Argentina – efectos de un voto defensivo

Imagen: Robert Rauschenberg
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por CLAUDIO KATZ*

La gran apuesta del establishment en torno a Juntos por el Cambio está a punto de hundirse.

El sorpresivo resultado de las elecciones afecta gravemente los planes trazados por las clases dominantes para demoler los logros populares. La recuperación de Massa, el estancamiento de Milei y el fracaso de Bullrich alteran los proyectos de la derecha para debilitar a los sindicatos, desmantelar los movimientos sociales y criminalizar las protestas.

El oficialismo canalizó una reacción defensiva ante estos peligros. Saludó el rechazo democrático a la rehabilitación de la dictadura, la justificación del terrorismo de Estado y la difamación del movimiento feminista. Los electores expresaron su decisión de apoyar las pensiones y la educación pública, evitar la anulación de planes sociales y evitar que la motosierra pulverice los salarios.

Una ola de votos minó la confianza de la derecha en su inminente llegada al gobierno. El mismo freno que estalló en España, Chile, Brasil y Colombia surgió en Argentina. La memoria se activó, sonaron las alarmas y los recelos de la sociedad salieron a la superficie, ante la gran desgracia que apadrinan Milei y Bullrich.

Gran parte de la población supo reconocer este peligro, en el dramático escenario de empobrecimiento que avala el actual gobierno. Estos votantes entendieron que la derecha añadirá la pesadilla de la represión a las mismas adversidades económicas. Esta respuesta electoral indica que la capacidad de resistencia de nuestro pueblo permanece intacta.

El peronismo recuperó su voto tras el fracaso sufrido en las elecciones anteriores. Con su gran victoria en la provincia de Buenos Aires, Kicillof brindó el principal apoyo a la victoria de Massa.

La avalancha de Milei entre los jóvenes ha sido contenida por ahora. Mantuvo sus cifras elevadas en segmentos amorfos de la nueva generación, pero no avanzó en los sectores más organizados. La insolencia y la informalidad del libertario pierden su atractivo y enfrentan la barrera de rechazo que construye la militancia popular.

La confusión de la derecha

Los analistas convencionales minimizan lo ocurrido con superficialidades de todo tipo.[i] No pueden ocultar el golpe que derribó a Bullrich y contuvo a Milei, pero atribuyen esa bofetada al comportamiento emocional de los votantes. Omiten que, si esta característica hubiera sido tan decisiva, también debería haber dominado en los caucus, que tuvieron resultados opuestos. De hecho, la emocionalidad se presenta como una moneda en el aire, que puede caer en cualquier dirección sin explicar nada.

Esta visión ignora que el elemento racional fue particularmente significativo en las últimas elecciones. Los electores rechazaron a la derecha en las votaciones decisivas de la tercera vuelta, después de haber coqueteado con otras opciones en las elecciones provinciales e internas.

Los analistas más vulgares retomaron su despreciado insulto al grueso de la población. Interpretaron el resultado electoral como una confirmación definitiva de que Argentina es “un país de mierda”. Pero no entendieron en qué medida esta reiterada ofensa contribuye a resucitar la burocracia. Las mayorías populares mantienen su autoestima nacional y rechazan las escandalosas difamaciones promovidas por numerosos comunicadores.

Para columnistas La Nación, el fracaso de la derecha se debe a la manipulación populista del gran Buenos Aires. Contrastan este juego de manos con la libertad ciudadana que observan en la ciudad de Buenos Aires. Pero el continuo predominio del mismo espacio político en este lugar desmiente este prejuicio. En ambos distritos subsisten lealtades de larga data y no hay razón para invalidar un caso exaltando el otro. Es tan arbitrario atribuir virtudes cívicas a la clase media como identificar a los empobrecidos con la ignorancia política.

Los liberales también creen que el oficialismo se benefició del aparato y del despilfarro de recursos públicos. Pero olvidan que, en los avances, estos instrumentos dieron lugar a un resultado diferente. La misma inconsistencia se extiende a la evaluación de los candidatos. Explican la victoria de Massa por su capacidad de engañar, ignorando que, con las mismas virtudes de un engañador, este veterano político enfrentó innumerables derrotas.

