por RICARDO FESTÍ*
Introducción al libro recién publicado
Brasil es un gran país de sociología, advierte un sociólogo francés en la introducción a su libro sobre la historia de la disciplina en tierras tropicales.[i] Aquí se produjeron importantes interpretaciones de la realidad social, que alimentaron discusiones intelectuales y políticas, siendo el país campo de acción e investigación de célebres autores de las ciencias sociales, especialmente los franceses y los norteamericanos, quienes en sus pasajes colaboraron para la institucionalización de la disciplina y para la formación de nuevas generaciones.
Vale la pena complementar que una de las tradiciones de la sociología brasileña es el hábito de la autointerpretación, o sea, de realizar una especie de análisis colectivo de su pasado, repasando, innumerables veces, los grandes enfrentamientos por la formación de la nación, en un intento por comprender nuestro presente complejo con la mirada puesta en el futuro. Este ciclo continuo de autorreflexión sobre nosotros mismos y nuestras producciones intelectuales, alimentado por una extraña sensación de que nuestra historia se repite en la farsa y la tragedia, ha generado producciones muy ricas en el campo de la historia de la sociología o del pensamiento social.
Sin embargo, aunque esa obstinación hacia nosotros mismos es un sello genético de las ciencias sociales brasileñas, no todos los períodos, escuelas y autores fueron estudiados, debatidos o criticados con la misma vehemencia que algunos temas canonizados. Además, ciertos grupos de intelectuales y ciertos períodos históricos terminaron siendo exhaustivamente interpretados y revisados, a menudo desde perspectivas similares, sin explorar otros caminos o relaciones posibles. En ese sentido, a pesar de la enorme cantidad de producción y reflexión sobre la sociología brasileña, poco se ha pensado sobre la creación, desarrollo y enfrentamientos de la sociología del trabajo en nuestro país. Un desfase importante frente a nuestra tradición, principalmente por el hecho de que también somos un gran país en la sociología del trabajo.
En este libro, resultado de mi tesis doctoral, propongo un camino diferente para la interpretación de uno de los períodos más importantes de la sociología brasileña. Busco volver a las grandes reflexiones y desencuentros sobre la formación de Brasil en la perspectiva del mundo de la industria y del trabajo, entendiendo que ese fue uno de los objetos centrales de nuestra disciplina a lo largo de las décadas de 1950 y 1960. Tema, que lo analizó como Sugiero, se explica por el grado de especialización y, en consecuencia, de fragmentación que tomaron las ciencias sociales.
En general, los sociólogos del trabajo no se ocupan de cuestiones tradicionalmente asociadas al campo del pensamiento social brasileño. Por otro lado, quienes estudian este campo acaban privilegiando otras temáticas, como por ejemplo, los estudios sobre la cuestión racial o las reflexiones sobre la desintegración de la sociedad tradicional, marginando a quienes se involucran en el mundo del trabajo, vistos como objetos secundarios de intelectuales de la época. Al proponer esta paralaje, es decir, revisitar el mismo objeto tantas veces estudiado –en este caso, la llamada “escuela de sociología de São Paulo”–, desde un ángulo diferente, creo que puedo contribuir a una nueva perspectiva de interpretación de este momento histórico de la sociología brasileña, en particular de la sociología del trabajo.
Sin embargo, no pretendo hacer una historia de esta disciplina, pues tal tarea sería demasiado pretenciosa para los límites de un libro o de una investigación personal. Busco ofrecer una contribución sobre la consolidación de una tradición sociológica, que se inició con los estudios y trabajos sobre el mundo de la industria y el trabajo producidos por la generación de sociólogos de la Universidad de São Paulo, durante las décadas de 1950 y 1960.
