por YURI MARTINS-FONTES*
El pensador brasileño analizó varios aspectos relacionados con el ascenso fascista, buscando comprender las particularidades históricas, geopolíticas y filosóficas de este fenómeno antihumano
El 18 de julio de 1937, Caio Prado, en alusión a la maniobra que inició Vargas por el monopolio del poder, anotó en un cuaderno manuscrito (parte de su “Diarios Políticos”) que a Plínio Salgado, líder integralista, tras una manifestación en la que hubo confusión y muerte, el gobierno le había prohibido hablar. Un mes después (18/08/1937), profetizando la farsa, aún hoy oscura, dijo Plan Cohen, Caio comenta que circulan rumores sobre un “golpe comunista”. Pero considera que lo que “realmente existe es la amenaza de un golpe integralista”: un golpe “tolerado por la policía” y “patrocinado por el gobierno”. Y agrega: hay un “nerviosismo general” en el país.
En la fecha del golpe de Estado (10 de noviembre de 1937), el marxista, recién liberado de la prisión donde había pasado dos años, se encontraba en París, donde estuvo exiliado por algunas semanas. En su cuaderno (10/11/1937), hace la siguiente anotación: “Getúlio da un golpe de Estado. La nueva constitución, claramente dictatorial, inaugura en Brasil un régimen de tendencia fascista”.
"1937”: un ensayo inédito y aún vigente
Habiendo madurado la idea del golpe, en el mes siguiente, Caio Prado hace una larga reflexión sobre los aspectos sociohistóricos internos y externos que contribuyeron al hecho. Este es el ensayo inédito “1937” (Diarios Políticos, París, diciembre de 1937 – las siguientes citas se refieren a este texto).
Justo en la apertura, expone el carácter paradójico de lo sucedido: un Getúlio que, de progresista en 1930, volvería, pocos años después, a un autoritarismo con matiz fascista. Vale la pena señalar aquí que, como en Evolución política de Brasil – en este artículo ya esboza su concepción clásica del “sentido” histórico evolutivo –un poco más tarde sistematizado en Formación del Brasil contemporáneo: “Con el año 1937 finalizaba una de las etapas más importantes y conmovedoras de la historia política de Brasil, y comenzaba otra, todavía llena de incertidumbres y de oscuras perspectivas. Políticamente, el golpe de noviembre es el epílogo de una evolución hacia el creciente fortalecimiento del poder ejecutivo con el paralelo debilitamiento y desmoralización de los demás poderes. Paradoja histórica: la fase posterior a la Revolución de 1930, desatada bajo una bandera liberal, antiautoritaria (...), esta fase termina precisamente con el advenimiento de un régimen en el que el autoritarismo presidencial resulta no sólo de una situación de facto, contraria a la constitución vigente (como ha sido el caso hasta hoy), pero está expresamente inscrito en el texto de la ley orgánica del país”.
Tras el ensayo, Caio pasa a resumir los elementos que llevaron a lo que él llama “medidas fascistas” de Vargas, que conducirían a la “evolución política del país hacia la dictadura”, culminando en el golpe de Estado que se perfila como una solución transitoria. .y cuya única función era disfrazar las contradicciones socioeconómicas del país: “A este desenlace contribuyeron factores sumamente complejos. Los factores internos se combinan con otros de carácter externo y es muy difícil destacar los hechos y analizarlos aisladamente. Se vinculan e interdeterminan de tal manera que no es posible llegar a conclusiones dentro de puntos de vista particulares o parciales. Quizás el historiador del futuro, teniendo ante sí el cuadro completo de los acontecimientos -por el momento estamos todavía confinados a un pequeño sector y la mayor parte del drama político representado aún no se ha desarrollado- quizás el historiador del futuro será capaz de desenredar la madeja que son los hechos que presenciamos. Hoy eso es imposible, y tenemos que contentarnos con algunas líneas generales”.
