por RONALD LEÓN NÚÑEZ*
Una guerra, como cualquier acontecimiento importante, no debe estudiarse aisladamente.
El auge del neoliberalismo desde la última década del siglo XX –y su contraparte en el campo metodológico, los enfoques posmodernos en varias áreas de la ciencia– consolidaron, en ciertos círculos académicos, una premisa presentada como irrefutable: el Imperio Británico, aunque hegemónico en del siglo XIX, no tuvo interés en la Guerra contra el Paraguay y, en consecuencia, mantuvo una “estricta neutralidad” en el enfrentamiento.
Esta polémica es recurrente, pero no ociosa. Muchos trabajos, aunque instigadores y anclados en una sólida investigación documental, se limitan a sostener, reiteradamente, que la Guerra no fue más que un “conflicto regional”. Esta insistencia es utilizada para oponerse a la llamada “tesis imperialista”, que defiende un supuesto papel británico en los hechos que condujeron a la Guerra, defendida por historiadores independentistas y americanistas en las décadas de 1960 y 1970. problemática y reduccionista, por adoptar un enfoque geográfico criterio que no dice ni explica nada en profundidad. Es, además, una perogrullada, porque, superficialmente, todas las guerras están condicionadas por dinámicas regionales.
Una guerra, como cualquier acontecimiento importante, no debe estudiarse aisladamente. No podemos ignorar, sin incurrir en errores metodológicos, que desde el siglo XVI existe una economía y una política mundial, que inciden en mayor o menor medida en las peculiaridades regionales. En este entendido, la guerra más grande de la historia de América Latina, evidentemente, tuvo un contexto local. Obedecía a las disputas entre intereses de los Estados nacionales, controlados por facciones de las burguesías nativas. Sin embargo, este juego de intereses nunca estuvo divorciado de la dinámica global. La cuestión es definir en qué realidad y tendencias mundiales se insertó este contexto regional.
Con este enfoque metodológico, argumento que la tesis de la neutralidad británica es falsa. Es una interpretación -como tal, derivada de una determinada visión ideológico-política del mundo- que omite inaceptablemente los hechos documentados.
En este punto, es posible que algunos colegas y lectores tengan la tentación de asociarme con posiciones similares a las de Júlio José Chiavenato, Eduardo Galeano u otros revisionistas, o bien con la literatura nacionalista e incluso con ciertos caricaturistas del marxismo, aficionados a la culto a la personalidad de los héroes patrios en el país derrotado. Esta sería una conclusión apresurada e injusta.
Mi único acuerdo con algunos escritores de la escuela revisionista consiste en la necesidad de denunciar la agresión de la Triple Alianza contra una nación históricamente oprimida y desentrañar la política británica en Gran Guerra.[i] Eso es todo. No suscribo exageraciones ni esquemas interpretativos derivados de teorías conspirativas, siempre simplificadoras, para explicar las causas de la Guerra.
Y más: cualquier enfoque que, en un esfuerzo por denunciar al Imperio Británico, sugiera que los gobernantes aliados no tenían intereses propios o que actuaron como meros títeres, animados desde Londres, es un reduccionismo que abre brechas que son imposibles de abordar seriamente. defender en el debate con los apologistas liberales de la Triple Alianza. Nada puede expiar las atrocidades cometidas por los gobiernos “civilizadores” de Paraguay, principales responsables de la destrucción de ese país.
Dicho esto, pasemos al verdadero debate.
La autotitulada Nueva Historiografía, que encontró en el historiador brasileño Francisco Doratioto a uno de sus voceros más calificados, sostiene que el Imperio Británico fue neutral durante el conflicto.[ii] De hecho, el autor dice que Londres se opuso a la guerra. En realidad, la tesis de Francisco Doratioto no es original. Se basa en los postulados de historiadores británicos –como Desmond Platt, Edward N. Tate y Leslie Bethell– quienes afirman que el Imperio Británico tuvo una política de “no injerencia” en América Latina durante el siglo XIX.
No negamos a nadie el derecho a interpretar los hechos como mejor le parezca. En el proceso, incluso puedes distorsionarlos. Pero eso no los cambiará; los hechos son a menudo obstinados. Y los hechos demuestran que Londres no fue indiferente ni neutral en la Guerra contra el Paraguay. Ni sus banqueros, ni su gobierno, ni su parlamento.
