Brasil, ¿qué hora es?

Imagen: Atenea
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por VÍTOR MORAIS GRAZIANI*

El reloj en Brasil señala que el tiempo es para la barbarie, el consentimiento o la revolución

 

“Brasil triunfará porque yo quiero que lo haga” (Caetano Veloso).

 

1.

El año pasado, mientras los habitantes de esta tierra brasileña morían a trompicones y nos encontrábamos atrapados ante la necesidad de exigir medidas de restricción más duras para la epidemia que afrontábamos, así como una vacuna, que pudiera aminorar la agonía. , la burbuja de izquierda de Twitter decidió resucitar (sin haber muerto nunca) a una figura clave de nuestra historia. Hablo de Maria da Conceição Tavares. Durante meses a la vez, al rodar a través de la pienso De esa red social encontraba videos breves de entrevistas y clases del economista portugués que huyó del salazarismo y se instaló en Brasil desde la década de 1950.[i]

Durante mucho tiempo traté de pensar en el significado detrás de eso, después de todo, era un fenómeno más allá de las redes intelectuales, ya que en otras redes: las redes sociales, entre gente de mi edad que parecía soñar en tiempos de nihilismo. En medio de la “revolución neoliberal”, que instituyó, en términos de Pierre Dardot y Christian Laval, un cambio de mentalidades,[ii] ampliado en el caso brasileño con el auge del espíritu emprendedor durante los años lulistas, vuelto contra el hechicero en forma de “Bolsonarismo”,[iii] ¿Cuál es el sentido de reivindicar a Maria da Conceição Tavares, uno de los máximos nombres del nacionaldesarrollismo golpeado por 1964?

Creo que hay dos factores más inmediatos: el primero, un futuro por parte de las nuevas generaciones en torno a las ideas cristalizadas en acciones para superar el subdesarrollo, debate cerrado desde hace décadas entre la mayoría de los economistas; la segunda, un impulso a la discusión acalorada (intento evitar la idea de “radicalización”, pero si el lector lo prefiere así, quedémonos), rasgo clave de las afirmaciones del economista y de una época en la que la se soñaba con la emancipación del pueblo brasileño.

 

2.

No pretendo, con este ensayo, analizar los años de aguda crisis sistémica que Brasil ha enfrentado (¿al menos desde 2013? ¿Al menos desde 2016? ¿Al menos desde 2018? ¿Al menos desde 2020?). Lo que quiero, sobre todo, es establecer un análisis de la relación, en nuestro caso dialéctica, entre pasado y futuro, para tratar de explicar este eco de un pasado desarrollista precisamente en el momento de su ultra-vigésimo día. masa. Hablando en términos generales, ¿cómo puede nuestro pasado influir en nuestro futuro? Después de todo, se sabe desde hace mucho tiempo que el país del futuro, al que aludió Stefan Zweig en un libro-manifiesto: por el país y por la vida, después de todo, era su vida la que estaba en peligro cuando escribió. éste, con posibilidad de extradición a la Alemania nazi–, no sólo no lo consiguió, sino que cumplió su ideal en clave opuesta: de hecho, estamos a la vanguardia del mundo, pero en lo que se refiere a su destrucción (“brazilianización").[iv]

Entonces, ¿cómo no hacer borrón y cuenta nueva del pasado? La cultura política oficial ahora instaurada, basada en considerar al adversario como enemigo (cualquier eco con la teoría del enemigo interno no será mera coincidencia), y a su vez en la consecuente desmovilización moral de éste, no deja lugar a dudas al respecto. punto. El pasado desarrollista ya no tiene sentido en el presente. Si es así, ¿de dónde inspirarse? Francisco Alambert, en un ensayo en el que analiza lo que denominó “la reinvención de la Semana de Arte Moderno” de 1922 cada década, nos recuerda algo que ya apuntaba Luiz Recamán en 2001 y que conviene recordar: “sin un clásico historia –que revivió en Europa un estilo clasicista fascista nostálgico de los grandes imperios– fuimos la materia prima misma de la modernidad”.[V]

Nuevamente aparece aquí la noción de país como única vanguardia mundial; sin embargo, veamos: es precisamente nuestra ausencia de un pasado “clásico” lo que nos impulsa a la urgencia de la modernidad, algo completamente opuesto a lo que hay hoy. Lo que vemos, disfrazado de una comedia ideológica de reapropiación del pasado esclavista, colonial e incluso imperial, pero sobre todo esclavista (léase: violento y moderno), es mucho más un impulso para anular las ilusiones desarrollistas que para reconstruir de ese pasado Después de todo, la historia no se repite como una tragedia.

