Por RAMÓN JOSÉ GUSSO*
Quizás la única forma de vencer a Bolsonaro es destruir la atención que se le presta. Trátalo con la indiferencia que se merece, hasta que se vuelva invisible como el Artista del Hambre y olvidemos su presencia.
En el cuento “Un artista del hambre”, Franz Kafka narra la saga de un artista cuyo talento consistía en pasar largos días sin comer. Durante semanas, el público observó al profesional más rápido, mientras intentaba desentrañar su truco, también admiraba su resiliencia. Al principio era la principal atracción de cualquier ciudad donde actuaba, pero con el tiempo y con la llegada de nuevas atracciones al circo, el público perdió interés por su espectáculo. Continuó ayunando, más y más cada vez, pero nadie le prestó la debida atención. Pasaron los días hasta que los empleados que buscaban jaulas para recibir nuevos animales encontraron una vacía con un montón de paja. Aquí estaba el artista del hambre, casi muerto como individuo pero olvidado hace mucho tiempo como artista. Murió abandonado por el público y por todos en el circo, también murió porque no pudo cerrar su propio espectáculo, porque no supo hacer otra cosa.
Durante la pandemia de Covid-19 en Brasil, que ya ha causado la muerte de más de 100 personas, mayor que cualquier otra empresa bélico-militar en la que haya participado el país, como las Guerras del Paraguay (1864 a 1870)[i], Canudos (1896 a 1897) o Contestado (1912 a 1916)[ii], supimos, en general, de las autoridades sanitarias y la prensa medidas importantes para reducir el contagio como quedarse en casa, usar mascarillas en espacios públicos, evitar aglomeraciones y darse la mano. Por otro lado, tenemos la figura del Presidente de la República que constantemente sale a las calles de Brasilia para presentarse a su público, yendo en contra de todas estas recomendaciones. Ya ha comido bocadillos de vendedores ambulantes; tomó fotos, anda en jet-ski y en moto, saluda a sus fans, una vez, en una de las escenas más bizarras que promocionó, le estrechó la mano a una anciana luego de frotarle la mano en la nariz. Incluso cuando contrajo Covid-19 hizo apariciones, en otra escena extraña fue picado por un emú. En todas estas situaciones está rodeado de seguridad. Bolsonaro alienta así, con su presencia, la formación de aglomeraciones como un acto deliberado, como en las numerosas manifestaciones golpistas en las que participó. Usar una máscara no es parte de su rutina, rara vez estuvo presente cubriendo la boca de Bolsonaro.
En las noticias diarias a lo largo de esta pandemia, muchos comentaristas se asombraron del espectáculo promovido por Bolsonaro, como si fuera ajeno a la pandemia. Muchos le pidieron sentido común al presidente, que parece ser lo mismo que pedirle a un borracho que tenga equilibrio.
Toda la carrera política de Bolsonaro se construyó sobre la confrontación del sentido común, construyó su imagen a partir de discursos grotescos, intimidatorios, frases que causan indignación en varios sectores de la sociedad, especialmente en aquellos que se movilizan en la izquierda y que defienden agendas vinculadas a los derechos humanos y cuestiones de identidad.
Con el tiempo, aprendió que este juego de palabras y actitudes tuvo un efecto positivo en el carácter que construyó después de dejar el ejército y emprender una carrera política. Literalmente se armó con esta herramienta de comunicación y construyó enemigos para atacar y hacerse presente permanentemente en la escena política. Cuando se convirtió en un personaje conocido a nivel nacional, encontró en Jean Wyllys un medio para su discurso homofóbico, en Maria do Rosário para su machismo, en Dilma para la defensa de la tortura. También supo muy bien cómo movilizar actores y medios en su defensa: Moro fue un medio para quienes ven al PT ya la corrupción como el único mal en Brasil; Paulo Guedes por su ignorancia en materia económica; niobio para la defensa de la minería; Ministra Damares por lineamientos conservadores, la cloroquina sigue siendo su muleta ante un escenario de aumento de muertes. Ahora los generales en pijama son el instrumento que necesita para prevenir acciones contra su gobierno en el STF y transmitir una imagen de que, a pesar de todo, su gobierno es tecnocrático.
En cada ataque o discurso hay un efecto en su audiencia, que en parte lo adora como si fuera un artista de televisión y se adhiere a sus más locas estrategias de desenvolvimiento con el mundo y el sentido común. Bolsonaro sabe muy bien cómo escenificar su personaje, llamar la atención del público y de la prensa, con o sin los robots que invaden a diario el WhatsApp de su tío y su madre. Nos guste o no, defendiendo o atacando, le damos a Bolsonaro el espacio y la atención que quiere, inflamos aún más el ego de alguien que necesita este espectáculo para sentirse vivo, independientemente de lo que suceda a su alrededor. Mientras haya una audiencia para su narcisismo, para su espectáculo de terror, él estará allí. evaluación comparativa.
Quizás la única forma de vencer a Bolsonaro es destruir la atención que se le presta. Trátalo con la indiferencia que se merece, hasta que se vuelva invisible como el Artista del Hambre y olvidemos su presencia. Lamentablemente, lamentablemente para nosotros, Bolsonaro sabe que pocos pueden permanecer indiferentes a sus acciones y palabras. En este circo sigue siendo el personaje principal.
*Ramón José Gusso Doctor en Sociología-Política por la Universidad Federal de Santa Catarina.
Notas:
[i] https://www1.folha.uol.com.br/cotidiano/2020/06/coronavirus-matou-tantos-brasileiros-quanto-a-guerra-do-paraguai.shtml
[ii] https://www12.senado.leg.br/noticias/materias/2016/07/01/ha-100-anos-o-fim-da-sangrenta-guerra-do-contestado