Brasil, país del futuro

Imagen: Marcio Costa
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por REMY J. FONTANA*

Rastreando el nazismo a partir de la autobiografía de Stefan Zweig y sus resonancias en el Brasil de hoy

Stefan Zweig, uno de los más importantes escritores (biógrafo, ensayista, novelista, libretista, dramaturgo, guionista) de la primera mitad del siglo XX, fue un observador privilegiado y una de las muchas víctimas de los terribles acontecimientos de la época: dos guerras mundiales, una pandemia, crisis económica del 29, ascenso del nazi-fascismo, exilios, entre tantos hechos lamentables. La exquisita descripción de lo que presenció, a través de una vivencia directa de esos horrores, constituye un conjunto de conocimientos, y alertas, que se prestan a conferir, por analogías y aproximaciones, inteligibilidad y pertinencia a los procesos regresivos y disruptivos en curso, incluyendo y lamentablemente en nuestro país.

Brasil, país del futuro

Más conocido, o simplemente conocido por muchos como el autor de la expresión “Brasil, país del futuro”, título de su libro de 1941, que por el conjunto de su notable obra literaria, o por el hecho de que se exilió en Brasil. , donde trágicamente terminó su vida, junto a su esposa Lotte, en 1942, cuando vivía por 5 meses en Petrópolis[i]. Por cierto, tan difundida está la citada expresión, caló tan hondo en la conciencia colectiva de generaciones, prestándose a variadas interpretaciones, desde el significado original que le dio el autor, como promesa de un futuro radiante para el país, hasta, en posteriores décadas, prevaleció una comprensión escéptica, un tanto cínica o irónica de un futuro poco prometedor que en realidad nunca llega. Nunca logra superar sus estructuras arcaicas, sus fallas ancestrales, sus heridas sociales, su reiterada condición de vanguardia del atraso. En la síntesis inversa de Millôr, el país aún tiene un enorme pasado por delante.

Sus escritos sobre Brasil generaron una intensa polémica, recibieron fuertes críticas por retratar al país de una manera un tanto jactanciosa, circunstancia agravada por la vigencia del Estado Novo, que a algunos les pareció recibir del autor, con esta obra, un tácito respaldo. Ante la presencia de la censura, como suele ocurrir en situaciones autoritarias, se produce una especie de superposición y fusión entre las nociones de país, estado, régimen y gobierno en la percepción de muchos, lo que implica que hablar bien o mal de una de estas instancias finalmente repercute en los demás.

Sin embargo, el entusiasmo de Zweig por Brasil es anterior al Estado Novo, ya que había pasado por el país en 1936, en una estadía de 12 días entre Río, São Paulo y Santos, camino a Buenos Aires, a donde se dirigía, como un homenajeado invitado, para participar en el Congreso del PEN Club Internacional. De hecho, quedó encantado con ambos países, más aún con Brasil, es cierto, ya sea por la cordial acogida de sus interlocutores, por las comodidades de los encuentros con intelectuales y escritores, o por lo que pudo ver de estos países. del “nuevo mundo”, especialmente por el contraste de la paz que reinaba en ellos en ese momento, con el redoble de los tambores de guerra que se oía en su Europa.

Por otro lado, es descabellado imaginar que un autor tan sofisticado, de tanta proyección internacional, con una vasta y reconocida obra necesitara adular a un dictador de turno en un país periférico, escribiendo algún que otro panfleto, en nombre de quien sabe qué, comprometiendo su reputación. Es más razonable suponer que, independientemente de los méritos o defectos contenidos en el libro, éste sólo tiene que ver con su legítimo entusiasmo por Brasil, con el impacto que le había causado, ya sea por sus propias características, o en contraposición. a su vieja Europa, en un momento especialmente triste, el ascenso de los nazis y el estallido de la guerra.

Procedente de Nueva York rumbo a América del Sur, este viaje también le permitirá al escritor ampliar su visión del y del mundo, su dinámica, su historia, su futuro. Se da cuenta, y aquí esboza una crítica al eurocentrismo tan endurecido por los habitantes del viejo mundo, que deberían “ya no pensar solo en las dimensiones de Europa, sino también en el resto del mundo – ya no enterrarse en un pasado agonizante, sino participar en su renacimiento”. Brasil se le apareció como uno de los loci privilegiado, donde “(…) el hombre no estaba separado del hombre por absurdas teorías de la sangre y el origen, allí todavía se podía… vivir en paz, había espacio para el futuro en inconmensurable abundancia…”.