Volvamos al contexto global. El Reino Unido ejerció una dominación económica y política semicolonial en América Latina: los nuevos estados del subcontinente, surgidos del colonialismo ibérico, si bien no se replegaron formalmente a la condición de colonias, no resistieron el establecimiento de un sistema financiero, comercial y la dependencia diplomática de Londres. Esto no es ideología, es un hecho. El siglo XIX, recordemos, se conoció como el “siglo inglés”.
El general prusiano Clausewitz escribió que "La guerra es la continuación de la política por otros medios". Llevar esta premisa al terreno de la Guerra contra el Paraguay implica estudiar la posición política de la clase dominante británica -y, por tanto, de sus gobiernos y Estado- y su relación con los gobiernos beligerantes sudamericanos, antes y durante la acción militar.
Entre 1863 y 1871, la Corte de Río de Janeiro tomó prestadas 14.278.520 libras esterlinas de la banca británica a través de la Casa de Rothschild.[iii] Esta cantidad representó el 60% de todo el comercio exterior de Brasil en 1860.[iv] En ese período, el comercio exterior paraguayo apenas superó las 560.000 libras esterlinas. Durante la Guerra, Pedro II transfirió parte de estos recursos a sus aliados argentinos y uruguayos, en forma de préstamos. Esto está documentado.
El gobierno argentino de Mitre contrató 1,25 millones de libras en 1866 y 1,95 millones de libras en 1868, a través de Baring Brothers, para financiar operaciones militares en Paraguay.[V] Estos préstamos se sumaron a la deuda de 2,6 millones de libras esterlinas asumida anteriormente por los banqueros de Londres.[VI]
Estos datos deberían ser concluyentes. En la guerra entre Paraguay y la Triple Alianza, el capital británico financió exclusivamente a un bando: la Triple Alianza. Este es el hecho fundamental. Es una prueba material de la posición política del Imperio Británico.
Pero, además del financiamiento, existen otros hechos: (i) la serie de informes hostiles al Paraguay firmados por agentes diplomáticos británicos en la región del Río de la Plata; (ii) el hecho de que Londres, a través de su representante Edward Thornton, expresó al Ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, en diciembre de 1864, que el Imperio brasileño tenía “el derecho de pedir satisfacción por las ofensas que sus súbditos tuvieron que soportar”[Vii] en territorio oriental, justificando así la agresión brasileña contra Uruguay, hecho que, considerando la advertencia oficial anterior, fue considerado un casus belli por Paraguay; (iii) la participación de Thornton en las reuniones del gabinete de Mitre sobre el problema uruguayo, junto al diplomático brasileño Saraiva, así como su conocimiento de las resoluciones de la sesión secreta del Congreso argentino, que ratificó el Tratado secreto de la Triple Alianza;[Viii] (iv) las denuncias de Cándido Bareiro, representante de Paraguay en Europa, al gobierno británico, por la violación de la proclamada “neutralidad”, a través del envío de armas, construcción de buques de guerra, transporte de material bélico en buques de bandera británica a través de el Río de la Plata para abastecer a los Aliados, etc.[Ex] Si a la financiación le sumamos estos elementos de análisis, es evidente que la actuación de la diplomacia -es decir, de los representantes oficiales del gobierno británico- fue favorable a la causa aliada.
Sin duda, la injerencia británica no es ni la única ni la principal causa o explicación de la guerra contra el Paraguay. Sin embargo, no se puede decir que Londres fuera neutral en este conflicto. Los hechos desmienten esta premisa.
Como no es posible ignorar esta evidencia, la Nueva Historiografía recurre a un subterfugio, afirmando que ni los préstamos ni los movimientos de los diplomáticos británicos en la región estaban relacionados con la política oficial británica. En este sentido, Francisco Doratioto argumenta: “el capital no tiene ideología y busca la mejor remuneración asociada al menor riesgo”. Y concluye: “en cuanto a Inglaterra, su gobierno debe distinguirse de sus banqueros. El gobierno inglés se mantuvo neutral en el conflicto”.[X]
Entremos entonces en el debate interpretativo. No había, ni podía haber, una separación estanca entre el gobierno -el gabinete británico- y el capital -los banqueros londinenses-.
