Las revoluciones rusas de 1917

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por DANIEL AARÃO REIS*

Consideraciones sobre las revoluciones de febrero y octubre

Introducción

En las conmemoraciones y rememoraciones del centenario de la Revolución Rusa, en 2017, la revolución de Octubre siempre fue una referencia central, considerada –celebrada, criticada o aborrecida– por la historiografía y el sentido común como la cuna del socialismo soviético. En cuanto a las otras revoluciones del ciclo revolucionario que cambió la faz del mundo y de Rusia, y que duró de 1905 a 1921, fueron muchas veces omitidas y, cuando mencionadas, sólo obtuvieron referencias rápidas, como si octubre fuera una especie de sol. y las otras revoluciones solo satélites, sin luz propia.

En los ensayos que escribí en ese momento, traté de enfatizar, siempre desde el ángulo de la historia social,[i] y para una mejor comprensión de las revoluciones rusas, la necesidad de englobar cinco procesos revolucionarios en dos ciclos, que se articularon en el tiempo: la revolución de 1905, las revoluciones de 1917 (febrero y octubre), “el ciclo democrático”, y la civil. guerras (1918-1921) y la revolución de Kronstadt (1921) – “el ciclo autoritario”.

Además, formulé la hipótesis de que la verdadera cuna del socialismo soviético no se ubicaría exactamente en octubre de 1917, la tercera revolución del primer ciclo, sino durante el segundo ciclo, inaugurado por las guerras civiles. Fue entonces cuando realmente habría habido una revolución dentro de la revolución.4, a través de profundas transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Estas transformaciones, a su vez, condicionarían los desarrollos posteriores, el aplastamiento de la última revolución –la de Kronstadt, en 1921 y, posteriormente, la revolución desde arriba, emprendida a partir de finales de la década de 1920, que retomaría referencias y pautas configuradas durante la guerras civiles.[ii]

En esta interpretación, el énfasis de Octubre podría atribuirse en gran medida a las disputas políticas que, desde un inicio, condicionaron los debates sobre la historia de las revoluciones rusas y el socialismo soviético. Por un lado, la historiografía soviética y comunista, celebrando de manera positiva el papel decisivo de los bolcheviques, Lenin, las ciudades y la clase obrera. Por otra parte, los testimonios de los derrotados por la revolución y la historiografía anticomunista, la guerreros frios, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, militantes de la guerra fría, satanizando a Lenin y los bolcheviques en general de manera negativa.[iii]

Esta polarización oscureció el estudio de las otras revoluciones, sus vínculos, la interdependencia entre ellas e incluso la posibilidad de cuestionar la posición central atribuida a Octubre.

En este artículo, mi preocupación es establecer los vínculos entre la revolución de 1905 y las que tuvieron lugar en 1917, febrero y octubre, que, a mi juicio, constituyeron el “ciclo democrático” de las revoluciones rusas. A mi modo de ver, este primer ciclo forma un conjunto congruente definido por las luchas democráticas que, al fin y al cabo, triunfaron, en sus formas más radicales, en octubre de 1917. La ruptura autoritaria y estatista, que marcaría el socialismo soviético -“el ciclo autoritario ”- ocurrirá a continuación, en el marco de guerras civiles y en el contexto del aplastamiento de la última revolución, ocurrida en Kronstadt, en marzo de 1921, cuando se cerraron las puertas de un posible socialismo democrático en Rusia.[iv]

 

La revolución de 1905

La revolución de 1905, en el contexto del ciclo revolucionario, es una de las más subestimadas. Injustamente, por cierto.[V] No se trataba precisamente de un “ensayo general” de las revoluciones de 1917, pero la metáfora tenía alguna base, aunque sería impropio llamar a todo un proceso histórico “preparación” de otros que, en su momento, ni siquiera se imaginaron.

Sería más apropiado llamarlo por lo que fue, una revolución frustrada, omitido, como bien lo llamó FX Coquin.[VI] O como la primera revolución rusa, según el título de la colección que publicó los trabajos de un seminario conmemorativo del 80 aniversario de esta revolución.[Vii]. Varios aspectos atestiguan la importancia de lo ocurrido en Rusia en 1905.

Entonces se hizo evidente la asociación entre guerra y revolución, algo que no estaba en el radar de la socialdemocracia internacional, cuyas predicciones sobre la revolución la asociaban más a crisis económicas que a conflictos militares. Como se pudo observar a lo largo del siglo XX, las guerras asumirían un carácter e impacto desestabilizador mucho más devastador que las crisis económicas. Y tenderían a radicalizar a las clases populares mucho más profundamente que las crisis económicas.

En el caso del Imperio Ruso, en 1905, también se verificaría el potencial desintegrador de la combinación de modos de producción – el desarrollo desigual y combinado en la feliz conceptualización de León Trotsky[Viii] – en una sociedad determinada. Cuando se somete a una presión intensa, esta combinación tendría un efecto explosivo y revolucionario. Por otra parte, y sorprendiendo a los revolucionarios del siglo XIX, la revolución no encontraría las mejores condiciones en las sociedades capitalistas más desarrolladas. Aunque allí se concentraron clases trabajadoras más fuertes, el capitalismo también sería más resistente, más plástico y capaz de resistir presiones antagónicas. En las sociedades agrarias, en el contexto de la combinación de modos de producción, sometidas a presiones desestabilizadoras, el estallido revolucionario cobraría una intensidad imprevista y contundente.

Es cierto que algunos líderes más astutos, como VI Lenin y León Trotsky, percibieron hipótesis aún no consideradas, abiertas por el proceso revolucionario de 1905. En sus propias modulaciones, acuñaron las formulaciones de “revolución permanente” (Trotsky) y “ revolución ininterrumpida” (Lenin), imaginando un salto histórico sobre la etapa democrático-burguesa, hasta entonces considerada axiomática por la tradición socialdemócrata sobre las sociedades agrarias en tanto la revolución en Rusia fue acompañada de una revolución internacional en Europa. A pesar de ello, sin embargo, no invirtieron en cambiar el programa socialdemócrata ruso, establecido en 1903, y que permaneció invariable hasta 1917, basado en la caracterización de las dos etapas (demócrata burguesa y socialista). Cabe señalar, sin embargo, que el contenido de la “revolución permanente”, es decir, el paso de la etapa “burguesa” a la etapa socialista ya estaba incluido en las propuestas anarquistas y en el programa de los socialrevolucionarios, en particular , defendida por los eseristas de izquierda, la Unión de Socialistas Revolucionarios Maximalistas.[Ex]

