por GABRIEL TELES*
La experiencia de los trabajadores chilenos con los cordones industriales, a pesar de sus contradicciones y límites, debe ser tomada como una auténtica experiencia revolucionaria.
"Porque esta vez no se trata de cambiar un presidente, será el pueblo que construimos en Chile el que será diferente… No podemos renunciar a nuestras vidas, tenemos derecho a ser libres y como seres humanos podemos vivir en Chile.(Inti-Illimani, Canción del Poder Popular).
1.
El período de gobierno de Salvador Allende (1970-1973), anclado en la política de Unidad Popular, aparece como una gran experiencia histórica dentro de las tramas políticas latinoamericanas a lo largo del siglo XX. Los conflictos políticos latentes, el camino institucional específico hacia el “socialismo”, la participación popular en los asuntos gubernamentales y la reacción de algunos sectores de la burguesía ante un gobierno que no atendió algunos de sus intereses inmediatos, son elementos que llamaron la atención de numerosos estudiosos. , investigadores y activistas de distintos matices teóricos y expresiones políticas.
Muchos de ellos, bien intencionados o no, crean verdaderas apologías del gobierno de Allende, analizando toda una experiencia histórica, rica y compleja, únicamente de quienes están en la cima del poder institucional; como si un proceso de transformación social, que apunta a crear nuevas formas de sociabilidad y organización de los seres humanos, pudiera llevarse a cabo a partir de una minoría dirigente asignada a formas de organización jerárquicas y esencialmente capitalistas. En última instancia, dentro del Estado capitalista con sus viejas instituciones y viejas prácticas dominantes.
Ante esto, los análisis que provienen de la perspectiva del movimiento obrero y de otras clases y sectores chilenos explotados de esa época, radicalizados y autoorganizados en su lucha, son pocos y descuidados por la mayoría de los investigadores y activistas. Ante este escenario, nuestros aportes apuntan a rescatar las experiencias de los trabajadores en sus luchas contra el capital y contra quienes dicen representarlos. En este sentido, presentaremos brevemente la experiencia de autoorganización de los trabajadores chilenos conocidos como Cordões Industriais.
2.
La experiencia de los cordones industriales no puede entenderse ignorando la historia de las luchas del movimiento obrero chileno y su relación con la totalidad de las relaciones sociales en el modo de producción capitalista. En este sentido, emprender el análisis de la forma que adopta el capitalismo en tierras chilenas y su relación con el movimiento obrero es comprender la dinámica de las luchas de clases y la correlación de fuerzas entre las clases sociales, especialmente la clase trabajadora y la burguesía, en la esfera de la producción.
Chile, así como otros países latinoamericanos, desde el inicio de la acumulación primitiva de capital a partir del saqueo europeo de las colonias (MARX, 2013), ha sido parte del proceso de construcción y expansión del capitalismo. Inicialmente como colonia y luego como país inserto en la división internacional del trabajo, Chile conforma el bloque de países con capitalismo subordinado. Esto significa que con la creciente expansión y expansión del dominio del capital, los países capitalistas europeos que inicialmente se industrializaron, debido a la acumulación primitiva de capital, logran mantener una subordinación de los países capitalistas tardíos, como es el caso de Chile.
Por tanto, el capitalismo chileno es subordinado y dependiente, vinculado a las formas de explotación internacional que constituye cada régimen de acumulación. Es a partir del régimen de acumulación intensiva, iniciado a finales del siglo XIX y que se prolongó hasta la Segunda Guerra Mundial (VIANA, 2009), que el neocolonialismo dio paso a la nueva dinámica de explotación internacional: el imperialismo, basado en la exportación de capital monetario. (BENAKOUCHÉ, 1980). Este proceso se extiende por toda América Latina y remodela la forma en que se engendra la producción capitalista en los países latinoamericanos, siendo Chile una experiencia notable de este proceso.
Es en este contexto de múltiples determinaciones que el movimiento obrero chileno se enfrenta a lo largo de su desarrollo histórico en el siglo XX. Poco después de la Guerra del Pacífico (1879-1884), Chile ingresó y se integró efectivamente al capitalismo internacional a partir de su producción masiva de salitre, siendo el único productor del mundo. Durante mucho tiempo, la producción salitrera será el gran impulsor de la economía chilena en su conjunto (CURY, 2013), desarrollando paulatinamente un ejército de trabajadores que culmina, posteriormente, en su cristalización a partir de la exploración de minerales en varias regiones del país. .