Es un hecho que en su libro sobre Brasil esta fascinación a veces parece deslizarse hacia el simplismo, hacia una ligera aprehensión de las raíces históricas y de las contradicciones sociales que prevalecen aquí, pero en el prólogo el autor no deja de hacer reservas, señalando deficiencias en investigación y necesidad de mayor experiencia para producir un retrato más pertinente de lo que vio y entendió sobre el país. El escribe, “No me es posible gastar conclusiones definitivas, predicciones y profecías sobre el futuro económico, financiero y político de Brasil”, entre otras reparaciones y salvedades.

La seriedad y consistencia de sus escritos también está atestiguada en un pasaje de su autobiografía, que parece más bien una indicación de su método: “Toda prolijidad, toda indulgencia, todo lo que es vagamente elogioso (sic), indefinido, confuso, todo lo que se demora superfluamente en una novela, una biografía, un debate intelectual, me irrita. Sólo un libro en el que cada página mantiene el ritmo y embelesa al lector hasta que la última página me deleita por completo. (...). Necesariamente [Esta actitud] Tuve que pasar de leer obras ajenas a escribir las mías, educándome con especial cuidado”.

Las críticas al libro terminaron por atenuar el hecho de la amplia difusión del país que promovía, pues fue traducido a casi 10 idiomas simultáneamente. Y, para el autor, entristecido por la negativa acogida de la crítica, un elemento más para profundizar su depresión. Aunque no se puede estimar cuánto le afectó esto, es plausible suponer que contribuyó a su suicidio seis meses después.

El relativo desconocimiento entre nosotros de la obra de Zweig se ha visto mitigado, especialmente por el compromiso de Alberto Dines, que coordinó la publicación de casi una decena de títulos del autor en Zahar, y por su dedicación como fundador y presidente de Casa Stefan Zweig, inaugurado en 2012 en Petrópolis, con el propósito de honrar y preservar la memoria del escritor austriaco. Según Dines, escribiendo en 2014, hubo un “(…) Renacimiento, verdadera 'zweigmanía' global (…)”, que consideraba menos como una rehabilitación que como un culto mundano, como reduciendo al autor a un personaje de sus propias novelas, más que considerándolo en algunos de sus atributos esenciales.

Cualquiera que sepa algo de su trayectoria sabe que lo que menos le faltó fueron atributos, notables, y tribulaciones, dramáticas. Ambos están bien documentados y comentados en diversas publicaciones y, particularmente sobre sus adversidades, aflicciones y tormentos, en su autobiografía, objeto de algunas consideraciones a continuación.

Zweig y Marai

Permítanme primero hacer un pequeño paralelo, debido a algunas similitudes intrigantes entre el austriaco Stefan Zweig (1881-1942) y el húngaro Sándor Márai (1900-1989). Ambos escritores de copiosa obra, súbditos del Imperio austrohúngaro, al que vieron desaparecer en 1918 como consecuencia de la derrota en la Primera Guerra.

En el período de entreguerras, Zweig ya se había convertido en un escritor de gran éxito en toda Europa, uno de los más leídos y traducidos a varios idiomas, incluido el ruso, cuya edición completa de sus obras contó con un prólogo de Máximo Górki. Desde 1930 Zweig tuvo algunas obras publicadas en Brasil y lectores hasta la década siguiente; sumergido durante algún tiempo, siendo relanzado a partir de la década de 1980.

Sándor Márai, dos décadas más joven, escribía principalmente en su propio idioma, lo que dificultaba su difusión, siendo solo “redescubierto” en Occidente, con ediciones en inglés y francés en la década de 1990; su primer trabajo estrenado en Brasil, las brasas, es una edición de 1999 de Companhia das Letras (una recomendación preciosa que me hizo Fábio Konder Comparato, en 2004). De una docena de títulos publicados por Cia. das Letras cabe destacar la sorprendente Veredicto en Canudos, notable descripción del episodio, de un autor que nunca había estado en Brasil, pero que quedó fascinado leyendo los “Sertões” en versión inglesa '' (...) se apropió de lo esencial para hacer un corte en el sentido profundo de la comunidad de Canudos”, como observa Milton Hatoum, en el doblez de la portada de la edición de 2001. O como dice el propio Márai, “Un día comencé a escribir sobre lo que creía que había quedado 'fuera' del libro de Euclides da Cunha, había quedado 'fuera', pero 'también pudo haber sido así'”.

