por PAULO BUTTI DE LIMA*
Consideraciones sobre la obra del marxista italiano
En medio del régimen fascista, Rodolfo Mondolfo publicó en enciclopedia italiana la entrada “Antonio Labriola, filósofo marxista”. El maestro de Labriola, Bertrando Spaventa, se describe en términos socráticos: escribió poco, pero "tenía pasión por la enseñanza oral y el diálogo, distribuyendo así tesoros de doctrina y genio". Adhiriendo al marxismo, Labriola abandonó el historicismo formal. Labriola nunca quiso “encerrarse en un sistema”, sino que “afirmó críticamente el materialismo histórico como filosofía de la praxis”.
Al tener que explicar lo que sería para Labriola el comunismo como experiencia futura de la humanidad, Mondolfo asume un tono pesimista: “hay una dialéctica de la historia o autocrítica de las cosas; pero las cosas son ellas mismas práctica humano. No hay fatalidad, ni del progreso ni de las predicciones”. El progreso no es necesario y el conflicto de clases no siempre se resuelve con superaciones dialécticas. Preparándose para los peores años del fascismo, Mondolfo observa que, en el devenir histórico, “producido por los mismos hombres”, pueden darse “retornos, desviaciones, decepciones” y no sólo un movimiento continuo de liberación. A pesar de contar con el apoyo de Giovanni Gentile, Mondolfo se verá obligado a exiliarse en Argentina tras las leyes raciales.
El artículo concluye observando la relevancia de Labriola en el panorama de las ideas socialistas. Recuérdese, para ello, Georges Sorel, admirador del marxista italiano bien considerado por el régimen fascista: “Los ensayos de Labriola (escribía Sorel) marcan una fecha en la historia del socialismo”.
autocrítica de las cosas
Antonio Labriola se adhirió al marxismo a finales del siglo XIX. Años antes, publicó La doctrina de Sócrates. Entre sus primeras obras del período marxista se incluye el ensayo “En memoria del Manifiesto de los Comunistas”. En este artículo encontramos una de las descripciones más excéntricas del comunismo como movimiento social y proletario: “El comunismo se ha convertido en un arte”.
Pocos tendrían en mente la noción de “arte” al definir el comunismo. En este caso, es un concepto que es a la vez político y pedagógico. La conversión al marxismo no impidió que Labriola mantuviera, en su reflexión, un término similar a sus intereses anteriores, estando relacionado, en particular, con la actividad educativa. Nótese bien: para Labriola, el comunismo no “es”, sino que se ha convertido en un arte. Como arte, el comunismo crítico se distingue de otras formas de teoría comunista. El arte del comunismo permite superar la fantasía de los pensadores utópicos, conduciendo a la construcción de una sociedad sin clases.
Un año antes del texto del Manifiesto, Labriola escribió a Engels: “usted me anima a escribir sobre el comunismo, pero temo hacer algo sin valor, en cuanto a mi fuerza, y de poco efecto, en cuanto a Italia”. La definición del comunismo como arte es la respuesta dada a la petición de Engels, allanando el camino para la definición de la filosofía del práctica: “la filosofía inmanente a las cosas sobre las que se filosofa”. Esa expresión – “filosofia della prasi”-, formulada por Labriola unos años más tarde, sería retomada, entre otros, por Antonio Gramsci.
Labriola aclara, sin embargo, lo que tiene en mente cuando relaciona comunismo y arte, restringiendo este término a la actividad política: se trata de “el arte minucioso de entender en cada caso lo que conviene y lo que hay que hacer; porque la nueva era misma está en continua formación.” La expresión “arte del comunismo” responde a la dificultad de conciliar una teoría de la acción con el movimiento autónomo de la historia –que Labriola llama, con otra fórmula acertada, “autocrítica de las cosas”. Al mismo tiempo, este arte, transformándose en una filosofía de práctica, salva a la filosofía de su abandono en el pensamiento marxista –la “disolución” de la filosofía clásica a partir de Feuerbach, como se afirma, por ejemplo, en el libro Anti-Duhring, de Engels.
Tanto el “arte del comunismo” como la “filosofía de la praxis” relacionan, con diferentes matices, la construcción del conocimiento práctico y la toma de conciencia del carácter práctico de este conocimiento, relación que estaba presente en la noción aristotélica de conocimiento práctico. Al mismo tiempo, la idea de arte destaca los dilemas de la acción moral. Como puede verse, por ejemplo, en la posición de Labriola sobre el colonialismo como vía de civilización (con el famoso caso de los Papua, mencionado por Croce y retomado por Gramsci: ¿la educación de los aborígenes justificaría la dominación colonial?).
Labriola, que se acercó al marxismo a través de la obra de Engels, y en particular de Engels de Origen de la familia, la propiedad privada y el estado, con referencia a la obra sociedad antigua del antropólogo estadounidense Lewis Morgan, recordando, más de una vez, su análisis de las etapas del desarrollo humano y la descripción de las sociedades sin Estado. Antes que Morgan, Giambattista Vico ya sabía que la historia corresponde a un proceso “que el hombre realiza por sí mismo como en una experimentación repetida”. Es un proceso técnico y práctico al mismo tiempo: “intención de dell'azione”. No está claro si el comunismo primitivo fue también el resultado de un “arte”, o si este es solo el instrumento moderno que permite superar la fantasía exuberante y desenfrenada de los pensadores utópicos. Estos pensadores, como Fourier, tienen, sin embargo, el mérito de anticipar la psicología y la pedagogía de la sociedad futura, tal como se prevé en el Cartel comunista de Marx y Engels. Gracias al arte del comunismo –o el comunismo como arte– esta fantasía podría convertirse en realidad.
Si el arte del comunismo es el instrumento con el que construir la sociedad tal y como la pintan las fantasías utópicas, ¿qué ocurrirá como saber de acción tanto político como pedagógico en el momento en que la sociedad sin clases sustituya al Estado? Labriola imagina la naturaleza del arte o la técnica en la futura sociedad comunista. La sociedad sin clases, que “ya no es el Estado, sino su opuesto”, requiere “del gobierno (regimiento) aspectos técnicos y pedagógicos de la convivencia humana, la autogobierno del trabajo". O, como dice en una obra sucesiva: el único orden de la sociedad comunista será “el gobierno técnico y pedagógico de la inteligencia”.
Vemos así que el comunismo como arte tiene una doble naturaleza: es filosofía de la acción en el momento de la afirmación del proletariado, y es administración y pedagogía, en el momento de su realización. La idea de una conciencia filosófica que, en su condición ideal, se convierte en praxis gracias a una actividad autorreguladora, administrativa y pedagógica, es la adaptación más singular, en el ámbito de las teorías marxistas, del proyecto platónico de República.
*Paulo Butti de Lima. es profesor en la Universidad de Bari, Italia. Autor, entre otros libros, de Platón: una poética para la filosofía (Perspectiva).