Por Luis Roncari*
O Gran Sertão: Veredas, como todo gran libro, pronto fue visto como un texto lleno de atractivos, donde había algo para todos. Como lo exploraron los críticos, también se observó que estaba compuesto de varias capas de significado superpuesto. Y así se mostró, generoso, ofreciendo la posibilidad de las más diferentes lecturas: lingüísticas, estilísticas, históricas, sociológicas, mitológicas, psicoanalíticas, esotéricas; Su bibliografía es inmensa y variada. Con su decantación, necesario, y una vez incorporados sus aportes, será posible entonces una visión menos segmentada y más integradora, holística; Ése era el reto, apreciarlo en su totalidad, en su integridad, esa sería quizás ahora la tarea del crítico.
Al menos para el lector brasileño, el libro también mostró que, además de sus aspectos atractivos, tenía un fondo arenoso, compuesto por una harina fina altamente incómoda, que reseca la lengua y la garganta y puede atragantarnos. Esto se debe a que Gran sertón También es un libro especulativo, aunque pretende ser completamente contrario a eso. Sin embargo, en las manchas de las imágenes borrosas reflejadas, también se nos revela a nosotros mismos, como humanos y en nuestra particularidad. Pienso en los retratos de ricos mercaderes, dux y papas de Giorgione, Bellini y Tiziano: a pesar del lujo de sus ricas y elaboradas vestimentas, reflejan también, con sus bellas apariencias, una profundidad oscura y delicada en sus almas, que no es precisamente lo que buscamos en el espejo. Eso es un poco de lo que voy a hablar.
Guimarães Rosa, además de ser un profundo conocedor de la literatura brasileña, también era conocedor de la literatura europea clásica y moderna, todas leídas en sus respectivos idiomas originales. De modo que os seus referenciais eram os mais altos e, ao escrever o seu romance, revela-nos que as suas pretensões não eram pequenas, ao contrário, ele se propunha a um livro para ombrear com os melhores das grandes literaturas, do seu presente es pasado. En ese plano, no respetó límites temporales, espaciales o lingüísticos. Pero también sabía que todo lo que hiciera llevaría consigo a Brasil: un lugar del antiguo mundo colonial portugués, con un pasado esclavista, todavía permeado por todas las vicisitudes y deformidades que eso implicaba.
Era la experiencia social y espiritual adquirida en él la que serviría de base a sus representaciones y, por mucho que quisiera, no podría desprenderse de ellas, ni le convendría, ya que eran las más formativas. lo había hecho, incluso después de haber vivido ya en grandes centros avanzados, como Alemania y Francia. Así, él también era un presidiario, y tenía plena conciencia de ello, de que las altas aspiraciones que le posibilitaba el conocimiento tendrían que arrastrar siempre consigo el reducido mundo de la vida rústica, y, por su grandeza personal, sabemos que lo valoraba tanto como el erudito. Así que también deberíamos leer este libro desde el mismo punto de vista utilizado por Antonio Cándido para hablar de la Formación de la Literatura Brasileña, cuando dice, al final del libro, refiriéndose a un ensayo de Machado de Assis: “combinando los valores universales con la realidad local de diversas maneras y, de esta manera, ganando el derecho a expresar tu sueño, tu dolor, su júbilo, su visión modesta de las cosas y del prójimo”. [i] Un poco antes, había escrito, “la literatura sigue la marcha de nuestra formación como país civilizado, contribuyendo a definir su fisonomía espiritual a través de la descripción de su realidad humana, en un lenguaje libre de prejuicios lingüísticos”. [ii] La cursiva, “país civilizado”, es mía, ya que será importante para el desarrollo de esta exposición.
Guimarães experimentó la misma oscilación que el escritor del antiguo mundo colonial entre lo universal y lo particular: miró hacia altos modelos literarios, pero no pudo librarse de la dureza de la vida en la antigua colonia esclavista. De una manera diferente, pero también como James Joyce, quien al escribir su epopeya vanguardista, Odiseo, no dejaba de lado su Dublín católico y provinciano. Sin embargo, nuestro autor de Minas Gerais utilizó sus experiencias para dar sustancia y concreción a sus proyectos más elevados y abstractos. Sería el curso de acción más sabio para él.
