por LUIZ MARQUÉS*
En defensa de la libertad de expresión internacional, la democracia contra la vigilancia imperialista y contra las ilegalidades de la Operación Lava Jato
En la antigüedad, en la etapa de desarrollo de las repúblicas ateniense y romana, las personas se identificaban con referencia a una familia, tribu o ciudad. “La identidad-nosotros pesaba mucho más que hoy en la escala nosotros-yo”, subraya Norbert Elias, en La sociedad de los individuos (Zahar). Hoy en día, la asociación con una esfera externa al yo sólo se ve en las telenovelas, para resaltar los antecedentes familiares de los personajes, por apellido. Los pobres tienen apodos divertidos, lo que indica una yo indefenso. El hecho es que la “identidad del yo” es el rostro de nuestro tiempo.
Algunos autores consideran el individualismo el paradigma de la civilización occidental; otros, una configuración ideológica moderna. Donde se esperaba llegar a un acuerdo intelectual, persiste la increíble variación polisémica, que va desde la falta de empatía hasta el heroísmo valeroso. De hecho, el término individualismo cubre las nociones más heterogéneas imaginables.
El individualismo descansa en la convicción de que la humanidad no está compuesta por grupos sociales (naciones, razas, clases, grupos), sino por individuos que no se dejan aprisionar en un holismo (del griego, holos / totalidad). La autodeterminación está en el origen del concepto de libertad individual. Sinónimo de una voluntad egoica capaz de trazar objetivos que superen cualquier orden coercitivo, para imponer con fuerza la singularidad de entidades únicas, dueñas de sus acciones e inacciones –para el mal, el bien o el aislamiento.
Em Crimen y castigo, de Dostoievski, el joven personaje de la novela simboliza el camino del mal cuando asesina a una anciana usurera ya su hermana, para robarles los ahorros, juzgándose digno de dinero pecuniario para financiar vanas pretensiones de ascenso social. NoO Diario, de Ana Frank, en una situación límite, el viaje hacia el bien se hace rescatando la memoria que devuelve al protagonista al sentimiento de existir, rompiendo el velo de la vida negada en el nazismo.
En ambos casos, los contextos adversos obstaculizaron las aspiraciones personales. Ya estoy en eso el extranjero, por Albert Camus, sin las correspondientes emociones de rabia o remordimiento, un hombre solitario cuya frase predilecta es “Lo que sea” mata a alguien, por nada, como “el cielo se abrió de par en par y llovió fuego”, camino del aislamiento que lo aleja de los demás. relación.
La partida de nacimiento de la libertad individual fue registrada por René Descartes, en el Discurso sobre el método (1637), al concluir que la única certeza de la existencia (Cogito, ergo sum/ Pienso, luego existo) en el mundo está el yo: “Mi pensamiento es yo”. Va por el estudiante Raskolnikov, la niña judía Anne o el funcionario Meursault. La libertad individual garantiza el derecho a la propiedad, la economía de mercado, las creencias religiosas, la orientación sexual, la creación artística y la libre opinión. El ADN está en la mentalidad y los valores de los primeros cristianos.
En el Renacimiento, dio pasos hacia sí mismo. En los siglos XVII y XVIII aparece como experiencia y categoría analítica al constituir al individuo en forma de sujeto separado, con derecho a un cuerpo, convertido en la matriz democrática-liberal revolucionaria. Comienzo de la nueva era.
Héroes de la Lucha Democrática
Según Alain Laurent, en Historia del individualismo (PUF): “Las prácticas individualistas se expresan bajo un sesgo sociológico, político, económico y hasta religioso, ético y hasta epistemológico y filosófico. Seguramente, la configuración individualista puede encarnar todos los campos imaginables de la actividad humana. En el plano ideológico-político, la primacía de la libertad individual se manifiesta en versiones anarquista, democrática, aristocrática, liberal y conservadora”. Eso, recordemos, alentó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) – la carta de principios fundadores de la modernidad. De ahí la presencia generalizada en el espectro de intervenciones. El individualismo se extendió en la formación de la cosmovisión innovadora.
En formulaciones extremas (solipsistas), el individualismo se opone a la “comunidad” en la que los individuos están unidos por perspectivas comunes, por un lado; por el otro, a la “sociedad” forjada por normas jurídicas decididas por mayoría. La pandemia sacó a la luz episodios en contradicción, ya sea en la socialización comunitario que subsume a los individuos en una intrincada red orgánica, ya sea en la interacción social que adapta espontáneamente a los individuos a los criterios para construir la comunidad, como el uso de máscaras sanitarias para protegerse a sí mismo y a los demás del contagio viral o la recomendación de evitar aglomeraciones. Los negacionistas ignoraron las restricciones. En algunos países, estimulada por la necropolítica genocida y perversa de los gobernantes.
¿Cómo conciliar una miríada conflictiva de libertades individuales, sino imponiendo reglas universales, sin hacer borrón y cuenta nueva de la sagrada conquista?
La interacción social creó la necesidad de armonizar las manifestaciones de la libertad. Las comunidades organicistas eliminan la autonomía para tomar decisiones personales. Vea la opresión de las mujeres en Afganistán, donde el totalitarismo talibán reprime severamente cualquier empoderamiento del género femenino, al estilo occidental. Las sociedades contractuales tienden a preservar la autonomía de los individuos, a pesar de la resistencia de los segmentos reaccionarios. Los temas del aborto, la homofobia y la ecología son ilustrativos de los malentendidos.
la palabra latina individuo comenzó a referirse exclusivamente a los seres humanos en los últimos tiempos, aunque el fenómeno engloba una ola duradera para la civilización. Esta no es una ideología que se pueda cambiar como un pinchazo en un coche. En la ex URSS, bajo el talón represivo que prohibía la práctica del Psicoanálisis, acusado de “pequeñoburgués”, la estatolatría gravitacional y el colectivismo forzado no lograron arrancar de la conciencia ciudadana las raíces individualistas, sembradas hace dos mil años. Pasa la caravana, ladran los perros. Descontando el malestar causado por los excesos, el balance es positivo en la balanza de la historia. Es pura ingenuidad reducir la cognición multifacética del individualismo a un egoísmo antisocial.
El sufijo “ismo” desdibuja la percepción de la grandeza moral de Julian Assange, Edward Snowden y Walter Delgatti en defensa de la libertad de expresión internacional, la democracia frente a la vigilancia imperialista y frente a las ilegalidades de la Operación Lava Jato que, anclada en la lawfare, contribuyó a defraudar las elecciones de 2018. tonto, los griegos maldecían a los individuos apolíticos sin participación activa en los asuntos públicos del estado. Assange/Snowden/Delgatti son héroes de dos épocas, la antigua y la moderna, por atreverse a enarbolar la bandera de los principios democráticos y enfrentarse a los poderosos. Es necesario enaltecer la lucha por la emancipación en la dinámica republicana de individuación a favor de la verdad.
La libertad es el signo de la utopía poscapitalista: “De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades”. En esta definición del humanismo socialista, es importante enfatizar la soberanía del individuo, aunque la liberación colectiva depende de la movilización de las clases y del “nuevo príncipe” (encarnado en un Frente Popular), para la producción de un individuo que vaya más allá de las limitaciones del oscuro narcisismo. Quizás, en una etapa posterior, “prevalecerá un equilibrio más estable en el equilibrio nosotros-yo”, proyecta Elias.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.