Como explica el autor, la “Revolución de 1930” -con la caída de la Antigua República- marcó “indiscutiblemente el fin de un régimen, de un sistema político trasnochado”. El acontecimiento de 1930, dice, es el hito de la superación del antiguo régimen, caracterizado por el predominio de la “autonomía estatal impuesta principalmente por São Paulo”; un “mecanismo político” que estaba “basado en pequeñas oligarquías locales, con elecciones ficticias”; un “Estado [nacional] sin iniciativa en el plan económico y social” –cuya inacción había sido sacudida por la crisis capitalista de 1929. “La impopularidad de todos los gobiernos, desde el federal hasta el municipal –completo-, había llegado a su punto máximo” .
Con la Revolución de 1930, sin embargo, sólo cambiaron las “condiciones objetivas”, no la “antigua tradición”; esta fue la razón central que llevó a Brasil a experimentar el “renacimiento de un sistema que parecía abolido”: “las viejas costumbres no fueron extirpadas”; no se produjo una “maduración política” en el país, y los cuatro años que siguieron fueron de “agitación y desorganización”.
“Lo que parece más grave en el carácter del parlamento de la Nueva República -que, dicho sea de paso, refleja un defecto en toda la reorganización política del país- es el rasgo regionalista, herencia del pasado, que se manifiesta en él. En una palabra, el nuevo orden político reprodujo, aunque ya muy atenuado y sólo como residuo del pasado, buena parte de los defectos de la política anterior a 1930. El viejo sistema político (...) se había vuelto completamente incompatible con las nuevas condiciones del país".
Este cuadro, sin embargo, comenzaría a cambiar con el diseño de dos organizaciones: el “integralismo” y la “Aliança Nacional Libertadora”. Pese a ello, reflexiona Caio, la “opinión general” del país no estaba abierta a ninguno de estos dos grupos. El extremismo integralista, así como el radicalismo de la ANL – y destaco aquí la diferencia, siempre omitida por la prensa corporativa, entre la posición “extremista” (desordenada, sectaria) y la posición “radical” (derivada del análisis preciso de la raíz del problema)- se debe a factores internos, pero “principalmente a circunstancias internacionales”.
El integralismo, un movimiento de inspiración eurofascista, tenía su extremismo curiosamente evidente no en sus líderes, sino en el “espíritu de su movimiento y de las masas que lo acompañaban”; de hecho, esa era precisamente su debilidad: la “insuficiencia” de sus jefes, cuyo perfil era demasiado “conservador”.
En cuanto al movimiento de izquierda, afirma que “los grupos y clases sociales capaces de impulsarlo carecieron de madurez y eficacia”: “El miedo comunista” movilizó “todas las fuerzas conservadoras” del país contra la Alianza. “El levantamiento de noviembre de 1935, simple conspiración de cuartel”, fue el “último espasmo” de la ALN antes de desaparecer –este gesto, por cierto, resultó más del “heroísmo” de un puñado de oficiales, que de un “movimiento generalizado .colectivo".
El integralismo, por su parte, fue menos incisivo en su acción. Reprimido por sus jefes, se mostró bastante moderado: “a pesar de los modelos que lo inspiraron: el fascismo italiano y alemán”. Esto también se debe a que el integralismo “nunca gozó de gran popularidad” – por el contrario, sufrió “fuerte repulsión” por parte “especialmente del proletariado”. “En cuanto a las clases conservadoras –observa Caio Prado, que conoce bien a la élite nacional de la Xucra– miraban con cierta simpatía a un movimiento que se presentaba como la vanguardia de la lucha anticomunista”: “hasta le dieron dinero apoyo”, a pesar de que este movimiento les causó “cierto miedo”.
En este momento, Caio hace un aparte, en su texto, para analizar el fascismo en general: un régimen que “en todas partes donde se implantó, fue siempre recibido como último recurso” – como acción extrema para calmar la “convulsión social”.