El subrayado del último discurso de Antonio Cándido, en el libro publicado en 1959, justo tres años después de la Gran sertón, del 56, lo hice sólo para ejemplificar cómo la capa de hombres cultos de esa época traía consigo la angustiosa pregunta que se hacía sobre Brasil: ¿cómo sería nuestro proceso político-social, en civilización ou región apartada? Hombres como Antonio Candido, Mário de Andrade y Sérgio Buarque de Holanda (este último, un poco más tarde, organizaría una colección que llamó Historia general de la civilización brasileña), con base en lo que escribieron, creían en la primera hipótesis – aunque fuera una civilización “solar”, como dijo Mário de Andrade, u “oscura”, como dijo quizás Oswald de Andrade, y por eso lucharon, principalmente con sus obras, pero no sólo eso, ya que también fueron hombres comprometidos en nuestra vida política.
Desde el inicio de mis estudios sobre Guimarães Rosa, en la década de 60, cuando todavía se compartía en el país con la academia una visión idílica del interior y del cangaço, coincidí con otros estudiosos que afirmaban que el Gran sertón habló de un cruce de civilizaciones, que, en cierto modo, fue para el autor la historia misma de Brasil. Para él, el país transitaba de un mundo hobbesiano, violento, donde dominaba la lucha de todos contra todos, según la ley del más fuerte, el astuto y la traición, región apartada, por un mundo más ordenado por la Justicia y la vida institucionalizada. El modelo al que aspiró el héroe Riobaldo, y por eso también puede ser considerado un héroe civilizador, fue el de la ciudad de Januária, tal como aparece en el libro, con toda su fuerza simbólica, de una vida con comodidades urbanas, como toallas limpias en los hoteles, paseos en la plaza, “el desfile de las morenas bonitas, tan sociables […], con olor a aceite de umbuzeiro”, y la sabrosa cachacinha. O bien, para no salir de la novela, las apacibles y femeninas Veredas Alas, la hacienda Barbaranha, de Seo Ornelas y doña Brasilina, el lugar donde, al final del libro, se produce el apaciguamiento del gran hacendado rural con el hombre. del capital, Seo Habao, y el matrimonio del héroe y la integración familiar patrocinada por él. Pero, ahora que el baño químico de la actualidad disuelve las instituciones políticas, jurídicas y culturales del país, con las milicias de los nuevos yagunzos en los sótanos del Planalto y un cuerpo militar de generales tutelando y moderando el poder civil, más valiente que él, las perspectivas parecen invertirse y ajustarse más que nunca a la verdad profética del canto del bando de Riobaldo:
Olerereee, bai-
ana...
yo iría y
no voy más:
Sí-
Voy a entrar allí, oh baiana,
y de vuelta
del medio
hacia atrás... [iii]
Es importante, en la lectura, respetar las cesuras y cortes de los versos, ya que duplican y refuerzan el sentido de la letra, donde el “hacia atrás...” se aísla en el verso final y así lo acentúa, “ hacia atrás...”. Todo indica que vamos hacia una situación de incivilidad, en el sentido de reducir el carácter civil, urbana y pacificada de nuestras relaciones y un retorno a la vida armada agresiva y rústica del interior del país. Este sería el tema del libro que actualiza nuestro presente, un hecho extemporáneo que despierta y activa en el texto la posibilidad de nuevas lecturas. Si tengo tiempo, volveré a ello. Ahora, es de forma De lo que quiero hablar, volvamos a la ficción.
La cara blanca - Tras el Juicio de Zé Bebelo y el paso de la pandilla por el área pastoril de Guraravacã do Guaicui, con el anuncio de la muerte de Joca Ramiro, cuando los hombres leales al cacique muerto parten en busca de Medeiro Vaz para reemplazarlo , comienza un momento cargado de referencias a estar en medio de algo; en dos páginas, el héroe-narrador dice: “Cruce, Dios en medio”; “Esto es Minas; ¿Ya es Bahía?”; “¿Tenía mi vida un término medio?”; “São Francisco dividió mi vida en dos partes”. Antes había afirmado, en un pasaje muy observado y comentado por la crítica: “Aquí podría poner un alto. Quitarte el final, saber qué te queda, qué te basta, que menos es más, es prestar atención a lo que te he dicho, repasar lo que te he dicho. Porque no narré nada al azar: solo un punto principal, hasta donde puedo creer. No gasto palabras”. [iv] Lo que me gustaría agregar es que también estabas en el medio físico del libro. a las 3a. edición, que acompaña a la segunda, dada como definitiva por el autor, en un volumen de 572 páginas, este pasaje se encuentra en la página 292, justo seis después de la medio-justo. Y nos pide que repasemos lo ya dicho, “haced caso a lo que os he dicho, repasad con vida lo que os he dicho”, para saber lo que vendrá, “para saber el resto que falta”, y esto “descanso” es nada más, menos que la mitad del libro, aunque ya se nos ha adelantado algo, pero él lo volverá a contar.