Sorprenderían también los cuatro principales actores sociales de la revolución de 1905, en su movimiento y rápida radicalización: la clase obrera y sus oleadas de huelgas de masas y huelgas políticas, apuntando a la conquista de reivindicaciones económicas y políticas ya puestas en marcha en varias sociedades. en Europa central y occidental,[X] el campesinado, aunque en una escala mucho menor, con demandas de abolición de impuestos y/o extinción de arrendamientos; soldados y marineros, en motines que estallaron principalmente en bases navales (Sebastopol) o en buques de guerra (el episodio del acorazado Potemkim) y que exigían el fin de la guerra y la democratización de las fuerzas armadas. Incluso reinventados por la ficción, como en el caso del mencionado acorazado, se han convertido en hitos históricos.[Xi] Por último, pero no menos importante, las naciones no rusas, casi la mitad del Imperio Ruso en términos demográficos, exigiendo autonomía y, a veces, independencia total,

En cambio, las élites sociales y la burguesía no mostraron el dinamismo esperado. Es cierto que, en el primer semestre, sus representaciones sociales, como la Unión de Sindicatos, agrupando asociaciones de profesionales liberales; y el partido Constitucionalista Democrático, los Kadetes, mostró cierta voluntad de lucha. Después del Manifiesto de Octubre, sin embargo, revelaron una gran timidez política atribuida a su doble dependencia, política y económica, del Estado y del capital internacional.[Xii]

En el contexto de los amplios movimientos sociales de 1905 surgiría otra forma de organización democrática, original e innovadora, los consejos obreros, los soviéticos[Xiii]. En un principio, en mayo, aparecieron como organizaciones de lucha y huelga. Y se extendieron a varias ciudades, incluyendo lo que entonces era St. Petersburgo, capital del Imperio. Allí adquirieron gran importancia política, particularmente en el contexto de la gran huelga de octubre de 1905, afirmándose como una experiencia democrática sin precedentes (elección y revocación de representantes) para grandes contingentes de trabajadores, e incluso ejerciendo, en determinados momentos, actividades de carácter poder público alternativo. La experiencia siempre sería evocada, en particular por una fracción de izquierda del Partido Socialista Revolucionario y, sobre todo, por corrientes anarquistas, que, desde un principio, vieron en ellas posibles embriones de una estructura de poder federativa en forma de red, que correspondía a sus direcciones y perspectivas.[Xiv].

La efervescencia de las clases populares y el protagonismo asumido por obreros, campesinos, soldados y marineros no ocultaban, sin embargo, que la dirección política de los partidos, incluidos los socialistas, estaba mayoritariamente ocupada por dirigentes que, desde un punto de vista social vista, estaban vinculados a las élites sociales. Fue una revolución popular –de analfabetos o semianalfabetos–, pero políticamente dirigida por intelectuales alfabetizados, provenientes de las clases medias o altas de la sociedad. Las contradicciones que pudieran derivarse de ello no se consideraron un tema relevante. Contra las demandas populares, el régimen zarista se impuso. En este sentido contribuyeron importantes concesiones: el tratado de paz con Japón, retirando a Rusia de una guerra extenuante, en septiembre de 1905; y el reconocimiento de una Asamblea representativa para ser elegida, a través del mencionado manifiesto de octubre.

Victoriosa, la autocracia parecía consolidada, encarnando las tradiciones de una dinastía que había reinado durante casi tres siglos.[Xv] A pesar de la victoria de la revolución, tras el aplastamiento de la insurrección de Moscú en diciembre de 1905, las fuerzas políticas comprometidas con ella no sufrieron una derrota catastrófica. Sus principales dirigentes y partidos políticos, parcialmente legalizados, estaban protegidos en el marco de la Duma Imperial, aunque los poderes de esta última y los márgenes legales de su acción política han sido siempre bastante limitados.

Sin embargo, la revolución rusa de 1905 tuvo un gran impacto internacional, especialmente en Europa, reforzando tendencias radicales en el movimiento socialdemócrata que hicieron del “ejemplo ruso” una palanca para profundizar el cuestionamiento del reformismo parlamentario que marcó la trayectoria de los partidos socialistas europeos. .[Xvi]

Para terminar estas breves reflexiones sobre la revolución esencialmente democrática de 1905, no podíamos dejar de plantear la cuestión de la imprevisibilidad en el curso de los acontecimientos históricos. esta revolución manquee, sorprendería, como las que vendrían después, a la gran mayoría de los que pensaban en la sociedad rusa, incluidos los revolucionarios.

 

La revolución de febrero de 1917

Tras la derrota de la insurrección de Moscú en diciembre de 1905, las fuerzas revolucionarias no se recuperarían pronto, a pesar de las esperanzas de los más optimistas. Las críticas y cuestionamientos a la Orden Zarista se limitarían al trabajo parlamentario, muy controlado y limitado, ya las organizaciones populares que, clandestinamente, realizaban un trabajo molecular de agitación y propaganda.[Xvii] En el exilio, en Siberia o en el extranjero, muchos líderes políticos permanecieron activos, pero el efecto de su trabajo fue casi irrelevante desde el punto de vista social. En este contexto, sobrevivir ya era una victoria.

La situación empezó a cambiar en abril de 1912, cuando, durante una protesta de los trabajadores de las minas de oro de Bodajbo, en la cuenca del río Lena, en Siberia, los políticos. Es importante resaltar la fuerza social que impulsó el movimiento soviético, que en gran medida se superpuso con los partidos políticos. El Partido Socialista Revolucionario, fundado a fines de 1901, también participó en la formación del soviéticos, aunque en posiciones minoritarias. Para las RS cf. DW Treagold, 1951 y 1955. Cabe señalar que una fracción de “izquierda” de los SR, la mencionada Unión de Socialistas Revolucionarios Maximalistas, se formó en 1905 y posteriormente defendería concepciones radicales del “poder soviético” (Cf. Anweiller, 1974 ; HJ Strauss, 1973; M. Ferro, 2011).

La represión militar mató a cientos de trabajadores, provocando un gran revuelo en todo el imperio. Desde entonces, los movimientos sociales en las ciudades -obreros y estudiantiles- se han reactivado, alcanzando un nivel relativamente alto durante la primera mitad de 1914.[Xviii] Sin embargo, cuando comenzó la Gran Guerra, en agosto de este año, para disgusto de los sectores más radicales, la inmensa mayoría del pueblo que vivía en Rusia se unió en torno al gobierno imperial y la defensa de la patria amenazada -la llamada Unión santa, que borró, aunque sea temporalmente, las diferencias y contradicciones de clase. Los pocos parlamentarios bolcheviques que protestaron abiertamente fueron arrestados. La violencia no produjo ninguna convulsión social.