“La implantación del fascismo, si por un lado representa la garantía de la estabilidad social, al menos para el futuro inmediato, por otro trae considerables inconvenientes para las clases interesadas en la conservación social. Aceptando la dictadura fascista, abdican de buena parte de sus derechos y de su libertad de acción. Aceptan un estricto control económico, político y social cuanto menos incómodo. El precio que las clases conservadoras, aceptando el fascismo, pagan para garantizar lo esencial, que es su existencia, es pues muy alto; y sólo están dispuestos a pagarlo cuando no hay otro remedio o creen que no hay otro remedio”.
Sin embargo, no fue así en Brasil: en la interpretación de Caio, la “debilidad” de “todo el movimiento de izquierda en Brasil” no inspiró un “miedo tan grande” como para optar por “medidas extremas como el fascismo”. . Incluso el “levantamiento de 1935” resultó ser “tan fácil de sofocar que no provocó gestos desesperados”.
Sin embargo, si no llegaban las “medidas extremas”, como en Italia y Alemania, el levantamiento comunista sería el pequeño pretexto que esperaba Vargas para implementar las “medidas fascistas”, que finalmente conducirían a la dictadura. Del lado reaccionario, el Integralismo tampoco “encontró ambiente” en Brasil, sino que sólo “vegetó hasta 1935”, incapaz de reaccionar a la ofensiva de Vargas contra su organización.
Así, si bien el país, sus “problemas” y “equilibrios políticos”, exigían una renovada “política nacional”, contradictoriamente, el dilema que terminaría planteado era: “o retroceder, es decir, reconstituir la vieja situación política, a partir de esencialmente sobre una base regional” – reflexiona Caio – “o para suprimir todas y cada una de las políticas, imponiendo en su lugar una estructura un tanto artificial, basada exclusivamente en una situación realmente apoyada por la fuerza”.
Caio Prado concluye el ensayo “1937” afirmando que, ante la “inminencia de un retorno al pasado”, y como una forma de aplastar un desenlace (improbable) más radical, las élites brasileñas optaron por la segunda opción: un mundo fascistizado y estructura artificial del Estado que “reprimiría” la política nacional a través de una dictadura “inestable” que no es más que una “solución provisional”, y que podría llevar al país a una “guerra civil, una lucha incesante que durará mucho tiempo” .
La Segunda Guerra Mundial y la fascistización del capitalismo global
Convencidos de que Brasil estaba en la “inminencia de un regreso al pasado”, como afirma al final del artículo “1937”, analicemos ahora cómo Caio Prado Júnior interpreta el proceso del Estado Novo y las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial: un período en el que el mundo capitalista pasa por ese proceso que él llama “fascistización”, mientras Brasil vive la farsa del “milagro económico”.
En marzo de 1938, el marxista brasileño, ya muy crítico con la estrategia pecebista de la época, con sus esquemas “abstractos” –etapismo y la consiguiente alianza, siempre en la línea europea–, señala que el PCB estaba dividido en dos bloques: uno , que indirectamente se acerca al gobierno, contrariamente a “agitaciones que favorecerían el integralismo y la completa fascistización del gobierno de Getúlio”; otra, disidente, “más radical, que busca articular un frente único popular contra el actual gobierno” (DP, marzo de 1938).
Dos meses después, los integralistas, engañados por Getúlio, intentarían dar golpe tras golpe. Caio escribe el texto “Golpe integrista en Río de Janeiro – ataque al Palacio de Guanabara” (DP, mayo de 1938) – destacando que “hay indicios de participación alemana en el golpe fallido”. Al año siguiente, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Caio Prado regresa del exilio en Europa.
En 1942, ya en plena guerra, comienza a ensayar una reflexión sobre los movimientos de Brasil en el frente de guerra nacional e internacional: “La fascistización de Brasil sigue su marcha. El Estado Novo se eleva a las nubes. […] Getúlio es señor absoluto. […] El país está apático; las clases conservadoras temen al comunismo (miedo explotado por la situación); la gente está bajo el terror policial. […] La DIP [Departamento de Prensa y Propaganda] ejerce una innegable dictadura sobre el pensamiento del país”. (DP, 1942)
En cuanto a las relaciones internacionales, dice Caio en la misma nota: el “gobierno es contradictorio” – el Ministerio de Relaciones Exteriores fuerza el acercamiento con EE.UU., pero el Ministerio de la Guerra se inclina hacia “Alemania y el fascismo”. Y en este choque conservador, completa: “la izquierda está dormida”.