Lo que el lector se dará cuenta es que se encontraba en un punto de inflexión, un giro brusco en la narración, una especie de codo, de cuya dimensión ya había sido alertado un poco antes, cuando el héroe-narrador dijo: “Nos fuimos. , Fuimos en. Pero bajamos por la paja de las desgracias” [V]; mucho más adelante, lo confirmará, diciendo que han “descendido a los infiernos”. [VI] ¿Qué cambió realmente en el plano narrativo? Para quienes imaginaban el libro como la elocución del héroe-narrador en un fluir homogéneo y continuo, si toman en cuenta lo dicho por él y toman en serio su advertencia, verán que el cambio de una parte a la otra es profunda, tanto en la forma como en el contenido.
Lo que parecía una historia en disposición espontánea dentro de las mismas normas, para algunos, laberíntica o abismal, siguiendo el impulso del héroe y el trote del séquito del caballero, se podrá ver que seguía un designio, por no decir un proyecto previamente pensado y establecido, por el profundo significado que encierra. Esto sólo puede percibirse a partir de la reducción del relato a sus líneas más definitorias, en los dos planos, el del fondo y el de la forma, que no pueden ser desmembrados, pues se funden en la dimensión del sentido, en la medida en que se constata y se confunde con el otro.
La primera parte de la novela, en mi libro de 2004, El Brasil de Rose, la describí como una línea ascendente, lenta, subjetiva y digresiva, compuesta de muchas instancias e intercalaciones. Dije, “los episodios se enlazan dispersivamente, en un desarrollo lento y truncado, a través de las diversiones de las historias paralelas, las fugas de la acción principal y los circunloquios dilatorios, volviendo siempre, sin embargo, a su eje temático: la formación y la vida. de aventuras de jagunço Riobaldo. La narración, al desarrollarse de esta manera, creaba la impresión de una fuerte subida llena de giros en su movimiento ascendente, como si fuera la primera cara del trapecio, que va de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba”. [Vii] Esto recordaba la forma de composición de la pintura renacentista italiana, de la que era un gran admirador, como vemos en sus diarios de viaje, que partían de un diseño interno elemento estructurante, como el triángulo y el círculo, para componer encima de él sus figuras. Corresponde al lector hacer esta reducción del tumulto de los hechos a sus huellas esenciales de geometría.
De hecho, en la primera parte, la historia seguía de cerca los modos de la narrativa moderna, siguiendo el fluir verbal y subjetivo del héroe-narrador, que seleccionaba los episodios a contar de acuerdo con sus propias motivaciones subyacentes, en un orden desordenado y confuso. forma. Y esto se hizo para contar un hecho muy nuevo: la adquisición por parte del interior de lo más moderno, la institución del tribunal y la experiencia de conquista de la justicia. Este hecho fue el ápice de lo moderno en la forma moderna de narrar. Esta sería la cara blanca del trapecio, la formación del héroe y las conquistas civilizadoras del interior.
El juicio fue el hito de la fundación de un nuevo orden institucional, que coexistiría con el del sertão, la violencia que dominaba su mundo, donde prevalecían las relaciones agresivas y bélicas, la ley del más fuerte, la más cercana a la naturaleza, la de la astucia. y traición Todo era muy brasileño. La aceptación de la corte por parte de Joca Ramiro confirma uno de los rasgos de su singularidad frente a los demás caciques yagunzos. el era una figura real, que supo aunar en sus manos las tres alturas del poder: la fuerza militar, la astucia política y la mayor de todas, el sentido de la justicia, al igual que Zeus/Júpiter.
