Arqueologías del futuro

Niki de Saint Phalle, Adicción a la poesía
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por ANA RUSCHE*

Comentario sobre el libro recién editado de Fredric Jameson

“La utopía siempre ha sido una cuestión política, un destino inusual para una forma literaria y, así como el valor literario de la forma siempre está sujeto a dudas, su estatus político también es estructuralmente ambiguo”. Estas primeras líneas de Arqueologías del futuro, de Fredric Jameson ya son capaces de enunciar los temas principales del largo ensayo que abre esta obra fundamental: las relaciones entre la imaginación, sus límites y la crítica política entrelazadas en la literatura.

Arqueologías del futuro es hoy una obra imprescindible para el análisis de la ciencia ficción (CF) y las obras utópicas. A partir de la minuciosa excavación de cuestiones culturales y políticas de cada época, con fricciones propias de cada tema y autoría analizados, Fredric Jameson consiguió, con este libro, elevar los estudios de ciencia ficción a un nuevo nivel de complejidad, oxigenando el campo de las utopías y allanando el camino para otras posibles confabulaciones. Como sugiere el título respecto a la CF, es necesario desentrañar esta gran metáfora central del género, el futuro, desde una mirada rigurosa al pasado, situándolo, en una aparente paradoja, en primer plano.

Dos partes dividen el libro, un tomo de 650 páginas, ahora publicado con gran celo en portugués. En primer lugar, El deseo llamado utopía, un largo ensayo de trece capítulos, analiza cómo sería la utopía hoy; la obra inaugural, de Thomas Morus, así como utopías literarias recientes; cuerpos extraños; y la noción del futuro. En la segunda parte, Hasta donde llega el pensamiento, una compilación de ensayos sobre obras de Brian Aldiss, Kim Stanley Robinson, Philip K. Dick, Ursula Le Guin, Van Vogt y Vonda MacIntyre, entre muchos otros autores.

 

Crítica de nuevos y extraños paisajes.

Fredric Jameson, nacido en Cleveland, Estados Unidos, en 1934, produjo una sólida obra teórica, principalmente al discutir las formas culturales de la posmodernidad. Doctor en 1961, a partir de una trayectoria de estudios con base filosófica tributaria de la Escuela de Frankfurt, pero considerando también la perspectiva de los estudios culturales de Raymond Williams, publica sus primeros trabajos de aliento, marxismo y forma, en 1971, y el inconsciente politico, en 1981. En este último, incorpora análisis literarios y lecturas psicoanalíticas lacanianas, presentando la hipótesis sobre la comprensión de las narrativas como acto social simbólico (JAMESON, 1992).

En 1991, lanzó la obra de referencia Postmodernismo: la lógica cultural del capitalismo tardío (JAMESON, 1996), cuando analiza formas emergentes en la cultura a partir de un cambio en el sistema económico y la “estructura del sentimiento cultural”. Con el sobresalto de la crisis del petróleo de 1973 y el comienzo del fin del comunismo tradicional, entre otros hechos históricos, se revelaría entonces la existencia de un nuevo y extraño paisaje (2006, p. 24). Jameson traza un análisis de las nuevas configuraciones culturales incorporadas a la lógica del capitalismo tardío, desde el apogeo de la Guerra Fría, cuando las empresas transnacionales incluyen una división internacional del trabajo, con transacciones bancarias y deudas internacionales, hasta el surgimiento de nuevos sistemas de transporte, la contenerización, las computadoras y la automatización, todo lo cual se suma a la crisis del trabajo tradicional y el establecimiento de la aristocratización a escala global (2006, p. 89).

 

La necesidad de preguntarse por el mundo.

Paralelamente a esta producción crítica, Arqueologías del futuro estaba siendo concebido – los artículos que componen el libro datan de 1973 a 2003, textos publicados originalmente, por ejemplo, en revistas Estudios de ciencia ficcion y Nueva revisión a la izquierda. Si bien existe una distancia temporal entre las publicaciones iniciales de los textos, al juntarlos provocan una impresionante sensación de solidez. Una de las razones, además de la coherencia teórica derivada de los estudios culturales y la influencia frankfurtiana, es la adopción del extrañamiento como categoría ineludible de análisis.