En cualquier estado burgués, desde el más avanzado hasta el más atrasado, los gobiernos actúan al servicio de los capitalistas o, más precisamente, de las facciones de los capitalistas. Marx y Engels definieron, en 1848, que “el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los asuntos comunes de toda la clase burguesa”.[Xi] En una sociedad dividida en clases sociales con intereses antagónicos, no existen capitalistas “apolíticos” o sin ideología, como tampoco existe un aparato estatal “neutral”. No son los gobiernos los que dictan el pensamiento o las acciones de los capitalistas: son los capitalistas, o ciertos sectores de capitalistas que tienen el poder, quienes determinan las políticas internas y externas de los estados.
Por tanto, el divorcio entre gobiernos y capitalistas es otra premisa equivocada de la llamada Nueva Historiografía.
Obviamente, un banquero o cualquier otro capitalista siempre buscará la mayor ganancia. Pero sería absurdo suponer que esta búsqueda no sigue criterios políticos. ¿Es serio creer que, en una guerra, los banqueros financiarán un bando al que se oponen políticamente, o que, por el contrario, se privarán de financiar el bando con el que identifican políticamente sus intereses inmediatos o potenciales? Recuerda la máxima de Clausewitz.
El hecho de que los banqueros británicos no prestaran al Estado paraguayo, sino a los Aliados, tiene una explicación política, no meramente basada en cálculos de mayor o menor riesgo financiero.
Por ejemplo, en marzo de 1865, el Congreso de Paraguay autorizó a Solano López a tomar préstamos de hasta 25.000.000 de pesos en los mercados internacionales, ofreciendo como garantía yerba mate y tierras públicas.[Xii] Cándido Bareiro fue autorizado a negociar financiamiento de hasta 4.000.000 de pesos fuertes en Europa.[Xiii] Ningún banquero “apolítico” les prestó un centavo. Si esto se debió a la percepción de que prestar a Paraguay era una inversión más “arriesgada”, ¿cómo es que, en 1871 y 1872,[Xiv] Con la economía del país destruida y la pérdida de dos tercios de su población, ¿los bancos británicos aceptaron prestar a los gobiernos paraguayos de la posguerra? Si aquellos que piensan que nadie en su sano juicio habría prestado dinero al Paraguay en 1865 fueran consecuentes con su propio razonamiento, se verían obligados a concluir que los banqueros que lo hicieron en 1871 se habían escapado de un manicomio.
El gobierno y la diplomacia británicos se declararon oficialmente neutrales. Pero lo que importa es que, en la práctica, no lo fueron. Brindaron cobertura política a los banqueros británicos y otros capitalistas, en ambos lados del Atlántico, que proporcionaron recursos materiales indispensables para el esfuerzo de guerra aliado.
¿Por qué el capitalismo británico colaboró en la derrota de Paraguay? Indudablemente no porque Paraguay en 1864 fuera una gran “potencia industrial” o estuviera en vías de serlo. Tampoco porque la economía paraguaya fuera una amenaza para la industria o el comercio británicos que dominaban la región. Esta tesis nacionalista carece de fundamento.
La explicación es que la guerra fue un choque entre dos modelos de acumulación capitalista –no entre el capitalismo y un protosocialismo supuestamente “antiimperialista”, como sugería un sector muy desorientado de la izquierda latinoamericana–, sino entre un modelo que se basó en la laissez-faire y en la inversión extranjera, vista como motor del progreso económico y cultural, y otra, a pesar de estar controlada por las terribles dictaduras de José Gaspar Rodríguez de Francia y los dos López, que consistió en un modelo políticamente independiente, sin endeudamiento externo, proteccionista y estadístico.
Desde la crisis terminal y la posterior desintegración de los imperios ibéricos, Londres ha impulsado el primer modelo, basado en el libre comercio y el sacrosanto principio de la libre empresa privada. En consecuencia, en la segunda mitad del siglo XIX, el capital británico tenía más intereses en el Imperio de Brasil -entonces el tercer mercado consumidor de productos británicos- y en Buenos Aires que en el pequeño y “cerrado” Paraguay. Las burguesías de esos países eran los socios principales (menores) del Reino Unido en la región. Paraguay no.
A su vez, estas dos potencias regionales tuvieron sus propias disputas históricas con Paraguay: fronteras, libre navegación, acceso a los recursos y rechazo a los “monopolios estatales”.
Con Paraguay destruido, el capital británico, en la medida en que lo permitieron las caóticas circunstancias, se vertió en el país derrotado. Pero, sobre todo, fortaleció los lazos de dependencia preexistentes en Brasil y Argentina, las agotadas naciones victoriosas. En los años siguientes, la deuda y las inversiones de Londres crecieron exponencialmente en estos países.[Xv]
Si la principal responsabilidad del estallido de la Guerra y, sobre todo, de su continuación hasta la completa destrucción del Paraguay recae en los gobiernos de Pedro II, Bartolomé Mitre y Venancio Flores, que siguieron sus propios intereses, también es un hecho probado. que no apoyaron el esfuerzo de guerra contra el poderoso Imperio Británico.
