Argentina – la transvaloración de los valores

Imagen: Regina Pivetta
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por AGUSTÍN LUCAS PRESTIFILIPPO*

Es necesario desarmar las manipulaciones retóricas en las que se vinculan las operaciones de transfiguración ideológica de la extrema derecha.

Transfiguración cromática

Cuando el Ministerio del Interior ratificó los resultados de las elecciones primarias[i] Agosto de 2023 frente a las cámaras de televisión, las plataformas digitales se convirtieron en arenas movedizas y los foros de discusión se convirtieron en un hervidero de comentarios que discutían hasta altas horas de la noche los inconcebibles resultados de las elecciones en toda Argentina.

Esa noche, las encuestas de opinión se lanzaron en directo por serpentinas confirmaron en las redes, una vez más, lo que arrojaban los números oficiales en los medios tradicionales. No había información ni autoridad política que pudiera hacer creer a la gente lo que aún no se podía creer. De hecho, la relación lógica entre ver y creer ya había quedado completamente distorsionada a lo largo de la campaña electoral.

A diferencia de las campañas presidenciales de Carlos Menem en 1989 o Mauricio Macri en 2015, la versión radicalizada del neoliberalismo local no había dejado de expresar con palabras todo lo que piensa y promete lograr una vez en el gobierno: destruir los elementos de las instituciones estatales, emplear fuerzas represivas policiales. en las calles, revisar los juicios a genocidas de la última dictadura cívico-militar. Efectivamente, el emperador se había desnudado. “No poder creer” significaba entonces no sólo la “sorpresa” ante la evidencia de un acontecimiento inesperado, sino también la crisis de fe por parte de individuos cínicos que, como formulara Slavoj Žižek hace muchos años, “saben”, “e incluso así lo siguen haciendo”.[ii]

Como rápidamente se pudo observar en los mapas electorales, una ola violeta se había extendido por todo el territorio nacional. Pero esta vez no se trató de la ola violeta que en Argentina se identifica con el feminismo. El color que ahora se expandía por el territorio ya no era el del grito popular “Ni una menos”, que desde 2015 marca la pauta de las masivas movilizaciones contra la violencia machista.

Mapa de resultados de las elecciones primarias (PASO) de Argentina en 2023 por provincias

Esta vez, el color violeta había sido adoptado como elemento de identificación de la alianza partidaria “A Liberdade Avança”, encabezada por la dupla Javier Milei y Victoria Villarruel. La expansión de esta ola no representó, por tanto, la popularización del conjunto de demandas lideradas por el colectivo feminista, sino el apoyo social a un radicalismo de derecha cuyo eje vertebrador de la campaña fue el ensañamiento contra toda disidencia (ideológica, sexual, cultural). , étnico) y la promesa redactada en positivo de abolir la ley que legaliza el derecho al aborto.

Esta operación de transfiguración cromática, sin embargo, no es una mera anécdota ni una metáfora pictórica inocua: toca el nervio oculto de la lógica del derrame con la que opera la pegajosa materialidad del nuevo radicalismo de derecha. En efecto, se trata de una auténtica transvaloración de todos aquellos valores que sirven de motor al resentimiento y a una moral del rencor. Un rito de guerra contra todos esos iconos de una pesada tradición, a los que sólo es posible responder con el acto ligero de una danza liberadora, como aconsejaba Zaratustra.

Una danza refundacional

Pero el arte por el que se mueve el libertarismo es extremadamente singular. Jugar y bailar como movimiento de liberación frente al peso de lo que sólo aparece como expresión de una voluntad particularista de poder. Así, cataloga las luchas populares contra los feminicidios y la violencia patriarcal como simple “ideología de género”, el problema del cambio climático, que en América Latina se asocia al expolio extractivo por parte del capital, como una “mentira de izquierda”, y los juicios a los genocidas de los la última dictadura cívico-militar argentina como un acto de “memoria incompleta” que ignora quiénes fueron las verdaderas “víctimas” del “terrorismo guerrillero”.

Como el cangrejo, Zaratustra se mueve libremente de un lado a otro, y en sus movimientos zigzagueantes logra reírse de las tragedias de quienes sufren. Otra de las escenas nefastas de esta transfiguración libertaria se pudo observar en el discurso que pronunció Javier Milei la noche de las elecciones que lo convirtieron en el candidato a presidente más votado en Argentina. Una vez más frente a las cámaras se observó en escena al actor principal, el inesperado protagonista de una noche furiosa. De fondo se escuchaba la ovación de sus seguidores.

