Las formas históricas de la dependencia

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Por José Raimundo Trindade*

La versión marxista de la teoría de la dependencia (TDM) surge como una doble crítica: por un lado las concepciones de los Partidos Comunistas vinculadas a la llamada III internacional y, por otro lado, el pensamiento desarrollista.

En las últimas dos décadas, la teoría de la dependencia ha sido retomada como un aporte al análisis radical de las formaciones latinoamericanas. Esta tradición teórica tiene una larga historia integrada en la interpretación económica y sociológica continental.

La reanudación de este aporte teórico se relaciona con cinco aspectos fuertes: en primer lugar, el agotamiento de los modelos económicos y sociales desarrollistas que dinamizan bases de mayor complejidad industrial; segundo, y muy relacionado con el primero, las condiciones internacionales y, en especial, la dinámica económica estadounidense han cambiado profundamente, con movimientos oscilantes y profundas crisis en las últimas décadas; tercero, la revolución científico-técnica entra en una nueva fase, con la imposición de una cuarta revolución industrial y una nueva ola tecnológica; cuarto, desde la década de 1990 ha habido un predominio de segmentos rentistas en el control del sistema capitalista mundial y; quinto, pero de mayor importancia, el surgimiento de China como potencia regional, con fuertes tendencias a imponerse como potencia beligerante global, que rehace parcialmente la geopolítica de la economía mundial capitalista y establece nuevos arreglos de disputa e interacción, como los BRICS .

La versión marxista de la teoría de la dependencia (TDM) aparece como una doble crítica: por un lado, las concepciones de los Partidos Comunistas vinculadas a la llamada III Internacional y, por otro, el pensamiento desarrollista. Esta visión, que busca la identidad del capitalismo dependiente en su articulación específica con la economía mundial, rompe con cierto reduccionismo metodológico y propone reinterpretar el propio desarrollo capitalista, generando nuevas categorías de interpretación de la realidad latinoamericana, considerando que el desarrollo de esta región debe entenderse desde un triple punto de vista: históricas relaciones coloniales y esclavistas; el ciclo de reproducción del capital ubicado en estas formaciones económicas y la expansión de la economía mundial capitalista a la que están subordinadas e integradas.

La categoría de dependencia permitió visualizar la situación interna de los países periféricos integrados a la economía global. Para la escuela marxista, la teoría imperialista se desarrolló como un estudio del proceso de expansión de los centros capitalistas y su dominación mundial. Es necesario establecer la teoría de las leyes del desarrollo interno en los países que son vector de esta expansión y en los que se rigen por ellos. Este ejercicio teórico trascendió la teoría convencional del desarrollo que proponía explicar la situación de los países subdesarrollados como resultado de su lentitud o falta de adopción de los estándares de eficiencia propios de los países desarrollados.

A pesar de que la teoría del desarrollo capitalista admite la existencia de una dependencia externa, es incapaz de percibir el desarrollo tal como lo entiende la teoría de la dependencia, como consecuencia y como parte del proceso de expansión global del capitalismo –parte necesaria e intrínsecamente ligada de este proceso[i].

Del análisis del proceso de constitución de una economía global formada por la interacción de las economías nacionales en un mercado mundial, se advierte que las relaciones que produce este mercado son desiguales y combinadas -desiguales porque el desarrollo de ciertas partes del sistema ocurre en detrimento de otros - otras partes - ya que las relaciones comerciales se basan en el control monopólico del mercado, lo que implica la transferencia de los excedentes generados en los países dependientes a los países dominantes. Las relaciones financieras, desde la perspectiva de las economías centrales, se basan en el préstamo y la exportación de capitales, lo que les permite recibir intereses y utilidades, aumentando así su superávit interno y fortaleciendo su control sobre las economías de otros países.

Para los países dependientes, tales relaciones representan una exportación de ganancias e intereses que se lleva parte del excedente generado internamente y conduce a una pérdida de control sobre sus propios recursos productivos. En este sentido, para que se permitan estas relaciones desventajosas, los países dependientes tienen que generar grandes excedentes, no a través de la creación de tecnologías de mayor nivel, sino a través de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Esto se traduce en limitar el desarrollo de su mercado interno y su capacidad técnica y cultural, así como la salud moral y física de la población. Este fenómeno se denomina desarrollo combinado, ya que es la combinación de desigualdades y la transferencia de recursos de los sectores más atrasados ​​y dependientes a los más avanzados y dominantes, lo que explica y acentúa la desigualdad, y la convierte en un elemento necesario y estructural. de la economía mundial.