Al contrário. El hecho probado es que la financiación británica -que aseguró buena parte de la campaña aliada- y otras contribuciones se entregaron a un único bando beligerante, con el conocimiento y la aprobación más o menos disfrazados del Gobierno de Su Majestad. Y esto es lo contrario de la neutralidad británica que predican los partidarios de la llamada “última palabra” en el estudio de la guerra.
Si los llamados revisionistas de izquierda incurren en la simplificación de la “tesis imperialista”, muchos académicos hacen lo mismo, negando la totalidad de la economía-mundo y resistiéndose a definir a los Estados según su ubicación en la división internacional del trabajo. Con base en este sesgo, concluyen que el carácter de la Guerra fue meramente “regional”, una definición empobrecedora.
Que los intelectuales liberales o neoliberales justifiquen o mitiguen los crímenes de los imperios pasados y presentes es comprensible. Pero no es tarea de la izquierda, y mucho menos del marxismo, facilitar su tarea asumiendo imprecisiones fácticas propias del nacionalismo.
*Ronald León Núñez es doctor en historia económica por la USP. Autor, entre otros libros, de La guerra contra el Paraguay a debate (sunderman).
Traducción: Raquel Polla.
Publicado originalmente en el diario Color ABC.
Notas
[i] En Paraguay, la guerra se conoce como Guerra Grande o Guerra Guasu, en lengua guaraní.
[ii] DORATIOTI, Francisco. Maldita Guerra. São Paulo: Companhia das Letras, 2002.
[iii] FIGUEIRA, Divalte. Soldados y comerciantes en la Guerra del Paraguay. San Pablo: Humanitas FFLCH-USP: FAPESP, 2001, pág. 29
[iv] BRUN, Diego A. La Guerra del Paraguay: tres modelos explicativos. Revista Paraguaya de Sociologia. Asunción: CEPES, v. 26, núm. 74, 1989, págs. 175-197; DORATIOTO, Francisco. maldita guerra…, op. cit., págs. 91, 458, 461, 462.
[V] BETHELL, Leslie. El imperialismo británico y la Guerra del Paraguay. Estudios Avanzados, 1995, vol. 9, núm. 24, pág. 275.
[VI] BRUN, Diego A. La Guerra del Paraguay: tres modelos explicativos…, op. cit., pág. 187.
[Vii] DORATIOTO, Francisco. maldita guerra…, op. cit., pág. 90.
[Viii] Thornton a Russell, 25/05/1865, citado en: HORTON BOX, Pelham [1930]. Orígenes de la Guerra de la Triple Alianza. Asunción: El Lector, 1996, pág. 244.
[Ex] El tráfico de armas -siempre para los Aliados- también se realizaba a través de Francia y Bélgica. Y siempre con la “vista gorda” de Londres y esos gobiernos europeos.
[X] LEAL, Bruno [2014]. Nueva Historia de la Guerra del Paraguay. Entrevista a Francisco Doratioto. Disponible:https://www.cafehistoria.com.br/nova-historia-da-guerra-do-paraguai/>, consultado el 10/01/2023.
[Xi] MARX, Carlos; ENGELS, Federico [1848]. Manifiesto del Partido Comunista. Disponible:https://www.marxists.org/portugues/marx/1848/ManifestoDoPartidoComunista/cap1.htm>, consultado el 10/01/2023.
[Xii] Esto, además, demuestra que el gobierno de Solano López no fue para nada “antiimperialista”.
[Xiii] Cédula de 15 de marzo de 1865. Disponible en:http://bibliotecanacional.gov.py/bn_documento/documento-oficial-del-15-de-marzo-de-1865/>, consultado el 10/01/2023.
[Xiv] Era la primera vez, desde la declaración de independencia en 1813, que Paraguay contraía deuda externa.
[Xv] Durante el período imperial brasileño (1824-1888), se contrataron 15 préstamos en Londres, 40% de los cuales fueron acordados entre 1865 y 1888. El gobierno brasileño gastó, en el esfuerzo de guerra, una cantidad equivalente a once veces el presupuesto nacional de 1864 .
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