Dos de los autores más importantes de la primera mitad del siglo XX; vivido dos guerras, exiliado, medio olvidado, rescatado y finalmente degollado por la angustia perenne, se quitó la vida. Dadas estas trayectorias, sorprende un tanto que un autor como Zweig, tan emparentado con sus coetáneos de la época, no haya tenido contacto con Márai; esto es lo que se puede inferir de su autobiografía, en la que no se menciona al húngaro.

Pero volvamos a Stefan Zweig. La circunstancia de haber leído algunas de sus obras en los últimos años, apreció su estilo depurado, la astucia de sus investigaciones, la perspicacia de sus observaciones y la profundidad con la que capta y dibuja el perfil psicológico de los personajes, por un lado, y por otro el redescubrimiento de su obra, fueron estímulos más que suficientes para aprender algo sobre el autor de sí mismo.

Si bien la motivación para revisar su autobiografía se debió, además de la fascinación por su escritura y su trayectoria, a su narrativa sobre períodos de crisis social, estallidos bélicos, tensiones y conflictos en la sociedad, cuyas matrices estructurales, tipificación de actores, sus medios de acción y consecuencias dramáticas, ya sea en el destino de los pueblos, en la degradación de las instituciones o en la ruina de las naciones, sugieren siniestras similitudes con nuestro tiempo y, particularmente en lo que se refiere a la coreografía fascista, con nuestro propio país en su momento bolsonarista.

Humanista, cosmopolita, pacifista.

En la vida y obra de Stefan Zweig se entrelazan indisolublemente situaciones tan extremas, tan dramáticas como dos guerras, el exilio en varios países, el destierro de sí mismo y de sus libros; un estudioso que tuvo como amigos e interlocutores a una plétora de las figuras más expresivas en el campo de las artes, la literatura y la música, especialmente[ii].

Humanista, pacifista, europeísta, Zweig creía en el poder de las ideas, en la creación artística, en particular la literatura, en el refinamiento cultural como medio privilegiado de entendimiento entre los pueblos, de reconciliación entre las naciones.[iii], en un momento en que la intolerancia, la xenofobia y el nacionalismo extremo estaban a punto de proyectarse en el centro del poder de algunas naciones, llevándolas, y con ellas a todas las demás, a la hecatombe de las guerras mundiales.

Esta orientación moral basada en la estética no lo llevó a un mayor compromiso político, aunque vivió y sufrió directa y dramáticamente los impactos de la exacerbación de los conflictos que se produjeron. Esta postura, de huir de todo activismo que denunciara la barbarie que se extendía, siendo ya una figura destacada en el mundo de las letras y cuya voz podía amplificar la de tantos otros en la resistencia al belicismo y al nazismo, fue exigida de vez en cuando.

Incluso evitando tomar partido directamente o hacer declaraciones inequívocas contra la barbarie (lo que molestó especialmente a su amigo de décadas Romain Rolland), no dejó de describirla en toda su sordidez, truculencia y aberraciones. Todavía en Austria y en sus andanzas por Europa en vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se esforzó sin embargo en exorcizar estas amenazas con la delicadeza de un literato sofisticado, creyendo que el valor moral de una cultura refinada y humanista sería suficiente , o al menos podría contener los aspectos más aterradores de lo que estaba por venir. La credulidad inconsistente y las expectativas ilusorias como era, angustiosa y desesperadamente, darse cuenta.

Su actitud humanista-pacifista, articulada en torno a un carácter casi sagrado del arte y la literatura, que ante tal realidad podríamos designar quizás como “moral de los primeros auxilios”, resultó, por tanto, insuficiente. Respondió a estas demandas ya la realidad a la que se referían, con una creciente angustia, desesperanza y depresión que eventualmente lo llevarían a terminar con su propia vida.