Como se menciona muchas veces en Diarios Políticos, echa de menos un proyecto comunista propiamente nacional, que no se guíe dogmáticamente por moldes externos – una lectura marxista que aprehenda las especificidades socioeconómicas y culturales de la nación.
Sin embargo, un año después, más optimista, empezó a ver un atisbo de esperanza en la movilización popular. Diante do choque entre estudantes da USP e policiais em praça pública, em que “corre o primeiro sangue” pela democratização do país, Caio afirma: “O Brasil acorda de sua letargia” –e complementa– “a guerra europeia foi o primeiro sinal de nuevos tiempos". Al principio las “simpatías generales de la situación [getulismo] se dirigieron francamente hacia Alemania”; los “fasciointegristas y simpatizantes de todas las tendencias” arrastraron al país. Sin embargo, debido a los “compromisos panamericanos”, la agresión contra Estados Unidos obligó a Brasil a romper con el Eje.
En todo caso, concluye que aquí “la guerra se está haciendo burocráticamente, sin participación popular” – a lo que propone la siguiente (y muy actual) reflexión: “La 'democracia' sigue siendo una fachada en Brasil para justificarse en el frente a sus aliados angloamericanos. Por cierto, hay tendencias fascistas en estos últimos, por lo que la dudosa posición de la situación económica brasileña encaja muy bien en el orden[…] del momento. Lo que inclinó la balanza a favor de la democracia son las victorias soviéticas”. (DP, noviembre de 1943)
Nótese que en su interpretación de que las “tendencias fascistas” de la época, tanto en Brasil como en Estados Unidos, convergen y, por lo tanto, se alinean, parece profetizar el futuro de la política estadounidense fascistizada en el período de posguerra, así como sus aliados en el capitalismo global. Gracias a su certero análisis político-económico, en un notable momento de genialidad prefigura efectivamente el movimiento histórico que conformaría la segunda mitad del siglo, a saber: la acentuada fascistización de los EE.UU. y las potencias vasallas (OTAN) –impulsada por la deseo de expansión de los mercados (primeros días de la globalización liberal).
Un recorte de periódico Hoy (16/07/1946), destacado en el Diarios Políticos casi tres años después, llega a la misma conclusión: la idea del fascismo “sigue viva”, estimulada por capitales británicos y estadounidenses que avanzan y necesitan mercados de consumo.
Por otro lado, Caio Prado Jr. pondera que, dadas las victorias de la Unión Soviética, el gobierno se vio obligado a “permitir cierta campaña por la democracia y contra el fascismo”: “Los resultados no se hicieron esperar” – los movimientos por la democracia comenzaron a extenderse por todo el país (DP, noviembre de 1943).
Todavía en esta línea confiada, un año después, en correspondencia con el editor, escribe:
“El año 1944 tiene a su favor, en lo que a Brasil se refiere, una gran baza: es la participación de nuestras tropas a favor de la gran causa de hoy, el aplastamiento del fascismo[…], [pero] situación no nos trae igual satisfacción[…], [dada la] dificultad para satisfacer las necesidades más elementales y la angustiosa situación de la mayor parte de la población”. (DP, “Carta a Octavio Thyrso”, director de “Sombra”, de fecha 08/11/1944)
Las causas de este problema, continúa diciendo en la carta, son “más profundas y se remontan a muchos años antes de la guerra, que solo expuso los vicios de un sistema”. Termina con demasiada esperanza, diciendo que cree que los brasileños ahora están más “iluminados”, y que el próximo año (1945) debe llegar el “fin de la guerra” y el “derrumbe de todo el fascismo”: “El mundo de mañana no será de dictadores, y la humanidad entrará en una nueva etapa”, en la que los brasileños tendrán “su parte”, si saben mantener viva la “llama de la libertad y la democracia”, que ahora encendieron en los campos de batalla.