Desde el primer mes de la guerra se hizo evidente la inferioridad de los rusos frente a los alemanes. Los ejércitos imperiales eran más numerosos y los soldados rusos, una vez más, demostrarían valentía y espíritu de sacrificio, pero eran claramente inferiores en armamento, municiones y logística (redes ferroviarias, medios de comunicación y equipamientos de todo tipo). Además, los oficiales y el mando rusos, con pocas excepciones, demostraron una notable incapacidad desde el punto de vista de las exigencias de la guerra moderna.[Xix]

Como resultado, esa guerra pronto se convirtió en una sucesión de victorias germánicas y, del lado ruso, en una carnicería. Antes de finales de 1915, hubo alrededor de 4 millones de pérdidas, entre muertos, heridos, prisioneros y desaparecidos. Uno debacle. Ante la incapacidad del gobierno, la sociedad comenzó a autoorganizarse para enfrentar los desafíos y urgencias de la guerra: transporte y asistencia a los heridos; suministrar; organización de la industria. En el plan de la Duma se formó el llamado Bloque Progresista, que pedía la formación de un gobierno responsable ante el Parlamento.

En 1916 reapareció el movimiento de huelga de fábrica. En la base de la sociedad, la ira del pueblo levantó presiones sociales.[Xx] Entre las élites, conspiraciones, centrándose en la emperatriz, de origen germano, y la figura de Rasputín, un siberiano de origen oscuro, a quien se atribuían supuestos dones milagrosos.[xxi] Al mismo tiempo, su afición a las continuas orgías comprometió el prestigio de la familia imperial, desmoralizando al zar, al gobierno ya las élites sociales. A finales de 1916, un grupo de nobles mató a Rasputín, pero, además, no consiguieron acudir a las maquinaciones en las alturas de la sociedad, mostrando limitaciones que ya habían sido demostradas en 1905.

La situación se descomponía visiblemente y la policía política registraba regularmente la desintegración social. A pesar de esto, no había predicción de un resultado inmediato. Ni siquiera VI Lenin, exiliado en Suiza, esperaba un estallido inmediato de grandes proporciones.[xxii]. Sin embargo, esto es exactamente lo que sucedió.

A partir del 23 de febrero[xxiii] 1917, en lo que entonces era Petrogrado,[xxiv] inició un proceso insurreccional de cinco días que conduciría, ante la sorpresa general, al derrocamiento de un imperio, cuya casa dinástica –los Romanov– había reinado durante tres siglos…

El proceso inició con una marcha de mujeres, en honor a su día internacional.[xxv] Desfiló por las calles centrales de la ciudad con pancartas y banderas pidiendo pan y el fin de la guerra. El hecho de que atrajo la simpatía general y no fue molestado por la represión animó a la gente. Al día siguiente, hubo otras marchas, más densas y vibrantes. De nuevo, salvo algunos enfrentamientos con agentes policiales, las marchas de los manifestantes no fueron reprimidas. Incluso los cosacos, conocidos por su brutalidad, parecían indiferentes y, en ocasiones, comprensivos. Ya estaba fuera de los límites y la policía recibió órdenes estrictas para detener la avalancha. Los activistas políticos, que en un principio temían una represión despiadada y devastadora, ya participaron y alentaron el tercer día de manifestaciones.

Hubo enfrentamientos más violentos, suscitando más indignación que miedo. El cuarto día vio un torrente de manifestantes. Esta vez, se movilizaron las tropas estacionadas en Petrogrado. Hubo ensayos de confraternidad. Sin embargo, por orden de los oficiales, los soldados dispararon, hiriendo y matando a cientos de personas. El disparo salió por la culata. Esa noche y temprano a la mañana siguiente, los regimientos sublevados se rebelaron contra sus oficiales y unieron fuerzas con otros cuarteles. Así, en el quinto día de manifestaciones, hubo una gran confraternización entre soldados y obreros. El Arsenal fue tomado con distribución de armas a la población. Se incendió el Palacio de Justicia, comisarías y prisiones, liberando a los presos. Se confirmó la victoria de la insurrección.

El zar y el estado mayor del ejército todavía intentaron revertir la situación, enviando nuevas tropas para reprimir la ciudad sublevada. En vano. Las tropas se dispersaban y rompían en contacto con los manifestantes o se perdían en el camino en los apartaderos del ferrocarril, saboteados sus movimientos por los trabajadores ferroviarios.[xxvi]

Todavía en la noche del quinto día, mientras se desarrollaban negociaciones en la Duma Imperial para la formación de un gobierno provisional, se constituyó un consejo, un soviéticode obreros y soldados. El 2 de marzo, tratando de mantener la monarquía, el zar abdicó en nombre de su hermano. La maniobra no tuvo éxito. El Archiduque Miguel, sintiéndose inseguro, también dimitió. La autocracia zarista se había derrumbado.[xxvii] Se abrió un tiempo de dudas, incertidumbres, promesas, miedos y esperanzas.

Algunos aspectos merecen ser destacados en la revolución de febrero.

Como ya se mencionó, fue una revolución imprevista. Deseado por los revolucionarios y temido por las élites sociales y la represión, ciertamente. Pero sorprendente, por la fuerza, intensidad y velocidad con la que se produjo. Especial mención merece la desintegración de las fuerzas armadas y la consecuente -decisiva- participación de los soldados. Sin embargo, tal desagregación solo ocurrió porque fue provocada por las manifestaciones de los trabajadores de Petrogrado.

Una revolución “anónima”. Nada espontáneo, como quieren creer quienes sobrestiman a los partidos y organizaciones políticas como formuladores y “hacedores” de la historia. Pero liderados por grupos y articulaciones invisibles a simple vista, que organizaron, desafiando la ley y el orden, las manifestaciones que, en un crescendo, efectivamente derrocaron a la autocracia.

Una revolución “violenta”, contradiciendo cierta leyenda que pinta a febrero de 1917 como un movimiento pacífico, sin oposición. El recuento oficial de bajas registró poco más de 1.400 muertos y alrededor de 6 heridos.[xxviii]

Cabe mencionar también que fue una revolución “unánime”, en la medida en que, victoriosa en Petrogrado, desencadenó una dinámica de adhesiones que llegó a todos los espacios del vasto imperio ruso y también a todas las clases sociales e instituciones políticas, incluidos los altos mandos de el ejército, que obligó, o permaneció indiferente, al zar y a su hermano a una doble abdicación.

La inesperada, anónima, violenta y unánime insurrección de febrero, como la de 1905, fue una revolución democrática. Los meses siguientes darían fe de su potencial radical.

 

La revolución democrática despliega sus alas

Con el derrocamiento de la autocracia zarista, Rusia, que era considerada una “prisión de los pueblos”, se convirtió en el “país más libre del mundo”. El punto es que el Imperio no era un estado cualquiera. Como lo demostró Claudio Ingerflom,[xxix] no sería posible entenderlo como si fuera un Estado europeo.