Otros analistas estiman que, esta vez, los dirigentes electorales han afinado sus dispositivos para garantizar el control de las alcaldías. Pero no registran lo poco que fue el corte de papeletas, que suele acompañar a estas prácticas. Para los portavoces de establecimiento, lo ocurrido el domingo 22 es sencillamente incomprensible. Sus opiniones excluyen el hecho central, que fue el surgimiento de una reacción democrática frente al peligro reaccionario.

Por otro lado, registran, de manera más lúcida, que los votantes rechazaron el abuso social. Pero descalifican esta conducta, identificándola con el “facilismo” y la consiguiente negación de las ventajas del ajuste. Están especialmente indignados por la falta de mansedumbre del pueblo argentino ante la agresión de los poderosos.

Una gran parte del electorado se resiste al agravamiento del deterioro social. Está acostumbrado a sobrevivir con tasas de inflación muy altas, pero no acepta las dificultades adicionales de una recesión. Entre soportar la hambruna y afrontar la pérdida de su empleo, eligió la primera desgracia.

Esta selección de adversidades se forjó en la experiencia de los gobiernos de derecha, que tienden a combinar todos los tormentos. Masa es sinónimo de inflación, pero Milei y Bullrich incluirían todos los agravantes complementarios. Por ello, gran parte de la población optó por un mal conocido, ante la perspectiva de que se repitan las penurias vividas durante los gobiernos de Menem, De la Rúa y Macri.

Otra explicación común para el resultado electoral destaca que los funcionarios se beneficiaron de la división de la oposición. Pero esta obviedad no aclara los motivos de esta fractura. Omite que la misma derecha patrocinó su propia separación, al promover a Milei como impulsora del ajuste. Crearon un monstruo que cobró vida propia y terminó enterrando a Bullrich.

Los portavoces del poder olvidan también que esta división no fue meramente electoral, sino resultado de la decepción generada por Macri. Esta desilusión llevó al electorado a buscar un salvador fuera de la “casta”. La fractura de la oposición se debe más a la crisis de esta formación que a la astucia de los funcionarios.

Finalmente, otros analistas explican la victoria de Massa por la adecuada contratación de asesores externos, quienes diseñaron su campaña mejorando el formato de varias experiencias latinoamericanas. Pero estos consultores no destacan actualmente por sus éxitos y nunca habrían podido construir una victoria desde cero.

De hecho, en Argentina se repitió la misma reacción que llevó a la derrota de Bolsonaro, Camacho, Trump, Kast, Guaidó y Hernández. La contención de la extrema derecha no es una peculiaridad nacional. Pero estas respuestas ni siquiera se acercan al campo de visión de los portavoces del poder.

Perfil de Massa

El ganador de las elecciones lidera un ala conservadora del oficialismo, que impulsa proyectos muy diferentes al kirchnerismo. Así lo dejó claro en una comparecencia al final de las elecciones sin escoltas, para resaltar su nuevo liderazgo. Massa anunció el “fin de la brecha” y reafirmó su llamado a un gobierno compartido con la oposición de derecha. Destacó los valores tradicionales, aseguró a los establecimiento y, a diferencia de Kicillof, evitó cualquier mención a Cristina.

Toda su carrera confirma este tono. Massa primero rompió con el kirchnerismo para converger con la derecha y luego apoyó el debut de Macri. Coincidió con la mano dura de Berni y silenció la represión de su socio Morales en Jujuy. Mantiene estrechas relaciones con la embajada de Estados Unidos y elogia al sórdido pueblo de Venezuela. En el debate presidencial destacó por su creciente apoyo a los crímenes de Israel contra los palestinos.

Massa logró ocultar que es el ministro de Economía y que gestiona el enorme empobrecimiento de la población. El ritmo de esta degradación ha aumentado a más del 40% y las devaluaciones acordadas con el FMI agravan el fuego inflacionario. Para recibir los créditos que los acreedores utilizan para pagarse, el ministro instaló la desventura de una inflación mensual de dos dígitos.

Las compensaciones que anuncia semanalmente para mitigar la dispersión de los ingresos populares son licuadas por la inflación. Ningún bono contrarresta los aumentos de precios realizados por grandes empresas con la complicidad del Palácio da Fazenda. Nadie respeta la formalidad de ningún acuerdo de precios y la Secretaría de Comercio prescinde de cualquier control.

