. Pablo, publicó un texto histórico sobre la parábola del árbol de jabuticaba en el discurso de Lula, presentado en el Consejo de Desarrollo Económico y Social (CDES). En ella, el Presidente relató que su entonces esposa, Marisa Letícia, logró hacer fructificar jabuticabas en poco tiempo, en un jarrón en el departamento de la pareja, con esfuerzo, dedicación y amor. Era la parábola del “regar”, de la perseverancia y el cuidado, a la que él –como presidente– debía prestar atención para hacer que Brasil fructificara.

Si hay algo que Bolsonaro ayudó a dar sus frutos en Brasil fue el odio y la falta de empatía, cultivados al detalle a lo largo de sus discursos y demoníacos gestos teatrales. Para ello, en primer lugar, nos presentó a sus “buenos hombres”, tal como los concibe la mayoría de nuestras clases privilegiadas. Tanto el grado de violencia que son capaces de aceptar para mantener sus privilegios, como su desprecio por la vida y la ciencia, quedarán grabados en nuestra memoria, si sobrevivimos como un trozo de humanidad.

La segunda ayuda que nos brindó Bolsonaro fue mostrar que es posible reinventar la metáfora política: usar recursos metafóricos para que las palabras se consideren inofensivas, pero luego ir -poco a poco- demostrando que lo que se hablaba no era una figura retórica, sino un promesa concreta. Su discurso “Vengo a destruir”, por ejemplo, (y su culto a la muerte) fueron escuchados por la mayoría, en su momento, como metáforas de quien “hizo un tipo”, no que fueran promesas de un asesino.

Las dos respuestas anteriores, sobre Getúlio y Borges, podrían racionalmente escribirse atribuyéndoles un sentido inverso, porque en cada presente, el pasado ya no es el mismo en su aprehensión por la subjetividad humana. La verdad es siempre concreta, pero la proyección de la inteligencia del presente sobre el pasado es capaz de rehacer lo concreto, de cambiarlo, ya como concreto en el pensamiento: el pasado no está ahí como un monumento de granito, casi insensible al tiempo, sino más bien como un complejo laberinto de emociones extinguidas y materialidades transformadas.

En este momento de cambios en la hegemonía política del país, sectores no fascistas de las clases dominantes empiezan a recordar que Lula fue -como presidente- un republicano democrático, que respetaba las diferencias y las reconciliaba. Lo hacen porque, en primer lugar, su ídolo sinvergüenza fracasó y, en segundo lugar, porque concluyeron que no puede haber una “tercera vía” sin la guía de un líder probado y políticamente honesto como Lula. Esta reformulación de la memoria no es un cambio ético-moral, ni una innovación programática, sino una nueva convergencia de intereses, ya que por razones muy distintas a las asumidas por las clases populares, estos señores sienten que sus negocios ya no prosperarán. Tu pequeño déspota se ha quedado sin metáforas convincentes.

Algunos sectores de la izquierda, sin embargo, comienzan a novelar el pasado, sinceramente preocupados por el nuevo proceso político en curso y la conciliación que se avecina, que podría anular el potencial reformista de Lula. Entiendo que sí hubo una traición de Temer y sí existe el peligro de que un gobierno de centroizquierda pueda ser traicionado nuevamente, por lo que hoy es el “centro” en Brasil, pero ¿cuál es el tema central? Al menos para quienes piensan (como yo) la cuestión central es que hoy necesitamos imponer una derrota al fascismo en las elecciones, y que no habrá una nueva política exterior, la reanudación del desarrollo con empleo y actividad y una programa fuerte para combatir el hambre, sin una derrota humillante del fascismo.

El pasado está hecho de modos de producir, de aventuras del espíritu en la cultura y la política, de ociosidad, violencia, tormento y goce, que transitan por las mentes humanas, a veces como espectros y fantasmas desterrados del pasado, a veces como lecciones vivas de discernimiento y humanismo. Las metáforas en política son formas de lenguaje a través de las cuales la Historia se revela, a veces como una pesadilla o una epifanía; a veces como profecías o exaltaciones heroicas; pero sobre todo las metáforas surgen de dudas sobre cómo decir mensajes para ser procesados ​​por los humanos, para animarlos a rechazar sus desgracias o incluso para responder a su falta de sentimientos y compasión.

Utilizo a Borges para inspirar algunas opiniones políticas, no porque sea de “izquierda” o un genio de la historia, sino porque su literatura ha Insights sobre movimientos de pensamiento y cultura universal, cuyas metáforas (que son metáforas sólo si “las siente el lector o el oyente como metáforas”) superan el tiempo y nos ayudan a sentirlo por encima de la época concretamente vivida. Una metáfora de Borges –por ejemplo- que dice que “en el desierto uno está siempre en el centro”, es una metáfora geográfica, pero puede transformarse, tanto en filosofía política, como en un mentiroso consejo de cuidado en una expedición en tierras desconocidas.

De todos modos, una metáfora nunca es comprobable, porque si alguien la toma (como esta del “centro”) como una sugerencia directa de acción o decisión; o como un mero punto de referencia espacial, en un vasto territorio desolado, "estar en el centro" puede ser simplemente un extravío hacia el infinito. Pero también puede ser el descubrimiento de un punto supuestamente “central” en la soledad, que nos ofrece un margen de seguridad para seguir en busca de una salida incierta: un camino, un nuevo punto de apoyo, para el viaje interminable de construcciones que , en este caso, de nuestra crisis actual, sólo se iniciará un nuevo período con la derrota de la muerte transformada en política de Estado.

* Tarso en ley fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de Utopia Possible (Arts & Crafts).

 

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