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Imagen: Antonio Lizárraga (Jornal de Resenhas)
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por CELSO FAVARETTO*

Comentario al libro de Annateresa Fabris, una estudio crítico de la trayectoria del artista argentino

Además de un excelente estudio crítico de la trayectoria del artista argentino desde su llegada a Brasil en 1959, Antonio Lizárraga: una poética de la radicalidad (Edusp) propone una revisión de los axiomas y prácticas del aspecto constructivo del arte brasileño. Se trata de una reflexión “sobre la constitución de una determinada forma de recepción de la producción artística nacional” promovida por la lectura constructivista, que enfatiza los proyectos concretos y neoconcretos como fundadores exclusivos de un arte verdaderamente moderno y sus rumbos contemporáneos.

La extensa y variada producción de Lizárraga, desde el dibujo hasta la pintura, pasando por el diseño industrial, la programación visual, el grabado en metal, la litografía, la serigrafía, el diseño gráfico y la injerencia en el medio urbano, permite a Annateresa Fabris explicar postulados conceptuales, categorías estéticas y un modelo de análisis que no se guía por “los enfoques más actuales del arte abstracto en Brasil”.

La historiografía, la crítica de arte y el análisis de obras componen una reflexión sobre la inserción de ese artista en la línea del arte constructivo brasileño y, simultáneamente, un esbozo de la configuración del medio artístico en las últimas tres décadas. La metodología de Annateresa postula como necesaria la relación entre la obra y el contexto social, tanto porque la considera la más adecuada para abordar el problema de la recepción de una obra como por su compromiso de combatir lo que considera el reduccionismo de la crítica que favorece la lectura constructivismo de la modernidad brasileña.

El reduccionismo vendría de despreocuparse de las peculiaridades de la actividad productiva de las obras, incomprensible sin referencia a los problemas locales de constitución del campo artístico. Así, el diferencial para discutir este tema es el siguiente: hay un desfase entre una producción moderna, localmente referida, y las categorías críticas utilizadas en su análisis, en tanto estas son más adecuadas a una concepción universalizadora de la modernidad artística. Pero, ¿por qué, diría Mário Pedrosa, tendríamos que volver sobre los pasos europeos hacia la constitución de un arte moderno en Brasil? Es necesario entonces verificar las razones por las que Annateresa ve en Lizárraga un caso privilegiado de obra que, aunque situada en el ámbito del constructivismo, presenta intervenciones en el proyecto desarrollado en Brasil a partir de la década de 1950.

En el análisis de la producción de Lizárraga, el autor detecta un hilo conductor responsable de la singularidad de una obra que no se alinea con ninguno de los lenguajes actuales. La composición heterodoxa -de extremo rigor geométrico y sensorialidad- indica una peculiar asimilación de los postulados constructivistas. Es el uso del color el que produce un desplazamiento gestual de las prácticas constructivas que se venían experimentando, configurando el “gesto como proyecto”. Teniendo en cuenta las distintas etapas en las que se divide la actividad de Lizárraga, Annateresa atribuye el uso del color al paso del dibujo a la pintura con la integración de las distintas secuencias experimentales.

Cuando Lizárraga llega a Brasil y pronto comienza, de la mano de Lourival Gomes Machado, la colaboración en el “Suplemento Literario” del diario El Estado de S. Pablo realizó “un diseño abstracto predominantemente orgánico”, en el que surgieron elementos geométricos, presentes también en los proyectos de diseño industrial para la fábrica de vidrio artístico San Marco. En el período siguiente, la actividad se diversificó, en consonancia con la dispersión experimental de la década de 70 y las propuestas estéticas y debates críticos en torno a la integración del arte en la sociedad industrial. Respondiendo a las demandas por la constitución de un campo artístico más denso, Lizárraga colabora en la implementación de acciones y organizaciones colectivas –como la Cooperativa de Artistas Plásticos–, al tiempo que trabaja en las artes gráficas, la holografía, la xerox, el grabado y las propuestas de estética urbana.

El último paso lo desencadena un hecho trágico, que cambia el rumbo de su obra. En 1983, un derrame cerebral le impidió continuar con su trabajo directamente. Paulatinamente, concibió un proceso “sui generis”: con la ayuda de asistentes, articuló un proyecto en el que el paso de la concepción a la realización objetiva de las obras estuvo mediado por un minucioso dictado. Así, Lizárraga integra las diferentes líneas experimentales, para que el paso de la abstracción orgánica a la constructiva no desconecte las sugerencias sensoriales.

El hilo conductor de sus actividades es la relación entre forma y color, y no la dicotomía entre forma pura y forma aplicada, generalmente interesada en los efectos ópticos. Su color es estructural, es “color-forma”, con lo cual la investigación mantiene conexiones con los objetos activos de Willys de Castro e incluso con el “desarrollo nuclear del color” de Hélio Oiticica. A través de “sutiles juegos de deconstrucción”, con la sensorialidad del color que da sentido a la forma, Lizárraga interviene en los propios postulados concretistas. Sin considerar que el surgimiento de la corporeidad del color pudiera provocar peligrosas aproximaciones al subjetivismo expresivista, manifiesta en obras posteriores a 1983 una “sensibilidad del signo ajena a toda digresión subjetiva”.

Así, considerando la producción de Lizárraga, Annateresa ve en ella un momento especial de reelaboración en Brasil de los postulados del constructivismo. La intervención de Lizárraga formularía una suerte de reflexión sobre las formulaciones constructivistas, componiendo un “proyecto de razón plástica” que integra al pintor y al diseñador, arte puro y aplicado. Para Annateresa, tal proyecto, que hace del artista un operador visual, un investigador de imágenes, denota una visión desublimada del arte.

*Celso Favaretto es crítico de arte, profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y autor, entre otros libros, de La invención de Helio Oiticica (Edusp).

Publicado originalmente en Revista de reseñas, nº 68, el 11/11/2000.

referencia


Anateresa Fabris. Antonio Lizárraga: una poética de la radicalidad. Com-Artes/Edusp, 288 páginas.

 

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