Volviendo a la pregunta, ¿qué nos puede enseñar nuestro pasado? Y aquí me refiero, es necesario decirlo, a un pasado específico: el de la inserción del Brasil moderno, desarrollado, en el concierto de las naciones – leído en términos cronológicos: 1930 a 1964, más la supervivencia, a la derecha, de la dictadura cívico-militar. Pues bien. En una entrevista de 2020 con el programa. Rueda en vivo, Caetano Veloso, figura clave para entender el lío ahora instaurado, comentó que este período sería el resultado del “encuentro de tres tristes razas” (la referencia, a su vez, es a la trópicos tristes, de Lévi-Strauss).[VI]

La posición de Caetano es curiosa ya la vez importante, porque saca a la luz cierta incredulidad –característica clave de la obra del santamarense– en relación al potencial emancipador del país en aquellos años dorados del capitalismo a la brasilera. Si bien es difícil aceptar que la blancura tiene algo de tristeza en su accionar explotador, es innegable que su fusión con la negritud y los indígenas, quienes fueron destruidos por ellos y casi borrados del mapa por lo más oscuro de nuestro pasado, está cargada con de penas.

Resulta que este proceso, que caracterizó buena parte de nuestra historia, estuvo lleno de sutilezas. Un buen ejemplo de ello se puede identificar en la música de Heitor Villa-Lobos, especialmente en su Choros nº 10 – “Rasga o Corazón”, 1926: allí se dan cita las tres carreras constitutivas del país y el desenlace no puede ser menos interesante. El compositor blanco y la estructura sinfónica europea con un sonido aprendido de los chorões de la década de 1910 se unen a melodías indígenas de los Pareci (“Jakatá kamarajá / Tayapó kamarajá…”) al choro “Iara”, de Anacleto de Medeiros, letra de Pasión Catulo da Cearense con el título “Rasga o Coração”, representativa de la fusión de razas en un solo signo redentor para desembocar en una forma sincopada, heredera de la samba moderna (representativa de las poblaciones afrodescendientes) y… autoritaria[Vii]!

Y aquí, una pequeña excursión. Samba moderna, resultado también del “mixto” entre las tres razas constituyentes del país, pero ejercida por agentes excluidos de la sociedad[Viii], al menos en su producción (muchas veces colectiva), se encontró impactado con lo que José Miguel Wisnik llamó una cierta “pedagogía autoritaria” en la obra de los compositores clásicos modernos, cuyo máximo exponente sería precisamente Villa-Lobos (quien, conviene recordado, participó en la Semana del 22)[Ex]: un impulso por partes de estos para proteger la cultura popular, que vendría en contra del Estado Varguista, también autoritario.

Es decir, al fin y al cabo, “la zona de confraternización” entre las mitológicas tres razas constituyentes del país, idea propugnada por Gilberto Freyre,[X] estaría, en el fondo y en aras de la verdad, a partir de la retirada de las características estructurantes de cada uno (especialmente el negro-africano y el indígena) para dar paso a algo nuevo, esencialmente brasileño, a expensas del efecto civilizador de el hombre blanco, algo que ejemplifica abiertamente la citada obra de Villa-Lobos.

¿Excluyendo la modernidad? ¿Unirnos para poder seguir existiendo? El hecho es que son preguntas completamente opuestas a lo que hay hoy: ese pasado, el pasado de la modernidad autoritaria, pero que es también el pasado de Maria da Conceição Tavares, Vargas, Juscelino y Jango, tendría poco sentido. Cómo fraternizar las diferencias, característica crucial de ese Brasil, si hoy el imperativo es, esencialmente, destructivo, rumbo a la guerra civil, volver a Dardot y Laval[Xi]? Como me predijo el sociólogo Rafael Carneiro Vasques a la luz de los últimos acontecimientos: “El Brasil de Gilberto Freyre está muerto”.[Xii] Terminó, se convirtió en un cadáver putrefacto.

 

3.

Volviendo a la pregunta que nos mueve aquí, ¿por qué, después de todo, volver a Maria da Conceição Tavares en este momento? Y, sin embargo, ¿qué tiene para ofrecernos el pasado brasileño (y aquí repito que me ocupo del período 1930-1964) como entidad que moviliza corazones y mentes con miras a transformar el futuro? Bueno, Conceição Tavares es conocida, como ya se mencionó, por haber creído, hasta cierto punto, en la posibilidad de insertar a Brasil en la procesión de los países desarrollados. Resulta que “era un país, subdesarrollado, subdesarrollado” (la referencia es al Canción del subdesarrollo, de Carlos Lyra) y las ganas se quedaron en el camino.