Aquí la influencia de Darko Suvin, académico nacido en Yugoslavia, incluido editor de 1973 a 1980 de la revista Estudios de ciencia ficcion, donde Fredric Jameson publicó. En un momento en que los estudios de ciencia ficción aún no estaban especializados, Suvin supo articular las ideas brechtianas sobre el concepto de extrañamiento en torno a una literatura eminentemente popular, la CF, al publicar el clásico Metamorfosis de la ciencia ficción (1979). En la obra proporciona bases teóricas para definir la utopía como un texto literario – una construcción textual engendrada sobre una comunidad específica, cuya forma literaria constituye un espacio físico radicalmente diferente al conocido, con organizaciones sociopolíticas, jurídicas y relaciones individuales organizadas en un manera más refinada que la conocida, aquella corriente, cuya construcción se construye sobre el extrañamiento a partir de una historia alternativa (SUVIN, 1979, p. 49).

Basado en las ideas de Ernst Bloch, también una referencia a Jameson, Darko Suvin articula la noción de que la ciencia ficción se distingue por presentar, de manera dominante, una novedad, una novedad, una innovación, validada a través de la lógica cognitiva (1979, p. 63). Suvin define estas literaturas como una propuesta para examinar alteridades, distanciadas por la creación de mundos secundarios o alternativos al nuestro, teniendo cognición por extrañamiento, la distanciamiento cognitivo, como característica obligatoria. Este trasfondo de Suvin será central para la posterior teorización sobre el concepto de CF, no solo para la exposición en Arqueologías del futuro (JAMESON, 2021, p. 19), sino también para la crítica contemporánea, en obras tan dispares como las propuestas de Adam Roberts (2018) y de Mark Bould y Sherryl Vint (2011).

 

quimeras utópicas

Al proponer el análisis de las utopías literarias, Jameson parte de la “gran máxima empirista”: no hay nada que podamos imaginar que no haya pasado previamente por nuestros sentidos (2021, p. 16). Hace una cita muy pertinente del filósofo y escritor británico Olaf Stapledon, cuando retoma la idea de la quimera homérica, mostrando que no es más que un monstruo creado a partir de partes de animales conocidos: la cabeza de un león, el cuerpo de cabra y cola de serpiente. Por lo tanto, en última instancia, “nuestra imaginación es rehén de nuestro modo de producción y, tal vez, de cualquier remanente de modos de producción pasados ​​que hayan sido preservados” (p. 16).

Hay una frase anónima, que se ha convertido en un cliché de lectura (incluso atribuida a Jameson), que demuestra fácilmente este punto: “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, un eslogan, en palabras de Mark Fisher, sobre un sentimiento generalizado de que el capitalismo no solo sería el único sistema político y económico viable, sino también de que no se podría elaborar imaginativamente una alternativa coherente a este estado de cosas (FISHER, 2009, p. 2 ). ).

El único antídoto imaginario a este estado de cosas es precisamente imaginar otros mundos posibles, aunque el intento fracase estrepitosamente. Como afirma María Elisa Cevasco, “las novelas de la imaginación política muchas veces se despliegan en contextos regidos por sistemas alternativos, evidenciando el carácter histórico de lo que siempre damos por sentado” (CEVASCO, 2018, p. 11).

De esta manera, es posible comprender que el texto utópico es ambiguo y ambivalente, pues en la medida en que afirma una diferencia radical con lo que experimentamos, se muestra igualmente irrealizable, si no inimaginable (p. 20). Sin embargo, de manera curiosa, es precisamente este ejercicio de imaginar lo que no es capaz de existir lo que nos brinda, una vez más, nuestro propio mundo. En definitiva, la invención de las utopías nos hace más conscientes de nuestra limitación mental e ideológica de imaginar la alteridad, reforzando, al final, que sólo la alteración histórica y la acción de la práctica cotidiana pueden engendrar cambios.

 

Iconos de la ciencia ficción a contrapelo: el caso de la nave espacial

En este largo ensayo inicial y en los ensayos que le siguen, el crítico sigue un conocido camino de análisis al examinar la ciencia ficción: esboza una iconografía del género comentando obras seleccionadas, sin ocultar sus preferencias de lectura, con énfasis en Kim Stanley Robinson, Philip K. Dick y Ursula Le Guin, entre otros autores.

La idea de leer ciencia ficción a través de iconos es un método de análisis muy conocido, siendo uno de los hitos el trabajo de Gary K. Wolf, Lo conocido y lo desconocido, de 1979, utilizado como referencia por otros autores, como Elizabeth Ginway al analizar la ciencia ficción brasileña (2005). El método se centra en iconos recurrentes que, citando a Gary K. Wolf, serían la nave espacial, la ciudad, la tierra devastada, el robot y los extraterrestres. En un artículo anterior, Wolf demuestra los orígenes de estos íconos en narrativas que mezclan mitos antiguos con tecnología moderna (1988, p. 51). Hasta el día de hoy, los libros de texto de ciencia ficción utilizan el archivo como columna vertebral del análisis.