O gosudarstvo, término tradicional utilizado hasta hoy para traducir la palabra y el concepto de “Estado” al ruso, importado de Occidente, presuponía y expresaba un poder absoluto y abrumador, esencialmente diferente del Estado en los moldes europeos, nacido a partir de la Revolución Francesa. Es cierto que, en el contexto de las reformas iniciadas en la década de 1860, se crearon varias instituciones “intermedias” entre la sociedad y el zar, como las Dumas/Asambleas Municipales y las Zemstva/Asambleas Provinciales, instituciones representativas de las élites sociales. Posteriormente, tras la revolución de 1905, comenzó a funcionar la Duma Imperial y se legalizaron los partidos políticos. Sin embargo, todas estas instituciones, así como las creadas en el ámbito de la Educación y la Justicia, quedaron sin ningún tipo de autonomía, completamente subordinadas a la voluntad del Zar, y sin ningún poder de decisión independiente.[xxx]

De modo que, tras el derrocamiento de la autocracia, hubo un enorme vacío de poder. Ocupando este espacio tendían a emerger múltiples poderes[xxxi]. Es cierto que pronto se constituyó un Gobierno Provisional, rehecho y reformado varias veces a lo largo del año, hasta que fue derrocado por la Revolución de Octubre. Sin embargo, sus poderes eran muy limitados, incluso desde el punto de vista del control de las instituciones civiles y militares tradicionales.

Por otra parte, paralelamente, aparecerían por doquier diferentes instituciones, expresando la conciencia y la voluntad de las clases populares: soviets, comités, sindicatos, asambleas, asociaciones, clubes, etc., en las fábricas, en las instituciones educativas, en los barrios. En cierto momento, se hizo difícil encontrar un ciudadano que no formara parte de una o dos instituciones y estas, a su vez, no obedecían a ningún tipo de “centro” político o geográfico, asumiendo el formato de una red.[xxxii]

El soviet de Petrogrado tuvo sin duda un gran prestigio político, por su ubicación en la capital del país y las dimensiones que alcanzó, pero sus decisiones o lineamientos no tuvieron poder vinculante ni coercitivo para las demás ciudades e incluso para las decenas y decenas de soviets o comités que existía en la misma ciudad de Petrogrado.

Cabe señalar que, a partir de marzo, el mismo proceso de formación de comités, soviets y organizaciones populares se desató en el campo, donde vivía el 85% de la población, y en las trincheras y líneas de batalla, donde se apostaron alrededor de 7 millones de hombres. ., “campesinos en uniforme” en su mayor parte.[xxxiii]

Del mismo modo, entre las naciones no rusas, muy diversas entre sí, pero demográficamente relevantes, casi la mitad de la población del Imperio, también se fue extendiendo este proceso de autoorganización, creándose, en diferentes formas, partidos políticos y regionales o regionales. asambleas regionales nacional.

Al principio, las demandas de la gente eran bastante modestas. Los trabajadores pedían derechos ya reconocidos en la mayoría de los estados europeos, resumidos en las 8 horas de trabajo. También pidieron ajustes salariales que les permitan hacer frente a la creciente inflación y mejoras en las condiciones de trabajo que respeten su dignidad como seres humanos.

Soldados y marineros, todavía tímidamente, pidieron que se hiciera llegar a las potencias beligerantes gestos de paz. No querían ser considerados “cobardes”, pero llamaron la atención sobre la dureza de la vida en las trincheras y la necesidad de poner fin a la carnicería.

Los campesinos pidieron acceso a la tierra, toda la tierra, reparto negro, un reclamo histórico. Y sin ningún tipo de compensación. En cuanto a las naciones no rusas, algunas ya hablaban de independencia, pero la mayoría se conformaba con márgenes de autonomía, legalmente consagrados, en una federación o confederación, cuyos contornos sería urgente definir.[xxxiv]

Articulando estas reivindicaciones surgió la Asamblea Constituyente, aspiración histórica de todas las corrientes de oposición a la autocracia zarista. Que fuera elegido por sufragio universal, el soberano libre para formular un nuevo pacto constitucional que organizara la sociedad en los términos de una república democrática (los más moderados soñaban con una monarquía constitucional, inspirada en el modelo británico).[xxxv] El Gobierno Provisional, apoyado por el Soviet de Petrogrado, reconoció algunas de estas reivindicaciones: de acuerdo con el empresariado, se decretó la jornada laboral de 8 horas; amplias libertades democráticas y amnistía para todos los presos políticos se convirtieron en ley, al igual que el derecho a la ciudadanía para todos los pueblos que viven en Rusia. A nivel internacional también se aprobó un llamado a todos los pueblos y estados beligerantes para la apertura inmediata de negociaciones para el fin de la Guerra. Otros temas fundamentales, como la cuestión nacional y la cuestión de la tierra, serían estudiados por comisiones específicas que prepararían estudios y propuestas para ser consideradas por la Asamblea Constituyente, cuya fecha se fijaría más adelante.[xxxvi]. Teniendo en cuenta el pasado de Rusia, estos fueron avances importantes. Sin embargo, ante el ambiente en ebullición que comenzó a existir en todo el país, pronto comenzaron a considerarse insuficientes.

Los liberales del Partido Demócrata Constitucional, los kadetes, por un lado, al frente del Gobierno Provisional, y, por otro lado, los socialdemócratas moderados, los mencheviques y los socialistas revolucionarios, hegemónicos en las organizaciones soviéticas, parecían tener la situación bajo control control.[xxxvii]

Formularon entonces una especie de ecuación: se mantendrían las libertades democráticas establecidas, sin embargo, las reformas más profundas tendrían que esperar a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, elegida por todos los pueblos de Rusia, es decir, con representatividad y legitimidad para formular y adoptar una nueva institucionalidad que consagró las importantes reformas exigidas. Todo esto, sin embargo, tuvo que esperar al final de la Guerra, condición indispensable para que se celebraran elecciones libres, con la participación de todos, incluidos los de los territorios ocupados por los alemanes. La ecuación, considerada razonable por muchos, fue aprobada por el Primer Congreso Panruso de Campesinos, en mayo de 1917, y por el Primer Congreso Panruso de Sóviets de Soldados y Obreros, en junio del mismo año. Sin embargo, muy rápidamente perdió la sintonía con los movimientos sociales democráticos que se desarrollaban con creciente radicalidad.