Al tomarlos como objeto, fui llevado a estudiar los caminos cruzados entre brasileños y franceses en el curso de este empeño, descubriendo que existía, entre ellos, incluso antes de sus primeros encuentros, a fines de la década de 1950, una afinidad electiva en cuanto a la intelectualidad. instigaciones que contribuyeron a consolidar un fructífero intercambio de ideas entre estos países. Si bien los dos grupos estaban separados por un océano y por realidades socioeconómicas muy diferentes, sus obras expresaban la cosmovisión de la modernización capitalista.[ii]
El proyecto de modernización formulado y perseguido en las tres décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial terminó convirtiéndose en una utopía que alimentó el compromiso de toda una generación de políticos e intelectuales. En su forma más abstracta y simple, modernizar la sociedad suponía llevarla a un estadio superior al anterior a través del progreso económico y social, consolidando, si cabe, la democracia liberal. Su eficacia dependía del compromiso de diferentes sujetos, no sólo en el campo de la política, representada por sus movimientos sociales y por los aparatos de poder, sino en el cumplimiento de sus funciones dentro de la compleja división del trabajo.
La base de sustentación de este proyecto estuvo, por tanto, en el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, en la consolidación y hegemonización de lo que se entendía como el modelo de producción más eficaz, el taylorismo-fordismo. Como resultado, las implicaciones de las transformaciones tecnológicas y organizacionales en el trabajo y la sociedad fueron el primer gran tema abordado por la sociología de la modernización – la génesis temática para la creación y desarrollo de la sociología industrial y, posteriormente, la sociología del trabajo.
Lo que se consideraban las razones de resistencia a la modernización de la sociedad también fue objeto de investigación y reflexión. Abordar la desintegración de lo tradicional, así como la supervivencia de lo arcaico en lo moderno, fue una de las perspectivas analíticas de las sociologías francesa y brasileña en las décadas de 1950 y 1960. En este contexto, el surgimiento de América Latina como una nueva región de La industrialización y la urbanización aceleradas, con sus notables singularidades, plantearon nuevos desafíos para pensar la modernización y el papel de los sujetos políticos en este proceso.
En la sociología del trabajo francesa, analicé el grupo de académicos que se formó en torno a Georges Friedmann. Apodado el “padre” de la sociología del trabajo, el francés fue uno de los responsables de la reorganización de la sociología en el período de reconstrucción de Francia tras su liberación de la ocupación nazi. En este proceso, se crearon nuevas instituciones de enseñanza e investigación, rompiendo con las estructuras universitarias tradicionales y conservadoras, permitiendo mayor autonomía y flexibilidad a los investigadores. El trabajo realizado en el Centre d'Études Sociologiques, la creacion de VIe Section de l'École Pratique des Hautes Études, que albergaba la Laboratorio de Sociología Industrialy, por último, los estudios de la Instituto de Ciencias Sociales del Trabajo. Estas y otras instituciones permitieron el desarrollo de las carreras de jóvenes académicos que marcaron la sociología del trabajo, como fue el caso de Alain Touraine, personaje central de este libro, Jean-Daniel Reynaud y Michel Crozier.
En el caso de Brasil, analicé lo que denominé sociología del trabajo de la USP, en la que incluí a todos los sociólogos de la Universidad de São Paulo que se enfocaron en estudios e investigaciones sobre el mundo del trabajo y la industria a lo largo de las décadas de 1950 y 1960. Con esto clasificación más amplia, logré reunir, en este nuevo dominio, académicos muy distinguidos y de cátedras muy diferentes, como fueron los casos de Wagner Vieira da Cunha, Juarez Brandão Lopes, Azis Simão y Fernando Henrique Cardoso, entre otros.
También analicé el papel político e intelectual de otros tres personajes que fueron fundamentales para institucionalizar la sociología del trabajo: Florestan Fernandes, Fernando de Azevedo y Anísio Teixeira. De este grupo heterogéneo, los que pertenecieron a la Cátedra de Sociología I, dirigida por Fernandes, terminaron logrando mayor proyección con su trabajo por el hecho de tener un mayor control sobre los medios de legitimación de la ciencia y por haber creado el Centro de Desarrollo Industrial. y Sociología del Trabajo.