Progresivamente, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, el escenario económico chileno se fue reconfigurando al existir un gran impulso hacia la industrialización, lo que significó un aumento exponencial de los establecimientos manufactureros, industrias y fábricas. Desde el punto de vista demográfico, en 1926 había 84.991 obreros asignados a diversas áreas de producción. En 1940 esta cifra ascendió a 287.872 y culminó, en 1949, con 389.700 (CORREA; FIGUEROA, 2001, p. 162). La condición de “superexplotación” (MARINI, 2000) a la que han sido relegados los países con un capitalismo subordinado crea condiciones precarias y jornadas de trabajo intensas, provocando resistencia por parte de los explotados y oprimidos.
En este sentido, el movimiento obrero chileno, a través de su lucha de resistencia y, en algunos casos, de negación del capital en el proceso de transformación social, refleja la correlación de fuerzas entre clases sociales, el desarrollo de las contradicciones capitalistas y las posibilidades de emancipación. Algunas experiencias son destacables para la historia del movimiento obrero chileno, como algunas huelgas y movilizaciones como la de Domingo Rojo (1905), Santa María de Iquique (1907), San Gregorio (1921) y otras.
Entre los países latinoamericanos hasta mediados de los años 1970, Chile se presentaba como el país con mayor tradición democrática consolidada, respetando la dinámica institucional capitalista, sin muchas fisuras en su coherencia interna. Pero fue con la victoria de la coalición Unidad Popular (UP) en las elecciones presidenciales de 1970 que se produjo un proceso de intensificación de las luchas de clases, donde cada clase social manifestó su correlación de fuerzas e intereses.
Allende ganó las elecciones presidenciales de Chile en 1970 con el apoyo de la Unidad Popular.[i] Unidad Popular tenía como objetivo “construir el socialismo” a lo largo de líneas institucionales, reuniendo una mayor participación política de los trabajadores. También invirtió en la toma del poder legislativo y ejecutivo, además de apuntar al desarrollo de la economía a través de la nacionalización de áreas económicas como el sector minero, el comercio exterior, el sistema financiero, los monopolios de distribución, los monopolios industriales, la distribución de electricidad, los bancos. , etc.
Esta política de nacionalización de la industria se implementó con el propósito de reducir la dependencia económica del capital extranjero. En este sentido, tras las exitosas elecciones de Unidad Popular, instituyó un programa para la división de sectores de la economía en áreas de gestión específicas. El Área Social sería controlada por el Estado, el Área Mixta combinaba el sector Estatal y privado, y el Área Privada que agrupaba a las pequeñas y medianas empresas, quedando estas últimas protegidas de posibles intentos de expropiación por parte de la clase trabajadora.
Es en este programa donde aparece la cuestión de la participación política de los trabajadores. Sin embargo, esta participación sólo se dio en áreas sociales y en algunas industrias y empresas de áreas mixtas, donde el Estado tenía mayor poder de decisión. En consecuencia, el grueso de la población activa, que todavía se encontraba en zonas privadas, quedó sin ningún tipo de participación.
Esta participación política, sin embargo, no constituyó un control efectivo de los trabajadores sobre los medios de producción en las industrias chilenas. El programa, que en realidad fue diseñado por la CUT (Central Única de Trabajadores de Chile) en colaboración con el gobierno de Allende, limitó la participación de los trabajadores a meros espacios consultivos, sin poder de decisión y deliberación, autoridad aún mantenida principalmente en manos de de la burocracia estatal.
Este fue, sin duda, uno de los factores que hizo que una porción de la clase obrera chilena de aquella época, a medida que avanzaban sus luchas, fuera perdiendo la esperanza en la Unidad Popular y en sus acciones que atentaban contra cualquier tipo de autonomía y autoorganización. del movimiento obrero.
Cualquier tipo de acción de los trabajadores que fuera más allá de los canales institucionales, cualquier tipo de radicalización, expresión de las formas iniciales de autoorganización y realización de su conciencia revolucionaria, fueron castigados incisivamente por el gobierno. La CUT, la mayor central sindical en ese momento, vinculada umbilicalmente a la Unidad Popular, siendo mensajeros de transmisión de los intereses estatales en fábricas e industrias, sirvió como un verdadero amortiguador para la acción radicalizada de los trabajadores y un gran vector de desmovilización en general. .