Los países latinoamericanos se relacionan con los centros capitalistas a través de una estructura establecida a partir de una división internacional del trabajo, en la que se transforman o recrean las relaciones de producción de las naciones periféricas para garantizar la reproducción ampliada de la dependencia.[ii]. Desde el punto de vista del centro hacia la periferia, la participación de América Latina en el mercado internacional contribuyó a que el eje de acumulación de los países imperialistas pasara de la producción de plusvalía absoluta a la plusvalía relativa, de modo que la producción dependiera mucho más de la productividad del trabajo que en el grado de su explotación. Cabe señalar que en las últimas dos décadas, las características de dependencia han vuelto a intensificar las contradicciones entre un centro productor de alta tecnología y una periferia, cada vez más dispersa, productora de recursos naturales, patrón de reprimarización productiva evidenciado en las mayores economías latinoamericanas.[iii].

Desde el punto de vista de la relación centro-periferia, se percibe una contradicción considerable, un “intercambio desigual”, ya que los países dependientes exportan productos básicos que no requieren la introducción de tecnología desarrollada internamente para la expansión de la acumulación, donde la producción es basados ​​en mecanismos de sobreexplotación de la fuerza de trabajo o en la extracción intensiva de recursos naturales. Así, las burguesías de economías dependientes, ante el proceso de intercambio desigual, encuentran en el aumento de la explotación del trabajo un mecanismo que les permite aumentar la masa de valor disponible para la exportación. Así, el “aumento de la intensidad del trabajo aparece, en esta perspectiva, con un aumento de la plusvalía, logrado a través de una mayor explotación del trabajador y, no, del aumento de su capacidad productiva”[iv].

La superexplotación del trabajador es un rasgo esencial de la producción en los países dependientes. Puede entenderse inicialmente por el hecho de que su producción está determinada por la baja composición orgánica del capital, mientras que los países de base industrial tienen una mayor y creciente composición orgánica, por lo tanto, sufren un proceso de disminución de la tasa de ganancia, lo que lleva los segundos a buscar mecanismos para aumentar la plusvalía como forma de compensar tal caída.

Dadas las condiciones para someter al trabajador a tal situación, se puede concluir que la ejecución de los tres mecanismos fundamentales de la explotación laboral - el aumento de la intensidad del trabajo, el aumento de la jornada laboral y la reducción del consumo del trabajador, más allá de su límite normal – tienen sus características esenciales, “en el hecho de que al trabajador se le niegan las condiciones necesarias para reponer el desgaste de su fuerza de trabajo (…) [lo que significa] que el trabajador es pagado por debajo de su valor y corresponde, entonces, a una sobreexplotación del trabajo”[V].

Los condicionantes de la dependencia provocan una fuerte salida estructural de recursos, lo que genera problemas recurrentes de estrangulamiento externo y restricciones externas al crecimiento. Con eso, la única manera que tiene de proceder la acumulación de capital interno a la economía dependiente sería aumentar su producción de excedente, aun cuando una porción creciente de este excedente se apropia y, por lo tanto, acumula, externamente, el remanente puede sostener una dinámica. de acumulación interna, aunque restringida y dependiente.

Teóricamente, el intercambio de bienes expresa el intercambio de equivalentes, cuyo valor está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario que incorporan los bienes. Así, en la práctica se observan distintos mecanismos que permiten transferencias de valor saltándose las leyes del intercambio y que se expresan en la forma en que se fijan los precios de mercado.[VI].

Es posible distinguir cuatro formas históricas de dependencia[Vii] condicionada, en primer lugar, por las propias leyes de desarrollo de la economía mundial; por el tipo de relación económica dominante en los centros capitalistas y por las formas en que se expanden y, finalmente, por los tipos de relaciones económicas existentes en los países periféricos que se incorporan a la situación de dependencia dentro de la red de relaciones económicas internacionales generada por expansión capitalista.

El primero de ellos sería la dependencia colonial, caracterizada por la exportación de productos in natura y donde el capital comercial y financiero, asociado al Estado colonialista, dominaba las relaciones económicas de europeos y colonias. La segunda sería la dependencia financiero-industrial que se habría consolidado a fines del siglo XX, y se caracteriza por el dominio del gran capital en los centros hegemónicos, cuya expansión se dio a través del estímulo de la producción, en los países periféricos, de materias primas y productos agrícolas para consumo propio. Esto llevó al desarrollo, en los países dependientes, de una estructura productiva interna dedicada a la exportación de dichos productos con una rígida especialización productiva y monocultivos en las regiones internas.