Sin embargo, quizás el aspecto más importante e innovador de este libro fue demostrar, a partir de los descubrimientos realizados en las investigaciones que realicé durante mi doctorado en archivos en Francia y Brasil, los caminos cruzados de la sociología francesa y brasileña durante las décadas de 1950 y 1960. , y cuánto este encuentro creó una relación política, personal e intelectual que dio lugar a diálogos teóricos y articulaciones académicas que reforzaron una vieja relación franco-brasileña y, sobre todo, contribuyeron a conformar una tradición de sociología del trabajo.
Para reconstituir esta red de relaciones, fue fundamental la búsqueda de un análisis totalizador, que incluyó el desarrollo de la nueva disciplina sociología del trabajo como proyecto impulsado, apoyado y financiado por numerosas organizaciones internacionales -como las Naciones Unidas, la Unesco y la Organización de los Estados americanos-, organismos nacionales -como los ministerios de educación o las comisiones de productividad laboral- y fundaciones filantrópicas -como fue el caso de Rockefeller y Ford. En este proceso de reorganización de las ciencias sociales se conformó una comunidad académica internacional, liderada por la Asociación Internacional de Sociología y sus congresos, boletines y revistas. En este contexto surgió un nuevo campo de circulación de personas e ideas, que permitió la realización de investigaciones y análisis comparativos entre países y regiones.
La escritura de este libro buscó seguir dos movimientos: el de los sujetos y el de las ideas, que caminaban en paralelo, pero no siempre siguiendo los mismos tiempos. El primer movimiento, el de los protagonistas, que inspiró el orden de exposición del texto, priorizó el desarrollo institucional de la sociología del trabajo en Francia y Brasil, destacando sus relaciones y diálogos. Desde esta perspectiva, traté de seguir los caminos de figuras importantes en este empeño, como Georges Friedmann, Alain Touraine, Florestan Fernandes y Fernando Henrique Cardoso.
Por lo tanto, traté de equilibrar el énfasis dado a las instituciones, en sus debidos contextos socioeconómicos, pero sin olvidar que estas no se consolidarían sin el accionar de los sujetos. Estos cobraron protagonismo en la reflexión del relato, no sólo por una opción metodológica y analítica, que prioriza las estructuras frente a los sujetos, sino, sobre todo, porque en la historia la contingencia, el azar, lo imprevisible, que en innumerables ocasiones alcanzado la vida de estos individuos es crucial.
El segundo movimiento, el de las ideas, buscó comprender los análisis teóricos y las categorías y conceptos producidos por los autores estudiados desde su movimiento interno, pero sin alejarlos de sus fundamentos sociales y de los caminos de los autores. Las ideas, tal como las entendemos, no son desarrollos automáticos a partir de una base concreta. A menudo adquieren, en su movimiento reflexivo, una autonomía relativa al autor y al mundo. En última instancia, sin embargo, siempre reflejará la cosmovisión de una generación o un grupo de intelectuales. Por lo tanto, analizar los caminos de los protagonistas y sus ideas, destacando y confrontando los diferentes espacios y tiempos de su creación y desarrollo, me permitió comprender mejor el estilo de investigación y la tradición de la sociología del trabajo surgida en las décadas de 1950 y 1960.
Este libro contiene varias limitaciones teóricas e investigativas, tanto por el objeto abordado, como por las restricciones propias de una investigación doctoral. Entre tantos, considero importante destacar dos. El primero es el hecho de que no ha elaborado un balance crítico sobre la cuestión del género y el trabajo de la mujer en la sociología francesa y brasileña durante el período estudiado. Puede justificarse que estas no fueron preocupaciones latentes en las investigaciones y reflexiones de los grupos abordados, ya que los estudios sobre la cuestión femenina en el mundo del trabajo recién cobraron fuerza a partir de mediados de la década de 1960.
Sin embargo, esto no justifica el hecho de que la investigación que dio origen a este libro no haya ensayado, aun así, una reflexión sobre la ausencia de estos temas. La segunda limitación, como ya señalé en una nota al pie, radica en no haber desarrollado una definición más precisa de los conceptos de modernidad y modernización. Sin embargo, creo que la reflexión sobre ellos apareció disuelta a lo largo de todo el texto, habiendo sido abordados desde varios autores de la sociología francesa y de la sociología brasileña y sus proyectos políticos y académicos. Aún así, reconozco la necesidad de profundizar en estos y otros temas en estudios posteriores.
