por PAULO MARTÍN*
Consideraciones sobre la estrategia de los ecologistas de “ataques” a cuadros famosos
El activismo ambiental desde la década de 1970 siempre se ha caracterizado por acciones de protesta destinadas a llamar la atención del mundo. No pocas veces, los actores arriesgan su vida como una forma de hacerse eco de las pautas defendidas en el seno de la prensa mundial.
miembros de Greenpeace, a veces poner banderas inmensa en lugares de difícil acceso –ni siquiera el Cristo Redentor, en Río de Janeiro, fue inmune; terminó actuando a favor de la causa climática. Otros grupos intercedieron en defensa de las ballenas: en un pequeño bote, se colocaron entre el arpón y los animales. Tales acciones no tienen un resultado práctico inmediato; sin embargo, a través de la audacia y el peligro, resaltan la importancia de la causa, por lo que se valoran las acciones: a mayor peligro, mayor causa.
Hace algún tiempo, varios activistas en diferentes países, apoyados por algunas organizaciones, crearon una nueva forma de protesta. El “ataque” a las obras de arte consiste en algún tipo de intervención sobre los lienzos: arrojarles sopa, pastel, puré de patatas, pegarles las manos (o junto a ellos) son algunas posibilidades. Tus objetivos:girasoles"Y"Árbol de durazno rosa en flor" de Van Gogh, "La Mona Lisa"Y"La última cena"de Leonardo Da Vinci, "El carro de heno”, por John Constable, “La primavera” de Sandro Botticelli, uno de los cuadros de la serie “Las muelas” de Claude Monet entre otros. Solo el valor de este último se estima en 500 millones de reales, lo que impone sentido a las acciones, dimensionándolas.
Las causas son variadas, y los grupos diversos. Pero, hay que decirlo, son causas sumamente relevantes. ¿Qué puedes decir sobre el hambre? ¿Cómo cuestionar los problemas climáticos? Por su parte, los grupos activistas no son irresponsables; al fin y al cabo, cabe señalar, las obras salen ilesas. Pero un punto es fundamental: si en el caso de Greenpeace la medida era el peligro, en estos casos es su inconmensurable valor monetario y artístico. Creo que para estos activistas, en el mundo de hoy, es necesario darle un valor concreto a sus agendas, en este caso, miles de millones de dólares.
Un caso sintomático es el caso de la organización”Simplemente detenga el aceite” que entre sus financistas se encuentra Aileen Getty, nieta de John Paul Getty, el magnate petrolero y fundador de compañía petrolera getty. Más que eso, la familia Getty posee una de las colecciones de arte más importantes de Estados Unidos, por lo que me parece obvio que acciones de esta magnitud performativa están calculadas al milímetro, y su adherencia en los medios es importante; así resalta las causas del hambre, del clima por ejemplo.
El hecho, sin embargo, de que las obras no hayan sido dañadas no puede ser una licencia para algo que, de hecho, va más allá de los límites del bien público o de la propiedad privada. Cuando se trata de un bien público, el hecho de que lo sea no faculta al ciudadano para disfrutarlo o utilizarlo en forma alguna. Por otro lado, un museo privado que invierte millones de dólares para adquirir una joya no puede ser “atacado” en su propiedad.
Pero si la propiedad es privada y de valor y si el bien público es de todos. ¿Qué podríamos decir sobre nuestro clima, nuestro hambre y nuestra salud? Si son reprobables los “ataques” a los cuadros, mucho más grave es lo que nos imponen la insostenible iniciativa privada y el gobierno irresponsable ya que, al límite, ambos no cuidan la vida.
*Paulo Martín Profesor de Letras Clásicas y director de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP. Autor, entre otros libros, de La representación y sus límites (edusp).
Publicado originalmente en el diario Folha de São Paulo.
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