La situación política del país se intensificó aún más con la huelga patronal de octubre de 1972, medida adoptada por empresarios propietarios de los medios de circulación fundamentales del país (tanto el transporte de mercancías como el transporte urbano de personas). Los responsables de organizar la huelga patronal, además de las empresas de transporte, fueron el empresariado chileno, las confederaciones industriales y las multinacionales del sector minero. Esta articulación fue avalada y patrocinada por el gobierno norteamericano,[ii] que vio tanto en las medidas del gobierno de Salvador Allende en el corto plazo, como en las crecientes y radicalizadas movilizaciones de trabajadores en el mediano/largo plazo, una amenaza a sus intereses inmediatos en el caso del Gobierno de Allende, y a los intereses de mantener el modo de producción capitalista en general, en el caso de las movilizaciones obreras.
A paralização do setor de transporte prejudicou todo o sistema de distribuição e abastecimento, trazendo para a população em geral e, de forma mais profunda, para as classes exploradas, uma crise de consumo, desde a básica alimentação até o transporte coletivo que os levavam para el trabajo. Como agravante, SOFOFA (Sociedad de desarrollo de fábricas) y la confederación del comercio minorista y de la pequeña industria instruyen a las fábricas a solidarizarse con la huelga de los transportistas y paralizar sus actividades; La Confederación de la Producción y el Comercio pide la no apertura del comercio.
Numerosos sindicatos, organizaciones autónomas y ramas de movimientos sociales toman posición y se declaran en huelga: propietarios de autobuses, el Consejo de Medicina, dentistas, ingenieros, contables, empleados bancarios, oficiales de la marina mercante, algunas asociaciones de ingenieros y técnicos, el Colegio de Abogados, estudiantes de farmacia, algunas asociaciones de técnicos de Marina Mercante, taxistas, estudiantes de la Universidad Católica y algunos estudiantes secundarios de la Universidad de Chile. En las calles, grupos de extrema derecha atacaron camiones en funcionamiento, propagándose miguelitos (dispositivos que dañan neumáticos) y realizó 52 ataques contra torres de transmisión de energía, líneas ferroviarias y empresas estatales.
En este sentido, los camioneros, paso a paso, obtuvieron el apoyo de las organizaciones patronales así como de una porción importante de las clases auxiliares de la burguesía chilena (“clase media”). En definitiva, la huelga patronal significó la respuesta de la burguesía a ese momento histórico vivido en Chile, poniendo en tela de juicio tanto al gobierno de Salvador Allende como a las formas iniciales de organización y movilización de los trabajadores. La reacción del gobierno ante la situación de las huelgas patronales expresó, de manera clara y sistemática, su política burocrática y su posición de colaboración con la burguesía nacional. Allende adoptó la conciliación con la burguesía y otras clases auxiliares, medida presente durante prácticamente todo su mandato.
La primera medida fue cambiar la línea económica del gobierno, destituyendo al ministro independiente Pedro Vuskovic para asumir a Orlando Millas, del Partido Comunista, con el objetivo de frenar las nacionalizaciones, congelar salarios y negociar un acuerdo con la Democracia Cristiana (DC). un partido de “oposición”, en cuanto a la extensión de las propiedades sociales. El resultado fue que, de los 120 inicialmente previstos para ser transferidos al área de propiedad social, sólo quedaron 49.[iii]
La segunda medida, más dura y en clara oposición a los trabajadores, fue otro acuerdo con la Democracia Cristiana para la inclusión de comandantes de las Fuerzas Armadas en el gabinete ejecutivo. Este gabinete cívico-militar tenía dos objetivos: garantizar las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 y devolver las fábricas ocupadas durante la huelga patronal (de estas ocupaciones hablaremos más adelante). El conjunto de estas medidas pasó a denominarse plan Prats-Millas, en “homenaje” a sus articuladores, el general Prats, comandante del ejército, y Orlando Millas, nuevo ministro de Economía.
Como vemos, el gobierno de la Unidad Popular sólo se preocupó por preservar su gobierno, dejar claro sus intereses reales y su máxima conciliación con la burguesía nacional, así como su oposición al proceso de profundización de las luchas obreras, sirviendo como importante herramienta para la desmovilización popular.
