por Eliziário Andrade*
El capital eligió a Bolsonaro como el mejor instrumento para representarlo y llevar hasta las últimas consecuencias sus imperativos e intereses destructivos.
Durante los últimos 30 días, los principales medios de comunicación nacionales e internacionales, los partidos de derecha y de extrema derecha han estado trabajando arduamente para construir una explicación falsa y simplista de la causa de la caída generalizada de los mercados bursátiles. Sin perder tiempo, intervienen los “expertos” de turno y los ideólogos del neoliberalismo, tratando de tapar el sol con un colador, para ocultar a la población lo que se esconde detrás de esta realidad.
Hay que revelar que el actual escenario de crisis económica no tiene causas fortuitas, accidentales, generadas por una epidemia viral o incluso como resultado de la guerra comercial entre EE.UU. y China, o la guerra de precios del petróleo en el mercado mundial. Por el contrario, todos estos hechos son consecuencias, resultantes de una crisis estructural, sistémica, que varía en su intensidad, profundidad y extensión de diferente manera en cada período. Y eso demuestra la incapacidad de la economía capitalista mundial para forjar períodos más largos de estabilización y expansión basados en procesos reales de reproducción material y social, hoy hegemonizados por la fracción del capital financiero.
Los errores de la crisis de la economía mundial capitalista que se arrastra desde 2007, cuando la crisis de subprime, comenzó la reducción de los productos industriales, la especulación generalizada de los precios en el mercado financiero (acciones, títulos de deuda pública y privada) – no fueron ni pudieron ser superados. Las medidas tomadas para enfrentar los problemas económicos a partir de ese año no tuvieron el objetivo de erradicar las causas de esta crisis, pues expresaba la contradicción muy insoluble del capital, los gobiernos y las clases dominantes que encarnan sus intereses.
A través de la acción estatal, los gobiernos han inyectado gigantescas fortunas de fondos públicos al sistema financiero en su conjunto. Al mismo tiempo, redujeron drásticamente la capacidad del Estado para promover políticas públicas y sociales para la mayoría de la población. Además, desmantelaron todo el sistema de protección social creado después de la Segunda Guerra Mundial y desregularon de una vez por todas las relaciones de trabajo social institucionalizadas en el mismo período.
A partir de ese momento, como señaló Marx, el capital lucha cada vez más contra sí mismo y la imposibilidad de contener sus crisis por períodos más prolongados. Luego de enfrentar la crisis de principios de este siglo, los propagandistas del sistema difundieron la idea de que las crisis bancaria y bursátil habían sido contenidas y superadas. Por ello, los gobiernos neoliberales aseguraron toda la libertad al gran capital para realizar las más diversas formas de especulación, expropiación y expoliación del trabajo. Se crearon las condiciones económicas y legales para toda forma de especulación en el ámbito productivo y financiero, aumentando así el endeudamiento masivo de las grandes, medianas y pequeñas empresas. Igualmente, involucra a todos los trabajadores, consumidores en general por un endeudamiento creciente, la mayoría de los cuales son impagables.
Cuando estalló la crisis actual, sus indicadores ya venían manifestándose desde 2018-2019, con el debilitamiento de la producción mundial en Europa, EE.UU., China, Japón, India y Rusia. Varios sectores industriales que alcanzaron tasas crecientes después de 2008, como automóviles, máquinas y herramientas, nuevamente se estancaron y redujeron su productividad. Pero, a pesar del estancamiento productivo, el ámbito financiero y especulativo continuó su expansión. Así, el capital, a través de los medios ficticios de transacción, comenzó a buscar salidas a la baja rentabilidad en el ámbito productivo, aumentando sus apuestas en el mercado mundial. Al mismo tiempo, gobiernos de centroizquierda, social liberal, derecha y extrema derecha intervienen para bajar salarios y recortar derechos, aprobando leyes que aseguran políticas de austeridad.
En este contexto de saturación de la economía mundial, de agudización de las contradicciones de la economía capitalista y de intensificación de los conflictos interimperialistas, ya estaban dadas las condiciones para la crisis. Es en este ambiente coyuntural que el coronavirus emerge como detonante que hace estallar lo que ya estaba en marcha, madurado para manifestarse en forma de crisis financiera, aunque su principal causa radica en las contradicciones sociales de la producción capitalista. Por tanto, es sobre esta realidad que el coronavirus -como hecho extraeconómico- actúa e impacta en la cadena productiva mundial, ralentizando y, en algunos casos, paralizando sus actividades; creando así un terreno fértil para la recesión económica a escala mundial. Ahí es donde reside una especie de virus que forma parte de las entrañas del sistema, que no tiene tratamiento ni cura. Cuándo hará perecer a su paciente, nadie lo sabe, es una posibilidad histórica abierta que sólo los expoliados, explotados de esta sociedad podrán, a partir de hoy, realizar los preparativos para su efectivo entierro.
Mientras no se dé este hecho, continúa la tendencia real de un proceso político y económico oscuro y bárbaro, determinado esencialmente por la caída de la tasa de ganancia que crea obstáculos insuperables a la apreciación del capital. Esto obliga a mayor intervencionismo del Estado para garantizar el control de la sociedad, como mayor coerción, reducción de los espacios democráticos de la propia democracia burguesa. También impone un mayor nivel de endeudamiento sin precedentes en la historia de las economías capitalistas, la hipertrofia financiera y el crecimiento del capital ficticio sobre todas las cosas de la sociedad, como la confiscación generalizada y despiadada de las masas trabajadoras, provocando un retroceso histórico en las condiciones de vida. vida y existencia. Síntomas que no derivan, en modo alguno, del coronavirus, sino del hecho de que el capital no puede sostenerse. Necesita muletas en forma de violencia, guerras, autoritarismo, conservadurismo, de elementos retrógrados en la escala de valores para introducir elementos de una cultura que apela al fanatismo, el racismo y la xenofobia de todo tipo, utilizando la ignorancia como parámetro de juicio. sobre la vida, la verdad y la ciencia.
Así, se han ido formando las condiciones necesarias para fortalecer política, ideológica y culturalmente una contrarrevolución que surge como un género de ópera bufa representado por la figura embaucadora, bizarra y grotesca de Bolsonaro. Pero aun así, es un personaje sacado de la vida real, de la decadencia moral y de los principios de la cultura burguesa; producto de las condiciones objetivas y subjetivas de la coyuntura que precedió a su surgimiento. Por eso, el capital eligió a este personaje como el mejor instrumento para representarlo y llevar hasta las últimas consecuencias sus imperativos e intereses destructivos. Queda por ver hasta cuándo este personaje de la ópera bufa cumplirá este propósito, hasta cuándo su incontrolable inconveniencia en la forma de gobernar, conducir, generar en todo momento una peligrosa desestabilización política, comprometiendo la hegemonía de las clases dominantes en el control. del Estado es posible apoyar.
*Eliziário Andrade Es profesor de la Universidad del Estado de Bahía (UNEB)