Fin de la Guerra y Estado Novo
A fines de 1945, recién terminada la guerra, también terminó el Estado Novo. Sin embargo, en el PCB, la nueva orientación en defensa de la “unión nacional” –línea de la Comisión Nacional de Organización Provisional (CNOP), en apoyo a Vargas– hace que muchos militantes abandonen el partido. Caio no está de acuerdo con esta corriente, pero un comunista orgánico acepta la decisión.
En noviembre de este año, comentarios (DP, 1945) que el Integralismo busca reorganizarse –bajo el nombre de Partido de Representación Popular– y critica la postura de Prestes, a quien considera verboso e impotente para promover una “renovación” del comunismo en Brasil. Entiende que "la actitud y la política de Prestes dan lugar a ataques que pueden perjudicar mucho al movimiento revolucionario brasileño".
Durante este período, Caio y varios intelectuales firmaron un manifiesto antiintegralista: “[esta] grave amenaza para todos los brasileños” – resultado de “maniobras de los enemigos de la democracia y el progreso” (DP, enero-febrero de 1946).
Meses después, en la “Carta al compañero Evaldo da Silva García” (DP, 11/05/1946), afirma esperanzadamente que con la Segunda Guerra, Brasil dio un “gran paso”, ya que: “se formó una conciencia popular como nunca la habíamos tenido en el pasado” – y “hoy existen las condiciones fundamentales para la comienzo de la gran transformación que nos conducirá, aunque en un futuro que aún no podemos prever, a un nuevo orden muy diferente al actual”.
La geopolítica de posguerra y el falso milagro económico
El “nuevo orden”, que prevé Caio Prado para Brasil –idea defendida en muchas de sus obras–, debe construirse superando las orientación externa de nuestra economía, creando un mercado interno fuerte. Sin embargo, décadas más tarde, encontraría decepcionado que aunque la Segunda Guerra Mundial trajo grandes cambios en la “marcha de los pueblos”, esencialmente no cambió el “sentido de la evolución brasileña”. Hubo un esfuerzo por reestructurar, con rasgos renovados, el mismo sistema en “crisis”, pero sin comprometer su “esencia colonial”. En consecuencia, se agravan las contradicciones en el plano social y político.
Por un lado, con la disminución de las importaciones –debido a la situación productiva europea debilitada por la Guerra–, las actividades económicas nacionales crecen y se diversifican, especialmente las de industria (sustitución de importaciones); sin embargo, las características arcaicas de la economía brasileña permanecen, por lo que ante la demanda internacional, se fortalece el “sistema tradicional del pasado” – la exportación de alimentos y materias primas. En cuanto, en cambio, en el plano social y político se acentúan los “desequilibrios y desajustes” –escribe en el artículo “La crisis en movimiento”, de 1962, capítulo añadido a ediciones posteriores de Historia Económica de Brasil (Las citas a continuación son de este texto).
“En un primer momento, dice, este escenario hizo decaer las contradicciones crónicas de nuestro sistema económico, curando temporalmente la balanza de pagos con el exterior. Sin embargo, es importante señalar que, si se han producido “claros avances” en estos tiempos, también ha habido un aumento en el costo de vida –ya que los precios están presionados por la insuficiente oferta interna, efecto del aumento de la demanda externa– , sin tener en cuenta el aumento de salarios de contrapartida (apretados por el autoritarismo). El resultado de ello fue un fuerte “aumento de la explotación de la mano de obra” –analiza Caio–, y una apreciable “plusganancia”, que provoca “una intensa acumulación capitalista”, enriqueciendo considerablemente a sectores de las clases dominantes”.
“Se trata, por tanto, de un período inestable de “equilibrio” y “prosperidad artificial”, que comenzaría a decaer en cuanto desaparecieran las “circunstancias extraordinarias” que las provocaron”.