Con eso, hizo que el sertão incorporara las modernas instituciones de justicia, sin negar, sin embargo, el orden de la sertaneja, el orden señorial tradicional, ya que era el único vigente en ese momento y, sin él, habría anomia, la vacío de ninguna autoridad. Este era el pensamiento del conservadurismo ilustrado, muy similar al del amigo del autor, Afonso Arinos de Melo Franco. Así, no es casualidad que el juicio de Zé Bebelo tenga lugar en un patio bajo el patrocinio de la casa solariega, propiedad del doctor Mirabô de Melo, donde permaneció, a pesar de su cuerpo “aunque ausente”. [Viii], en espíritu presente.
La grandeza de Joca Ramiro residía en buscar lo imposible, adaptando el elemento civilizador al salvajismo del sertão, donde dominaba por excelencia el poder privado de los señores de mando y las milicias yagunça. Sin embargo, fue traicionado por parte de sus propios hombres, los de Hermógenes y Ricardão, y pagó con su vida. Guimarães, quien, en los años en que la Gran sertón, sirvió en Itamaraty, como Jefe de Gabinete de João Neves de Fontoura, político de Rio Grande do Sul y ministro muy cercano a Getúlio Vargas, y a quien el autor tenía en alta estima cuando publicó el libro, en 56, acababa de asistía a los episodios de su trágico suicidio, en 54, cuando presionado por las fuerzas liberales de las élites, las mismas que en el golpe de 2016: militares, judiciales, prensa, empresarios con los que siempre había insistido en el pacto y la conciliación.
El autor, que había acompañado a sus gobiernos desde Minas Gerais y no desde São Paulo, foco de la reacción en 32, ya había presenciado otros golpes e intentos de golpe contra Getúlio, como en 32, 35, 37, 45 y 50 , coronado en 54. [ 1 ] Pero esto podría haber sido una simple coincidencia, el autor, que tenía altas intenciones literarias, no podía dejar que los hechos degradados y menores de la historia se derramaran tan profundamente en su texto. ¿Sería así? No se trata de establecer una relación directa de causa y efecto entre historia y literatura, sino de aportar otro factor de complicación a su complejidad de lectura, que también es necesario tener en cuenta y no empañar, para la comprensión del texto en su integridad, si aceptamos la hipótesis inicial de que el libro nos habla de un intento de travesía civilizatoria.
La poca atención prestada a los hechos de la historia y del mundo al leer el libro puede ser atestiguada por la relevancia otorgada al Pacto en relación con la poca otorgada a la alianza firmada entre el héroe y su Habão, potencia militar y capital. Pero ésta, a pesar de ser simple, en realidad se produjo y quedó sellada y confirmada con el don del caballo Siruiz, que hizo al héroe deudor de la segunda. En cuanto al Pacto, quedamos en duda, no sabemos si sucedió o no, pero el misterio de las fuerzas de lo divino universal es siempre más maravilloso.
El rostro oscuro - De la muerte de Joca Ramiro a la traición, el tema del libro pasa a ser la búsqueda de la venganza y ya no la de la justicia, lo que hace que su sentido pase de lo moderno a lo más arcaico, incluso en la literatura: la muerte a la traición y la persecución. de venganza Nada más tradicional. Toda esta segunda parte del libro, que llamé “cara negra”, porque trata de peleas, derrotas y muertes, se concentra en los episodios con miras a esto: la búsqueda de venganza de Joca Ramiro, muerta a traición. Esta fue la regla principal del sertón, que volvió de nuevo como norma, y en la que ni los traidores dormían en paz. No necesito buscar ejemplos en Shakespeare o en las cortes europeas y lejanas de nuestro presente, cuando la traición se convirtió en regla. Y, en cuanto a la forma, la narración deja de ser sólo subjetiva, dispersiva y revuelta, para centrarse en la secuencia objetiva de episodios que conducirán a la realización de estos diseños. Y trabajé eso en mi último libro, Luchas y Albas – los opuestos de Grande Sertão Veredas, del que citaré aquí, para concluir, un pequeño extracto:
“En cuanto al orden narrativo, a partir de ahora también habrá una rearticulación, aparentemente en sentido contrario a los hechos. Si en éstos, 'el mundo en las junturas estaba fuera de control', [como dice el héroe-narrador] ahora, en aquél, estará mejor ordenado, como si exigiera una readaptación de la forma a su nuevo contenido, predominantemente épica, como si un mundo en convulsión reclamara orden y sentido. Lo que apreciamos [...] es la necesidad de descifrar la narración. Es decir, deshacer el embrollo que mezcló episodios de distintas épocas, y, para ello, surge la necesidad de recuperar algunos hechos ya denunciados.