En todo caso, aunque su pacifismo no se expresó en una acción propiamente política, se esforzó en promoverlo en el ámbito de su métier. En algunas obras, particularmente en su autobiografía, es muy enfático en describir los contextos bélicos que se gestaban, señalando las vacilaciones diplomáticas, la inconsistencia e inercia de los gobernantes, la crueldad y cinismo de los fabricantes de municiones, la desatención o perplejidad de la gente común. Describe también, por lo que anota con creciente inquietud, las primeras escaramuzas de las bandas nazis, en su nacimiento en Munich, cómo actuaban con soltura ante la incrédula condescendencia de tantos que no identificaban un peligro inmediato, o incluso un riesgo para la democracia, o más aún una amenaza mortal para la civilización misma.

Se parte de lo que relata sobre el contexto del surgimiento de los nazis, sobre cómo fueron definiendo los contornos de su naturaleza, su origen, componiendo su identidad como personalidad, grupo, liderazgo y movimiento, y por otro lado, de cómo eran vistos, con indiferencia, con una simpatía casi solidaria de unos, o con miedos y temores casi sin resistencia de otros, es que conocemos y comprendemos el fenómeno que pronto aniquilaría la democracia, destruiría la razón, burlarse de los valores civilizatorios, desatar la guerra.

Nazismo y bolsonarismo[iv]: contextos y enfoques

Una precaución/reserva básica al emprender una comparación de diferentes épocas, contextos culturales, diferentes regímenes políticos, escala de eventos, es un procedimiento de elemental prudencia. Pero tomando estas precauciones, es posible establecer similitudes de procesos, comportamientos típicos de actores relevantes, impactos en destinos personales o en sociedades y países.

En este sentido, propongo una suerte de guión para dar cuenta del contexto de surgimiento, prácticas y procesos que moldearon y configuraron el fascismo, concretamente su versión alemana, el nazismo, tal como aparecen en este libro de memorias de Zweig. Mediante indicios e indicadores que caracterizan el fenómeno, se vinculan citas del autor, dejando a los lectores la posibilidad de realizar aproximaciones con los acontecimientos, hechos, acciones y acontecimientos que tiñen cada vez más el panorama sociopolítico de la contemporaneidad de nuestro país, desde la primera mitad de la década de 2010, con particular y brutal incidencia desde el proceso electoral que llevó a Bolsonaro al gobierno federal.

Dos momentos, dos países, dos regímenes y otras diferencias no invalidan ni atenúan la percepción de que en el plano histórico de largo plazo estamos ante movimientos que circunscriben el destino de los pueblos con el sello de la tragedia. En el centro de la Europa nazi, con una situación totalmente configurada que se desarrolla en guerra total; aquí, en un momento en que todavía hay intentos, avances paulatinos, experimentos y ensayos un tanto desorganizados, pero aún preocupados por sus posibles efectos desintegradores y nefastas consecuencias, ya sea a nivel de régimen político, ya sea en términos de política, cultura acción y muchas otras que abrazan la vida en sociedad.

Hay, por tanto, aquí entre nosotros y en otros lugares, algo así como una actualización de estos procesos de autoritarismo, respetando las salvedades antes mencionadas sobre contexto, escala y regímenes políticos.

Como sabemos, el fascismo es anterior al nazismo, aunque como fenómeno político, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, tendemos a asociarlos para designar ideas, movimientos, partidos, líderes o regímenes políticos totalitarios y de derecha. Si tuviéramos que fechar su surgimiento, al menos como se dice explícitamente, como lo señala Robert Paxton, el movimiento comenzó en la mañana del domingo 23 de marzo de 1919, en una manifestación convocada por los seguidores de Benito Mussolini en Milán, “para declarar la guerra al socialismo”. ”. ”.

Desde entonces ha ido corroyendo democracias y provocando caos y destrucción en distintas latitudes y reapareciendo aquí y allá, en países avanzados y atrasados, entrelazada con causas o como daño colateral de las sucesivas crisis del capitalismo, hasta llegar al día de hoy con la figuras notorias del bufón -mor, Trump, y su caricaturizado y crudo, pero no menos dañino seguidor, Bolsonaro, entre otras traídas por la creciente ola global de la extrema derecha.

Es cierto que estas deplorables figuras pertenecen a esta siniestra tradición autoritaria, pero ello no nos exime de elaborar un análisis más certero para develarlas en sus peculiaridades, actualizando, matizando y precisando eventuales analogías con la matriz del fenómeno. Esta es una tarea de largo alcance que no puede llevarse a cabo aquí.

