Las necesidades concretas de la clase trabajadora

Imagen: Jeffry Surianto
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por JORGE LUIZ SOUTO MAYOR*

Es inconcebible que los Centrales se hayan unido para defender las instituciones, especialmente el STF, que se ha ofrecido al mercado para ser protagonista de la destrucción de la Constitución Federal.

En dos días (13 y 14 de octubre), algunos sindicatos, no exactamente iguales, publicaron dos notas: una, en defensa de un ministro del STF (ver aquí), contra los ataques que viene sufriendo por parte de “milicias digitales”, como dice la nota; y otro (ver aquí), en defensa del propio STF (ver aquí), contra las iniciativas que se tramitan en la Cámara de Diputados para: (a) amnistía a los golpistas del 08 de enero de 2023; (b) limitar las decisiones monocráticas de los ministros de la Corte Suprema; (c) permitir la suspensión de decisiones del STF por parte del Congreso Nacional; y (d) facilitar la destitución de los ministros del STF.

Las iniciativas que se tramitan en el Congreso constituyen, ciertamente, por el solo hecho de existir, graves ataques al orden jurídico y al Estado Democrático de Derecho.

La cuestión es que las propias instituciones democráticas, incluido y, sobre todo, el propio STF, vienen, con el discurso ideológico de corte neoliberal, a priorizar el interés económico, notablemente el internacional, y, con ello, eliminar a la clase trabajadora del la red de protección social estatal.

Recuerde que, en materia de derechos de los trabajadores, nuestro contexto histórico reciente fue la aprobación de la “reforma” laboral, que, entre otros efectos: dificultó la actuación de los sindicatos; creó mecanismos para aumentar la duración de la jornada laboral; facilitó el despido colectivo de trabajadores y trabajadoras; ampliación de la subcontratación; creó trabajo intermitente; buscó impedir el acceso al Tribunal del Trabajo, etc., y varios de estos reveses legales fueron validados por el STF, en particular, la ampliación de la subcontratación y la validación de lo negociado en la legislación.

Posteriormente, vivimos los horrores de la pandemia y las iniciativas gubernamentales de la época que tuvieron como objetivo proteger los intereses económicos mediante la profundización de las formas de explotación laboral y, en consecuencia, el sufrimiento de los trabajadores, generando incluso miles de vidas perdidas.

Las Medidas Provisionales dictadas por el gobierno preveían una ampliación de la jornada laboral, cuando lo ideal sería exactamente lo contrario, e incluso la suspensión de las actividades estatales para controlar la aplicación de las normas de seguridad y salud en el trabajo.

Todo esto se hizo, nuevamente, con el apoyo del Tribunal Supremo Federal, que, incluso ante el genocidio cometido contra la clase obrera, no reaccionó, excepto cuando fue instado formalmente y en situaciones extremas, como la presentada en la decisión dictada en la ADI 6342, que terminó por suspender la vigencia del artículo 29 de la Medida Provisional 927/2020, que absurdamente disponía que: “Los casos de contaminación por coronavirus (Covid-19) no se considerarán ocupacionales, salvo prueba del nexo causal”.

La “reforma” laboral, contraria a la Constitución Federal, con el apoyo del STF (e incluso del Tribunal del Trabajo) continuó aplicándose y profundizándose durante la pandemia, sin ningún rechazo por parte de las instituciones.

Más recientemente, el STF, después de denunciar, durante debates sobre casos específicos, numerosas violaciones explícitas a los derechos laborales, a los sindicatos, al Tribunal del Trabajo y al Ministerio Público del Trabajo, inició una nueva escalada de retractación de los derechos laborales, ya sea reduciendo la autoridad y competencia del Tribunal del Trabajo, ya sea cambiando el supuesto teórico básico del Derecho del Trabajo, para superponer los principios de protección, la primacía de la realidad y la mejora progresiva de la condición social de los trabajadores, tales “principios” de libre empresa y libertad de competencia. , que no están previstos en ningún precepto constitucional, para privilegiar intereses empresariales.

Y por eso ha actuado sin ningún apoyo de la Constitución Federal, afrentando así el Estado democrático de derecho.

Por si fuera poco, el 30 de septiembre, el Consejo Nacional de Justicia (CNJ), superando todas las limitaciones del Estado Democrático de Derecho constitucionalmente consagrado, emitió la Resolución 586, que establece un procedimiento judicial encaminado a ratificar acuerdos extrajudiciales en el Poder Judicial. de la obra, para validar la cláusula de “acuerdo amplio, general e irrevocable” contenida en estos ajustes, para, según el autor de la idea, Luís Roberto Barroso, solucionar el “problema” del elevado número de mano de obra quejas en Brasil, que dificultan los negocios y disuaden la inversión.

Los Centrales no repudiaron la iniciativa del Consejo Nacional de Justicia; no denunciaron el rompimiento de la institucionalidad y los atropellos promovidos por el STF a los derechos laborales garantizados constitucionalmente; no se rebelaron contra el silencio del STF y otras instituciones democráticas ante la necropolítica adoptada por el gobierno de Jair Bolsonaro; no se movilizaron con toda la fuerza que pudieron contra la aprobación de la “reforma” laboral y, aún ahora, no exigen al gobierno Lula la derogación inmediata y total de la Ley núm. 13.467/17, y, por el contrario, se han mostrado partidarios de una iniciativa gubernamental para legitimar la precariedad del trabajo, empezando por los repartidores.

