por FRANCISCO FERNANDES LADEIRA*
Apoyar el “mito” ya no es una mera inclinación política o ideológica, va más allá de ser “de izquierda” o de “derecha”; es negar cualquier tipo de ideal humanista
Jair Bolsonaro y el movimiento del que es el nombre principal, el bolsonarismo, representan lo peor del ser humano: racismo, homofobia, misoginia y aporofobia, entre otros sentimientos negativos. Sin embargo, como todo producto ideológico, el discurso bolsonarista no revela sus verdaderas intenciones; escondiéndose bajo el lema fascista de una supuesta defensa de Dios, la patria, la familia y la libertad.
En este caso, la familia exaltada es aquella organización patriarcal, basada en la autoridad masculina y la completa sumisión femenina. Este tipo de arreglo parental es la base del tipo de patria soñada por el bolsonarismo, “donde la minoría debe doblegarse a la voluntad de la mayoría” (un mero eufemismo para la imposición de los prejuicios enumerados anteriormente). La “libertad” que defiende el bolsonarismo no es más que una licencia para la violencia (física y simbólica) contra los pobres, negros, mujeres, izquierdistas y homosexuales.
Dicho esto, cabría preguntarse: ¿pero cómo se puede utilizar “Dios” para corroborar todo el odio bolsonarista?
Para responder a esta (compleja y necesaria) pregunta podemos acudir a la obra del psicoanalista, filósofo humanista y sociólogo alemán Erich Fromm, más concretamente a su libro el dogma de cristo.
Erich Fromm –así como los gnósticos (corriente religiosa que se remonta a los primeros siglos de la era cristiana)– considera que en Biblia, libro sagrado del cristianismo, se presentan “dos dioses”, completamente diferentes: el “Dios malo”, del Antiguo testamento; y el “buen Dios”, refiriéndose al nuevo testamento.
De hecho, no es difícil ver que, en Antiguo testamento, Dios es vengativo y rencoroso, siendo responsable directo del exterminio de todos aquellos que no siguieron sus dictados. Por otro lado, en nuevo testamento, Dios es amor, benevolente, perfecto, justo y misericordioso.
Así, a partir de preceptos psicoanalíticos, a partir de los antagonismos entre padre e hijo, Erich Fromm entiende a Jesús (el “Dios bueno”) como la negación del padre: el “Dios malo”. No por casualidad, el nuevo testamento comienza precisamente con el nacimiento de Jesús.
Este "Dios Maligno" Antiguo testamento, es un gran referente para la predicación de pastores de iglesias neopentecostales, una de las principales bases del bolsonarismo, baluarte de lo que intelectuales como Jessé Souza y Vladimir Safatle califican como “fascismo popular”, un movimiento encargado de dividir a los pobres (que, antes del bolsonarismo, votaba mayoritariamente por candidatos del PT, al menos en las elecciones presidenciales).
Aún en esta línea de razonamiento, es posible comprender los estrechos vínculos de las iglesias neopentecostales y el bolsonarismo con el Estado de Israel (teniendo en cuenta que el judaísmo sólo considera legítimo el Antiguo Testamento). Por cierto, si profundizamos en el origen de estas organizaciones religiosas, llegamos a los Estados Unidos de América, no casualmente una nación fundada bajo el concepto de “Tierra Prometida”, idea tomada de la Antiguo testamento.
Volviendo al Brasil del siglo XXI, se podría argumentar que bolsonaristas y neopentecostales, a pesar de seguir la Antiguo testamento, evocar constantemente el nombre de Jesús. ¡Pura artificio retórico!
Recordando un post que ha tenido bastante éxito en las redes sociales, asociar a Jair Bolsonaro y Jesús sería pensar en el Mesías, en Galilea, diciéndole a María Magdalena “no te violo porque no lo mereces”; ver a Lázaro muerto y decir “y qué, no soy sepulturero” o, frente a un discapacitado, comentar: “haga lo que haga, no soy médico”. Son hipótesis, evidentemente, inconcebibles.
En resumen, no hay argumentos éticos para defender a Bolsonaro. En la coyuntura actual, sostener el “mito” ya no es una mera inclinación política o ideológica, va más allá de ser “de izquierda” o de “derecha”; es negar cualquier tipo de ideal humanista. Desafortunadamente, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, cincuenta y un millones de brasileños tomaron esta perversa elección.
*Francisco Fernández Ladeira es candidato a doctorado en geografía en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de La ideología de las noticias internacionales (CRV).
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