Es cierto, sin embargo, que esto no le impidió proponer soluciones a la situación que, aunque ya no fueran desarrollistas, stricto sensu, podría promover la justicia social, como la imposición de impuestos a las grandes fortunas, una medida impensable en cualquier gobierno que tenga en la carrera al exgobernador tucán Geraldo Alckmin. Entonces, después de todo, ¿en qué nos puede ayudar Maria da Conceição Tavares, reformista por excelencia, en relación a nuestra pregunta?

Creo que para responder a la pregunta se necesita una incursión en el significado de la idea de historia. En un texto seminal y ya difundido, “Sobre el concepto de historia”, Walter Benjamin comparte un elocuente pesimismo revolucionario. Sin querer comentar parte por parte un texto tan conocido como éste, me contento con señalar dos elementos: la idea de vencido y el modo en que la muerte, y los muertos, aparecen en su escritura. Habiendo salido a la luz póstumamente, tras su suicidio en los Pirineos, temiendo una posible extradición a la Alemania nazi, “Sobre el concepto de historia” funciona, según Michel Löwy, como el “testamento” de Benjamin.[Xiii], por lo que bajo el escrito se cierne cierto aire apocalíptico y milenario, así como de manifiesto.

Los pasajes más conocidos de las Tesis, los numerados seis, siete, ocho y nueve, presentan una compleja relación entre pasado y futuro. Al presentar la idea de “Historia de los vencedores” en la tesis séptima, Benjamin apunta al hecho, que él ineludible, de que el pasado conocido por la historiografía contraria al materialismo histórico se identifica con el espíritu de los vencedores, idea bajo la cual se construye la magnífica metáfora de la “desfile triunfal” de los vencedores (¿el arrastrero de Paulo Freire?).

Es interesante notar que, allí, y también en las demás tesis de este conjunto, Benjamin nos ofrece pistas a la pregunta: ¿qué puede ofrecer el pasado como agente de transformación del futuro? La idea de “rozar la historia a contrapelo” puede ser una buena manera de entender la respuesta del autor a la pregunta aquí propuesta, por lo que es necesario invertir la clave: centrarse en la construcción de un verdadero “estado de excepción”. (Paulo Arantes ha leído esta noción como un “estado de emergencia”) del botín de un pasado, más que fragmentario, borrado por la procesión de los vencedores.

Pero, después de todo, en la experiencia brasileña, ¿de dónde viene eso? Pensando nuevamente en el período 1930-1964, me parece que hay una clara confusión entre perdedores y ganadores, en un intento de reconciliación efectiva, quizás incluso pensando en términos del surgimiento de una “conciencia de clase”, más profunda que en el años de la paz lulista. Un buen ejemplo de ello, un clásico del Estado Varguista, sería la solución dada por Getúlio a la crisis instaurada cuando el entonces Ministro de Trabajo João Goulart anunció un aumento del 100% del salario mínimo, causando revuelo entre la élite udenista: Jango salió disparado, complaciendo a los ganadores; resulta que el aumento prometido también se concedió a los vencidos.

Volviendo a la idea antes mencionada de Luiz Recamán, sin pasado clásico, éramos la modernidad misma en estado puro. Que Benjamin vea con preocupación esta modernidad, como sinónimo de la evolución del capitalismo, no deja lugar a dudas: en la balanza entre beneficiar a los ganadores oa los perdedores, los primeros siempre se beneficiarían de la mayor bagatela. Entonces, ¿qué queda? De ahí la importancia de recordar otro ensayo del autor que ahora se pasa por alto, a saber, “Experiencia y pobreza”, escrito en 1933, año de la entronización del nazismo en Alemania.

Allí, Benjamin propone la oposición entre dos barbaridades: ciertamente, la barbarie tal como la conocemos en su sentido original, es decir, negativa, resultado de una continua pobreza de experiencia, producto precisamente del desdoblamiento de esta modernidad; pero también los “nuevos bárbaros” (Brecht, Klee, etc.): aquellos que “aspiran a un mundo en el que puedan mostrar su pobreza externa e interna de manera tan pura y clara que de ella pueda resultar algo decente”[Xiv].