En este contexto histórico, por más acertados que sean los argumentos contra las iniciativas presentadas en el Congreso Nacional, antes mencionadas, es inconcebible que las Centrales se hayan unido para defender las instituciones, especialmente el STF, que, como se vio, desde el discurso de El ministro Marco Aurélio, en 2016, se ofreció al mercado para ser protagonista de la destrucción de la Constitución federal y del orden democrático en todo lo que afecta directamente a la clase trabajadora.

Además, si la separación y la relación armoniosa e independiente entre los poderes de la República son esenciales para la democracia, las organizaciones sociales tienen igual importancia, para que las agendas de la clase trabajadora en general puedan llevarse adelante. Las organizaciones sindicales, en concreto, como elemento fundamental de la democracia, cumplen el papel de promover la defensa de los trabajadores, particularmente porque no podemos hablar de un “Estado democrático, diseñado para garantizar el ejercicio de los derechos sociales e individuales, la libertad, la seguridad, así -El ser, el desarrollo, la igualdad y la justicia como valores supremos de una sociedad fraterna, pluralista y libre de prejuicios”, tal como lo proyecta la Constitución Federal, sin la vigencia de los derechos laborales y sociales.

Lo que era de esperar –y aún se espera– es que promuevan la autocrítica, en particular respecto de los vínculos mantenidos con los objetivos restringidos y meramente electorales de un partido político que no tiene un proyecto de país vinculado a la primacía del inmediato y los intereses futuros de la clase trabajadora del país, para expresar, en voz alta, su indignación contra las acciones del STF (y sus Ministros) en materia laboral y para llamar a la clase trabajadora a tomar acciones políticas colectivas y organizadas, de manera definitiva y concreta. , luchar contra todos estos ataques sufridos recientemente y por la reversión de todas las derrotas vividas.

Es urgente reflexionar sobre lo que representa políticamente ese apoyo explícito dado por las Centrales a instituciones y personajes que, desconociendo los preceptos constitucionales y el orden democrático.

Esta asociación no sólo fortalece y “legitima” el movimiento para destruir la red de protección legal laboral, sino que también aleja aún más a la clase trabajadora de las organizaciones sindicales, ya que, parafraseando a Vladimir Saflate (https://noticias.uol.com.br/eleicoes/2024/10/13/entrevista-vladimir-safatle-eleicoes-esquerda.htm), parecen no tener nada que decir a los trabajadores y trabajadoras.

Sin que la reanudación de utopías en torno a otra sociabilidad efectivamente inclusiva e igualitaria esté en la agenda de la izquierda y de los movimientos sociales y sindicales como prioridad y sin promover movilizaciones y luchas efectivas contra la degradación social y por mejores condiciones de vida y de trabajo, superando las fragmentaciones de clases y la violencia racial y de género creada y alimentada por el capital, los trabajadores, presionados por la necesidad de luchar solos (y unos contra otros) por la supervivencia, terminan por no identificarse con las acciones y discursos promovidos por las organizaciones sindicales y las llamadas organizaciones de izquierda. gobiernos que, en esencia, sólo gestionan los intereses del capital.

Ante la ausencia de un movimiento político y organizativo que explique sus convicciones y acciones prácticas en torno a la defensa radical de los intereses de la clase trabajadora o, peor aún, ante la demostración explícita de que entidades históricamente ligadas a las luchas obreras se están asociando con los verdugos. de los derechos laborales (que es lo que revelan las notas en cuestión), los trabajadores se convierten en presa fácil de la retórica del emprendimiento, que, asumiendo el discurso de la radicalidad y la denuncia de las falsas promesas hechas por un Estado burocratizado y todavía marcado por el fisiologismo, favoritismo y amiguismo, prometen inclusión, libertad y autonomía financiera.

Este contexto es el que ha facilitado, como se desprende del resultado general de las últimas elecciones municipales y en la propia realidad de las relaciones sociales, el camino hacia el conservadurismo, el fascismo, la intolerancia, la violencia social y el odio.

Y cuando el Presidente Lula, consciente de esta forma de cooptación electoral llevada a cabo por la retórica conservadora, asume el llamado al emprendimiento (https://iclnoticias.com.br/lula-fala-em-trabalho-menos-carteira-assinada/), intentando, tal vez, conseguir más votos para su partido, lo único que consigue es convertir la izquierda, al menos la representada por el lulismo, en un movimiento absolutamente idéntico a la derecha e incluso a la ultraderecha.

El hecho es que la falta de un compromiso efectivo y radical con las necesidades concretas de la clase trabajadora está provocando el ascenso del fascismo, incluso si, en este contexto, el vacío se llena con discursos que defienden la “democracia”.

*Jorge Luis Souto Maior. es profesor de derecho laboral en la Facultad de Derecho de la USP. Autor, entre otros libros, de Daño moral en las relaciones laborales (editores de estudio) [https://amzn.to/3LLdUnz]


la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!