Bolsonarismo: entre el emprendimiento y el autoritarismo

Imagen: Matt Richmond
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por CARLOS OCKÉ*

La conexión entre el bolsonarismo y el neoliberalismo tiene profundos vínculos ligados a esta figura mitológica del “ahorrador”.

El liberalismo de John Locke es un liberalismo económico que opone al individuo contra el Estado. La historia intelectual de la austeridad comienza aquí.
(Mark BlythAusteridad: la historia de una idea peligrosa, P. 153).

La reciente experiencia bolsonarista puso de relieve su adhesión a la política de austeridad fiscal. Sin desconocer las motivaciones e intereses involucrados en esta elección, este ensayo discute por qué este campo –que tiene pretensiones hegemónicas en Brasil–[i] – exalta la virtud individual, el espíritu emprendedor y el mercado.

Desde un punto de vista teórico, esta praxis (unión entre teoría y práctica) trasciende la dimensión de la economía política, especialmente la postulación smithiana, donde la parsimonia se presenta como esencial para el progreso del capitalismo, calificando el ahorro como un mérito y el gasto como un vicio.

También encuentra eco en la filosofía moral, asumiendo un contenido religioso: una vida mejor sólo puede lograrse a través del trabajo duro, cuya recompensa es el ascenso social.

Así, no es de extrañar que el bolsonarismo –más allá de su contenido antidemocrático– cuestione la Constitución de 1988, especialmente la intervención del Estado en la economía y la ampliación de los derechos sociales.

Tampoco es extraño observar que su ética tiene una afinidad electiva con la teología de la prosperidad neopentecostal, que responsabiliza a los individuos de su éxito o fracaso material, en medio de las evidentes desigualdades de ingresos, riqueza y poder en la sociedad brasileña.

El ahorrador-empresario racional

A primera vista, el vínculo entre bolsonarismo y austeridad tiene su raíz en la tesis del “ahorrador-empresario racional”.

Según esta concepción, la racionalidad del individuo sería suficiente para que éste prosperara en el capitalismo, convirtiéndose en parte privilegiada de la clase ahorradora e inversora. Peor aún: su éxito individual presupondría la eliminación de funciones esenciales del Estado para el desarrollo económico y la provisión de bienes y servicios públicos orientados al bienestar social.

Hay evidencia histórica en el pensamiento económico que indica que el paradigma de la austeridad –hoy centrado en el Estado mínimo, el equilibrio presupuestario y el combate a la inflación– se articuló, desde sus inicios, con la noción surgida de la formulación del “ahorrador-empresario racional”.

Al fin y al cabo, los economistas clásicos del siglo XIX consideraban esta proposición la quintaesencia de la “virtud personal y la buena política”, ya que, para ellos, las clases trabajadoras padecían vicios incurables, como el consumo excesivo, factor decisivo del endeudamiento estatal.

En su estudio sobre la austeridad, Mark Blyth destaca que John Locke y David Hume ya habían definido las bases conceptuales de la austeridad, cuando enfatizaron su “miedo patológico” a la deuda pública, que luego pasó a consolidarse como el núcleo ideológico del neoliberalismo: la crítica a la intervención estatal en la economía.[ii]

Así, la teoría económica se apropió de la figura del “ahorrador”, al tiempo que intentaba integrar a las clases dominadas al orden burgués: mientras la austeridad restringe el gasto social, la inversión pública y el aumento de los salarios reales, busca convencer a la clase trabajadora de trabajar en circunstancias que le son desfavorables.

En este sentido, sería plausible sugerir que la agenda económica de Bolsonaro con su énfasis en el emprendimiento está vinculada a la idea del “ahorrador-emprendedor racional”, cuyos supuestos apoyan la austeridad.

La paradoja de la parsimonia

Este entrelazamiento de “ahorrador” y austeridad también permitió establecer una comparación sui generis entre el presupuesto público y el interno, donde se espera que el Estado imite el comportamiento económico de una familia en presencia de deuda: el gobierno no debe gastar más de lo que recauda, ​​de acuerdo con los cánones de la ortodoxia económica.

Dadas las exigencias que se imponen a las familias y al Estado de ahorrar más y consumir menos en tiempos de crisis, la prescripción de la austeridad se presenta a menudo como una cuestión moral de virtud y responsabilidad.

De manera análoga a la fábula de la cigarra y la hormiga, los excesos serían castigados y los sacrificios recompensados, una narrativa que potencia una visión meritocrática, donde el trabajo duro y la responsabilidad individual serían vistos como esenciales para el funcionamiento de la sociedad.

En otras palabras, esta concepción refuerza la idea de que la jerarquía social se estructura en función de los méritos individuales: quienes no llegan a la cima de la pirámide social simplemente no la merecen. Después de todo, las ganancias de los ahorradores empresariales serían el resultado de su comportamiento virtuoso, el mismo comportamiento que contrata trabajadores e impulsa la economía.

Sin embargo, a diferencia de las familias, el Estado tiene la capacidad de definir su presupuesto, mientras que una familia no puede determinar cuánto gana, ya que el presupuesto público resulta de decisiones colectivas sobre quién paga y quién recibe, cuánto paga y cuánto recibe. Además, al gastar o invertir, el gobierno recupera parte de esos ingresos a través de impuestos.