Dentro del alcance de estas consideraciones, solo puedo, a partir del texto de Zweig, hacer una descripción general de la atmósfera, los contextos y los rasgos que dieron forma al nazismo original, y cómo podemos explorar similitudes formales, pero también equivalencias reales y resonancias sociohistóricas con y sobre nuestra preocupante situación en los últimos años.

Nazismo/fascismo – elementos característicos

Los académicos son pródigos en enumerar las características del nazi-fascismo, pero hay rasgos consensuados, como los que siguen, recogidos directa y textualmente del libro de Zweig. Para cada elemento de identificación que enumero, con descripciones breves, siguen las citas correspondientes:

1 – Incredulidad y desprecio por el surgimiento del fenómeno

La mayoría, incluidos políticos, periodistas e intelectuales de países donde el nazifascismo se convirtió en una dura realidad, dudaron en reconocer sus signos, se resistieron a darle importancia o poder político, confiando en la expresividad de su cultura y tradiciones, en la solidez de sus instituciones, en la capacidad de gobernantes responsables de la nación, cuya población creía garantizadas sus libertades y derechos garantizados en la Constitución.

Es una ley ineludible de la historia que prohíbe a los contemporáneos identificar inmediatamente los grandes movimientos que determinan su época.

[Frente al resurgimiento de Hitler, a pocos años del fallido golpe de estado de 1923, en medio de una ola ascendente de descontento],

(…) todavía no nos dábamos cuenta del peligro. Los pocos escritores que se tomaron la molestia de leer el libro de Hitler se burlaron del estilo pomposo de su prosa en lugar de estar ocupados con su programa.

En lugar de advertir, los grandes diarios democráticos tranquilizaban a sus lectores todos los días diciendo que ese movimiento, que realmente sólo con gran esfuerzo financió su enorme agitación con recursos de la industria pesada y audaces deudas, inevitablemente colapsaría mañana o pasado mañana.

(...) Debo confesar que, en 1933 y aún en 1934, nosotros en Alemania y Austria no creíamos ni una centésima ni una milésima que fuera posible lo que unas semanas después estallaría.

En vísperas de la invasión de Austria por Hitler, Zweig, ya autoexiliado en Londres, visita a su madre en Viena por última vez. Cuando menciona su preocupación a sus amigos ante tal inminencia, estos se burlan de él.

Pero todas las personas con las que hablé en Viena estaban genuinamente despreocupadas. Se invitaban a las reuniones de esmoquin o frac (sin imaginar que pronto llevarían uniformes de prisioneros de un campo de concentración)...

2- Relaciones de clase y políticos descalificados. La ascensión social de las masas se percibe como una amenaza. La pequeña burguesía resentida.

Los líderes fascistas son cáscaras del bajo clero político, a quienes los burgueses cultos solo permiten entrar en sus salas de estar mientras los necesitan para aplastar a los socialistas, tienden a ser escoria de clase media baja, mentalmente inestables y con antecedentes penales. Su mayor motivación y objetivo es eliminar a la izquierda.

La industria pesada se liberó de su miedo a los bolcheviques y vio en Hitler al hombre en el poder al que había financiado en secreto; y al mismo tiempo toda la pequeña burguesía empobrecida, a la que había prometido (…) la “ruptura de la servidumbre de intereses”, exhaló un suspiro de alivio y entusiasmo.

Dirigente hábil y populista, (…) se apropió de este descontento y de esta preocupación. (...), arrastró consigo a toda la pequeña burguesía y la clase media insatisfecha, cuya envidia de los ricos era mucho menor que el miedo a caer de la burguesía al proletariado. Era exactamente la misma capa temible que más tarde Adolf Hitler reunió a su alrededor.

3 – El veneno del odio y la voluntad de aniquilamiento

“El odio entre un país y otro, entre un pueblo y otro, entre una mesa y otra no nos asaltaba todavía todos los días desde los titulares de los diarios, todavía no separaba pueblo de pueblo (…); esa noción de rebaño, de mera masa, aún no era tan repugnantemente poderosa en la vida pública (...); la tolerancia todavía era elogiada como una fortaleza ética y no, como hoy, despreciada como una debilidad”.