En este contexto, los trabajadores enfrentaron una desafiante dualidad de objetivos. Necesitaban responder y resistir tanto al avance del capital internacional, con sus tradicionales prácticas de explotación y estrategias innovadoras de dominación, como a la burocracia estatal y sindical que, aparentemente, se declaraba como un gobierno popular, de orientación “socialista” y supuestamente representación de los trabajadores.
La reacción de parte de la clase obrera y de otros trabajadores explotados fue la radicalización. La ruptura absoluta con la institucionalidad y el desarrollo, aunque sea embrionario, de la autoorganización de sus luchas. La creación y desarrollo de los Cordones Industriales es respuesta directa y consecuencia de esta coyuntura, tanto del ataque del capital como de quienes dicen representar a los trabajadores. Es esta respuesta, así como su proceso y consecuencias, la que veremos a continuación.
3.
El trazo y creación del primer cordón industrial nos lleva a finales de junio de 1972, incluso antes de la huelga patronal de octubre, donde los cordones industriales se extendieron por todo el país, generando un impacto político sin precedentes en la historia de Chile. Es importante expresar aquí este proceso, demostrando que la radicalización de las luchas obreras chilenas es resultado de una acumulación de experiencias, impregnadas de contradicciones y avances.
A mediados de abril de 1972 se inició un proceso de establecimiento de colaboración y solidaridad política organizado por diversos movimientos populares en la región industrial de Cerrillos-Mapú. Esta región abarcaba una gran concentración de industrias, barrios populares y campamentos (para personas sin hogar), todos los cuales presentaban graves problemas de infraestructura (transporte, escuelas, hospitales, etc.) y de suministro. El detonante de la revuelta de esta población fue el precario servicio de transporte público que ofrece el municipio.
El conjunto de movimientos populares, trabajadores y diferentes direcciones de partidos políticos llamaron a la población a enfrentar el problema, debatir una plataforma política y organizar un Consejo Comunal de Trabajadores, teniendo como inspiración la organización y experiencia de soviets de la revolución rusa. Este ayuntamiento organizó un documento para ser entregado a las autoridades locales que no asistieron a la actividad. Bajo la organización y movilización realizada principalmente por trabajadores que vivían y trabajaban en la comuna, la principal deliberación del documento fue la necesidad de “Sustituir a ambos (la Municipalidad y el Alcalde) por un organismo paralelo perteneciente a los Trabajadores, el Consejo Comunal.." (PESTRANA; POR LO TANTO, 1974: pág. 110-11).
A pesar del éxito inicial del consejo, las demandas no fueron plenamente aceptadas por el gobierno y no se mantuvo la movilización de la población en general. Sin embargo, una parte de ese conjunto de movimientos continuó organizándose y, en junio de 1972, con el proceso de huelgas y ocupación de las industrias Perlak (conservas), Polycron (química industrial y fibras sintéticas) y El Mono (aluminios), La población de la comuna de Maipú vuelve a movilizarse. Según Elisa de Campos Borges (2014), los trabajadores presentaron denuncias contra los dueños de las empresas, acusándolos de promover boicots a la producción, vender en el mercado negro, reducir la compra de materias primas e incluso ocultar productos, lo que contribuía a la escasez de bienes. en el mercado.
La principal demanda de los trabajadores fue la intervención gubernamental en las industrias y su incorporación a Áreas de Propiedad Social (APS). La proximidad geográfica de las empresas y el apoyo fundamental de la población local terminaron fomentando la formación de coordinaciones conjuntas en el movimiento.
El Gobierno de Allende, queriendo mantener la legalidad de su gobierno, estableció numerosas barreras para impedir la nacionalización de empresas exigida por los trabajadores. En consecuencia, este proceso comenzó a generar desilusión entre los trabajadores, especialmente por la crisis en las negociaciones con los representantes del Estado. Este contexto llevó a la creación de un Comando de Coordinación de Luchas Obreras en el Cordón Industrial Cerrillos-Maipu. Este movimiento surgió durante un encuentro al que asistieron trabajadores de una treintena de empresas, con notable participación masiva de cuentapropistas, así como algunos vinculados a partidos de izquierda chilenos. En total, este grupo comprendía aproximadamente medio millón de trabajadores.