En otras palabras, al inducir el crecimiento económico, el Estado aumenta sus ingresos, a diferencia de la dinámica familiar. Finalmente, las familias no emiten moneda, no tienen capacidad para emitir bonos gubernamentales en su propia moneda ni tampoco fijan los tipos de interés de sus deudas.[iii]

Dada esta distinción entre Estado y familia, desde una perspectiva keynesiana, la idea del ahorro individual como virtud se ve debilitada por la “paradoja del ahorro” (cuando el ahorro excesivo reduce la demanda agregada): si todos ahorran para prosperar, la economía podría entrar en recesión.

Esta síntesis entre economía y filosofía, diseñada para hacer efectivo y persuasivo el argumento de la austeridad, generó consenso incluso entre las clases populares.[iv]

amenaza autoritaria

Nos parece un error identificar la austeridad únicamente como un conjunto de atributos de la ortodoxia.

Se trata de una praxis que combina la economía pura y la filosofía moral, cuyas propiedades aparentemente neutrales no sólo justifican, sino que terminan sustentando valores esenciales para la reproducción del sistema capitalista.

Así, se puede decir que la austeridad fiscal no es una nueva política económica ni es sólo una respuesta a las crisis económicas. Tampoco es resultado del modelo neoliberal vigente desde finales de los años 1970. Más bien, se manifiesta como un instrumento de dominación de clase en defensa del capitalismo (propiedad privada y relaciones salariales).

Según Cláudia Mattei, el binomio capitalismo y austeridad actúan recíprocamente como parámetro natural y universal de la economía.[V] Esta característica garantiza que pueda crear un poderoso velo ideológico, impidiendo que las demandas de mejores condiciones de vida se transformen en reformas estructurales del sistema.

A pesar de esta mistificación, que busca anular la lucha de clases, su aplicación es capaz de disciplinar a los trabajadores, así como de enfriar los conflictos distributivos. Si es necesario, puede implicar renunciar a las libertades políticas o relegarlas a un plano secundario, especialmente anulando los derechos sociales de las clases populares.

Durante su gobierno, a pesar de la pandemia de COVID-19, el bolsonarismo no enfrentó dilemas éticos y políticos para abrazar la austeridad y el golpe de Estado y, al igual que Donald Trump, si esta hegemonía triunfa en las elecciones presidenciales de 2026, su sesgo autoritario podría representar un riesgo para la estabilidad de la democracia brasileña, en nombre de la virtud individual, el emprendimiento y el mercado.

El falso discurso antisistema

La conexión entre bolsonarismo y neoliberalismo tiene profundos lazos ligados a esta figura mitológica del “ahorrador”, cuyo modelo de comportamiento, en tiempos de crisis estructural del capitalismo, las redes sociales y la distopía, permitiría un camino hacia la prosperidad, pero no sin sacrificio a través del trabajo duro y el ahorro (más ahorro, menos consumo).

A esto se suma que, a pesar del discurso antisistema, el bolsonarismo opera teniendo en cuenta el resentimiento económico de las clases medias con la supuesta corrupción estatal y la reducción de la movilidad social en la era de la financiarización, en el contexto de la destrucción de empleos de calidad provocada por el explosivo avance tecnológico.

Así, el concepto de austeridad, limitado al ámbito privado, termina sirviendo como punto de partida para cuestionar la intervención del Estado en la economía y criticar el gasto social y la inversión pública, incluso cuando dichos mecanismos buscan precisamente mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.

Bajo asedio político, a pesar del problema concreto de la inflación de alimentos, esta es una de las razones ideológicas por las que los buenos resultados económicos del gobierno de Lula no se traducen en popularidad, ya que la base social de Bolsonaro apoya contradictoriamente la política de austeridad fiscal, camuflada en un discurso de atractivo carismático (religioso).

De hecho, este disfraz se basa en el supuesto del “ahorrador-empresario racional”, acompañado de valores como la “economía honesta”, el “trabajo duro” y el “ahorro”, cuya adhesión al sentido común convence a una parte de la clase trabajadora brasileña a defender y seguir al bolsonarismo, a pesar de la inminente detención de su principal líder.

*Carlos Ocke es economista e investigador del IPEA.

Notas


[i] GOES, C. Después de la hegemonía neoliberal: una lectura de Francisco de Oliveira. En SINGER, A. et al. (orgs.). El segundo círculo: centro y periferia en tiempos de guerra. Campinas, SP: Unicamp Press, 2024. pp. 427-456.

[ii] BLYTH, M. Austeridad: la historia de una idea peligrosa. São Paulo: Autonomía Literaria, 2017.

[iii] ROSSI, P.; DWECK, E.; ARANTES, F. Economía política de la austeridad. En ROSSI, P.; DWECK, E.; OLIVEIRA, ALM (orgs.). Economía para pocos: impactos sociales de la austeridad y alternativas para Brasil. São Paulo: Autonomía Literaria, 2018. pp. 14-31.

[iv] CARDOSO, G. La retórica de la austeridad. Revista de Economía Política, vol. 42, n° 4, págs. 1033-1042, 2022.

[V] MATTEI, CE El orden del capital: cómo los economistas inventaron la austeridad y allanaron el camino para el fascismo. São Paulo: Boitempo, 2023.


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