4 – Vulgarización y brutalización de la política

Era un poder nuevo que quería dominar (…), un poder que amaba y necesitaba la violencia y para quien todos los ideales que seguíamos y vivíamos –paz, humanidad, conciliación– eran debilidades pasadas de moda.

5 – Identificación de enemigos. El chivo expiatorio como causa unificadora

Las masas se movilizan en un frenesí patriótico para eliminar amenazas o minorías percibidas como tales: étnicas, raciales, comunistas, marxistas, socialistas, etc.

Tras algunos avances y posiciones conquistadas por los nazis:

(...) la brutalidad ya no necesitaba disfraces morales; ya no servían como pretextos hipócritas como el exterminio político de los “marxistas (…)”.

  1. Naturalización de monstruosidades y barbaries. Gran parte de la población acepta “las cosas como son”. "Método"

(...) en toda su inescrupulosa técnica de engaño, evitó revelar toda la radicalidad de sus objetivos antes de acostumbrar al mundo. (…) su método: una dosis a la vez y después de cada dosis un descanso. Siempre una sola pastilla y luego esperar un poco para ver si no era demasiado fuerte, si la conciencia del mundo toleraba esa dosis.

7 – Perplejidad ante los contratiempos

 (…) qué poco sabían que la vida puede ser exceso y tensión, una continua sorpresa y estar fuera de todo parámetro; Qué poco, en su conmovedor liberalismo y optimismo, imaginaban que cada día que amanece ante la ventana podría destrozar nuestras vidas.

8- La mentira, como medio de manipulación y movilización de las masas. En su pragmatismo contundente, la verdad es lo que cumple su propósito de alimentar a los acólitos e incitar a la masa de sus partidarios.

(…) desde que Hitler convirtió en ley la mentira natural y el antihumanismo (…).

El pueblo estaba siendo engañado todo el tiempo diciendo que Hitler solo quería atraer alemanes de los territorios limítrofes de Alemania, quienes luego estarían satisfechos y, en agradecimiento, extirparían el bolchevismo; este cebo funcionó maravillosamente.

En varias partes del libro, abundan las menciones que caracterizan a los nazi-fascistas, componiendo un panel de horrores, cuyos trazos o trazos reconocemos aquí y ahora en nuestra propia realidad:

– practicar una política antipolítica, enfatizando la unidad de la nación sobre las distinciones de clase; prejuicios arraigados sobre el debate ideológico; y carrera sobre la razón;

– un llamado al patriotismo, cuyo significado es mejor captado por la “diatriba canónica” de Samuel Johnson como el último refugio de sinvergüenzas;

– la supremacía militar, incluso en cargos civiles, apunta a una dictadura militar;

– sexismo, machismo, homofobia;

– religión y gobierno entrelazados en una retórica manipuladora;

– salvaguardar y promover los intereses de los grandes grupos económicos; derechos e intereses del mundo del trabajo anulados, restringidos o degradados;

– desprecio, intimidación y persecución del mundo intelectual y artístico, hostilidad hacia la ciencia y la universidad;

– obsesión con el crimen y el castigo, con una legislación represiva abusiva, afrenta a las libertades y derechos civiles;

– clientelismo y corrupción desenfrenada;

– en lugar de ideas, prefiere los mitos; no piensan, o si lo hacen, es menos con el cerebro que con la sangre o el hígado;

– verse a sí mismos como cruzados contra un viejo orden en descomposición, que quieren regenerarlo, o como creadores de un nuevo orden más puro;

– revolver la distribución de las corrientes ideológicas, con la intención de hacer indistinguibles las posiciones de derecha e izquierda en el espectro político;

– lanzar una guerra cultural contra la democracia y los derechos humanos;

– cuando la agenda liberal tiene dificultades para implementarse, el recurso al fascismo aparece como la comodín, el comodín, pero en la secuencia el tarjeta obteniendo solo el salvaje, el salvajismo;

– contiene un proyecto genocida.

Aquí se sugiere explícitamente cualquier aproximación de estos rasgos fascistas con la situación brasileña de los últimos años.

Mantén la esperanza

Ni en sus noches más oscuras han soñado con lo peligroso que puede llegar a ser el hombre, ni con la fuerza que tiene para sobreponerse a los peligros y superar las pruebas.

