por DENIS DE OLIVEIRA*
El neoliberalismo y el escenario de destrucción de la esfera política
A pesar de que Brasil vive una de las mayores crisis sociales de su historia, con episodios trágicos como la falta de oxígeno para las personas con Covid-19 en la Amazonía, creciente desempleo y pobreza, más de mil muertos por día por el coronavirus y un gobierno que está más preocupada por liberar armas, atender las demandas del mercado especulativo que enfrentar la pandemia -que, contrariamente a lo que muchos afirman, no afecta a todos por igual, los negros y los pobres son los más victimizados-, el debate racial impuesto por la edición actual del programa global Gran Hermano Brasil 21 ganó repercusión.
Comentaba en mi red social que si hay algo positivo en este episodio es que desenmascara de una vez por todas la idea de que la visibilidad mediática es representatividad y “empoderamiento” (concepto que cobró fuerza con su apropiación por estrategas de la corriente denominada “neoliberalismo”), progresista” a fines de la década de 1980) individuales son las formas de enfrentar las dinámicas de opresión y explotación (de raza, clase, género).
No voy a repetir los buenos argumentos de mi colega Rosane Borges de que el espacio mediático no es el lugar adecuado para pensar la representación (ver aquí). Pero aquí quiero proponer una reflexión sobre cómo este fenómeno -que tiende a repetirse en otras épocas- es producto de la apropiación de ciertas corrientes del postestructuralismo de los años 1960 (que jugaron un papel particularmente importante en los movimientos contraculturales de ese período) por el capitalismo de acumulación flexible generando lo que algunos autores denominan “posmodernidad”.
Es un hecho que cuando se habla de “cancelar cultura”, no se trata de un fenómeno recién surgido. En la constitución del Estado brasileño, los negros, los pobres, las mujeres, los indígenas siempre han sido “cancelados”, sus voces ignoradas en el debate público ya sea por racismo estructural y sexismo, o por democracia parcial, en la que la idea de universalidad La ciudadanía siempre ha sido una ficción. Basta ver que un país con más de la mitad de negros y más de la mitad de mujeres, tuvo solo una mujer en la presidencia de la República, la participación de negros y mujeres en los espacios de poder es ínfima y solo recientemente ha adoptado la afirmativa. acciones para hombres y mujeres negros en las universidades.
Esta voz históricamente silenciosa ha encontrado una posibilidad de expresarse a través de una sociedad mediada por las tecnologías de la información y la comunicación. El capitalismo, en su forma de acumulación flexible, que establece el control sobre los procesos distributivos y tecnológicos, juega en el campo de la competitividad las posibilidades de que los excluidos de ese poder tengan una ventana abierta de visibilidad –siempre y cuando, por supuesto, no se opongan el sistema.
Así, junto a estas posibilidades de expresión de voces históricamente silenciosas, existe una lógica de competitividad extrema y es precisamente ahí donde la idea de empoderamiento individual cumple el rol ideológico de interdicción en la discusión del enfrentamiento a la opresión a través de acciones colectivas y también de construyendo una visión crítica de lo que son estas estructuras gestoras de este espacio. No se trata de estar al lado de Karol Conká o Lucas, sino de tener una postura de lo que Globo – la emisora que tiene su departamento de periodismo dirigido por una persona que ha escrito un libro no somos racistas, cuyo reality show en el que se desarrolla esta polémica está mediado por uno de sus profesionales más despolitizados y que expresa ese perfil de pequeña burguesía ajeno a todo lo que le rodea (“la gente del Comedor” como dice la letra de la canción Panis et Circenses, dos Mutantes) cuya lógica no es definir quién ganará, sino quién será “excluido”.
Paul Valéry habla de las llamadas “profesiones delirantes”, aquellas actividades que dependen de la opinión de los demás. Delirante porque el ejercicio de esta actividad está directamente ligado a la capacidad de construir personajes que consuelen el sufrimiento psicológico de los grupos sociales sometidos a una sociedad de inseguridad. El problema es que el capitalismo de acumulación flexible impone una desregulación total de los procesos de socialización del trabajo y, por extensión, de la vida misma. Como resultado, estos sufrimientos psíquicos son fluctuantes, en constante movimiento como animales callejeros.
De esto habla Lacan cuando define el sufrimiento psíquico no como la ausencia de un objeto de deseo, sino la falta de una estructura que constituya ese Otro, es decir, el deseo ni siquiera puede ser nombrado. Los delirantes actúan entonces en flash-comportamientos, de generar impacto, el llamado “sellado” que reemplaza algo deseado pero lejano (o lo que podemos llamar utopía).
De todo esto, la estructura de poder político-económico sale intacta. La polémica está entre los defensores de Karol Conká, Nego Di o Lucas. A Globo se sale con la suya e incluso tiene margen para tomar la actitud demagógica de proponer una “ayuda” a Lucas. De la misma manera que el Globo critica duramente la figura de Jair Bolsonaro, pero defiende la autonomía del Banco Central y la política de ajuste fiscal que es la principal responsable de la ausencia de políticas públicas efectivas para enfrentar la pandemia y la crisis social.
No se trata de una mera estrategia discursiva para ocultar la esencia, sino del resultado de lo que Zygmunt Bauman llama el divorcio entre poder y política. El poder está en los territorios invisibles y distantes de los centros de gestión de las empresas transnacionales que pueden, con solo presionar un botón, retirar recursos millonarios de un país y enviarlos a otro. Es este poder el que se está preservando con la “autonomía” del Banco Central. La política, o lo que queda de ella, se restringe a las disputas performativas de personajes (algunos radioaficionados) construidos a partir de estándares de referencia mediática –como las “vidas” del Presidente de la República montando un Jet sky o las polémicas del BBB-21. Este es el resultado de la plena mediatización de la sociedad.
*Dennis De Oliveira Es profesor del Departamento de Periodismo y Edición de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP e investigador del Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de la USP.