Estas restricciones impuestas por estas dos formas iniciales de dependencia llevaron a la existencia de un mercado interno restringido por cuatro factores: i) la mayor parte del ingreso nacional procedía de las exportaciones; ii) la fuerza de trabajo estuvo sujeta a diversas formas de superexplotación, que limitaron su capacidad de consumo; iii) una parte del consumo de estos trabajadores se realizaba a través de la economía de subsistencia, que funcionaba como complemento de sus ingresos y como refugio en períodos de depresión económica; y iv) gran parte del excedente acumulado fue remitido al exterior en forma de utilidades, limitando no sólo el consumo interno, sino las posibilidades de reinversión.

Consolidada en la década de 1950, la tercera forma de dependencia, la tecnológico-industrial, se basó en corporaciones multinacionales que comenzaron a invertir e instalar industrias dentro de las economías dependientes apuntando al mercado interno de estos países. Así, la posibilidad de generar nuevas inversiones depende de la existencia de recursos financieros en moneda extranjera para la adquisición de maquinaria y materias primas no producidas en el país. Esta adquisición está limitada por: i) los recursos generados por el sector exportador; ii) por el monopolio de patentes.

La consecuencia de la primera limitación es la necesidad de preservar el sector exportador tradicional generador de divisas. La segunda limitación se debe a que las maquinarias e insumos necesarios para el desarrollo industrial de los países periféricos se producen en un mercado internacional altamente concentrado, lo que eleva sus precios. También existe la necesidad de pagos de regalías por el uso de productos y tecnologías patentadas o, en la mayoría de los casos, las industrias productoras convierten estos productos en capital y los introducen a las economías dependientes en forma de sus propias inversiones, a través de la instalación de sucursales. . . Esto hace que los flujos de recursos sean muy desfavorables para los países dependientes, lo que explica su escasez de divisas y crisis monetarias permanentes.

La cuarta forma de dependencia se establece a partir de la década de 1990, podemos denominarla patrón de dependencia de especialización productiva. El proceso de globalización, la crisis de la deuda de la década de 1980 y la dinámica económica pasiva latinoamericana a partir de la década de 1990 profundizaron las precarias condiciones de desarrollo autónomo de sus economías nacionales, ya sea por la desnacionalización de segmentos expresivos de la industria, o por el aumento de vulnerabilidad externa en los principales aspectos a considerar: en capacidad productiva (aumento de Empresas de Control Externo y mayor dependencia de la inversión extranjera directa), tecnológica (baja capacidad para estructurar un sistema nacional de innovación y baja dinámica tecnológica) y financiera (financiamiento de inversiones, préstamos y financiación). América Latina ingresó a la segunda década del siglo XXI marcada por signos del resurgimiento de las formas clásicas de dependencia, pero constituye un nuevo patrón de reproducción del capital instaurado en casi toda la región centrado en la especialización productiva de commodities agrícolas y minerales y una creciente pérdida de capacidad soberana nacional[Viii].

Vale la pena enfatizar que todas las formas de dependencia corresponden a situaciones determinadas no solo por las relaciones internacionales de estos países, sino también por sus estructuras internas. Así, se identifican tres determinantes histórico-estructurales de la dependencia: la sobreexplotación del trabajo, como factor estructural central en la dinámica de acumulación de estas naciones; el factor empírico recurrente de pérdida en los términos de intercambio, esto es, la reducción de los precios de los productos exportados por economías dependientes frente a los precios de los productos industriales o insumos tecnológicos de mayor valor agregado importados de los países centrales, en un verdadero proceso de transferencia de valores; finalmente, la remesa de excedentes de los países dependientes a los avanzados, en forma de intereses, utilidades, amortizaciones, dividendos y derechos de autor[Ex].

TDM, en el actual esfuerzo de renovación y profundización teórica, se ha planteado varios desafíos, algo que puede verse como parte de la reanudación del pensamiento crítico latinoamericano en esta segunda década del siglo XXI, entre los que cabe destacar:

          i) Comprender la estructura y dinámica de los procesos de globalización que profundizan la articulación de las principales formaciones sociales en la organización de la economía mundial, así como la influencia recíproca que establecen entre sí: a saber, el capitalismo central de hegemonía estadounidense, el capitalismo dependiente periférico y semiperiférico. La interacción e interdependencia entre estas formas geopolíticas internacionales sólo puede ser tratada desde las nociones de Economía Mundial Capitalista y Patrón de Reproducción del Capital.

          ii) Desarrollar la categoría Patrón de Reproducción del Capital (RPC) como forma mediadora entre los niveles de análisis más generales (modo de producción capitalista y sistema mundial) y los niveles más histórico-concretos (formación y coyuntura económico-social nacional). La RPC “surgió para dar cuenta de las formas en que el capital se reproduce en períodos históricos específicos y en espacios geoterritoriales” del capitalismo mundial, “tanto en el centro como en la semiperiferia y en la periferia” [X]. El PRC considera todos los movimientos cíclicos de capital (Capital Monetario, Capital Productivo y Capital Mercantil), con plena interacción e interdependencia entre los circuitos de capital.