Del lado del público se podía ver a jóvenes exultantes, saltando y gritando a coro un mensaje extemporáneo, traído al presente desde la memoria traumática de la Argentina reciente. Un mensaje que alguna vez representó una consigna de lucha popular cantada en las calles; canción protesta en la que se condensó el drama de la historia argentina de finales del siglo pasado. “¡Que se vayan todos, no solos!”

fue un lema que sintetizó los deseos emancipatorios y transformadores de miles de argentinos que se movilizaron en diciembre de 2001, cuyas luchas marcaron el fin del modelo económico, político y cultural puesto en marcha por el neoliberalismo en los años 1990. Un estallido popular que se levantó contra desempleo y deuda externa, contra las privatizaciones y la destrucción de las instituciones estatales de protección social. La música de una consigna a la que se opuso el propio Estado, como lo recuerdan los cuerpos de los caídos por la represión policial. Esta misma consigna la entonaban ahora los nuevos jóvenes conservadores del liberalismo autoritario para celebrar el triunfo electoral de su candidato.

Ante tal rito de indignación, sólo fue posible responder con un grito que redobló la apuesta, con el fin de satisfacer las expectativas de su alegre público. Este grito expondría las ambiciones refundadoras que impulsan esta última expresión de lo que William Callison y Zachary Manfredi llamaron “neoliberalismo mutante”. Ciertamente no se trata simplemente de hacer estallar el Banco Central, como declaró el candidato de “Avances de la Libertad”; ni reducir el número de ministerios para reducir el déficit fiscal.

Se trata, ante todo, de cumplir una misión, que aquí se presenta en forma de justicia reveladora. Es necesario decir, entonces, en el escenario, frente a su público exultante, que “la justicia social es una aberración”. Porque, detrás de esta hermosa palabra, grita el líder en el escenario, se esconde un simple robo. Sí. Se trata de abolir la moneda nacional y dolarizar la economía del país. Pero no simplemente como una propuesta para limpiar superficialmente la política monetaria. De hecho, poner fin a la inflación es el medio necesario en el camino hacia una escatología en la que Argentina tendrá que sacrificar lo que erróneamente ha considerado más sagrado y apropiado.

En varias ocasiones, los candidatos de “Freedom Advances” formulan sus batallas discursivas en términos de una misión salvífica, un despertar del letargo de la pesadilla que nos hace creer que “donde hay una necesidad, debe surgir un derecho”. Así, Argentina podrá resurgir de sus cenizas. En cada intervención pública de este neoliberalismo autoritario, el programa de refundación de la nación asoma sobre las bases civilizadoras del mercado, el terreno firme de una moneda estable y la libertad del individuo emprendedor.

Los juegos lingüísticos de la crueldad

Pero estos sueños delirantes de la nueva expresión del negacionismo y del radicalismo de derecha no pueden entenderse simplemente como una expresión superestructural de la política profesional argentina. Porque estos sueños se extienden como un flujo ilimitado donde ya circula una corriente que les da cobijo. De hecho, no sería posible entender estos sueños sin su contrapartida, las fantasías ideológicas de esa misma sociedad.

En cada cruzada emprendida por sus portavoces, es posible identificar movimientos tectónicos en las capas de experiencia dañada de la subjetividad contemporánea. Probablemente no tenga sentido abordar estas cuestiones con la expectativa de encontrar linealidades causales y relaciones simples entre explica e explicando. ¿Qué vino antes?

Pero sería necesario concebir estas difíciles relaciones entre economía, política, cultura y subjetividad en términos de una totalidad internamente contradictoria, estructurada por niveles asimétricos y dinámicas heterogéneas. De esta manera, sin embargo, las experiencias de crisis de los individuos aparecen como soportes, causa y efecto, al mismo tiempo, de la expansión de estos lunáticos ejercicios de transfiguración ideológica.

Como demuestran nuestros estudios recientes,[iii] Desde hace años, la sociedad argentina ha visto un cambio de lenguaje entre los usos populares de la palabra “justicia social” (comúnmente asociada al principio de igualdad) y la imagen de “justicia del pueblo”. En este juego de lenguaje, el concepto democrático de justicia pierde todo significado, se vacía por completo, pasando a ser utilizado con un contenido agresivo, punitivo, vinculado a la idea de seguridad y al deseo de castigo para quienes aparecen identificados con una existencia ( o práctica) que ponga en peligro el orden social.