Aquí, como en la idea del “ángel de la historia” de Tesis, el pasado de los vencedores se hace casi borrón y cuenta nueva en nombre de otro devenir, que rompe con este despojo secular. Los nuevos bárbaros buscarían en la urgencia del presente construir una posibilidad de cambio radical con el orden establecido, para que ese pasado de vencedores no les sirviera. Ahora bien, me parece que la respuesta a la pregunta que aquí nos moviliza sería, en otras palabras, reinventar el pasado para inventar el futuro. Pero ojo: no se trata de reinventar ningún pasado, sino el que siempre ha sido borrado por la procesión de triunfadores. A los perdedores, el empoderamiento de sus cuerpos y mentes para derrotar a los ganadores.

Primo Levi, víctima del nazifascismo, figura central para ayudarnos a enfrentar la barbarie negativa ya instaurada, en su poema Canción de los muertos en vanoTiene dos versos esclarecedores sobre esta idea del pasado. Refiriéndose a los asesinados en los campos de concentración, predice: “Somos invencibles porque estamos vencidos / Invulnerables porque ya estamos extintos”.[Xv] Si algo se puede decir para comentar este extracto de Levi, creo que es la desconexión intrínseca entre ellos y la declaración profética de Benjamin de que ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo, en ese momento el nazi-fascismo, sigue victorioso.[Xvi].

De ahí la urgencia de convocar a los muertos para construir mesiánicamente el futuro, dado que precisamente por haber vencido, poseerían el poder de la redención en el Juicio Final, cuando resurgirían y, empoderados, serían los únicos capaces de vencer las armas de los vencedores.[Xvii] La historia de Benjamín sería, en otras palabras, la historia de los que cayeron en el campo de batalla; la historia de los que, vencidos, persisten, a través de nosotros, vivos, en no darse cuenta de esta condición de vencidos y permanecen presentes, permeando y acechando la imaginación de los vencedores, de modo que, si el pasado oficial sólo queda en la tabula rasa, a esta pasado, sigue siendo el motor de su transformación en el futuro.

Pero volvamos a Brasil ya la confusión entre perdedores y vencedores en el período 1930-1964, la época del espíritu de Maria da Conceição Tavares. En la década de 1990, esbozando una breve genealogía del siglo, Roberto Schwarz en su ensayo “Fin de siglo” atestiguaba la bancarrota de los ideales nacional-desarrollistas de aquellos años dorados brasileños: el desarrollo se habría convertido en una idea para la cual ya no había más. dinero; Brasil quedó con la condición de socio menor, es decir, subdesarrollado, en el concierto de las naciones.[Xviii] Fue la condición de periferia del capitalismo la que se reafirmó. Entonces, ¿cómo no entender el período 1930 – 1964 como un período en el que, engañados, el futuro parecía materializarse entre nosotros, la certeza de la belleza de este futuro? Por lo tanto, no es casualidad que, hoy, se reivindique Maria da Conceição Tavares: es ese espíritu temporal que vuelve a llamar a la puerta, invencible porque vencido, obstinadamente no saliendo de escena aún hoy, cuando ese conjunto de ideas es considerado anticuario.

Entonces, después de todo, ¿cuál es el sentido de la historia en Brasil? Un cubano decidió dar su opinión, pensando en la idea de América Latina. Y un brasileño, y no un brasileño cualquiera, decidió traducir. Y otro brasileño, con una voz única, decidió cantar. hablo de Canción para la unidad latinoamericana, de Pablo Milanés, que Chico Buarque adaptó al portugués y Milton Nascimento grabó en Clube da Esquina 2 (1978). De hecho, hablo de los siguientes versos de esta canción, que se hizo viral en 2018, cuando se filtró un audio atribuido al periodista Chico Pinheiro comentando la detención del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva: “La historia es un carro feliz / Lleno de gente feliz / Que pisotea indiferente / Cualquiera que lo niegue”.

Todo lo contrario de lo discutido aquí sobre el concepto de historia en Walter Benjamin. El concepto de historia que presenta la canción tampoco es cínico, no se trata de inventar una historia inexistente, ni siquiera de soñar, como expresa su título, con la integración latinoamericana. La historia que aquí se presenta es, a grandes rasgos, una historia que no se deja desvirtuar por la razón a la que están acostumbrados los latinoamericanos.

Por supuesto, se puede cuestionar que la Historia sea, de hecho, un automóvil feliz, lleno de gente feliz. Más aún, que estas personas logren negar a quienes las niegan. Pero dentro de la utopía MPB[Xix], la ecuación parecía funcionar. Nuestro presente redentor (ni pasado ni futuro) existiría en la acción constante de este “pueblo feliz” para afirmarse en el mundo, una vez más los perdedores y los vencedores. Resulta que muchos años antes cierto poeta llamado Carlos, de apellido Andrade, ya decía “Minas no más”[Xx] para referirse al espacio utópico bajo el cual reside la obra de Milton Nascimento, quien grabó la canción. ¿Resiste lo real?