Se creó una plataforma del Comando de Coordinación de Combate[iv] que contiene 10 puntos, buscando articular lineamientos comunes a los campesinos, plobadores y los trabajadores: (i) apoyaron al gobierno y al presidente en la medida en que representó las luchas y movilizaciones de los trabajadores; (ii) exigió la expropiación de las empresas monopólicas así como de aquellas que incumplieran sus compromisos laborales; (iii) control obrero de la producción mediante la constitución de Consejos de delegados elegidos por la base; (iv) aumento de salarios; (v) disolución del Parlamento; (vi) instalación de la Asamblea Popular; (vii) creación de la Empresa Estatal de Construcción con control de pobladores y trabajadores; (viii) ocupación de todos los fondos expropiados y control campesino a través del consejo de delegados; (ix) solución inmediata para los residentes del campamento; (x) expresó repudio a los patrones, la burguesía, el poder judicial, la contraloría, el parlamento y los burócratas estatales.
Según Cury (2013, p. 290), “[…] el otro elemento significativo de la formación de este Cordão fue la manifestación de la congregación de formas de lucha con los objetivos presentes en la lógica de acción de los trabajadores de manera clara. confrontación con los límites establecidos por el sistema. Fue el primer cordón industrial cuya exitosa organización inspiró otros diversos movimientos a lo largo de Santiago y el resto del país. La movilización se produjo, como en la mayoría de los casos, por conflictos laborales en las empresas de ese sector específico y problemas de suministro”.
Trancoso (1988) demuestra que el Comando Coordinador/Cordão Cerrillos fue el primer borrador de una coordinación geográfica de los trabajadores chilenos y que rompió con los canales e instituciones sindicales. Es aquí donde encontramos lo que el autor llamará “autonomía de clase”, aunque no aclara qué significa esta expresión. Desde nuestra perspectiva, sin embargo, podemos decir con mayor precisión que esta experiencia significó una ruptura inicial con la burocracia estatal que apuntaba hacia la autoorganización. Aún así, en ese momento hubo apoyo al gobierno de Allende, pero sólo cuando contribuyó a la lucha y movilización de los trabajadores.
Con la llegada de la huelga de los empleadores en octubre de 1972, los trabajadores ya habían experimentado la posibilidad de organizarse de forma autónoma. En este sentido, la reacción a las consecuencias de la huelga (abastecimiento, ataques y ataques de la derecha, sabotaje, mercado negro, etc.), fue inmediata y sorprendente, tanto para la burguesía, que percibió una sólida organización de resistencia obrera , cuando la burocracia estatal, que se dio cuenta de que la lucha de los trabajadores iba más allá de la dinámica institucional capitalista.
La respuesta de los trabajadores fue la toma masiva y generalizada de fábricas y la consolidación de áreas industriales en todo Chile. La toma de fábricas no siguió ningún criterio utilizado por el gobierno de Allende; Las fábricas fueron ocupadas sin distinción, especialmente las de zonas privadas, donde los trabajadores no tenían control sobre la producción. A través de las ocupaciones, se debilitó la posición de los patrones dentro de sus propias fábricas y se fortaleció la coordinación de los trabajadores. Así nacieron las cuerdas. por Vicuña Mackenna e Estacion Central en santiago y Hualpencillo, en Concepción, como resultado de la huelga de octubre.
No hay duda de que la toma y ocupación inicial de fábricas fue el resultado de un intento de ayudar al gobierno a superar las dificultades de la huelga. Sin embargo, con el desarrollo de ocupaciones y nuevas formas de solidaridad entre trabajadores y poblaciones en los cordones, superaron todas las expectativas en relación a sus objetivos iniciales.
Los intentos de la burguesía de fomentar el caos fueron impedidos principalmente por los esfuerzos de los trabajadores y de la población en general, quienes, por iniciativa propia, pusieron en funcionamiento los medios de producción mediante una autoorganización eficaz. Allende, como dijimos anteriormente, busca una salida a la crisis a través de la conciliación con la burguesía; en este sentido, reduce el número de fábricas a nacionalizar (de 120 a 43) y encarga al ejército velar por el cumplimiento de esta medida. Sin embargo, como el gran número de partidarios del gobierno eran trabajadores, no pudo utilizar la represión para retomar las fábricas recuperadas y estabilizar su gobierno a la luz de los acuerdos que había firmado con la democracia cristiana y la burguesía. En este sentido, el gobierno de la Unidad Popular utiliza la burocracia sindical, la Central Única de Trabajadores de Chile (CUT), para intentar cooptar y convencer a los trabajadores de que regresen y abandonen las fábricas ocupadas.
