por Daniel Paván*
Según Theodor Adorno, un elemento decisivo en la génesis de la extrema derecha es la anticipación del miedo. Tales movimientos mantienen una estrecha y compleja relación con el sentimiento de catástrofe social.
El 6 de abril de 1967, Theodor W. Adorno subió al escenario del Nuevos Institutos Gebäude, en la Universidad de Viena, con solo siete páginas de notas para dar inicio a la conferencia titulada “Aspectos del nuevo radicalismo de derecha”. Su actuación, de poco más de una hora de duración, fue grabada y publicada póstumamente.[ 1 ] Un éxito de ventas en Alemania, el libro acaba de ser traducido al francés. En Brasil, la obra será próximamente publicada por la Unesp en la Colección Theodor W. Adorno.[ 2 ]
En las cincuenta y siete páginas en las que se desglosó el contenido de aquellas siete iniciales, Adorno presenta una serie de elementos que considera relevantes para la discusión del tema. Advierte, de antemano, que su objetivo no era componer una teoría completa, ni cuestiona otras teorías en circulación. Formulaciones de esta naturaleza, realizadas por Adorno y también por sus colegas del Instituto de Investigaciones Sociales, ya fueron objeto de otros trabajos.
El problema de la potencialidad de la repetición de la experiencia fascista es algo que atraviesa la obra de Adorno, desde el gran trabajo de investigación empírica La personalidad autoritaria, (cf. https://dpp.cce.myftpupload.com/tag/anouch-kurkdjian/) desde 1945 hasta esta conferencia en 1967. Adorno justifica su interés por el tema preguntándose: ¿existen todavía las condiciones sociales del fascismo? La respuesta siempre es afirmativa.
El colapso del régimen nazi no fue suficiente para asegurar que tal experimento quedara encerrado en las mazmorras del pasado: el fascismo no está muerto, solo inconsciente, podríamos decir. Esto se debe principalmente a que “la tendencia siempre dominante hacia la concentración del capital”[ 3 ] sigue... siempre dominante. En consecuencia, siempre está presente la “permanente posibilidad de degradación de estratos sociales que eran, en principio, burgueses en su conciencia de clase subjetiva y que querrían fijar sus privilegios, su estatus social y, si es posible, reforzarlos”.[ 4 ]. Son grupos que prefieren atribuir la responsabilidad de su posible degradación “no, por ejemplo, al aparato que la provocó, sino a quienes tenían, al menos según las concepciones tradicionales, una actitud crítica hacia el sistema en el que alguna vez mantuvieron su estatus ”[ 5 ].
Incluso una situación de pleno empleo y prosperidad no es capaz de desarmar esta amenaza, ya que se le suman dos factores. El primero consiste en la constante amenaza de desempleo que genera la automatización de la fuerza de trabajo, sentimiento que intensifica el miedo incesante al empobrecimiento. El segundo es la angustia que genera la posibilidad de que la nación sea absorbida por los grandes bloques de poder y, en consecuencia, su pueblo sea perjudicado materialmente.
En estas condiciones, Adorno destaca un aspecto importante de este nuevo nacionalismo: dado que “el mundo se encuentra actualmente agrupado en unos inmensos bloques dentro de los cuales las diferentes naciones y estados tienen un papel subordinado, adquiere el tono de algo ficticio[ 6 ]. Ya nadie cree realmente en el nacionalismo. Esto no quiere decir que el nacionalismo deje de ser importante, al contrario, hace que “las convicciones y las ideologías asuman su carácter demoníaco, su aspecto auténticamente destructivo, en el momento exacto en que la situación las priva de parte de su sustancia”[ 7 ]. Precisamente por la duda, este nacionalismo necesita ser redoblado, debido al miedo generalizado a las consecuencias de los grandes cambios sociales.
Hay una tendencia a creer, dice Adorno, que “en todas las democracias hay un residuo de incorregibles o de locos, un extremista, como dicen en América”. Ahora bien, si este fenómeno existe -y existe, aunque en diferentes intensidades- sucede precisamente porque la democracia no se ha realizado plenamente en ninguna parte. “Podríamos, en este sentido, calificar los movimientos fascistas como heridas, como cicatrices de una democracia, que aún no está, en este momento, plenamente a la altura de la idea que tiene de sí misma”[ 8 ].