 

4.

En 2019, cuando aún estábamos sintiendo los primeros efectos de la hecatombe bolsonarista, Arnaldo Antunes lanzó el soltero “Lo real resiste”, en el que se negaba a aceptar la barbarie instaurada porque, al fin y al cabo, lo real resistía y todo eso solo podía ser una pesadilla que luego pasaría. Una pesadilla que no desaparecerá, por cierto, que es el título de un libro del dúo Dardot y Laval sobre la agitación mundial que ha reinado, al menos desde el colapso de los Leman Brothers en 2008.[xxi] Resulta que vino la pandemia y no pasó la pesadilla. Ya son nueve, seis, cuatro, dos, quién sabe cuántos años de desesperación en Brasil y, a la luz de los resultados de la primera vuelta de las elecciones desde 2022, la pesadilla continuará. Nuestro pasado soñado, como se ve, parece cada vez más distante y temible. Las viejas recetas ya no sirven y la vanguardia hace tiempo que pasó a la extrema derecha.[xxii]. ¿Qué hacer?

Mucho se ha discutido sobre la posibilidad real, de hecho, de que cierto pasado esté resurgiendo en esta hora dramática. Con fuerza hercúlea, no la dictadura cívico-militar que sepultó cualquier horizonte de emancipación popular en Brasil, sino otro pasado: el fascista. Que el mismo pacto inaugurado en 1930 que produjo Villa-Lobos y Drummond también produjo integralistas y hasta partidos nazis no es nada nuevo. Pero, ¿cómo pensar su regreso al poder, más aún si la historia no se repite como una tragedia? Mi intuición es que no necesitamos la característica “fascismo” para describir nuestro proceso, simplemente porque lo que está sucediendo hoy es anterior a su surgimiento.

Desde Caio Prado Jr. ya se sabe, por ejemplo, que nacemos modernos, como socio menor del capitalismo reinventado en los trópicos para permitir la esclavitud moderna de los negros africanos[xxiii]. Construido sobre la base de la violencia, el Brasil de 1930 a 1964 (y quizás incluso de 1994 a 2016) fue, notablemente, no solo un desvío del camino de nuestra vocación, sino un intento, bajo un alto horizonte de expectativas, de reinventar el noción misma de Brasil. Una vez más, la idea de una tabula rasa del presente pasado en ese momento, aunque bajo la tutela conservadora. ¿Por qué entonces necesitar la idea de fascismo para describirnos si las prácticas de violencia, eugenesia, etc., ya existían aquí mucho antes de que internacionalmente (y quizás incluso nacionalmente) se ganaran este nombre?

Sin embargo, esto no niega la relevancia de la cuestión fascista. Ya en 1994, un corriente principal como Edward Luttwak planteó la pregunta: ¿sería el fascismo la ola del futuro?[xxiv] porque la forma victoriosa del capitalismo neoliberal llevaría a la construcción de un nuevo y poderoso partido fascista, fruto de un vacío provocado por la derecha republicana/Conservador y por el bienestar de la “izquierda moderada”. Profecías aparte, hay dos caminos para la cuestión fascista hoy y, especialmente, en Brasil. Una de ellas la ofrece Boaventura de Sousa Santos cuando propone en Epistemologías del Sur, la idea de un cierto “socialfascismo”, que podría coexistir con la democracia política liberal[xxv].

El “socialfascismo” sería algo inédito porque banalizaría la democracia para el pleno desarrollo del capitalismo, por lo que se dejarían de lado los valores democráticos en nombre de una jerarquía social fascista. Hay similitudes innegables con lo que estamos viviendo, pero creo que Boaventura olvida que, en algún momento, el “socialfascismo” tomaría las riendas de la democracia para destruirla (si, claro, tenemos en cuenta que lo que realmente hay es fascismo). .

El segundo camino lo vuelven a dar Dardot y Laval cuando señalan que en 2016, con la Brexit y la elección de Trump, habría estado inaugurando un nuevo neoliberalismo, más radical que el anterior, sin compromisos explícitos con la democracia y que tendría como metasíntesis la guerra civil[xxvi]. Más neoliberalismo, y menos fascismo, por tanto. Por lo tanto, creo que la situación actual de la época permite atribuir precisamente al saqueo del Estado por parte de los viejos neoliberales una razón para abrir las prácticas estructurantes de la violencia en países periféricos como Brasil: el nuevo neoliberalismo sería así también algo sin precedentes, y radicalmente más violento que el primero.

