por EUGENIO BUCCI*
Es hora de acabar con la publicidad de 'apuestas'.
Las casas de apuestas online están ganando. Brasil se rindió: convirtió a sus niños, adolescentes y jóvenes en dinero de juego y se los regaló a los cibercroupiers, los barones de las “apuestas”. No es el gobierno que se perdió, no es el Legislativo que se quedó sin expedientes, no es el Poder Judicial que se quedó dormido, no es la sociedad que se dejó agrupar: todos juntos cometieron errores y siguen cometiendo errores. A estas alturas, todo el país se ha dado cuenta del daño y se pregunta: ¿hay alguna manera de deshacer el desastre que se hizo?
Las medidas que allanaron el camino a los casinos virtuales llegaron poco a poco, en oleadas subrepticias. Los pasos se sucedieron en un minueto entre estafa e ineptitud, hasta que de repente quedó claro: la ruleta digital envolvió a la nación, en una calamidad de salud pública salpicada de lavado de dinero a cielo abierto. Algunos de los parlamentarios que votaron a favor de las prestaciones ahora declaran su arrepentimiento. Créelo si quieres. La pintura es mala, tan fea que hace que el viejo juego de animales parezca el pasatiempo de un monaguillo: santa mierda.
Las proporciones de la tragedia son brutales. Entre los beneficiarios del Bolsa Familia, se estima que cinco millones apuestan tres mil millones de reales por mes, lo que corresponde al 21% del dinero público invertido en el programa. En el mercado mundial de juegos en línea, Brasil ocupa el tercer lugar: genera alrededor de 120 mil millones de reales por año, algo así como el 1% del PIB, sólo superado por Inglaterra y Estados Unidos. Los analistas estiman que el número crecerá a un ritmo rápido.
Mientras unos ganan las trompas, las nuevas generaciones lo pierden todo. En un reportaje de Victória Ribeiro, el diario El Estado de S. Pablo demostró, en la edición de este domingo, que los adolescentes recurren a usureros para pagar su adicción. Los psiquiatras informan que, a esta edad, las defensas del cerebro contra los impulsos aún no están formadas, lo que deja a los clientes más jóvenes más vulnerables. Según los estudiosos, el juego, para este público, puede ser tan adictivo como el crack.
¿Qué hacer? Un primer paso, entre tantas propuestas torpes, cínicas o inviables, sería prohibir la publicidad de apuestas online. La disposición puede interpretarse como censura, pero es sensata y regular. Prohibir la publicidad comercial no perjudica en modo alguno la libertad de expresión. El derecho a hacer publicidad no tiene la condición de garantía fundamental, sino que es simplemente un complemento, un accesorio de la actividad comercial.
La publicidad es una licencia para que los comerciantes anuncien sus productos, y esta licencia tiene sus límites administrados en la rutina de cualquier sociedad democrática. La libertad de expresión y la publicidad comercial no deben confundirse ni equivaler, son dos materias tan distintas como el derecho a ir y venir (garantía fundamental) y la prohibición de circular por el lado contrario de la vía (norma de circulación ordinaria).
Varios países, entre ellos Brasil, han restringido las campañas de tabaco y bebidas alcohólicas sin comprometer la libertad de las personas. Impedir que alguien anuncie armas de fuego a niños no hace que la sociedad sea menos democrática. Por otro lado, publicar anuncios de “apuestas” dirigidos a los adolescentes no hace que la sociedad sea más libre, sino más bien más enferma.
Es hora de poner fin a la publicidad de las casas de apuestas online. El sábado pasado, el periódico El Estado de S. Pablo defendió esta medida en un editorial (“El paternalismo no soluciona el problema de las 'apuestas'”). La recomendación estaba expresada en un lenguaje preciso: “el único camino a seguir inmediatamente es la prohibición total de la publicidad en estos sitios de apuestas, tal como se hizo con las bebidas alcohólicas y los cigarrillos”.
Actualmente, lo que está en el aire es inaceptable. Los campeones olímpicos y los ídolos del fútbol aparecen en la televisión en horario de máxima audiencia para promocionar las casas de apuestas, en campañas que monopolizan la programación deportiva. ¿Es este un buen papel para los atletas establecidos? ¿Están actuando correctamente? Al prestar su imagen a este tipo de acoso, ¿mejoran la vida de sus fans? Por supuesto.
En 1976, el futbolista Gerson, quien destacó en la selección brasileña de 1970, junto a Pelé y Tostão, protagonizó una pieza promocional de los cigarrillos Vila Rica, de la empresa J. Reynolds. Como Vila Rica era un producto más asequible que sus competidores, la estrella dijo que prefería la marca porque le gustaba “sacar ventaja en todo”. La frase se convirtió en sinónimo de falta de ética y se denominó “Ley de Gerson”. Él mismo sufrió mucho por esto, más de lo que merecía.
Ahora, sus colegas profesionales están causando un daño mucho peor. Y no es sólo eso. Además de arrastrar a los adolescentes a la adicción, las empresas de apuestas, según el editorial de El Estado de S. Pablo, también ofrecen como regalo “una forma evidente de blanqueo de dinero del crimen organizado”. El negocio de las “apuestas” secuestra el futuro de los niños y, además, atasca los medios de comunicación con publicidad dañina. Todo se volvió muy difícil. No hay manera de liberar a la gente de la compulsión de apostar, pero, en el caso de la publicidad abusiva, al menos en este caso, todavía podemos encontrar una salida.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Incertidumbre, un ensayo: cómo pensamos la idea que nos desorienta (y orienta el mundo digital) (auténtico). Elhttps://amzn.to/3SytDKl]
Publicado originalmente en el diario El Estado de S. Pablo.
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