Entre los trabajadores se reivindicó la reivindicación del control obrero, es decir, el derecho de los trabajadores a tener voz -y capacidad de decisión- para reclutar y despedir trabajadores, para controlar la situación financiera de las empresas, y también para supervisar el flujo de trabajadores, materias primas y producción de las empresas. Tales ideas fueron defendidas por los “comités de fábrica”, organizaciones que se extendieron por las grandes ciudades – y que se perfilarían como las alas más radicales del movimiento obrero.[xxxviii]

Los campesinos, desde mayo, comenzaron a realizar ocupaciones de tierras, emprendidas por los “comités agrarios”.[xxxix] Si bien el congreso campesino, mencionado anteriormente, había aprobado la necesidad de esperar a la Asamblea Constituyente, en la práctica, en muchas provincias, el pueblo se movía hacia la expropiación de tierras por la vía de la violencia. Los soldados desertores armados a menudo tomaban la delantera en tales episodios.[SG]

Las naciones no rusas también indicaron que no estaban dispuestas a esperar a la Asamblea Constituyente. Los movimientos nacionalistas en Ucrania, Finlandia, el Cáucaso e incluso en Asia Central presentaron propuestas de autonomía e independencia difíciles de asimilar por la coalición de liberales y socialistas moderados.[xli]. La amenaza más peligrosa vino del proceso en curso en el ejército. Poco después de la victoria del levantamiento de febrero, un grupo anónimo de militares emitió, por iniciativa propia, el llamado Prikaz n° 1[xlii]. A pesar del título anodino49, el documento alentaba la democratización radical de las fuerzas armadas. Dispuso que, en todas las unidades militares, se formaran comités de soldados y marineros, con amplias facultades para controlar armas y municiones y movimientos militares de cualquier naturaleza. Además, se requería que los soldados y marineros fueran tratados como ciudadanos, y ya no se les exigía que saludaran a los oficiales fuera de servicio. Los oficiales acusaron el golpe, en la medida en que, especialmente en la guerra, las fuerzas armadas regulares se basan, como se sabe, en la disciplina y la jerarquía. Protestaron, pero en vano, ante un proceso de desintegración que, a partir de entonces, se aceleraría, ya que las iniciativas del poder sobre la guerra y la paz no tenían efectos concretos. Una combinación de deserciones masivas y desafíos abiertos a los oficiales anularía, poco a poco, la capacidad operativa de la armada y los ejércitos rusos.

Estos movimientos sociales, al converger, irían, a una velocidad cada vez mayor, en el marco de una caótica crisis económica[xliii], para cuestionar y, finalmente, inviabilizar la articulación de las fuerzas políticas dominantes, constituidas por los liberales y los socialistas moderados. En el contexto de sucesivas crisis (abril, julio y agosto), estas corrientes políticas perdieron sus bases de apoyo, incluso en las organizaciones populares.

En cambio, y en consecuencia, crecieron los partidos y corrientes políticas comprometidas con las propuestas más radicales: los bolcheviques, los socialistas revolucionarios de izquierda[xliv] y los anarquistas[xlv], quienes formarían una alianza en torno a la propuesta de derrocar al Gobierno Provisional y transferir todo el poder a los soviets. Además de expresar tales propuestas, estos partidos, y cada vez más, fomentaron la contradicción entre los “de abajo” y los “de arriba”.[xlvi], radicalizado por la profundidad con que se presentaban las desigualdades sociales.

Cabe agregar que aún dentro de las organizaciones populares, y desde marzo de 1917, se evidenciaba otra contradicción entre la participación popular, activa en las bases y en grandes asambleas, por un lado, y, por otro, la preeminencia en las comisiones y órganos ejecutivos, de dirección y de organización, integrados por personas de las capas medias o altas de la sociedad. Alfabetizados y familiarizados con la Palabra, adquirieron una importancia inconmensurable, como ya había ocurrido en la revolución de 1905.[xlvii]. Por otra parte, en los soviets urbanos, los soldados y trabajadores de las pequeñas y medianas empresas adquirieron una sobrerrepresentación en relación con los trabajadores de las grandes fábricas. El hecho fue registrado y suscitó protestas como un límite y una contradicción al principio democrático.[xlviii].

Sin embargo, el dinamismo de los movimientos sociales y las organizaciones populares abrió horizontes prometedores, creando las condiciones para una nueva revolución, capaz de responder a las demandas democráticas radicales de las clases populares y de la inmensa mayoría de los pueblos que vivían en Rusia.

 

La revolución de octubre

Esta nueva revolución tuvo lugar, después de todo, en octubre de 1917. A diferencia de la de febrero, no fue anónima sino organizada por el Comité Militar Revolucionario/CRM del Soviet de Petrogrado. No sucedió de manera inesperada, fue planeado y ejecutado por fuerzas políticas identificadas: el partido bolchevique, apoyado por los socialistas revolucionarios de izquierda y por los anarquistas. No fue el resultado de una insurrección popular y obrera a la que se sumaron los soldados, sino un proceso emprendido básicamente por soldados y marineros (de Kronstadt). No duró varios días, pero se resolvió en poco más de 24 horas, entre la tarde del 24 de octubre, cuando comenzaron los movimientos de tropas revolucionarias en Petrogrado, y la noche/amanecer del 25/26 de octubre, cuando cayó el Palacio de Invierno. los insurgentes[xlix]

La revolución, cuyas posibilidades de victoria serían subestimadas por muchos dirigentes y fuerzas políticas, se impuso con notable rapidez en toda Rusia, sorprendiendo a sus enemigos e incluso a buena parte de sus propios partidarios y dirigentes. Sin embargo, el carácter de la revolución victoriosa suscitaría innumerables controversias.

Es común en la historia encontrar episodios que suscitan apasionadas polémicas y en relación a las cuales, décadas después, aún no es posible establecer consenso. La revolución de Octubre es ciertamente uno de estos episodios. Y las pasiones políticas desatadas por ella y en torno a ella produjeron diversas distorsiones.

Primo, llevó la mirada de los historiadores a las ciudades, y en particular a Petrogrado, oscureciendo el papel fundamental e igualmente decisivo de la revolución agraria. Segundo, privilegió las luchas entre partidos políticos, imaginándolos como demiurgos de la historia, perdiendo casi siempre de vista que su actuación, teniendo en cuenta su importancia específica, era mucho más una expresión de movimientos sociales y organizaciones populares que lo contrario. en tercer lugar, en los debates sobre los partidos, cobró importancia el examen de sus liderazgos, venerados y/o satanizados como responsables de los procesos políticos en los que participaron.

Ciudades, partidos y direcciones son en realidad aspectos ineludibles, pero cabe preguntarse en qué medida la excesiva atención que se les dedicó no acabó eludiendo movimientos y contextos sociales sin cuyo estudio el proceso revolucionario sigue siendo un enigma indescifrable.