Cualquier parecido con un pasado colonial y esclavista no será desafortunado.[xxvii]. De todos modos, en el caso brasileño, lo que parece interesante es precisamente esta idiosincrasia histórica, que hizo que nuestro fascismo tupiniquim (me refiero al integralismo) se haya producido precisamente en nuestros años dorados. Y que, acomodada en el Estado Vargas, supo adaptarse con el tiempo hasta perder fuerza, de modo que las emergencias autoritarias y supremacistas que presenciamos están mucho más ligadas a experiencias anteriores a 1930 que posteriores a 1930.

No es casualidad que esta práctica de violencia se haya asociado a cierto “sistema de yagunzo” que ahora, empoderado, ha renunciado a la condición de mero sirviente para convertirse en agente (“Vapor barato/ Un mero sirviente/ Del narcotráfico/ Era encontrado en la ruina / De una escuela en construcción” – “Fora da Ordem”, Caetano Veloso). La idea, desarrollada, entre otros, por Antonio Prata, revela que la yagunçada, omnipresente a lo largo de nuestra historia, también estuvo allí entre 1930 y 1964, haciendo el trabajo sucio de expropiar para desarrollar.[xxviii]. El resto es historia.

Pero no sólo la tipología del yagunzo explica este nuevo neoliberalismo a la brasilera: también están los que votaron por el Capitán por lo que Francisco Alambert llamó “complejo de cualquier cosa”: Hitler, pero no el PT; cualquier cosa menos PT[xxix]! - Se trata de los minions. Para el minion, heredero de la clase media comprometida de la década de 1960, lo que importa es la disciplina de las órdenes provenientes del cuartel general bolsonarista, por irracionales que sean. disonancia cognitiva colectiva[xxx]? Ahora bien, una cuestión de suma importancia en un mundo en el que el satanismo y la masonería se convierten en elementos decisivos para decidir quién gobernará el país (cualquier conexión con el episodio en el que, postulando a la alcaldía de São Paulo en 1985, se le preguntó a FHC si era un teísta, sigue siendo válido, sobre todo porque en ese momento se pensaba que estos síntomas morbosos de este fenómeno estaban anestesiados).

 

5.

Por eso, a modo de conclusión inconclusa, quisiera evocar a Nuno Ramos, quien al presentar su último libro de ensayos[xxxi], decía escribir sobre un Brasil del que se despedía (la referencia temporal exacta es un poco más amplia que la que adopto aquí: para Nuno, la Era de Moebius iría a partir de 1881, con la publicación de la Las memorias póstumas de Bras Cubas hasta la edición, en 1973, del álbum blanco de João Gilberto). Creo que ahí está: el Brasil que nosotros, los intelectuales blancos urbanos de clase media, conocemos, soñamos y, no sin dosis de utopía, creemos que se acabó. Él murió. Cualquier perspectiva de levantar el país después de la derrota es frágil precisamente por eso, porque, al fin y al cabo, es imposible vencer la derrota, dada su magnitud. Cualquier alternativa de transformación social en el futuro, como ya nos enseñó Walter Benjamin, partirá de un presentismo con miras a la emancipación destructiva.

No es casualidad que, precisamente en el momento de nuestro reencuentro con la democracia, cuando pensábamos que finalmente venceríamos la derrota de 1964, Roberto Schwarz, en un libro que pregunta precisamente qué hora era en Brasil en la década de 1980, al comentar la famosa pelicula Cabra marcada para morir, de Eduardo Coutinho, escribió “Es como si en el momento mismo en que la mejor y más aceptable parte de la burguesía brasileña se hace cargo del país, ¡un momento para ser saludado! – la mejor película de los últimos años diría, por su propia constitución estética y sin deliberación alguna, que en un universo serio esta clase no tiene cabida”.[xxxii]

Por eso, no es casualidad que Caetano Veloso, que en tantas ocasiones se enfrentó a Schwarz, apueste a ver un camino claro para el país, a pesar del dolor, simplemente porque quiere (la referencia es a “Desnuda con mi música”). ) – Caetano que también es un intelectual de clase media. ¿Razón? Porque todavía cree que el país que evoca en su hora dramática de agonía, nada menos que Maria da Conceição Tavares como su salvadora de la catástrofe, puede triunfar simplemente porque Tavares está allí, vivo, haciendo que su legado resuene entre las nuevas generaciones, obstinadamente no rendirse, a pesar de.