Por razones que aún no han sido estudiadas con el detalle que requieren, para los individuos que sufren la crisis del capitalismo contemporáneo no sólo es más simple sino también más gratificante transmutar la constelación política y social de problemas asociados con el principio igualitario en un bloque de problemas sociales. problemas identificados con la inseguridad de la propiedad privada y con delitos menores. La justicia del pueblo denota el papel activo que la “sociedad”, entendida aquí como una masa amorfa y homogénea, debe asumir en el ajuste de quienes se percibe que ya han transgredido desde siempre la santa ley de la propiedad privada y de la familia nuclear burguesa.

Finalmente, resulta imprescindible interpretar en profundidad las formas que toma la experiencia del tiempo en la sociedad actual en subjetividades en crisis. En las estrategias que emplean los individuos para afrontar el colapso de sus certezas, emerge un enigma sobre las expectativas para el futuro. Es una cierta voluntad por parte de muchas personas de sacrificar un regalo cuyo valor se les escapa como arena entre las manos.

Para quienes pretenden votar por Javier Milei, el tema de la dolarización se percibe como una medida libre de consecuencias negativas para la población. Muchos de sus votantes reconocieron que sustituir la moneda nacional por la estadounidense podría implicar un costo muy alto para el bienestar de la población. Y, sin embargo, la misma erosión de la subjetividad que produce una economía inflacionaria, el aumento continuo y gradual de los precios de todos los bienes y servicios esenciales para la economía interna, impide imaginar medidas políticas alternativas a lo que se presenta como un sacrificio necesario.

No se trata simplemente de una cierta capacidad de evadir la realidad, algo así como el “negacionismo desde abajo”, al que aludíamos anteriormente utilizando la figura del sujeto cínico que no cree en el poder y, sin embargo, mantiene su sumisión. Junto a esta falta de fe, también se desarrolla un exceso de capacidad de fantasía. Y junto a estos mecanismos de represión psíquica que llamamos “negación”, “represión” y “forclusión” también se articula un deseo de catástrofe como forma de afrontar simbólicamente la percepción angustiosa de la crisis. Evidentemente, esta perspectiva está sujeta a una lógica circular sin salida, ya que encuentra dificultades dramáticas para imaginar un futuro diferente.

Contrapedagogías emancipadoras

Ante este escenario de locura y deseo de muerte, sólo es posible responder con una práctica de escucha y una disposición amorosa al diálogo con quienes sufren la crisis. Como nos sugirió Rita Segato, en este verdadero trabajo de una pedagogía emancipadora contra la frialdad autoritaria, necesitamos desarmar las manipulaciones retóricas en las que se encadenan sus operaciones de transfiguración ideológica.

Las redes de solidaridad en las que se teje el poder democrático de la historia reciente argentina se alimentaron de experiencias de lucha de larga data, de paciencia democrática para idear una forma de vida libre de violencia y centrada en la interdependencia, entre las que se encuentran no pocos ejemplos de acciones concretas. logros populares.

Así lo atestiguan las lecciones históricas que las batallas llevadas a cabo por el movimiento estudiantil, el feminismo, los trabajadores de la economía popular, el sindicalismo y las organizaciones de derechos humanos impartieron en las calles. Siendo fieles a las energías emancipadoras de este legado, podremos posicionarnos frontalmente y sin miedo frente a las amenazas del fascismo.

Pero esta resistencia sólo adquirirá su verdadera fuerza material si es capaz no sólo de evitar el peligro que hoy nos acecha, sino también de relanzar en la vida pública nuevas consignas que revitalicen el deseo de transformar cada molécula de lo que existe.

*Agustín Lucas Prestifilippo Es profesor de sociología de la Universidad Nacional de Luján (UNLU) y coordinador del Grupo de Estudios de Teoría Crítica Contemporánea del Instituto Gino Germani de la UBA. Autor del libro El lenguaje del sufrimiento. Estética y política en la teoría social de Theodor Adorno (Prometeo).

Traducción: Ricardo Pagliuso Regatieri.

Notas


[i] Nota del traductor: Desde 2009, Argentina celebra elecciones primarias, que definen qué partidos podrán presentarse a las elecciones nacionales y la lista que representará a cada partido. Las elecciones primarias son conocidas en el país por las siglas PASO, siglas de Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias.

[ii] Žižek, S. 2003. El objeto sublime de la ideología, Buenos Aires: Siglo XXI, pág. 58.

[iii] Cuesta, Micaela y Prestifilippo, Agustín Lucas. 2023. “Retóricas de la crueldad. Mitos y razones de la desigualdad social”, en: Micaela Cuesta et al. (org.). Discursos de odio. Una alarma para la vida democrática, Buenos Aires: UNSAM Edita.


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