Un movimiento historiográfico revisionista, a partir de la década de 1960, que enfatiza la importancia de los contextos y los movimientos sociales, logró, a través de investigaciones innovadoras (muchas de las cuales son referencia para este artículo), abrir nuevos caminos y alternativas –de direcciones de investigación, de objetos a estudiarse y desde ángulos metodológicos.[l]

Una de sus contribuciones más importantes, entre otras, fue reposicionar el debate sobre la insurrección de Octubre. ¿Un mero golpe de Estado tramado astuta y maquinalmente por los bolcheviques? Según lo propuesto por guerreros frios[li]? ¿O una revolución social audaz, como pretendía la historiografía soviética y comunista?

El nudo gordiano ha sido cortado por varios historiadores. Un acierto, sin duda. Lo cual no excluye la evidencia de una revolución histórica. En lugar de proponer alternativas radicalmente divergentes: golpe O revolución, el encuentro aparentemente paradójico de los dos polos que a primera vista parecían antagónicos: golpe y revolución.[lii]

El golpe es triplemente evidente: en la decisión y en la preparación de la insurrección antes y en desafío del II Congreso de los Soviets, emprendida por los bolcheviques, a propuesta de V. Lenin[liii]. En el desencadenamiento de la insurrección militar el 24 de octubre de 1917, por tanto antes de la reunión del II Congreso de los Soviets. Y en la publicación de una nota, en la mañana del 25 de octubre de 1917, firmada por el Comité Militar Revolucionario/CRM, anunciando el derrocamiento del Gobierno Provisional, colocando así el Segundo Congreso de los Soviets, que se inauguraría horas después, antes de un hecho consumado. En estas evidencias basarían los historiadores guerreros frios afirmar el carácter golpista de Octubre y, a partir de entonces, los orígenes autoritarios imborrables del socialismo soviético[liv].

Sin embargo, al mismo tiempo, la revolución social sería evidente en el transcurso del Segundo Congreso de los Soviets, inaugurado la noche del 25 de octubre de 1917.[lv]. En la primera sesión del Congreso, los delegados aprobarían el traspaso de todo el poder a los soviets, validando con sus votos la insurrección militar victoriosa y aprobarían una declaración de compromisos que incluía la propuesta de una paz “inmediata y democrática”, la entrega de todas las tierras a los campesinos, la democratización de las fuerzas armadas; control obrero sobre la producción; respeto a la convocatoria de la Asamblea Constituyente[lvi] y el derecho de todas las naciones que pueblan Rusia a disponer de sí mismas[lvii].

Una segunda sesión, que comenzó en la noche del 26 de octubre, aprobaría el decreto sobre la tierra, incorporando los reclamos históricos de los campesinos y consagrando legalmente la revolución agraria en curso. Finalmente, formarían el primer gobierno revolucionario, el Consejo de Comisarios del Pueblo/PCCh, con carácter provisional, a ser confirmado por la Asamblea Constituyente que se elegirá en unas semanas. Por lo tanto, las demandas de los movimientos sociales en curso: de trabajadores (control obrero), soldados y marineros (paz y democratización de las fuerzas armadas), campesinos (distribución de todas las tierras, no anexiones) y naciones no rusas (derecho a la independencia) , se adoptaron y proclamaron solemnemente los cuatro vectores básicos del proceso histórico revolucionario de 1917.

No fue por otra razón que, al contrario de lo ocurrido en febrero, las adhesiones al nuevo gobierno se multiplicaron rápidamente, garantizando la “marcha triunfal de la revolución soviética” en toda Rusia.[lviii] y permitiendo a V. Lenin, refiriéndose al proceso, formular una frase lapidaria: “era más fácil que levantar una pluma”. Fue el triunfo de una revolución democrática radical e histórica. La realización de lo que había quedado como una frustración en 1905. La coronación de los horizontes se abrió en 1905.

Sin embargo, se formó un consenso sobre la revolución de Octubre, exaltándola o satanizándola, como la cuna del socialismo soviético, diferenciándola radicalmente de las revoluciones anteriores, y, en el mismo movimiento, enviando a esta última al olvido. Es precisamente este lugar común el que pretendemos cuestionar en la última parte de este artículo.

 

Las revoluciones de 1905 y 1917 (febrero/octubre): los eslabones olvidados

La revolución de 1905 a menudo se presenta como un “ensayo general” o, más apropiadamente, como una revolución fallida. El de febrero de 1917 aparece como “espontáneo”, ya que es tradición de los partidos políticos –y de la policía política– designar como “espontáneos” a todos los procesos no dirigidos explícitamente por organizaciones políticas visibles y registradas. La revolución de Octubre, celebrada o satanizada, es vista como una ruptura radical con el pasado, incluidas las dos que la precedieron, cuna de un nuevo régimen: el socialismo soviético.

Estas denominaciones ocultan –o se les escapan– algo esencial: el nexo democrático entre las tres primeras revoluciones rusas.

Los tres fueron testigos de grandiosas luchas por la democratización de la sociedad rusa. Democratización del poder político – contenido en la propuesta de derrocamiento de la Autocracia, abriendo la posibilidad de la autoorganización del pueblo y la elección por sufragio universal – directo y secreto – de una Asamblea Constituyente. Democratización de la propiedad de la tierra – hasta entonces monopolizada por unas decenas de miles de terratenientes, por el Estado y la Iglesia, ahora entregada, sin ningún tipo de compensación, a familias campesinas que se encargarían de distribuirla según las necesidades y posibilidades de trabajo de cada familia. Democratización de las fuerzas armadas – regidas por dispositivos autoritarios que negaban la dignidad humana. Democratización de la economía, cuestionando el despotismo empresarial y estructurando el control obrero sobre la producción. La autodeterminación de los pueblos, finalmente, reconociendo democráticamente el derecho de las naciones no rusas a apuntar –y decidir– sus destinos, separándose, en su caso, de Rusia.

A lo largo de estas revoluciones, este programa democrático fue esbozado y derrotado en 1905. Fue reinstalado como hipótesis en febrero de 1917. Maduró a lo largo de las luchas de este año, cuando Rusia se convertiría en la sociedad más libre del mundo, siendo testigo de un notable proceso de autodefensa. -determinación. -organización de los pueblos, en forma de soviets, comités, asambleas de todo tipo. Finalmente, el programa saldría victorioso, a través de la revolución de octubre de 1917, cuando lo aprobó el II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, lo que fue posteriormente confirmado por la elección de la Asamblea Constituyente, en noviembre de 1917, cuando los socialistas los partidos -la democracia/democracia- ganó por amplio margen -más del 85% de los votos- y, finalmente, por el II Congreso de comités rurales y soviets, en diciembre de 1917.