“Como es de prever, pronto vendría un nuevo período de crisis. En 1947, el valor de los productos importados supera a los exportados; en los años siguientes, la balanza comercial mejora levemente, dejando saldos positivos que, sin embargo, son insuficientes para pagar los compromisos financieros (usura de la deuda externa, etc.), siendo cubiertos dichos déficits con más préstamos externos, en un círculo vicioso.
En 1951, de nuevo en el poder, Getúlio Vargas, basado en una coyuntura internacional momentánea favorable (dada la subida de los precios del café), lanzó un programa de promoción de la industria. Sin embargo, tal política no logra ser inmediata y carece de una planificación conjunta –una visión de la economía en su conjunto–, por lo que termina favoreciendo únicamente a los intereses financieros privados. De esta experiencia habría una lección –“lamentablemente no bien asimilada”– de que el desarrollo industrial del país requiere medidas más profundas y mucho más amplias: cambios estructurales”.
En materia de relaciones internacionales, Caio Prado explica que, en la inmediata posguerra, la economía capitalista (especialmente la estadounidense) experimentó un intenso crecimiento, impulsada por la “fácil situación financiera” de los EE. el conflicto, la financiación de la guerra y el posterior negocio de la reconstrucción de Europa (plan Marshall). Tal impulso, y el consecuente fortalecimiento de los Estados Unidos, será prolongado por la política de reordenamiento financiero mundial impuesta por esta potencia –basada en el acuerdo de “Bretton Woods”. Además de este país, otras potencias capitalistas se beneficiarían mucho de esta coyuntura de creciente monopolización del capital, en especial Alemania y Japón, que derrotados en las armas, vencieron económicamente; este hecho podría parecer contradictorio, si no fuera por el nazi-fascismo una solución (y forma) del propio capitalismo – como afirma el marxista en “Post Scriptum”, de 1976, añadido a la obra Historia Económica de Brasil (Las siguientes citas son de este ensayo).
“Brasil no se quedaría al margen de la ofensiva monopólica –ese “hijo del capitalismo desarrollado”–, que aquí encontraría una generosa acogida, dada la orientación política exterior (mirando hacia afuera), que siempre ha sido adoptado por nuestras clases dominantes”.
“Tal auge de la economía nacional e internacional, apalancado por la afluencia de capital y tecnología de los grandes centros a la periferia del sistema, fue conocido aquí como el “milagro económico brasileño”, un fenómeno asentado sobre precarios cimientos financieros que por tres décadas lograron disfrazar “artificialmente” (solo con recesiones leves) la “tendencia estructural del sistema capitalista al estancamiento”.
“Sin embargo, esta amplia farsa político-económica internacional fraguada en la posguerra no podía durar mucho más. El fracaso “estructural” del capitalismo se revelaría claramente a principios de la década de 1970, con el intenso y generalizado proceso inflacionario y desempleo, acompañado de la ociosidad del aparato productivo (notablemente en los países más industrializados), un choque que puso de manifiesto los límites de la economía. expansión capitalista. Paralelo a esto, hay un aumento repentino en los precios del petróleo, lo que afecta severamente a las subpotencias europea y japonesa, que no producen oro negro”.
En definitiva, concluye Caio Prado, el supuesto “milagro brasileño” no fue más que un breve estallido artificial, motivado por la excepcional e inestable situación internacional del período que siguió a la Segunda Guerra Mundial. No hubo signos significativos de cambios esenciales en las “estructuras arcaicas heredadas de nuestro pasado colonial”. Nuestra industria seguía siendo débil, con poca infraestructura y dependiente del mercado exterior. Y lo que es más grave: sin siquiera vislumbrar las necesidades básicas de la población brasileña. Después del estallido, pondera el autor, la nación volvió entonces a su “normalidad mediocre atada al pasado”.
