La izquierda ante las elecciones en Venezuela

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por ARTUR SCAVONE*

Es necesario canjear el nombre. "Comunista" y limpiar esta denominación del daño que le causaron las sucesivas derrotas de revoluciones pasadas

1.

Los términos “izquierda” y “derecha” ya no son capaces –desde hace algún tiempo– de calificar los campos de acción política. Hoy en día, ser de izquierda es una denominación amplia que puede calificar a socialistas, comunistas, antiimperialistas, progresistas, identitarios y muchos otros “istas”, constituyendo una masa informe de posiciones y opiniones, a menudo diversas e incluso antagónicas.

Corea del Norte es antiimperialista. ¿Eres socialista? ¿Es “de izquierda”? Hay muchos desacuerdos sobre China. ¿Capitalismo de Estado? ¿Socialismo? ¿Partido único? O sobre Vietnam. Bajo el oscuro manto de “izquierda” hay configuraciones obtusas y también sirve para cobijar a oportunistas que se refugian bajo él, exigiendo solidaridad de otros “izquierdistas”, sin importar bajo qué configuración califiquen.

El actual campo de izquierda calificado proviene de un proceso histórico de desmantelamiento de la utopía comunista que fue desfigurada y desconstituida por los sucesivos colapsos de revoluciones que apuntaban a una perspectiva socialista. La utopía que se estableció con la Revolución de Octubre, la victoria sobre la Alemania nazi y el crecimiento acelerado de la Unión Soviética, las revoluciones china y cubana, la victoria en Vietnam, estimularon los corazones y las mentes para luchar contra el ascenso del capital y de los norteamericanos. Imperio surgido de la Segunda Guerra Mundial.

Fidel, Che Guevara, Ho Chi Min y Mao Zedong cargaron sobre sus hombros el sueño socialista. Pero los juicios de Moscú y la caída del Muro de Berlín fueron los hitos más significativos en la niebla que cubría los mismos corazones y mentes que antes habían sido conquistados.

¿Qué implica hoy “ser de izquierda” qué determinación social, programática o política? El mayor logro de Karl Marx fue dejar al descubierto el núcleo del capital. Así como Einstein reveló la enorme fuerza de la materia transformada en energía, Marx reveló la enorme fuerza de la plusvalía y el fetiche de las mercancías como chispas que potencian la más vil competencia humana: el poder de sometimiento de muchos a la voluntad de uno. Explotar y dominar para volverse inmensamente rico siempre ha sido un poder humano vil.

Pero fue la lógica del capital –así como la fisión nuclear– la que exponenció esta fuerza, dotándola de un poder social inconmensurable disfrazado de estructura social moderna. Ya no hay reyes ni teocracias que dominen a poblaciones miserables. Son multimillonarios que ostentan el poder, el mando y las comunicaciones masivas. El entretenimiento sin sentido distrae y aliena, las narrativas falsas repetidas una y otra vez capturan corazones y mentes.

La concepción radicalmente resumida en la expresión “sueño americano” sostiene que el mundo está compuesto por al menos dos tipos de individuos: lobos y ovejas. Los lobos pretenden alcanzar la gloria trepando por encima de cuerpos, cadáveres y bosques mutilados cuando sea necesario. Las ovejas pretenden alquilar su fuerza de trabajo para conseguir un trabajo bien remunerado. De esta lógica surgen los Donald Trump de la vida –cuando navegan por las cimas de la alta sociedad– o los Pablo Escobar –cuando emergen del submundo ilícito –ilícitos porque navegan por otras reglas del juego en los márgenes de esa sociedad.

Ambos ejemplos están potenciados por la lógica del capital y sus reflejos son los lujosos edificios que hacen sombra a los drogadictos sin hogar que deambulan por las calles robando teléfonos móviles para sobrevivir. Esto es São Paulo, Nueva York, París, Berlín y muchos otros.

2.

Así como Hiroshima y Nagasaki están grabadas en la memoria de estas generaciones del siglo XX, Benjamín Netanahyu es la enorme explosión en el siglo XXI de bestialidad depredadora que expone en una fractura expuesta la realidad putrefacta del imperio norteamericano, que tiene en Israel su base militar avanzada para someter el Medio Oriente y sostener el estándar del petrodólar.

Es el apoyo del “sueño americano”: si no me apoyas, estás en mi contra y te destruiré. La conquista de la racionalidad –que liberó al ser humano del mutismo y le dio las condiciones para ejercer dominio sobre la naturaleza– convive con su estupidez que satura el planeta con bases militares, misiles nucleares y satélites de vigilancia y ataque.