A pesar del carácter golpista de la insurrección de Octubre, ideada y decidida por los bolcheviques sin consultar a las organizaciones democráticas, los propios bolcheviques se vieron obligados a doblegarse ante la fuerza de los movimientos y organizaciones democráticas, lo que llevó al voto y aprobación de los congresos soviéticos a una radicalmente programa democrático, que, en algunos puntos esenciales, eran ajenos a sus convicciones, formulaciones y programas.

El triunfo del programa democrático entre octubre y diciembre de 1917, a pesar de las contradicciones y tendencias autoritarias, ya registradas -y denunciadas-, consagró la victoria de millones de mujeres y hombres, materializó una revolución democrática radical, histórica, de relevancia e impacto mundial.

Son estas amplias bases sociales las que permiten comprender el “avance triunfal de la revolución soviética” y que alcanzar la victoria era “más fácil que levantar una pluma”. Así terminó un ciclo democrático, oscurecido por la forma distorsionada en que se consideraron, a partir de entonces, las revoluciones rusas. Esta revolución se perdería y luego se perdió, ganada por una nueva revolución -una revolución dentro de la revolución- emprendida en los primeros meses del poder soviético.[lix] y se consolidó a lo largo de las guerras civiles (1918-1921) y el comunismo de guerra, que asoló Rusia. La hipótesis democrática aún exhalará un último –y épico– suspiro, en el contexto de la revolución de Kronstatd, en marzo de 1921,[lx] aplastado por la violencia. Se cerró entonces un segundo ciclo, el ciclo autoritario, cuna del socialismo soviético.

*Daniel Aarón Reis es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Federal Fluminense (UFF). Autor, entre otros libros, de La revolución que cambió el mundo – Rusia, 1917 (Compañía de Letras).

 

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Notas


[i] Sobre la importancia y las novedades introducidas por la metodología de la historia social, Cfr. RG Suny, 1994 y RG Suny y A. Adams 1990. 4 Cfr. Daniel Aarão Reis, 2017a

[ii] No incluyo la revolución desde arriba en los ciclos porque la veo como una reiteración, a gran escala, de los referentes y lineamientos moldeados en el contexto del comunismo de guerra (1919/1921) 6 E. Hobsbawn, 1982-1985; J. Reed, 2017; J. Stalin, 1950; LD Trotsky, 1978.

[iii] Cf. G. Buchanan, 1923; R. Browder y A. Kerensky, 1961; A. Kerensky, 1919 y 1927; P. Miliukov, 1978

(1ª edición, Sofía, 1921); M. Paleólogo, 1921-1923; R. Pipas, 1968 y 1995; L. Schapiro, 1965.

[iv] Cabe señalar que, también en marzo de 1921, se realizó el X Congreso del Partido Comunista (Bolcheviques) de Rusia, que aprobó un nuevo estatuto centralista y vertical, liquidando toda una tradición de debates internos que había marcado la historia de los bolcheviques. , principalmente en 1917.

[V] Cf. O.Anweiller, 1974; FX Coquin, 1985 y FX Coquin y CG Francelle, 1986; JF Fayet; HJ Strauss, 1973 y R. Wortman, 2013

[VI] Cf. FX Coquín, 1985

[Vii] Cf. FX Coquin y CG Francelle, 1986

[Viii] Cf. L. Trotsky, 1975 y 1978

[Ex]Cf. Volin, 1969 y O. Anweiller, 1974

[X] Cf. A. Pankratova y Sidorov, 1949

[Xi] Véase M. Ferro, 1989.

[Xii] Para la historia del liberalismo ruso, cf. V. Leontovitch, 1974 y WG Rosenberg, 1974. Los kadetes, que ya estaban articulados en la clandestinidad y en el exilio, emergieron a la legalidad en el curso de la revolución. En el ámbito de las élites sociales, otra corriente, los octubristas, más moderada, se formó tras el llamado Manifiesto de Octubre (1905), formulado por el zar, cuando prometía convocar una asamblea representativa, aunque sin definir exactamente sus competencias.

[Xiii] Cf. O.Anweiller, 1974; Geller, L. y Rovenskaia, N. 1926; Jrustalev-Nosar, 1907; L. Trotsky, 1975 18 Los soviets como poder alternativo surgirán también en Moscú, en el contexto del levantamiento de diciembre, y, en cierta medida, en otras ciudades provinciales.

[Xiv] Para los socialistas revolucionarios cf. Anweiller, 1974 y DW Treagold, 1951 y 1955. Para los anarquistas, cf. Volin, 1975. Respecto a los socialdemócratas, los mencheviques se destacaron en la formación del soviet de San Petersburgo, en 1905, cf. Anweiller, 1974. Los bolcheviques, si bien consideraban a los soviets como instrumentos positivos de lucha, no ocultaban, como a veces lo hacían los propios mencheviques, cierta desconfianza hacia las instituciones que podían presentarse como rivales de los partidos.

[Xv] Cf. R. Wortaman, 2013. Para la historia del Imperio Ruso, cf. H. Seton-Watson, 1967

[Xvi] Cf. R. Luxemburgo, 1979; JF Fayet, 2007

[Xvii] El Parlamento Imperial (Duma) seguiría vivo, pero a costa de una drástica limitación de sus márgenes de libertad. Podía ser disuelto en cualquier momento por el zar y no tenía control sobre el gobierno, designado por el zar. Sin embargo, los partidos políticos, incluidos los socialistas, serían legalizados, incluso si los diputados no gozaran de inmunidades parlamentarias.

[Xviii] Cf. N. Werth, 1999. La curva ascendente de huelgas en este período ya colocó a Rusia al borde de una profunda crisis política y social.

[Xix] Cf. A. Solzhenitsin, 1973

[Xx] Cf. SM Balabanov, 1927

[xxi] Tales obsequios fueron especialmente apreciados por la zarina y el zar, ya que Rasputín, con sus pases y rezos, conseguía superar a los médicos acreditados en el tratamiento de la hemofilia que atormentaba al único hijo varón de la pareja imperial.

[xxii] Se conoció una conferencia dada por Lenin a los socialistas suizos, en Zurich, en enero de 1917, cuando expresó su escepticismo sobre una solución revolucionaria a corto y mediano plazo. La revolución estalló menos de dos meses después…Cf. D. Aarão Reis, 2017b

[xxiii] En este artículo utilizaremos el calendario entonces vigente en Rusia, el llamado calendario juliano. Hubo una brecha de 13 días entre este y el calendario gregoriano, utilizado en Europa, sus colonias y en las Américas.

[xxiv]La Ciudad de St. Petersburgo cambió su nombre a Petrogrado, un cambio realizado en 1914 para consolar los sentimientos nacionalistas rusos.

[xxv] El 23 de febrero en el calendario juliano correspondía al 8 de marzo en el calendario gregoriano, Día Internacional de la Mujer.