Aun así, los representantes de la CUT, al intentar convencer a los trabajadores de desalojar las fábricas y volver a confiar en el gobierno de Allende, son recibidos con abucheos y respuestas que expresan el rechazo a la burocracia y la necesidad de avanzar hacia la autoorganización de los trabajadores.
Es emblemática la discusión entre un trabajador y un burócrata de la CUT en el famoso y clásico documental. la batalla de chile del cineasta Patrício Guzmán: el trabajador, en respuesta al dirigente sindical de la CUT, demuestra que la ocupación de las fábricas no es sólo una defensa del Gobierno de Allende; significa, más que eso, un proceso de transformación social a partir de los trabajadores, que superó la institucionalidad y el apoyo del propio Estado, ya que estos son ajenos a los intereses de los trabajadores.
La ocupación de las fábricas trajo, además del control obrero, nuevas formas de sociabilidad y distribución de bienes de consumo. La solidaridad entre industrias, así como el intenso debate e intercambio tanto de ideas como de experiencias laborales, posibilitaron nuevas formas, aunque embrionarias, de sociabilidad opuestas a los valores burgueses y a los intereses capitalistas.
Ante la crisis de abastecimiento provocada por huelgas y paros laborales, los trabajadores del cordón industrial, en conjunto con la población de sus respectivas regiones (muchas de ellas organizadas en comandos comunales), se encargaron de estructurar y organizar un nuevo sistema de relaciones comerciales para neutralizar la Efecto de la crisis sobre la población. Así, se comprometieron a hacerse cargo de los negocios, a encargarse de la distribución y el transporte; en el uso del camión fábrica para transportar leche a poblaciones, en la organización de ferias populares, en el intercambio de productos y materias primas entre fábricas, y en la formación de comités de defensa con colonos y trabajadores ante posibles ataques.
Con poco más de un año de existencia, los cordones industriales lograron agrupar a gran parte de la clase trabajadora chilena. En Santiago se organizaron los siguientes cordones: Cerrillos y Vicuña Mackenna, O'Higgins, Macul, San Joaquín, Recoleta, Mapocho-Cordillera, Santa Rosa-Gran Avenida, Panamericana Norte, Santiago Centro y Vivaceta. En Valparaíso se desarrollaron Cordón Puerto, Cordón Centro, Cordón Almendral, Cordón Quince Norte, Cordón El Salto, Cordón Concón y Cordón Quintero-Ventanas. También se desarrollaron en ciudades como Arica, Concepción, Antofagasta y Osorno (BORGES, 2011).
¿Y cómo se produjo la autoorganización de los trabajadores en los cordones industriales? Luego de la creación y consolidación de los cordones, los trabajadores comenzaron a sistematizar la forma de organización. Según Trancoso (1988), a partir del primer semestre de 1973 se comenzó a adoptar un modelo orgánico, con especificidades locales para cada sector industrial: (a) Asamblea de Trabajadores de cada industria o empresa por Cordón, quienes elegirían entre 2 a 3 representantes para su Junta Directiva, no siendo necesario ser representante sindical; (b) Consejo de Delegados del Cordón; c) Gerencia de Cordón Industrial que fue elegida por elección en el Consejo de Delegados. Esta “dirección” (ejecutiva, no deliberativa) incluía al presidente y las secretarías de organización, agitación y propaganda, defensa de la cultura y prensa.
En este sentido, fue en las asambleas donde se deliberaba el accionar de cada cordón. Debido a la poca documentación y registros, resulta difícil analizar la dinámica interna de cada cadena industrial. Pero en general podemos decir que las formas de organización variaron de una región a otra. Algunos cordones más avanzados lograron desatar el nudo y liberarse de la burocracia sindical y partidaria; otros, sin embargo, mantuvieron una gran influencia de dirigentes sindicales y partidistas –como es el caso del MIR (Movimiento de izquierda revolucionaria), con tendencias trotskistas e influencias de la revolución cubana. Pero en ambos casos, el descontento de los trabajadores con sus representantes les permitió elegir otro delegado. En resumen, las reuniones de cordón fueron generalmente abiertas, gratuitas y a menudo incluyeron la participación de colonos de la región.