Massa aprovecha la tregua que acordó con el FMI hasta el final del ciclo electoral para contener la carrera cambiaria con improvisaciones diarias. Amenaza a los peces pequeños de las casas de cambio sin afectar a las grandes operaciones de los bancos, negocia ayudas en yuanes para mantener las reservas en números rojos y pospone cualquier decisión significativa hasta el resultado de noviembre. Pero él mismo no sabe si podrá evitar un colapso, resultado de la loca carrera entre inflación y devaluación.

El ministro-candidato promete en el futuro lo que no hace ahora y garantiza que todo cambiará cuando asuma la presidencia. Pero no explica por qué no anticipa este futuro afortunado, basándose en su actual dominio de la economía.

Los millones de electores que eligieron votar por él no ignoran la responsabilidad de Massa en el desastre económico. Viven personalmente el ajuste implementado por el ministro, pero también se dan cuenta de que la derecha acentuaría el mismo torniquete con añadidos represivos.

Posiciones de cara a la segunda vuelta

Como el total de votos de Milei, Bullrich y Schiaretti supera ampliamente al de Massa, varios analistas consideran que el libertario tiene más posibilidades de llegar a la Casa Rosada. Sería una repetición de lo ocurrido en la segunda vuelta de Ecuador y confirmaría que el éxito en una elección no anticipa la victoria en la siguiente. Los cambios de sentido son la norma en todas las elecciones recientes.

Pero también es cierto que Massa salió mejor colocado que su rival en el último certamen. Esta diferencia se hace visible en el humor reinante entre las dos fuerzas y en la actitud de un ministro que ya aparece como líder.

Massa se alineó con el justicialismo y negocia posiciones con gobernadores y la UCR (Unión Cívica Radical). Con una tentadora oferta de citas, fomenta la ruptura de Cambiemos. El mismo paquete lo acercó a Schiaretti y sus socios del interior.

Por otro lado, Milei deberá sanar las heridas que le infligió al PRO (Propuesta Republicana), negociando con personajes desprestigiados (Mauricio) y desmoralizados (Patricia). También enfrenta una contradicción con la figura que construyó. Ganó apoyo con posiciones rupturistas, denuncias de “casta” y propuestas delirantes. Pero ahora está implorando apoyo de la derecha clásica, proponiendo las mismas connivencias que rechazó a gritos.

Esta abrupta conversión de león a lindo gatito erosiona su credibilidad. oh establecimiento y los medios que promovieron su protagonismo se desmarcaron de sus despropósitos.

El libertario tiene a su favor el amplio bloque forjado en el poder para desbancar al peronismo. Pero perdió la impunidad para decir cualquier cosa. Sus propuestas de dolarización, venta de órganos, posesión de armas y ruptura con China ya no tienen tanta gracia. Los últimos absurdos que le rodean (suspensión de relaciones con el Vaticano, acusaciones de fraude electoral no demostrado, cancelación de la ayuda alimentaria a padres separados) le han afectado gravemente.

Por el momento, cualquier predicción sobre la segunda vuelta carece de coherencia. Los errores de los encuestadores compiten con el comportamiento inesperado de los votantes. Nadie imaginaba el resultado de las tres rondas anteriores. Pero, en cualquier caso, lo importante no es la exactitud de esta predicción, sino la adopción de una actitud correcta ante la segunda vuelta.

Ya hemos anticipado nuestra actitud en varias declaraciones[ii] y en un debate reciente.[iii] Entendemos que la principal diferencia de Massa con relación a Milei está en el plano democrático. El libertario proclama abiertamente que atacará los logros sociales criminalizando el movimiento popular. Por eso, proponemos un voto contra la derecha, repitiendo la posición adoptada por la mayoría de la izquierda contra Bolsonaro, Kast y Hernández. También apoyamos iniciativas de acción unitaria desde la izquierda con aspectos del kirchnerismo crítico, para fortalecer una campaña común.

En nuestra opinión, es erróneo equiparar a los candidatos de derecha con sus oponentes. La frustración de las expectativas populares con los gobiernos progresistas no equivale a la represión que promueve la derecha. Pero este voto contra el principal enemigo (Milei) no implica ocultar interrogantes sobre el sufrimiento causado por el candidato alternativo (Massa).

Las distintas fuerzas del FIT (Frente de Izquierda y Trabajadores) aún no definen su posición en la segunda vuelta. En las elecciones obtuvieron resultados similares a los de rondas anteriores, pero con la grata noticia de un nuevo escaño en el Congreso. Myriam Bregman se proyectó, además, como una figura con peso propio por su excelente participación en los debates presidenciales. Esta influencia no se tradujo en votos, pero podría tener un impacto importante en el próximo período, si la izquierda adapta su estrategia al nuevo escenario. La segunda ronda será la primera prueba de este desafío.