[xxvi] Cf. D. Aarão Reis, 2017a; N. Faulkner, 2017, M. Ferro, 1997 y 2011. Para testimonios de época, cf. NN Sukhanov, 1962 б S. Alekseev (ed.), 1925 y AG Shliapnikov, 1925.

[xxvii] Para referencias cronológicas, cf. N. Avdeev, 1923 y FA Golder, 1927

[xxviii] Cf. N. Werth, 1999 y WH Chamberlin, 1965

[xxix] Cf. C.Ingerflom, 2010

[xxx] Cabe señalar que, para la elección de la Duma Imperial, a pesar de las desigualdades impuestas por el censo electoral, la creación de distritos obreros y campesinos, la llamada “curia”, permitió la expresión electoral de los partidos obreros y populares, como el partido socialdemócrata, el partido socialista revolucionario, entre otros.

[xxxi] Véase M. Ferro, 1967/1997.

[xxxii] El mejor estudio descriptivo de este proceso lo realiza O. Anweiler, ya mencionado.

[xxxiii] La formulación del concepto de doble poder (Gobierno Provisional X Soviet de Petrogrado), iniciado por L. Trotsky (L. Trotsky, 1978), e incorporado por buena parte de la historiografía, haría “invisible” la existencia efectiva de los múltiples poderes a los que me refería.

[xxxiv] Para la cuestión nacional, cf. RG Suny y L. Zakharova, D. Arel y J. Cadiot (eds.), 2010

[xxxv] Esta fue la posición de los octubristas y los liberales moderados. Cf. P. Miliukov, 1978

[xxxvi] El derecho de Polonia a la independencia se reconoció de inmediato, pero tuvo poco impacto práctico, ya que el territorio de la Polonia rusa fue ocupado por tropas alemanas.

[xxxvii] Para los mencheviques, cf. Z. Galili, 1989, I. Getzler, 1967 y LH Haimson, 1974; para los socialistas-revolucionarios, cf. J. Baynac, 1979, M. Hildermeier, 2000.

[xxxviii] Para los movimientos obreros cf. D. Koenker, 1981; D. Koenker y WG Rosenberg 1989; A. Rabinovitch, 1968 y 2004; AS Smith, 1983

[xxxix] Las organizaciones populares campesinas se autodenominaron diversamente y, en muchos casos, las asambleas tradicionales, existentes en el marco de la comunidad campesina, asumieron la dirección de las reivindicaciones y los movimientos sociales. Cf. TA Remézova, 1950

[SG] Para los movimientos campesinos, cf. N. Werth, 1999 e DJ Raleigh, 1986 e 2001. M. Gorky criticaria e lamentaria a violência desatada por camponeses e operários, caracterizando-a como “asiática”, como se os europeus não fossem capazes das piores violências cometidas na própria Europa e En todo el mundo. Cf. M. Gorki, 1922.

[xli] Para naciones no rusas, cf. nota 34

[xlii]M. Ferro destacó la importancia de este documento, cf. M. Ferro, 1967 49 Приказ/Prikaz significa en ruso: Orden de Servicio.

[xliii] Para datos económicos, cf. A. Nueve, 1990

[xliv] Dentro del Partido Socialista Revolucionario/SR, crecieron las críticas a la moderación de sus principales líderes. Así, se formaron corrientes que organizarían, en la práctica, otro partido, los SR de izquierda. Reivindicarían la tradición revolucionaria del siglo XIX, abandonada en la práctica por los eseristas moderados. Para la tradición revolucionaria del siglo XIX, cf. D. Aarão Reis, 2006; I. Berlín, 1988 y F.

venturi, 1972

[xlv] Desde la perspectiva de la mejor historia social, estas corrientes aparecen como expresiones de los movimientos sociales, mucho más que como sus creadores u organizadores. Para un trabajo clásico sobre este punto, cf. A. Rabinovitch, nota 38. Para los anarquistas, cf. P. Avrich, 1967, M. Brinton, 1975 y Volin, 1969; para los socialistas revolucionarios de izquierda, cf. OH Radkey's, 1958 y 1973.

[xlvi] En ruso, entre нижный и верхий. Estos últimos también fueron llamados буржуй, los burgueses.

[xlvii] Ver nota 20.

[xlviii] Tales protestas fueron superadas con el argumento de que era imprescindible incorporar todas las compañías y todos los soldados al movimiento soviético. Cf. O.Anweiler, 1974

[xlix] Fue entonces cuando, simultáneamente, se tomó el Palacio de Invierno, sede y centro del Gobierno Provisional, y se inauguró el Segundo Congreso de los Sóviets, que, inmediatamente, en su primera sesión, aprobó el traspaso de todo el poder a los Sóviets y la decreto de paz. En una segunda sesión, que se abrió en la noche del 26 de octubre y se prolongó hasta la madrugada del 27, se aprobó el decreto sobre la tierra y la constitución del nuevo gobierno revolucionario, el Consejo de Comisarios del Pueblo/PCCh.

[l] Entre otros trabajos, M. Lewin, 1995 y 2007; A. Rabinovitch, 1968 y 2004 y R. Suny, 1972 y 1994.

[li] Cf. R. Pipes, 1995 y L. Shapiro, 1965

[lii] Cf. las obras de A. Rabinovitch, 1968 y 2004 y Marc Ferro, 1967/1997 y 2001

[liii] Cf. las actas de las reuniones del Comité Central del Partido Bolchevique, del 10 y 16 de octubre de 1917, cuando se adoptó la decisión de poner la insurrección como tarea inmediata.

[liv] Para las actas de las reuniones del CC del Partido Bolchevique del 10 y 16 de octubre de 1917, cf. Lenin, V.. Obras completas, vol. 26, págs. 192-193 y 195-197, respectivamente.

[lv] Cf. K. Ryabinski, 1926

[lvi] Es importante señalar que el nuevo gobierno revolucionario asumió el título de “provisional”, remitiendo todas sus decisiones a la Asamblea Constituyente, ya convocada para el próximo 12 de noviembre. Cf. Oh, Radkey, 1950

[lvii]En el decreto de paz se enfatizaría una vez más el derecho de los pueblos a la libre determinación. 66 Para el Segundo Congreso de los Soviets, cf. V. Lenin, OC, vol. 26, pp 265-269 y más A. Rabinovitch, 2004, además de testimonios de la época, como el clásico de J. Reed, 2017. En todos los decretos revolucionarios se hace constar la mención de su carácter “provisional”, en espera de aprobación .confirmación por la Asamblea Constituyente.

[lviii] Cf. A. Rabinovitch, 2004 y E. Mawdsley, 1987. 68 Véase O. Radkey, 1950.

[lix] Cf. EN Liubimov, 1930 y A. Rabinovitch, 2007

[lx] Véase P. Avrich, 1967.

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