Los fundamentos de un análisis ontológico
Los fundamentos sociales de un pensamiento, especialmente aquellos capaces de hegemonizar un determinado dominio intelectual sobre un determinado período histórico, deben encontrarse en las causas sociales de su ser-propiamente-semejante.[iii] En este sentido, para comprender las razones por las cuales un estilo de sociología tuvo gran influencia o incluso hegemonía en el período abordado en este libro, es fundamental un análisis histórico de sus corrientes y grupos, teniendo en cuenta tanto su desarrollo institucional como individual. contribuciones.
Según Goldmann, “el pensamiento es sólo un aspecto parcial de una realidad abstracta: el hombre vivo y completo; y éste, a su vez, es sólo un elemento del grupo social como un todo. Una idea, una obra, adquiere su verdadero sentido sólo cuando se integra en el conjunto de una vida y de un comportamiento. Además, suele ocurrir que el comportamiento que permite comprender la obra no es el del autor, sino el de un grupo social (al que puede no pertenecer) y, sobre todo, cuando se trata de obras importantes, de una clase social”.[iv],[V]
En la complejidad y multiplicidad de las relaciones humanas, a las que se vinculan los individuos, a menudo se crea una ruptura entre su vida cotidiana, su pensamiento conceptual y su imaginación creadora. Es por ello que, en un plano más sencillo, una obra es prácticamente ininteligible si buscamos comprenderla y analizarla únicamente a través de la personalidad de su autor. La intención y significado subjetivo que un individuo pueda tener sobre su obra no siempre es igual a su significado objetivo. En otro nivel, cuando se trata de la historia de las ideas, la forma en que se reproducen no siempre se corresponde con las intenciones y objetivos de quienes las crearon, precisamente porque, cuando se convierten en conceptos, están sujetas al proceso. de autonomización y reproducción, incluso como ideología.
Lucien Goldmann, al analizar distintas obras filosóficas y literarias, producidas en un determinado período, descubrió que en su mayor parte los elementos esenciales que componen la estructura esquemática de estos escritos eran análogos, a pesar de sus diferencias, lo que le llevó a concluir que existe una realidad que no es puramente individual y que se expresa a través de las obras. Para captar esta realidad, el autor formó un instrumento de trabajo conceptual que consideró indispensable para comprender las expresiones inmediatas del pensamiento de los individuos, la noción de cosmovisión.[VI] Es esta noción la que me permite trabajar con autores de sociología que tenían objetos de investigación similares, pero no siempre las mismas conclusiones, de dos países diferentes, Brasil y Francia. Aunque tenían diferentes perspectivas teóricas, había preguntas esenciales que impregnaban todos sus trabajos.
Una cosmovisión es precisamente el conjunto de aspiraciones, sentimientos e ideales capaces de unir a los miembros de un determinado grupo o clase social y colocarlos en oposición a otros grupos. Los elementos que los unifican no son necesariamente los mismos que los hacen una clase en sí mismos, pero pueden ser los que los hacen una clase en sí mismos. En esta colectividad, los individuos excepcionales suelen ser los que mejor expresan la conciencia colectiva, es decir, la cosmovisión de ese grupo. Por eso, toda gran obra literaria o artística es expresión de una visión del mundo, fenómeno de la conciencia colectiva que alcanza su máxima claridad conceptual o sensible en la conciencia del pensador o del poeta.
Las sociologías del trabajo francesa y brasileña, desarrolladas a lo largo de las décadas de 1950 y 1960, fueron la expresión de una perspectiva en la que la modernización de la sociedad capitalista era el fin tangible. Es por eso que los propios autores se vieron a sí mismos y a su disciplina como parte de un proyecto político para el desarrollo de la sociedad, en palabras de Alain Touraine, una sociología socialdemócrata.
Evidentemente, no podemos limitarnos a estudiar sólo las “visiones de mundo”, sino también, y sobre todo, sus expresiones concretas, es decir, sus bases materiales. Es habitual en los estudios de historia de la ciencia o de filosofía analizar la exégesis de obras o, cuando se trata de un grupo, el análisis comparativo de categorías y conceptos.