Ahora, ¿cómo hacer que funcione? En definitiva, la respuesta a la pregunta será otra: el reloj de Brasil indica que el tiempo es de barbarie, consentimiento o revolución, ¿qué significa cada una de estas cosas? (Quien encuentra la respuesta gana, por supuesto, papas fritas, porque la evolución del capitalismo también actualiza la metáfora).[xxxiii]

*Vítor Morais Graziani se está especializando en Historia en la USP.

Notas


[i] BARROS, Guillermo. La economista Maria da Conceição Tavares se convierte en una “diva del pop” e “intelectual envidiable” para los jóvenes en internet. Folha de S. Pablo, 29 de octubre de 2021. Disponible en línea en: https://hashtag.blogfolha.uol.com.br/2021/10/29/economista-maria-da-conceicao-tavares-vira-diva-pop-e-intelectual-invejavel-para-jovens-na-internet/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=twfolha. Consultado el: 22.10.2022

[ii] DARDOT, Pierre/LAVAL, Christian. La nueva razón del mundo: ensayo sobre la sociedad neoliberal. São Paulo: Editorial Boitempo, 2016.

[iii] NÚNES, Rodrigo. Pequeños fascismos, grandes negocios. Piauí, octubre de 2021.

[iv] Entre los muchos escritos que intentaron señalar este hecho, dos son proféticos para el momento de sus escritos: NOVAIS, Fernando Antonio/MELLO, João Manuel Cardoso de. Capitalismo tardío y sociabilidad moderna. En: SCHWARCZ, Lilia KM Historia de la vida privada en Brasil, volumen 04. São Paulo: Companhia das Letras, 1998; y ARANTES, Paulo Eduardo. La fractura brasileña del mundo: visiones del laboratorio brasileño de la globalización. En: ___________. Cero a la izquierda. São Paulo: Conrado, 2004.

[V] RECAMÁN, Luis. Ni arquitectura ni ciudades. Epílogo a ARANTES, Otília. Urbanismo de fin de línea. São Paulo: Edusp, 2001, pág. 220 citado ALAMBERT, Francisco. La reinvención de la Semana. En: __________. Historia, arte y cultura: ensayos. São Paulo: Intermeios, 2020, pág. 15

[VI] Entrevista de Caetano Veloso al programa Rueda en vivo, TV Cultural, Dic.2020. Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=onKg_-7rCQ0&t=2701s. Consultado el: 22.10.2022.

[Vii] WISNIK, José Miguel. Getúlio da Paixão Cearense (Villa-Lobos y el Estado Novo). En: ________/SQUEFF, Ênio. Música. Lo nacional y lo popular en la cultura brasileña. São Paulo: Brasiliense, 1982.

[Viii] Es cierto que la samba moderna a menudo también reforzaba la exclusión social: obras de mestizos, negros, etc., que apuntaban a su emancipación, no eran registradas por ellos y tenían, en algunos casos, expropiación de su autoría (como “Se você jurar” , atribuido a Francisco Alves, pero de autoría de Ismael Silva). Traté de desarrollar mejor estas ideas en GRAZIANI, Vitor Morais. Dilemas de la samba carioca. la tierra es redonda, 08.07.2022.

[Ex] WISNIK, José Miguel. Getúlio da Paixão Cearense (Villa-Lobos y el Estado Novo). En: ________/SQUEFF, Ênio. Música. Lo nacional y lo popular en la cultura brasileña. São Paulo: Brasiliense, 1982.

[X] FREYRE, Gilberto. Casa Grande & Senzala: formación de la familia brasileña bajo el régimen de economía patriarcal. São Paulo: Global, 2006.

[Xi] DARDOT, Pierre/LAVAL, Christian. Anatomía del nuevo neoliberalismo. Revista en línea IHU, 25.07.2019.

[Xii] Comunicación personal, 02.10.2022/XNUMX/XNUMX.

[Xiii] LÖWY, Michel. Walter Benjamin: alerta de incendios – Una lectura de tesis sobre el concepto de Historia. São Paulo: Editorial Boitempo, 2005.

[Xiv] BENJAMÍN, Walter. Experiencia y pobreza. En: ________. Obras escogidas volumen 01: Magia y técnica, arte y política. São Paulo: Brasiliense, 1985, pág. 118. Debo a Francisco Alambert la referencia a este ensayo básico de Walter Benjamin.

[Xv] LEVI, primo. Mil soles. São Paulo: sin embargo, 2019 citado RAMOS, Nuño. El baile de la Isla Fiscal. En: Fooquedéu. São Paulo: sin embargo, 2022.

