Antônio Cícero, nuestro estoico

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por ANDRÉ RICARDO DÍAS*

En su carta de despedida: la vida al alcance de la mano; en un abrazo, un país

En la obra de Antônio Cícero, la filosofía y su estudio ganaron espacio propio a través del cine, la literatura y la música. en el libro Poesía y filosofía (2012), dice: “La poesía está en el poema; La filosofía está en las ideas”. Allí analiza la materialidad de la poesía y el carácter prescindible de la escritura para la filosofía. Apoya este argumento utilizando los ejemplos de Sócrates y Pitágoras. Mientras que en estos la filosofía se inscribe en el alma, está a medias, según la cita de WH Auden, el poeta no es alguien que tiene algo importante que decir, sino que le gustan las palabras, las disfruta. O incluso, con Mallarmé, para quien “un poema no se escribe con ideas, sino con palabras”.

Sin embargo, su punto de contacto entre filosofía y poesía se da de diferentes maneras, entre otros aspectos, estructuralmente, en la racionalidad –métrica–, en la lógica –precisión– y en la coherencia de las ideas –concatenación–.

Su generación, en la continuación del postropicalismo, pasó de la sobriedad y el miedo que caracterizaron este influjo tropicalista en los años plomizos, al desdeñoso desprecio por las estructuras; gente de la contracultura, de la vida nocturna, de los marginales, de la basura. La obra de Antônio Cícero tal vez se desvía de la forma vulgar de la contracultura marginal, manteniendo un vínculo con este movimiento a través de aspectos y temas oscuros y desencantados; como más tarde, en virgen, son las luces que se encienden, pero no para ti, ni siquiera te necesitan.

Poesía

Hay algo de poesía concreta en el hábil manejo del verbo mantener en su poema homónimo, aquí tomado como “mirar, vigilar”, la antítesis de lo que “se pierde de vista”: “De ahí el sentido del poema: Manteniendo lo que quieres conservar.”

Todavía en virgen, filosofía y poesía en verso directo: “Las cosas no te necesitan”.

Em Gas completo, crea un neologismo “supermoderno” que se mueve entre la fugacidad del instante y un ritmo pop todo gas a todo vapor.

El arquetipo de la vida sobria y placentera como espejo de su obra le convirtió en una figura singular de nuestra intelectualidad, oscilando entre el confort medio que proporciona nuestra vida pequeñoburguesa y la mirada atenta a la realidad. éxito pop del momento no sólo en la industria musical, sino como metáfora de la locura desenfrenada de nuestro tiempo. Encontramos la misma conjugación desde la noche. Invierno, en el que, “justo antes de que Occidente quedara asombrado”, se produjo un estallido de romanticismo sustituido por el mundo melancólico y desencantado, por una ligera frivolidad francesa: “los momentos felices no se esconden, ni en el pasado ni en el futuro”.

El “agoral”

En el libro "El mundo desde el fin” (1995), una colección de ensayos filosóficos, la búsqueda de un significado y un núcleo de la modernidad, a saber, lo negativo,[i] lo hace moverse, en sus términos, entre Descartes (“Mis pensamientos”) y Heidegger (“La incipiente apocrisis”), pasando, como es habitual, por Kant (“Apercepción abstracta”), Hegel (“El Absoluto Abstracto y el Absoluto Concreto) y Marx (“Gemeinschaft y Gesellschaft”).

Siguiendo estas líneas, hace de la filosofía, si no una clave de interpretación, un medio para ejercitar la comprensión de la formación cultural brasileña. Si la ruptura de los absolutismos históricos es característica de lo moderno, nuestra cultura es moderna, porque lo moderno es la negatividad por excelencia hecha contemporánea.

Anticipándonos al nuestro, encontramos en su pensamiento la ruptura entre la modernidad (el momento en el que cae en lo positivo, o normativo) y el sustantivo moderno erigido como concepto. En ese punto donde la cultura soporta el peso de lo contemporáneo –la positividad– que se constituye como accidente y contingencia, se abre espacio para la ruptura; en uno de sus subtítulos, la síntesis: lo moderno es “El Agoral”.

En efecto, cada época sería responsable de su “supermodernidad”: “lo moderno sólo puede ser superado por otro moderno (…) el término “posmoderno” no puede usarse consistentemente aquí ni en ningún otro contexto”. Por cierto, el mejor momento de la vanguardia llega cuando llega a su fin. Hay un filósofo al que proteger.

Antônio Cícero dice que “el artista es extraño”, añadiendo a nuestro significado actual del término el latín “exquisito, exquisito.” Y como “centro negativo del mundo”, nuestro artista se dio a sí mismo una finitud eudaimónica, que requeriría poco más que lucidez y sobriedad. A esto el poeta añade la amistad. En su carta de despedida: la vida al alcance de la mano; en un abrazo, un país.

* André Ricardo Días es psicoanalista y profesor de filosofía en Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFRPE).

Nota


[i] “La concepción moderna del mundo es insuperable, ya que no es concebible ir “más allá” de la negación o la apocrisis” (p. 164).


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