          iii) Analizar los cambios en los regímenes políticos y las relaciones entre las formas de los Estados nacionales y las clases sociales en América Latina, considerando las inestabilidades democráticas y el avance del neoliberalismo como forma económica predominante en estas dos primeras décadas del siglo XXI.

          iv) El vínculo de esta región con la dinámica de crecimiento de China y sus perspectivas de corto, mediano y largo plazo, así como los riesgos de desindustrialización y reprimarización de la canasta exportadora latinoamericana.

          v) El surgimiento y crisis de gobiernos o regímenes políticos populares y democráticos. Cómo estos gobiernos dieron lugar a bloqueos parciales momentáneos de la agenda neoliberal y, asimismo, se impusieron crisis de soberanía a casi todos los países latinoamericanos en el período reciente. También se debe considerar el nuevo avance de regímenes autoritarios e incluso fascistas en la región.

          vi) Finalmente, analizar las perspectivas civilizatorias que plantea el avance de la economía mundial en el siglo XXI: en particular, las del socialismo y la civilización planetaria multipolar frente a la civilización capitalista y su reproducción jerárquica del poder y la riqueza.

 La agenda de investigación marcada por la nueva generación TDM está directamente relacionada con los impasses en los que se encuentran América Latina y Brasil en este primer cuarto de siglo. La búsqueda de la “autodeterminación y el desarrollo” solo se realizará “mediante la reconciliación de las realidades nacionales y regionales con la mundial”[Xi]. En otras palabras: más que antes, es imperiosa la necesidad de reconstruir un pensamiento latinoamericano autónomo sobre las dinámicas internacionales del capital, no para pensar en formas aislacionistas, sino para integrar a la región en las dinámicas necesarias de superación del capitalismo.[ 1 ]

*José Raimundo Trinidad es profesor de economía en la UFPA.

Notas



[i] DOS SANTOS, Theotônio. Lecciones de nuestra historia. Revista de la Sociedad Brasileña de Economía Política, São Paulo, nº 30, p. 19-32, octubre de 2011.

[ii] MARINI, Ruy Mauro. Dialéctica de la Dependencia (A). En: SADER, E. Dialéctica de la Dependencia. 1ra edición Petrópolis: Voces, 2000. (p.109-113)

[iii] OSÓRIO, J. América Latina: el nuevo patrón exportador de especialización productiva: un estudio de cinco economías de la región. In: FERREIRA, C.; OSÓRIO, J.; LUCE, M. (Org.). Patrones de reproducción del capital: aportes de la teoría marxista de la dependencia. São Paulo: Boitempo, 2012.

[iv] MARINI, Ruy Mauro. Dialéctica de la Dependencia (A). En: SADER, E. Dialéctica de la Dependencia. 1ra edición Petrópolis: Voces, 2000. (p.123-124)

[V] MARINI, Ruy Mauro. Dialéctica de la Dependencia (A). En: SADER, E. Dialéctica de la Dependencia. 1ra edición Petrópolis: Voces, 2000. (p.126).

[VI] MARINI, Ruy Mauro. “Sobre la dialéctica de la dependencia”. En: TRASPADINI, Roberta; STEDILE, Joao Pedro. Ruy Mauro Marini: Vida y Obra. Sao Paulo: Expresión Popular, 2005.

[Vii] DOS SANTOS, Theotônio. Lecciones de nuestra historia. Revista de la Sociedad Brasileña de Economía Política, São Paulo, nº 30, p. 19-32, octubre de 2011.

[Viii] OSÓRIO, J. América Latina: el nuevo patrón exportador de especialización productiva: un estudio de cinco economías de la región. In: FERREIRA, C.; OSÓRIO, J.; LUCE, M. (Orgs.). Patrones de reproducción del capital: aportes desde la teoría marxista de la dependencia. São Paulo: Boitempo, 2012.

[Ex] Trindade, José Raimundo (Org.). Agenda de debates y desafíos teóricos: la trayectoria de la dependencia y los límites del capitalismo periférico brasileño y sus condicionantes regionales. Belém: Editorial Paka-Tatu, 2020.

[X] OSÓRIO, J. América Latina: el nuevo patrón exportador de especialización productiva: un estudio de cinco economías de la región. In: FERREIRA, C.; OSÓRIO, J.; LUCE, M. (Orgs.). Patrones de reproducción del capital: aportes desde la teoría marxista de la dependencia. São Paulo: Boitempo, 2012.

[Xi] MARTINS, CE Globalización, dependencia y neoliberalismo en América Latina. São Paulo: Boitempo, 2011. (p. 352).

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