Hay un movimiento de sustitución de la perspectiva de simultaneidad por el sucesión. [Ex] Lo que equivalía a una vuelta al antiguo orden, de la sincronía a la diacronía, tanto en el plano narrativo como en su contenido, “porque ahora el sentido de la lucha también se vuelve regresivo y se invierte. Si el orden narrativo anterior hizo entrar en lo formalmente moderno el tema modernizador de la búsqueda de justicia en el sertão, ahora se realinea y pasará de lo moderno a lo temáticamente arcaico: ya no será la búsqueda de justicia [.. .] ser la búsqueda exclusiva de la justicia, la venganza en su secuencia episódica. De esta manera, tanto en la forma como en el contenido, pasamos de lo moderno a lo arcaico. Sería como si las fuerzas [míticas] del eterno retorno volver e imponerse en la [historia] de travessia." [X]
Con eso, se cumplió la profecía de la canción, volvimos “del medio / para atrás…”. Esta segunda parte transcurre antes del final lúgubre del libro, también cargado de auroras, el del héroe acomodado, “casi un barranco”, aún envuelto por el velo melancólico de la pérdida del amor salvaje de Diadorim, como si fuera necesario para muerte para fecundar el otro futuro, el de la integración familiar con la trabajadora doméstica Otacília. Pero siempre es importante recordar el fantasma de Soropita, ese matón que se instaló con su ex prostituta, Doralda, en el pueblo de ío, pero como una brasa dormida, que podía reavivar y explotar en cualquier momento y en cualquier momento. Riobaldo, previsor, también tuvo cuidado en eso, ya que había establecido en sus inmediaciones a antiguos esbirros, con las armas metidas debajo de la cama, ya que todo podía volver “por el medio/al revés…”, como sucedió hoy.
* Luis Roncari en una conferencia impartida en una mesa con los profesores Willi Bolle, Yudith Rosembaum y Sandra Guardini Vasconcelos, en el evento infinitamente puede, en el IEB/USP, el 16/05/2019.
[ 1 ] Sobre el tema, remito al lector a, desde mi punto de vista, uno de los intercambios epistolares más importantes e interesantes de nuestra vida política, la correspondencia entre Getúlio Vargas y su hija Alzira. En concreto, la breve crónica de Antonio Candido, “Pros y contras”, utilizada como presentación. En él, retoma Getúlio y Getulismo, donde dice: “La genialidad de Getúlio Vargas consistió en parte en el discernimiento de que su destino político estaba ligado a la modernización, que confusamente sentía y no veía como una ruptura con la tradición, sino como un compromiso entre dos períodos históricos, uno descendente, el otro emergente”. volver al poder. 2 vols. Río de Janeiro: FGVEditora/Ouro sobre Azul, 218, 1er. v., pág. 10
[i] Antonio Cándido. Formación de la Literatura Brasileña. 2do vol. 1er. ed. São Paulo: Librería Martins Editora, 1959, p. 368
[ii] Ídem idem, pág. 367
[iii] Joao Guimarães Rosa. Gran Sertão: Veredas. 3a. ed.. Río de Janeiro: Livraria José Olympio Editora, 1963, pp168 y 169 (https://amzn.to/47E32Rs)
[iv] Op. cit., págs. 292 y 293.
[V] Ídem idem, pág. 285
[VI] Ibidem, p. 335
[Vii] Luis Roncari, El Brasil de Rosa: amor y poder. 2a. reimpresión, 2018, pág. 263 (https://amzn.to/3KNF0tM).
[Viii] Joao Guimarães Rosa. Ibíd., pág. 244
[Ex] Luis Roncari. Luchas y amaneceres – los opuestos del Grande Sertão: Veredas. São Paulo: Editora UNESP, 2018, págs. 40 y 41 (https://amzn.to/45hHdFJ).
[X] Ídem ídem, pág. 41, este mismo tema, de la oscilación entre lo mítico y lo histórico en la literatura de Guimarães Rosa, lo trabajé en mi libro Buriti de Brasil y Grecia. São Paulo: Editora 34, 2013 (https://amzn.to/47IfHTJ).