por PRISCILA FIGUEIREDO*
Arqueología de un hombre pobre
Analizando los restos del Contexto 958,
una vez hombre, tal vez digno, tal vez indigno,
Los investigadores llegaron a las siguientes conclusiones:
habría vivido más de 40 años, ¡un buen momento para la época! —
y tenía serios problemas dentales,
estructura muscular marcada con hierro,
que sugiere, ahora como antes, una vida dura,
un trabajo, si no una mierda, casi.
Su esqueleto nos dice que fue un
sobreviviente,
porque, hoy como ayer, en este tipo de
lesiones pequeñas y medianas, indicación clara
de dolor y desastre.
Sin embargo, como todavía es común ver hoy en día,
no sin confusión en nuestra cabaña, la misma
el desgaste continuo no conducirá directamente a la muerte—
si ese fuera el caso, naturalmente el sujeto ya estaría
no sería llamado sobreviviente
(en cualquier caso, recuerda: supervivientes
también mueren, a veces antes de tiempo).
Los científicos incluso leen en hueso duro:
jeroglífico, finalmente abrió la caja negra de su vida —
que la carne y el pescado siempre estaban en su mesa.
Como hoy, como en el siglo XIII, esto no es
frecuente entre los pobres.
¿Cómo explicar entonces que un hombre enterrado
debajo de un hospital para mendigos
¿Se lo había comido todo?
Sólo puede ser que trabajó —con esto—,
vendido o transportado, todo eso, y un poco
casi por inercia aterrizó en su mandíbula.
Todos en el futuro también verán,
en tu esqueleto asimilado, la bolsa de huesos
que corriste a buscar el martes,
la xepa los miércoles y viernes;
sabrá del trozo de carne roja
que religiosamente hurtaste
llevar la comida de otra persona.
*Priscila Figueiredo es profesor de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Mateo (poemas) (bueno te vi).
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