En cuanto a la economía, también en su sentido más general, estos movimientos tienen una relación estructural, estando ligados a las referidas tendencias de concentración y empobrecimiento. Esto no quiere decir, y Adorno insiste en reforzar, que sea posible establecer “una simple equivalencia entre radicalismo de extrema derecha y movimientos coyunturales”.[ 9 ]. Hay un elemento decisivo en la génesis de tales tendencias: la anticipación del miedo. La extrema derecha mantiene una estrecha y compleja relación con el sentimiento de catástrofe social. En cierto modo, es precisamente en caso de una gran crisis que estos movimientos “ofrecen sus servicios”[ 10 ]. Hay, sin embargo, algo más: en cierto modo, la gente desea la catástrofe, fantasea con el fin del mundo. Este llamado al deseo inconsciente de destrucción debe ser considerado, insiste Adorno, como un elemento relevante en el conjunto de fuerzas movilizadas.
Para aquellos que no tienen ninguna perspectiva y que no apuntan a la transformación social, realmente no queda nada más que decir, como el personaje Wotan en la ópera. la valquiria, de Richard Wagner: “¿Sabes lo que quiere Wotan? El fin". Quiere que su situación social caiga al vacío, pero precisamente no el naufragio de su propio grupo, si cabe el naufragio de todos.[ 11 ].
Durante la conferencia, Adorno destacó que, para estos movimientos, su afán de poder es mucho más relevante que su ideología, que a su vez es incompleta y secundaria. Es por ello que “no se deben subestimar estos movimientos por su bajo nivel intelectual y su ausencia de teoría”[ 12 ]. Lo que lograron, con perfección, fue un dominio de los medios de propaganda, un dominio que está en línea con las tendencias de una sociedad de mejora técnica.
A pesar de todos los conflictos internos que experimentan estos movimientos, son capaces de mantener cierta constancia. No se debe prestar demasiada atención a estos conflictos. Esto, sin embargo, no significa caer en el error de creer que se trata de movimientos espontáneos. “Ni siquiera hay que descuidar aquí la parte de manipulación y excitación artificial que caracteriza a todos estos movimientos y que a veces les da la apariencia de un espectro de un espectro”[ 13 ]. Para construir algo de esta naturaleza, uno debe ser capaz de dominar el potencial de las circunstancias.
Cuando se establecen, estos movimientos tienden a tener una relación estructural con lo que Adorno llama “sistemas de demencia”. La figura típica aquí es la del “tipo manipulador”, presentada en La personalidad autoritaria. En términos generales, se trata de “personas a veces frías, independientes, que tienen un espíritu estrictamente tecnológico, pero que son, en todo caso, justamente dementes en cierto sentido”[ 14 ]. Ante una situación como esta, quizás lo único que se pueda hacer sea esclarecer las consecuencias de este radicalismo de extrema derecha. Esto significa mostrar cómo lo que se vende como promesa solo puede traer infelicidad y destrucción.
Las víctimas directas del efecto de estos movimientos sobre la cultura son los intelectuales, “particularmente odiados, son un pesadilla". En este “léxico del pavor” forma parte ciertamente la denominación “intelectual de izquierda”. Comienza con un llamamiento, entre otras cosas, a la desconfianza -muy fuerte en Alemania- hacia los que no tienen función y dignidad, hacia los que no ocupan un puesto firme, hacia los que son considerados una especie de vagabundo de la existencia. , como un Luftmensch, un “hombre de aire” (…). La persona que no se doblega a la división del trabajo, la persona que, en consecuencia, no está ligada por su profesión a un puesto determinado y, por tanto, en reflexiones precisas, la persona que ha conservado su libertad de espíritu es, pues, según a esta ideología, una especie de porquería que convendría poner en marcha.[ 15 ] Son, en general, nada más que tecnologías de poder, sin una teoría clara. También son “impotentes contra el espíritu”[ 16 ] y por eso se vuelven contra el que lo posee.