El día primero de febrero de 1973, publicado por el periódico tarea urgente (1973), aparece la primera plataforma de lucha conjunta de Cordões Industrias del período con las principales banderas y directrices para los trabajadores de las diversas industrias que componían el movimiento: (1) La lucha por la transición al sector social, realizadas por los trabajadores de todas las empresas relacionadas con la industria de producción de productos básicos, alimentos y materiales de construcción. (2) La lucha por la expropiación inmediata de las grandes distribuidoras privadas. (3) La expropiación de todas las propiedades rurales que superen las 40 hectáreas y tengan acceso a riego básico. (4) Establecer el control obrero de la producción en el sector privado y el control popular de la distribución. Los trabajadores participarán en las decisiones sobre la producción destinada al pueblo, las ganancias y la distribución de alimentos. Se fomenta la formación inmediata de comités de supervisión de los trabajadores en todas las industrias privadas.
(5) No devolver ninguna industria que esté en manos de trabajadores y retirar inmediatamente el proyecto Millas. (6) Distribución directa de la canasta básica de alimentos al pueblo a través de Almacenes Populares. Se propone crear un distribuidor único estatal. (7) Conformación de una comisión bipartita, Gobierno-Pueblo, encargada de la planificación, ejecución y control del abastecimiento. (8) Otorgar facultad sancionadora a las Juntas de Abastecimiento y Precios (JAP) y Comandos Comunales para supervisar la distribución a los comerciantes y sancionar a quienes no vendan, acumulen o especulen. Se requieren cierres de negocios y venta directa a locales. Los trabajadores de Cordones Industriales se movilizarán para hacer valer este poder.
(9) Garantizar un trabajo estable y seguro para los trabajadores de la construcción. (10) Crear una empresa constructora estatal que gestione un sistema unificado de planificación de adquisiciones, suministros y maquinaria. (11) Defender los medios de comunicación que apoyan la lucha revolucionaria de los órganos de poder de los trabajadores, vecinos y agricultores. (12) Llamar a todos los trabajadores a establecer Comandos Industriales por Cordón y Comandos Comunales como única manera de tener un órgano de acción eficaz capaz de movilizar y proponer nuevas tareas a la clase trabajadora.
Muchas de estas demandas entraban en conflicto con las políticas y propuestas de Unidad Popular, lo que indicaba ya no una oposición inicial o relativa al gobierno, sino una relación de confrontación inequívoca.
El 11 de septiembre de 1973, con el Golpe de Estado ejecutado por el ejército chileno, el avance obrero se detuvo abruptamente. La experiencia de los cordones industriales duró poco tiempo. Pero en este corto tiempo, el avance de la conciencia de clase, la amenaza de una ruptura con las relaciones capitalistas, así como la desconexión con el gobierno y muchas burocracias sindicales y partidistas, demuestran el carácter revolucionario de esta experiencia.
Mientras el ejército bombardeaba Palacio de la Moneda Destruyendo la resistencia del gobierno de Allende, las tropas se dirigieron hacia los cordones industriales para reprimir y aniquilar cualquier tipo de resistencia a la dictadura militar que estaba por venir. Incluso con la resistencia inicial de los trabajadores, la desigualdad de fuerzas hizo que el ejército aplastara cualquier tipo de resistencia. Cientos de muertes a manos de explotados y oprimidos. Los agitadores, políticamente más avanzados, fueron relegados a campos de concentración que se convirtieron en estadios de fútbol chileno. Los líderes gubernamentales que sobrevivieron, así como aquellos de otras burocracias partidistas y sindicales, huyeron al exilio para evitar ser perseguidos. Los trabajadores, que no pudieron escapar, quedaron sumidos en la barbarie y el terror.
4.
A modo de síntesis, podemos decir que los cordones industriales, como bien dijo Cury (201), pueden caracterizarse como una organización de carácter territorial conformada por fábricas de diferentes sectores productivos que tenían como objetivo, además de la organización política, mantener debate permanente entre los trabajadores locales, acciones conjuntas para mantener la producción bajo el control de los trabajadores.[V]
Su importancia radica en su avance en las luchas de los trabajadores chilenos, buscando autoorganizarse, creando estructuras igualitarias de acción colectiva que entran en antagonismo directo con las relaciones sociales existentes en la sociedad actual:
La autoorganización de los trabajadores es temerosa tanto por la represión al servicio del statu quo como por la izquierda tradicional, que pretenden, mediante la burocratización y la manipulación de la información, maniobrar las organizaciones de trabajadores. Por lo tanto, las relaciones socialistas son el resultado de la autoorganización de los trabajadores combinada con la conciencia social que los trabajadores tienen sobre su práctica (Tragtenberg, 2008, p. 3).