En este trágico período de la historia, ¿qué conceptos debemos adoptar para pensar en una utopía renovada? ¿Cómo conceptualizar a quienes generalmente se autodenominan “de izquierda”? Es necesario considerar que existe un tercer tipo de individuo en esta sociedad rota: aquellos que ven a través de la niebla que oscurece la comprensión de la sociedad, pero no se proponen ser presa o depredador. Uno que tenga como referentes fundamentales la solidaridad, el respeto a la vida y al planeta.

¿Demasiado genérico? No. Tener como objetivo la eliminación de la propiedad privada y la creación de una sociedad sin clases, donde los medios de producción sean de propiedad y gestión colectiva y haya una distribución equitativa de la riqueza y la eliminación de las desigualdades sociales es ciertamente una formulación que cumple con los estos principios, si le sumamos el respeto por la naturaleza. Por eso es necesario rescatar el nombre “comunista” y limpiar esta denominación del daño que le causaron las sucesivas derrotas de revoluciones pasadas.

La Revolución Rusa sucumbió a las tensiones desatadas por el capital. Sin embargo –así como Occidente fue el primero en dominar la fisión atómica y extraer de ella energía controlada– China está logrando dominar la fisión nuclear del capital y extraer de ella la energía que es capaz de generar en la sociedad humana. El Partido Comunista de China tiene una población de 1.4 millones de personas, 100 millones de miembros y miles de capitalistas que llevan a cabo sus actividades bajo control gubernamental.

Con mano de hierro –y sin competencia electoral externa al propio partido– controla el crecimiento de las actividades capitalistas de acuerdo con las políticas elegidas en sus congresos. ¿Y la democracia? Existe dentro del ámbito del PCC. Nos ocupamos de la famosa dictadura del proletariado. Es una sociedad que se dice socialista y está en pleno progreso, avanzando rápidamente hacia los objetivos que destacamos anteriormente.

Aun así, sus campañas para combatir la corrupción –el virus más feroz de la capital– se dirigieron tanto a figuras de alto rango como a funcionarios de menor nivel, lo que llevó al castigo de más de un millón de funcionarios del partido. Si la Unión Soviética renunció a la política para intentar salvar a sus naciones y sucumbió, China renunció –de manera controlada– a la economía para garantizar el poder político y, aparentemente, el proyecto original de la revolución está a salvo. En Beijing no se encuentran gente miserable ni drogadictos vagando por las calles.

Podemos tener en China una referencia a una sociedad socialista, una sociedad controlada por un proyecto comunista y que coexiste en su transición con el modo de producción capitalista totalmente controlado. Y tomar como criterio fundamental para calificar algo de “izquierda” lo que más se acerca a una posición comunista: la solidaridad, el respeto a la vida y al planeta.

3.

Habiendo planteado estas preguntas, ahora podemos hablar de Venezuela y su líder Nicolás Maduro. Antes de cualquier consideración, Nicolás Maduro propuso convocar elecciones y dio a la oposición el derecho de participar. Obviamente, ahora que las elecciones han terminado, Nicolás Maduro necesita presentar los resultados de este escrutinio. Las acusaciones de que el imperialismo y la derecha global están maniobrando para crear una crisis política son ciertas, pero no resuelven el problema. Después de todo, Nicolás Maduro no sólo detenta el Estado, sino el poder. O Nicolás Maduro demuestra que ganó las elecciones, o proclama la toma del Estado venezolano en defensa de su proceso revolucionario.

Y “la izquierda”, ¿cómo están? Según todas las consideraciones que hemos hecho, es necesario comprobar en qué medida el proceso venezolano obedece a esos principios, para que luego los comunistas puedan declarar que apoyan la revolución bolivariana de Nicolás Maduro.

Si no hay tal acuerdo, incluso se puede expresar apoyo, pero entonces el apoyo se limita a la condición de una Venezuela exclusivamente antiimperialista. Lo cual es muy poco si pensamos en la realidad de su gente y si pensamos que podríamos estar ante una casta militar atrincherada en el poder exigiendo solidaridad irrestricta a quienes son “de izquierda”. Lobos en el poder.

Y entonces tendremos otra Corea del Norte, ahora en América Latina. Y la erosión de nuestros principios y valores seguirá sufriendo estos avances tácticos.

*Artur Scavone es periodista y tiene una maestría en filosofía de la USP.


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