La toma de conciencia de que estamos en este aprieto protofascista o parafascista, o cuando caminamos hacia el fascismo, debe alertarnos sobre sus posibles incrementos y, en este caso, a una resistencia militante, si nuestro compromiso es con la democracia, los derechos y la civilización.

Como nos recuerda Zweig, al comentar los intentos de Chamberlain de negociar con Hitler para evitar la guerra; No fui a Munich a luchar por la paz, sino a pedirla. Tus intentos de Apaciguamiento y "intentar y volver a intentar" fracasó estrepitosamente. Su mensaje optimista de unos días antes “Paz para nuestro tiempo”, se extinguió en los días siguientes por el triunfo de la nueva amoralidad consciente y cínica de los nazis

En nuestro caso, no tenemos otra alternativa que la contenida, a modo de epígrafe, en la autobiografía de Zweig, tomada de Shakespeare, cymbeline: “Es urgente enfrentar el tiempo como nos busca”.

Esta cita podría complementarse con otra, del mismo autor, si estuviéramos más decididos a enfrentar al ex capitán y la plétora de percances ya suficientes para despojarlo de un poder que ética y legalmente lo contamina a diario: “Sofoul un cielo claro mocos sin tormenta” [“Un cielo tan sombrío solo puede ser aclarado por una tormenta” (Shakespeare, Vida y muerte del rey Juan).

*Remy J. Fontana, sociólogo, es profesor jubilado de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC).

 

Referencias


Stefan Zweig, Autobiografía: El mundo de ayer: Memorias de un europeo. Río: Zahar, 2014.

  1. Cena, Stefan Zweig en la tierra del futuro: la biografía de un libro. Río: 2009.
  2. cena, Muerte en el paraíso: la tragedia de Stefan Zweig.Río: 1981.

Stefan Zweig, Brasil, país del futuro. Río: Editora Guanabara, 1941.

Sylvio Back Nicolás Oneill, – Lost, los últimos días de Stefan Zweig en Brasil. Tour bilingüe. Río: Imago, 2007.

Silvio Backfilm Zweig perdido.

Editoriales Zweig en Brasil desde la década de 1930, Ed. Guanabara, Delta (obras completas), Nova Fronteira, Zahar.

 

Notas


[i]Vivió en Brasil durante 15 meses, desde el 21 de agosto de 1940 hasta que se suicidó el 23 de febrero de 1942.

[ii] Entre amigos, interlocutores y relaciones con cierta cercanía, podemos mencionar: Theodor Herzl, Paul Valéry, Rodin, Romain Rolland, Thomas Mann, James Joyce, S. Freud, Richard Strauss, A. Toscanini, Ravel, Bartók, M.Górki, Lunatcharski, Salvador Dalí, Bernard Shaw, HGWells, Rainer Maria Rilke, Hugo von Hofmannsthal, Arthur Schnitzler, B. Croce, Pirandello, Anatole France, Walther Rathenau, Conde Keyserling, A. Gide.

[iii] No es casual su observación de que “el arte suele alcanzar su cúspide cuando se convierte en cuestión vital para todo un pueblo”.

[iv] Sólo por comodidad de expresión podemos denominar “Bolsonarismo” como corriente política; aún está lejos de adquirir la densidad suficiente para hacerlo, y menos aún para recibir el sello de un concepto de análisis político. En las condiciones actuales, sin embargo, ya no es una expresión difusa de sectores de la sociedad, pues ya ha producido importantes resultados electorales y alcanzado posiciones de poder. Si bien la cabeza del movimiento tiene poca consistencia programática, energía política creativa o retórica vibrante, su vulgaridad y obscenidad políticas obtusas encuentran una resonancia preocupante. Si, a pesar de estas carencias e inconsistencias, tal figura y lo que representa sigue avanzando en su agenda regresiva, ciertamente tendremos serios problemas por delante. Lo que se expone en estos comentarios míos, basados ​​en Zweig, es, por un lado, una apuesta de resistencia efectiva y exitosa ante tales posibilidades, y por otro lado, como se evidencia en el texto, una clara advertencia de que lo peor está al acecho, apoyándose en la desatención de unos y la pasividad de otros, para cubrir de horrores y aberraciones el proceso político, cuyos contornos ya están claramente definidos frente a nosotros.

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