¿Hemos aprendido la lección del covid-19?

Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por LEONARDO BOFF*

Imaginamos que habríamos entendido el sentido profundo de la lección que nos ha legado la pandemia. No sucedió. Todo parece volver a la normalidad

Hemos superado en gran medida las amenazas que plantea el Covid-19, que desde hace tres años pone en riesgo la vida de un gran número de personas. Es cierto que quedaron secuelas: el virus afectó a los riñones, los pulmones, los intestinos y hasta el cerebro. En cierto modo, se ha asentado en nuestro organismo y, probablemente, al igual que con la gripe, deberíamos seguir tomando vacunas protectoras.

Sin duda, la acción deletérea del virus ha aumentado nuestra conciencia ecológica. Basta con mirar cuánto se ha escrito sobre el tema y los cientos de “vida” sobre el cuidado de nuestra Casa Común, realizado en todos los países y grupos ecológicos formados.

Sin embargo, en términos sociales y globales, imaginamos que habríamos entendido el significado profundo de la lección que nos legó la pandemia. No sucedió. Todo parece haber vuelto a la vieja normalidad, la que trajo el virus, ya sea en las formas de producción que implicarían una forma más amigable con la naturaleza; continúa la sobreexplotación de los ecosistemas; La deforestación en la Amazonía, en el Cerrado y en el Congo continúa a un ritmo preocupante, por más esfuerzos que hagan los gobiernos para limitar la voracidad del capital mundial.

Especialmente la minería, que se explota en casi todos los países, degrada ecosistemas enteros y daña la salud de las personas. La escasez de agua potable posiblemente sea uno de los factores de mayores conflictos en el futuro cercano, ya que cada vez es más escasa y su caudal está disminuyendo debido al cambio climático.

Quizás el vacío político más grave sea la falta de creación de un centro plural de toma de decisiones para abordar problemas globales (como pandemias, calentamiento global, agotamiento de la biodiversidad, deterioro de suelos y cultivos, etc.) que requieren una solución global. Todavía prevalecen soberanías obsoletas, en las que cada país busca defender sus ventajas sin tener en cuenta el carácter sistémico de los problemas.

A Carta de la Tierra (2003) ya advertía: “Nuestros desafíos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales están interconectados y juntos podemos forjar soluciones inclusivas (Prâmbulo). Estas soluciones inclusivas requieren de un centro plural de gestión global, como nos advierte la mejor ciencia de las graves crisis que están en puerta.

Más aún: tenemos que inaugurar un nuevo paradigma de cómo habitar la Casa Común, porque el actual, de mantenerse, nos puede llevar a gravísimos desastres ecológicos y sociales. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) 2022, que se encuentra bajo la lema “Tiempos inciertos, vidas inestables”, deja claro “que sin un cambio drástico de rumbo, podemos encaminarnos hacia aún más privaciones e injusticias”.

Hace años, en 1990, este mismo organismo mundial mostró la relación entre el 5% más rico y el 5% más pobre que había en 1960, de 1 a 30; en 1990 saltó del 1 al 60 y en 1995 del 1 al 74. Actualmente, la brecha entre los dos debe haber empeorado mucho más.

Hay otro dato que nos hace pensar: la brecha entre lo que producimos con nuestra ciencia y tecnología y lo que la naturaleza produce por sí misma y que vamos deteriorando día tras día. La contribución de la naturaleza a la economía actual está valorada en 33 billones de dólares al año. El producto interno bruto mundial ronda los 18 billones de dólares.

Si nos viésemos obligados a reemplazar los servicios de la naturaleza porque la hemos degradado fatalmente, necesitaríamos agregar otros 33 billones de dólares al PIB mundial, sin saber de dónde sacarlos. Como puede verse, hemos llegado a los límites de la Tierra. Necesitamos más de una Tierra y media para satisfacer el consumo mundial, especialmente el suntuoso de las clases adineradas.

Cada vez más nos estamos acercando al momento en que la humanidad debe tomar una decisión, si todavía quiere permanecer en este planeta: o cambiamos o no sobreviviremos. Esta es la lección que nos legó el Covid-19. El tiempo se acelera y nosotros no lo acompañamos, ocupados con nuestros negocios, con nuestros proyectos de crecimiento, sin darnos cuenta de los límites de bienes y servicios en el planeta.

Los tiempos son cada vez más inciertos y las vidas cada vez más inestables y amenazadas, particularmente con el nuevo régimen climático imparable al que no todos los seres vivos somos capaces de adaptarnos, incluida gran parte de la humanidad.

El editor principal del PNUD, Pedro Conceição, dice con razón: “Para navegar la incertidumbre, necesitamos duplicar el desarrollo humano y mirar más allá de mejorar la riqueza o la salud de las personas. Estos siguen siendo importantes. Pero también debemos proteger el planeta y proporcionar a las personas las herramientas que necesitan para sentirse más seguras, recuperar el control de sus vidas y tener esperanza para el futuro”. Ese futuro está en nuestras manos. Pero él no cae del cielo.

*Leonardo Boff Es filósofo, teólogo y escritor. Autor, entre otros libros, de La opción Tierra: La solución a la Tierra no cae del cielo (Record).


la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!