Preguntas sobre el nuevo escenario

Comenzó a emerger un contexto político marcado por varios cisnes negros, que alteró el marco imaginado por las clases dominantes. La primera sorpresa es la probable demolición de la principal coalición patrocinada por los poderosos para gestionar el próximo gobierno. La gran apuesta de establecimiento alrededor de Juntos por el cambio está a punto de hundirse. Sus principales figuras quedaron fuera de la carrera y el detallado plan económico elaborado por el Fundacion Mediterráneo, bajo el mando de Melconian, perdió su centralidad.

El segundo hecho sorprendente es la posibilidad de un nuevo gobierno peronista. Esta alternativa quedó completamente descartada en los escenarios entrevistados por los magnates. Nadie imaginaba que el desastroso gobierno de Alberto Fernández podría coronarse con un sucesor del mismo palo. De confirmarse esa continuidad, los dueños de Argentina reevaluarán las fórmulas de convivencia con la justicia. Estas opciones tendrán que incluir una revisión de su máxima aspiración, que es someter a las mayorías populares modificando las relaciones sociales de fuerza.

El nuevo Congreso tramitará el cambio de escenario. La expectativa de la derecha de cambiar drásticamente la composición del Parlamento para introducir un vertiginoso paquete de ajuste se ha vuelto más incierta. Una nueva bancada libertaria ingresará al recinto, pero el Juntos por el cambio Los legisladores perdidos y los funcionarios mantuvieron a las principales minorías. Nadie tendrá quórum propio y la creación de un ambiente es asombrosa, totalmente acorde con los abusos promovidos por los amos del ajuste.

Las especulaciones sobre las tensiones que opondrán a Massa al kirchnerismo son prematuras. El sólido voto de Kicillof introduce un factor de ordenamiento de las luchas dentro del peronismo. Cristina logró afianzar su bastión en la provincia de Buenos Aires y Massa tendrá que reevaluar sus pasos.

Esta misma complejidad se extiende a la batalla social contra el ajuste. No hay duda de que esta resistencia es la única manera de defender los derechos de los desposeídos, sea quien sea el próximo presidente. En el caso de Milei, la frontalidad del choque sería visible, pero con Massa podría abarcar una mayor variedad de direcciones.

En su más reciente gestión, el ministro combinó el ajuste inflacionario con la demagogia electoral, adoptando medidas para todos los gustos. Apoyó nuevos privilegios para los grupos dominantes, con un “dólar vaca muerta” muy similar al otorgado a los productores de soja. También anunció una normalización tributaria más favorable para los evasores que la lograda por Macri. La ministra también recurrió a un festival de emisiones sin apoyo, para llegar a noviembre sosteniendo el consumo en medio de la hambruna.

En esta ensalada se incluyeron varios logros para los asalariados, como la reducción del impuesto a la renta por una ley del Congreso. También se autorizó una reducción de la jornada laboral. A esta iniciativa se opone los grupos de presión del gran capital y promovida por los sindicatos y la izquierda.

Abrir esta discusión era factible con Massa, pero sería impensable con Milei. El mismo contraste se observa en la propuesta de financiar el otorgamiento de un bono a los trabajadores informales mediante un pago extraordinario de los grandes contribuyentes.

La complejidad del nuevo contexto se verifica en estas medidas. La lucha social tiende a entrelazarse cada vez más con tensiones políticas. El gran desafío del activismo es afrontar este escenario de manera inteligente.

*Claudio Katz. es profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. Autor, entre otros libros, de Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo (Expresión popular) [https://amzn.to/3E1QoOD].

Traducción: Fernando Lima das Neves.

Notas


[i] Su exponente más patético es Joaquín Morales Solá (https://www.lanacion.com.ar/politica/el-vencedor-menos-pensado-nid23102023/). Pero también José del Río, Martín Rodríguez Yebra y Carlos Pagni, ese mismo día en la edición de La Nación.

[ii] “La izquierda ante los peligros de octubre y noviembre”, 31/8/2023, www.lahaine.org/katz.

[iii] “La izquierda ante las elecciones”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires 12-10-2023, https://www.youtube.com/watch?v=3AFnRR5Mvrg.

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