[Xvi] El análisis de la comparación entre ambos es mucho más de Jorge Grespan que mío, por lo que se lo agradezco.

[Xvii] Vladimir Safatle también pensó algo similar a lo que pongo aquí. Para él, en las elecciones brasileñas de 2022 habría que votar por los muertos, ya sea por una urgencia de que no sean borrados por el desfile triunfal de los vencedores, o por su poder invencible, ya que fueron derrotados. Véase SAFATLE, Vladimir. Que los muertos tengan derecho a voto. n-1 ediciones, 28.10.2022. Disponible: https://www.n-1edicoes.org/que-os-mortos-tenham-direito-a-votar. Consultado el: 29.10.2022.

[Xviii] SCHWARZ, Roberto. Fin de siglo. En: secuencias brasileñas. São Paulo: Companhia das Letras, 1999.

[Xix] Entiendo, en clave de Marcos Napolitano, que la MPB (Música Popular Brasileña) se convirtió, todavía en la década de 1960, pero ya después de 1964, en una institución sociocultural que soñaba con la conciliación de clases (mestizo, en el caso de Caetano Veloso) como solución -enigma para un país incomunicado por el golpe de 1964. Véase NAPOLITANO, Marcos. siguiendo la canción: compromiso político e industria cultural en MPB (1959 – 1969). São Paulo: AnnaBlume/Fapesp, 2001.

[Xx] ANDRADE, Carlos Drummond de. Joseph. São Paulo: Companhia das Letras, 2012.

[xxi] DARDOT, Pierre/LAVAL, Christian. Ce cauchemar qui n'en finit pas: comment le néolibéralisme défait la democracie. París: La Découverte, 2016.

[xxii] La formulación de la extrema derecha como vanguardia, que podría remontarse al clásico ensayo de CLARK, TJ “El estado del espectáculo”. modernismos. São Paulo: Cosac Naify, 2007, pero se lo debo a la intervención de Francisco Alambert en https://www.youtube.com/watch?v=p2brMWGacaI&t=4177s. Consultado el: 29.10.2022.

[xxiii] PRADO JR., Caio. Formación del Brasil Contemporáneo: Colonia. São Paulo: Companhia das Letras, 2011.

[xxiv] LUTTWAK, Eduardo. Por qué el fascismo es la ola del futuro. Nuevos Estudios CEBRAP, No. 40 de noviembre 1994, págs. 145 – 151. Rafael Carneiro Vasques, entre la primera y segunda vuelta de las elecciones de 2018, ya me había advertido sobre este artículo, citado también por Paulo Arantes en el magistral ARANTES, Paulo Eduardo. ¿Por qué filósofo hoy? Conferencia celebrada con motivo del seminario Filosofía y vida nacional: 25 años de “Un departamento francés de ultramar”. São Paulo: FFLCH/USP, 2019. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=miZ_1r-smuM&t=8828s. Consultado el: 23.10.2022.

[xxv] SANTOS, Boaventura Sousa. Epistemologías del sur. São Paulo: Cortez, 2010, pág. 47.

[xxvi] DARDOT, Pierre/LAVAL, Christian. Anatomía del nuevo neoliberalismo. Revista en línea IHU, 25.07.2019.

[xxvii] Vale la pena recordar, sin embargo, que este punto de vista no es compartido por autores como Wendy Brown. Para Brown, lo que estaríamos ante las ruinas del neoliberalismo, que en crisis desde 2008 habría muerto de una vez por todas en 2016. Ver BROWN: Wendy. En las ruinas del neoliberalismo. Porto Alegre: Politéia, 2019.

[xxviii] PLATA, Antonio. #misarmasmisreglas. Folha de S. Pablo, 10 de noviembre de 2019.

[xxix] ALAMBERT, Francisco. Brasil diarrea 2020. En: RAGO, Margareth/TVARDOVSKAS, Luana S./PELEGRINI, Maurício. Auge y caída del paraíso tropical. São Paulo: Intermeios, 2021, págs. 61 – 71.

[xxx] ROCHA, Joao César de Castro. El delirio colectivo llevó a Bolsonaro a 51 millones de votos. Folha de S. Paulo, 07 de octubre de 2022.

[xxxi] RAMOS, Nuño. Asegúrate de lo mismo. São Paulo: sin embargo, 2019.

[xxxii] SCHWARZ, Roberto. El hilo de la madeja. En: ¿Qué hora es? São Paulo: Companhia das Letras, 2006, p. 77

[xxxiii] Julio d'Ávila leyó, anotó y comentó el ensayo, sin su ayuda no habría salido a la luz, por lo que le agradezco.

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