La sociedad alemana, en 1967, ya era consciente de la dimensión catastrófica del antisemitismo y sus efectos en la Alemania nazi. Aun así, Adorno insiste en la presencia de este elemento, afirmando que el antisemitismo “sobrevivió a los judíos”[ 17 ]. Con el régimen nazi terminado y su genocidio presentado al mundo, le queda al antisemita operar racionalizaciones para que su prejuicio sobreviva. Para eso, hay nuevas técnicas operando en el espacio de este nuevo antisemitismo. El primero de ellos, Adorno lo denomina “efecto acumulativo”.[ 18 ]. Se trata de nunca extrapolar, con cada número de un periódico de propaganda, los límites de lo aceptable dentro de la legislación vigente para permitir, aun así, que el conjunto de materiales producidos sea capaz de transmitir claramente el mensaje radical. Los agitadores de este nuevo antisemitismo se encuentran en “un conflicto permanente entre lo que no se puede decir y lo que debe enloquecer a la audiencia”[ 19 ].
Las novedades son escasas en comparación con el nazismo de los años 1930, y cuando aparece algo nuevo no es más que una actualización de algo antiguo. Esta ideología, en la década de 1960, se contradice y fracasa en su intento de adaptarse al mundo de los grandes bloques de poder. En su funcionamiento, no siempre utiliza necesariamente la mentira; a menudo se aprovecha de las verdades, movilizándolas para encarnar un todo falaz. Su principal técnica es sacar información verdadera fuera de contexto. Además, también se aprovecha del proyecto de autonomía, prometido pero nunca realizado por la democracia formal, y por eso lleva a sus partidarios a gritar: ¡podemos volver a votar! Y esto es tremendamente efectivo, “porque la gente tenía la sensación de que este movimiento, cuyo fin es la abolición de la libertad, les devolvía de alguna manera la libertad, la posibilidad de decidir libremente”[ 20 ].
Al final de la conferencia, Adorno expone la técnica de psicología de masas utilizada por la propaganda neofascista. Bajo el modelo de personalidad autoritaria, estos movimientos son capaces de prometer algo a todos mientras se basan en una ausencia total de teoría. No hay unidad en tu seno. Su talón de Aquiles es el desenmascaramiento de esta operación propagandística, que trata de mantener aún más inconscientes las tendencias psíquicas que conducen a la adhesión a su régimen.
Adorno comenta algunos de los trucos formales de propaganda del extremismo de derecha. Uno de ellos es la apelación a lo “concreto”, al uso de datos irrefutables, que acaban poniéndose al servicio de “toda esta especie de historias locas y fantasiosas”.[ 21 ]. Otra técnica es “tomar un conjunto complejo y cortar una pieza, luego otra y otra” hasta que no quede nada de lo que había en el problema, y sea posible negar que hubo un problema o incluso afirmar que el problema existia, la verdad era todo lo contrario. Finalmente, aparece lo que Adorno llama “el golpe oficial”: “el hecho de que estos grupos se comporten, incluso en su nomenclatura, como si estuvieran encubiertos y alentados por las instancias oficiales”.
Además de estas técnicas formales, Adorno también apunta a una serie de trucos evocados en los “argumentos” para darles un aire de seriedad. El primero de ellos, que puede repetirse en variaciones, se basa en el tema: “Debes tener una idea de todos modos”. Una treta repetida muchas veces, con cierta inocencia, en acusaciones contra una juventud que no sabe qué hacer. Ellos, los neofascistas, al menos tienen una idea. En segundo lugar, el nacionalismo vuelve a aparecer: cuando se pretende ser maltratado como nación en todo el mundo o cuando se quiere acusar a alguien de desprecio por los símbolos patrios.