El método que utilicé en este estudio fue el de la investigación genética, es decir, comprender las relaciones en sus formas fenoménicas iniciales y verificar, a partir de ellas, cómo pueden volverse cada vez más complejas y mediatizadas. Comprender los fenómenos en su sentido genético es abordarlos desde un punto de vista ontológico, investigando las pato preocupada por entender su ver y encontrar los diferentes grados y las diferentes conexiones dentro de él. El complejo debe ser estudiado como complejo, para luego llegar a sus elementos y procesos elementales. Por tanto, no basta con aislar ciertos elementos de la realidad concreta y construir explicaciones sociológicas a partir de ellos, ya que todos los complejos parciales sólo son comprensibles como partes de una totalidad.
En este sentido, traté de realizar un análisis ontológico de los principales autores de las sociologías del trabajo francesas y brasileñas, lo que significa una confrontación entre sus teorías (y categorías) y la realidad social misma. Según György Lukács, “los fundamentos sociales del pensamiento respectivo de cada época, incluido el problema de las formas privilegiadas de objetividad, los métodos predominantes, etc., sólo excepcionalmente fueron investigados críticamente, sobre todo en tiempos de crisis aguda, durante los cuales la tarea principal parecía ser la refutación eficaz del adversario, en general la potencia del pensamiento del pasado, insuficiente en la nueva realidad, pero no el descubrimiento de las causas sociales de su ser-propiamente-así”.[Vii]
Por lo tanto, busqué los fundamentos sociales de estos intelectuales o grupos de intelectuales a través del desvelamiento de las causas sociales de su ser-propiamente-así. Desde esta perspectiva, los acontecimientos históricos, ya sean de magnitud universal o de impacto local, inevitablemente tendrán consecuencias para el pensamiento social. El análisis comparativo de las producciones intelectuales y realidades sociales de Brasil y Francia, insertas bajo el mismo orden social global, el modo de producción capitalista, me permitió una mejor disección de los problemas enumerados y la construcción de una explicación sobre el estilo de sociología de la obra producida durante este período.
*Ricardo Festi Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Brasilia (UnB).
referencia
Ricardo Festi. Los orígenes de la sociología del trabajo: caminos cruzados entre Brasil y Francia. São Paulo, Boitempo, 2023, 352 páginas (https://amzn.to/3YABgRP).
Notas
[i] Christophe Brochier, El nacimiento de la sociología en Brasil (Rennes, Press Universitaires de Rennes, 2016).
[ii] No será posible desarrollar y problematizar, como quisiera, el concepto de modernización. Polisémico, amplio y controvertido, a menudo sirvió para caracterizar todos y cada uno de los procesos de desarrollo social y económico, sin distinción entre sus objetivos, contenidos y formas predominantes de relaciones sociales. Valdría la pena arriesgarse a definir, a modo de ilustración, tres tipos diferentes de procesos de modernización presentes en las décadas de 1950 y 1960. El primero fue el que abordaremos a lo largo de este libro, la modernización en una sociedad capitalista, es decir, gestionada por la lógica de valor y acumulación de capital. En el período específicamente estudiado, esta modernización
[iii] G. Lukács, Por una ontología del ser social, T. 1 (São Paulo, Boitempo, 2012), pág. 29
[iv] Lucien Goldman, Le Dieu cache: étude sur la vision tragique dans les Pensées de Pascal et dans le théatre de Racine (París, Gallimard, 1997), pág. 16-7.
[V] Debido a la gran cantidad de citas extraídas de obras en francés y al excesivo número de notas al pie a lo largo de este libro, opté por no reproducir los extractos en el idioma original, conservando solo las traducciones realizadas por mí, consciente de los problemas metodológicos que esta decisión implica. . De esta manera salvé al lector de situaciones en las que las notas ocupaban más espacio que el cuerpo del texto.
[VI] Lucien Goldman, caché de Le Dieu, cit.
[Vii] G. Lukács, Por una ontología del ser social, T. 1, cit., pág. 29
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