Los límites de esta experiencia se expresan tanto por la no ruptura con la totalidad de lo que Tragtenberg llama la “izquierda tradicional”, como por la dualidad entre el apoyo al gobierno y su ruptura total. Creemos que esta ruptura total sería consecuencia directa de la actuación de los propios cordones, que cada día entraban en antagonismo con las medidas del gobierno. Lamentablemente esta hipótesis no puede verificarse dada la destrucción de los cordones por el golpe del ejército chileno, reprimiendo a los trabajadores en su radicalización.
En este sentido, podemos relegar la experiencia de los cordones industriales, a pesar de sus contradicciones y límites, como una experiencia revolucionaria, donde la máxima básica de AIT, escrito por Marx, se puso en práctica: “¡La emancipación de los trabajadores es obra de los propios trabajadores!”.
*Gabriel Teles es doctorando en sociología por la USP y profesor de sociología en el Instituto Federal de Goiás (IFG).
Referencias
BENAKOUCHÉ, Rabah. Acumulación y dependencia global. Petrópolis, Voces, 1980.
BORGES, Elisa. Con la Unidad Popular, ahora somos Gobierno. La experiencia de Cordonos Industriales en Chile de Allende. Actas del XI Encuentro Internacional de ANPHLAC. Niterói, Río de Janeiro, 2014.
CORREA, Sofía; FIGUEROA, Consuelo (Org.) Historia del siglo XX chileno: Rock Paradojal. Santiago: Editorial Sudamericana, 2001.
CURY, Márcia Carolina de Oliveira. El protagonismo popular de las experiencias de clase y los movimientos sociales en la construcción del socialismo chileno (1964-1973). Tesis doctoral, Campinas, 2013.
___. Sindicatos y gremios industriales: la constitución de nuevas relaciones sociales en la construcción del socialismo chileno (1972-1973). Actas del IV Simposio sobre Luchas Sociales en América Latina. Londrina, UEL. 2010.
GAUDICHAUD, Franck. Poder Popular y Cordones Industriales: Testimonios sobre el movimiento popular urbano 1970-1973. Santiago: LOM, 2004.
Periódico Tarea urgente. 1978.
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MARX, Carlos. Contribución a la crítica de la economía política. Sao Paulo, Martins Fontes, 1983.
Marx, Carlos. La capital. Sao Paulo, Boitempo, 2013.
NETTO, José Paulo. Introducción al estudio del método de Marx. São Paulo, Expresión Popular, 2011.
PESTRANA, Ernesto; ENTONCES, Mónica. Pan Techo y Poder. El Movimiento de Pobladores de Chile (1970-1973). Buenos Aires: Ed. SIAP-Planteos, 1974.
TRAGTENBERG, Mauricio. Reflexiones sobre el socialismo. São Paulo, Editora Unesp, 2008.
TRANCOSO, Hugo Cancino. Chile: el problema del Poder Popular en el proceso del camino chileno al socialismo – 1970-1973. Ed. AARHUS, University Press, 1988.
VIANA, Nildo. El capitalismo en la era de la acumulación integral. Aparecida, Ideas y Letras, 2009.
Notas
[i] Coalición política que incluía a los partidos Comunista y Socialista, Partido Radical, Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), Acción Popular Independiente (API) e Izquierda Cristiana (IC).
[ii] El informe Corvert sobre la acción en Chile indica que la CIA introdujo en el país tres millones de dólares en 1972 (alrededor de 135 millones de dólares en la actualidad).
[iii] Es necesario reiterar que las nacionalizaciones planificadas por el gobierno de la Unidad Popular no representaron más del 20% de los trabajadores industriales chilenos, es decir, la política de alianza propuesta dejó fuera a otros trabajadores industriales, sin contar a los trabajadores de la construcción, los desempleados, los artesanos y un gran porcentaje de trabajadores rurales no están integrados en la reforma agraria.
[iv] A partir de octubre del 72 pasó a llamarse Cordón Cerrillos.
[V] Por cuestiones de espacio (y porque no es el objetivo de este texto), no podremos abordar el tema del Poder Popular. Sin embargo, el conjunto de acciones de la población en sus organismos autónomos de gobierno pasó a denominarse Poder Popular. Sobre este punto existe un debate rico y complejo, que suscita discusiones tanto en el calor del momento como discusiones teóricas sobre el significado del Poder Popular. En otro momento presentaremos una discusión sobre.
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