Fel ascismo como táctica capitalista en tiempos de crisis
Como se puede apreciar a lo largo de esta exposición, Caio Prado Jr., a través de un análisis basado en la concepción dialéctica de la historia, muestra que el fascismo, cuyo ápice tuvo lugar en la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, lejos de poder compararse con cualquier tipo de autoritarismo de los intentos pioneros de construcción socialista (como los “intelectuales” tratan de vender en el mercado), ha sido siempre una fuerza histórica contraria al comunismo. O, dicho de otro modo, el nazifascismo no era más que una cara renovada, una cara brutal del capitalismo.
Tal definición fue posteriormente profundizada por Hobsbawm (era de los extremos, 1994), que ve al fascismo como una extrema derecha moderna, la modus operandi capitalista adaptado para tiempos más difíciles de controlar – y por lo tanto la solución para sus periodos cíclicos de crisis, o como se suele decir, para los momentos en que es necesario “socializar la pérdida”.
Cabe señalar que con el fascismo y la posterior Segunda Guerra Mundial se abrió claramente el camino para el ascenso geopolítico estadounidense que, tras la caída soviética (ante las presiones económicas y bélicas de la superpotencia y sus aliados menores, los europeos occidentales ), culminaría con la unipolaridad sin precedentes que se vio en las relaciones internacionales contemporáneas en la década de 1990 (la década “neoliberal”, que para Brasil fue la segunda década “perdida” consecutiva).
Desde otra perspectiva, el mensaje de Caio Prado es que no debemos basar nuestras acciones en reglas dogmáticas y eurocéntricas que sitúan la evolución histórica europea como patrón para el mundo. Para el pensador, es urgente que Brasil, a pesar de los modelos prefabricados, construya su propio proyecto nacional democrático-comunista, de acuerdo con su propia lectura marxista que aprehenda la idiosincrasia histórica brasileña: sus peculiaridades socioeconómicas y culturales.
Sin embargo, dado el reflujo del comunismo tras la derrota de la URSS en la Guerra Fría y la dispersión de la izquierda en el escenario actual, parece saludable señalar que Caio Prado, cuando se opone a las alianzas, se refiere a alianzas con la burguesía o parte de ella que comprometen la autonomía del movimiento socialista –como sucedió en el pasado (con Vargas, etc.), e incluso en el presente (como en el caso de ciertos acuerdos temerarios –y traicionados– del período llamado lulismo).
El marxista brasileño, sin embargo, no duda en colocarse a favor de posibles acuerdos interclasistas específicos, a favor de proyectos comunes de urgencia humanitaria, como reformas mínimas que puedan reducir la pobreza extrema; señala, sin embargo, que, en el caso de alianzas con sectores de las clases dominantes, la dirección del proyecto político debe permanecer siempre en manos de la clase obrera.
Por cierto, esta es también la concepción de Vladimir Lênin, Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui, entre otros grandes pensadores marxistas que, al entender la lucha por la conquista de los derechos fundamentales como fundamento de la Revolución, corroboró la idea del propio Marx - quién n'la ideología alemana (1845-46) ya había escrito: “el primer presupuesto de toda existencia humana y, por tanto, de toda historia, es que los hombres deben poder vivir para poder 'hacer historia'”; sin embargo, “para vivir, es necesario ante todo comer, beber, tener una casa y vestirse”; “Este es un acto histórico, una condición fundamental de toda historia”.
De esta forma, Caio Prado entiende que defender reformas de emergencia, de carácter humanitario, que incluso resuelvan provisionalmente necesidades vitales humanas, aunque sea un gesto político arriesgado (sujeto a traiciones, golpes de Estado) no significa apartarse del sentido revolucionario, sino todo lo contrario. , se trata de tener la sensibilidad para darse cuenta de que sin esto –sin la más mínima humanización de las relaciones sociales– será aún más difícil hacer el camino.
*Yuri Martins-Fontes Doctor en Historia por la FFLCH-USP/ Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). autor de Marx en América: la praxis de Caio Prado y Mariátegui (Avenida).
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Referencias
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