Símbolos que también cobran vida propia, como los “comunistas”, los “intelectuales” y las “ideas”, y vienen a designar precisamente estos “puntos de alergia” dignos de estudio. Una hipótesis al respecto: llevan más que el elemento nacional, se asocian a los mismos elementos inconscientes que utiliza la publicidad. De esta represión asociada a los símbolos patrios, surge un “complejo de punitivo, cuya mejor traducción sería probablemente el gusto de castigar”[ 22 ] lo que, como era de esperar, muestra la carga de sadismo sumergida en las posiciones de la extrema derecha.
Adorno concluye la conferencia comentando las tácticas que deben adoptar los opositores al extremismo de derecha. Tu primera consideración: la táctica del silencio, para hacer desaparecer el problema, es inocua. Advierte que ya estamos (en 1967) demasiado metidos en el problema para tratar de ignorarlo. También sostiene que “no se debe moralizar, sino apelar a intereses reales”[ 23 ] que están en juego. Incluso aquellas personalidades más prejuiciosas, “aquellas que de hecho son autoritarias, represivas, reaccionarias en el plano político y económico, reaccionan de manera completamente diferente cuando se trata de sus propios intereses transparentes, transparentes para ellos mismos”.[ 24 ]. Debemos volvernos contra lo mental, tratar de traer a la conciencia todo lo que la propaganda autoritaria quiere borrar. El foco debe estar en la relación entre la ideología y la constitución socio-psicológica.
Para Adorno, “deberíamos establecer las características de estos trucos, darles nombres claros, definirlos con precisión, describir sus implicaciones y, en cierta medida, tratar de inmunizar a las masas de sus implicaciones, porque al final nadie quiere ser un imbécil, nadie quiere quedar en ridículo, como suele decirse. Ahora bien, podemos demostrar que todo esto se basa en una gigantesca técnica de engaño psicológico, en un gran fraude psicológico”.[ 25 ].
Leer el libro en este momento histórico es bastante impactante. Algunas de las reflexiones allí desarrolladas son tan actuales que cuesta recordar que se trata de un análisis realizado hace más de 50 años. No en vano, la editorial ha anunciado la obra como un “manual de defensa personal”. Dejando de lado la propaganda, la publicación de entonces –a pesar de su composición difusa, incompleta y tortuosa– destaca las similitudes del análisis de Adorno sobre el radicalismo de derecha de los años sesenta con el panorama político actual. Así, señala la relevancia de la esencia de su reflexión: la superposición entre las condiciones económicas estructurales, sus efectos de producción de desigualdad y todo lo que puede llamarse “sociopsicología del fascismo”, es decir, la comprensión de las disposiciones psíquicas que hacen constituye el “individuo” en el modo de producción capitalista, con su constante tendencia al autoritarismo.
*Daniel Paván es estudiante de Ciencias Sociales en la USP.
Notas
[ 1 ] Theodor W. Adorno. Aspekte des neuen Rechtsradikalismus. Fráncfort, Suhrkamp, 2019.
[ 2 ] Theodor W. Adorno. Le Nouvel Extremisme de Droite. Traducción al francés: Olivier Mannoni. Climas, 2019.
[ 3 ] Theodor W. Adorno. Le Nouvel Extremisme de Droite, p. 14
[ 4 ] Ibíd., pág. 14
[ 5 ] Ibíd., pág. 15
[ 6 ]. Ibíd., pág. 18
[ 7 ] Ibíd., pág. 18
[ 8 ] Ibíd., pág. 24
[ 9 ] Ibíd., pág. 24
[ 10 ]. Ibíd., pág. 25
[ 11 ], Ibíd., pág. 26-27
[ 12 ]. Ibíd., pág. 29
[ 13 ]. Ibíd., pág. 33
[ 14 ]. Ibíd., pág. 35
[ 15 ]. Ibíd., pág. 42
[ 16 ]. Ibíd., pág. 43
[ 17 ]. Ibíd., pág. 45
[ 18 ]. Ibíd., pág. 45
[ 19 ]. Ibíd., pág. 47
[ 20 ] Ibíd., p.51
[ 21 ] Ibíd., p.56
[ 22 ] Ibíd., p.62
[ 23 ] Ibíd., p.66
[ 24 ] Ibíd., p.66
[ 25 ] Ibíd., p.68