Sin embargo, al “jamesonizar” tales iconografías clásicas de ciencia ficción, nuestro crítico realiza una ingeniosa operación. En diferentes capítulos sugiere que, al utilizar estos iconos, ciertas obras de ciencia ficción también alteran, en la propia presentación de la narración, un desdoblamiento entre forma y contenido que modifica el acto de recepción y percepción estética, potenciado a partir de la categoría de extrañamiento. Es decir, Jameson usa un ícono solo como puerta de entrada a una aplicación política y cultural crítica.

Por ejemplo, al trabajar con el icono del “barco-perdido-como-universo” en la obra Starship, de Brian Aldiss, 1958 (p. 395), Jameson aprovecha para presentar una teoría fundamental a quienes trabajan con el tema: la recurrencia de las discontinuidades genéricas como constitutivas de las narrativas de ciencia ficción. A menudo, dentro de una misma obra de ciencia ficción, es posible encontrar diferentes géneros literarios, que se presentan en una secuencia un tanto artificial para romper con ciertas expectativas. Se reúne así una heterogeneidad de materiales a través del collage, con elementos narrativos que derivan de diferentes modelos literarios – podemos encontrar un “manual de circuitos eléctricos de una nave estelar” junto a una “historia de aventuras”, seguida de una “fábula política”, una alternancia que no cabe esperar en una organización realista o mimética de las narraciones.

El procedimiento no es nuevo, consulte el formato textual de Ulises, de James Joyce (1920), pero su recurrencia basada en una narración que trata precisamente de la tecnología proporciona un efecto más profundo. Esto termina reforzando la fuerza del efecto de extrañamiento inherente a este y otros íconos de ciencia ficción. En este caso, la nave espacial, un entorno en el que la naturaleza es sustituida por la cultura, implica en su formulación imaginaria dos impulsos aparentemente contradictorios: nos hace dudar de nuestras propias instituciones, si serán tan naturales como suponemos; e introduce la idea de que nuestro entorno exterior "real" es tan limitado y restrictivo como una nave espacial (el efecto de lectura empeoró en tiempos de aislamiento social durante una pandemia). Dos impulsos que aún nos llevan a la incertidumbre sobre lo “natural” como categoría conceptual (p. 397-398).

 

desarrollos arqueológicos

Con el peso teórico que presenta la obra de Fredric Jameson, principalmente sobre la posmodernidad, la publicación de Arqueologías del futuro terminó impulsando ciertas obras de crítica de ciencia ficción, fomentando nuevas reflexiones de carácter materialista en el siglo XXI, como ejemplos de las obras planetas rojos, colección de artículos editados por Mark Bould y China Miéville (2009), y planetas verdes, en el mismo formato, organizado por Kim Stanley Robinson y Gerry Canavan (2014), ambos influenciados por arqueologías en sus análisis.

El libro de Jameson fue lanzado en 2005 por Verso, fundada en 1970, con un equipo de Nueva revisión a la izquierda, con sede en Londres y Nueva York. Publicado ahora en portugués por Autêntica, como parte de la Coleção Ensaios, coordinada por Ricardo Musse, una selección con alcance multidisciplinario y análisis crítico de la cultura, la política, la economía y otros temas.

La traducción está firmada por Carlos Pissardo, diplomático y doctor en sociología de la Universidad de São Paulo, traductor de Adorno y Horkheimer, un profesional digno del desafío de traer este tomo de crítica e imaginación a Brasil, en un momento histórico en el que tanto Necesitamos agudizar nuestra crítica y agudizar la imaginación. Parafraseando el epígrafe wittgensteiniano de el inconsciente politico, si “imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida”, imaginar una utopía es imaginar un mundo completamente diferente. Quién sabe, por unos raros momentos, mucho más allá del capitalismo.

* Ana Rusche Doctor en Estudios Lingüísticos y Literarios por la Universidad de São Paulo, con una tesis sobre ciencia ficción y utopía. Autor, entre otros libros, de La telepatía son los otros. (monomito).

referencia

Federico Jameson. Arqueologías del futuro: el deseo llamado utopía y otras ficciones científicas. Traducción: Carlos Pissardo. Belo Horizonte, Auténtica, 2021, 656 páginas.

 

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