por HENRY BURNET*
La génesis de “O Carrier”, un artículo clásico del crítico literario brasileño sobre el filósofo alemán
A Jeanne Marie Gagnebin, mi fuente de rigor, integridad y estilo.
En 1947, dos años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Antonio Candido publicó uno de los textos más emblemáticos en la historia de la recepción de la obra de Nietzsche en Brasil, “O Carrier”. Casi treinta años separaron la publicación original del ensayo de su entrada en la colección organizada por Gérard Lebrun, con traducción de Rubens Rodrigues Torres Filho, en 1974, el volumen Nietzsche de la colección Os Pensadores.
Un período que, en cierto modo, puede dar cuenta de la ausencia de referencias previas al ensayo, en estudios anteriores, y aún hoy no sería exagerado decir que permanece al margen de Nietzsche-Etudes en Brasil, aunque siempre se recuerda con deferencia. En el contexto político actual, es decir, bajo el yugo del llamado “bolsonarismo”, el texto de Antonio Candido resurge como un documento fundamental para reflexionar sobre el fascismo en Brasil. Si “O Carrier” habla por sí solo, utilizamos aquí, además de él, una ayuda privilegiada en esta revisitación, un testimonio del propio Antonio Candido.[i]
Allá por mayo de 2007, cuando el campus de Guarulhos de la Unifesp aún estaba dando sus primeros e inciertos pasos, recibí una invitación de la profesora Ana Nemi, del Departamento de Historia, para acompañarla en una entrevista con el profesor Antonio Candido. Era una entrevista con un tema predefinido, que debía girar en torno a la Escola Paulista de Medicina, institución que está en los orígenes de la Universidad Federal de São Paulo.
Mi colega estuvo involucrado con el equipo que preparó el libro antes mencionado. La Universidad Federal de São Paulo a los 75 años y la entrevista en principio sería conducida por ella, como de hecho lo fue. Yo ya estaría satisfecho con sólo ser un oyente, pero mi aceptación no fue desinteresada. Me propuse esperar cualquier momento, una pausa en el tema principal para preguntar al profesor Antonio Candido sobre sus lecturas de Nietzsche, y principalmente sobre el famoso texto “O Carrier”; la oportunidad era única e imperdible.
Recordemos cómo inicia su defensa de Nietzsche en el texto escrito en 1946: “Es necesario quitar, en relación con pensadores como Nietzsche, el concepto de guerra, propagandístico o ingenuo, que lo ve como una especie de Rosenberg más fino [Alfred Rosenberg, teórico del nacionalsocialismo] y busca ver en su pensamiento al precursor del nazismo. Este acérrimo antigermanista debe ser visto como lo que realmente es: uno de los más grandes inspiradores del mundo moderno, cuya lección, lejos de agotarse, puede servir de guía para muchos problemas del humanismo contemporáneo”.[ii]
Si aún hoy necesitamos sacar “el concepto de guerra” del horizonte de los estudios sobre Nietzsche, cómo no iba a ser en ese momento, entre 1946-1947, en la inmediata posguerra, veinte años antes de la publicación de la edición crítica Colli-Montinari y décadas antes de todos los esfuerzos que seguirían para recuperar a Nietzsche de las manos del nazismo? Un reto, por decir lo menos. Veremos más adelante que incluso nombres ligados a la izquierda, en el espectro político de la época, desanimaron a Cándido en su retomo de la obra de Nietzsche en ese contexto, lo que, obviamente, no lo disuadió, por diversas razones, algunas de las cuales presento a continuación, especialmente de sus propias palabras.
Antes de eso, quizás no sea necesario reiterar aquí la generosidad y amabilidad del recibimiento que tuvimos esa tarde, trato que siempre se menciona en los testimonios de quienes estuvieron con Antonio Candido en persona. La verdad es que no fue fácil estar frente a él, y sentimos la verdadera dimensión de ello cuando nos sentamos frente a él, algunas meteduras de pata inevitables con fechas y eventos muestran mi nerviosismo a lo largo de la conversación grabada, cuya transcripción ipsis literas de las palabras del crítico que el lector encontrará a continuación.
Lo que presento aquí son fragmentos de ese encuentro, restos de una larga entrevista que duró más de dos horas, cuyos temas giraron en torno a muchos temas, especialmente aquellos directamente relacionados con el tema de la entrevista, los orígenes de la Escuela Paulista de Medicina, pero también con amplio espacio para las observaciones del profesor sobre el portugués hablado de norte a sur del país, el papel de las bibliotecas en la vida estudiantil, sobre la amistad, las referencias a Nietzsche y, al final, aún hubo tiempo para que Antonio Cándido recordara, con mucho cariño, la figura de otro maestro, el crítico y docente Benedito Nunes, fallecido pocos años después de la entrevista, en 2011.
Retomando sus observaciones sobre Nietzsche fue la manera que encontré para honrarlo, pero también, y sobre todo, porque no conozco ningún registro donde el crítico haya comentado en detalle el origen de un texto tan importante para los lectores de Nietzsche en Brasil, como Este es el caso de “El portador”. Esta información privilegiada y preciosa no podía permanecer más tiempo protegida del conocimiento público.
Más de diez años después de ese encuentro, y tres años después de su desaparición, es imposible no pensar que su ausencia es irrecuperable, especialmente en un momento en que Brasil está dando grandes pasos hacia una reconciliación del autoritarismo, anclado en un número importante de ciudadanos, aunque, en su ridícula composición fascista, ya que desprovista de toda elaboración intelectual y materializada en la tosca figura de Jair Bolsonaro, no resulta menos peligrosa y catastrófica para el destino del país.
Por último, cabe decir que evité comentar las observaciones realizadas durante la entrevista al profesor Antonio Cándido, salvo cuando se trataba de añadir alguna información que sólo se insinuaba en su discurso, pero que en nada cambia su sentido. Si hay un método aquí, es sólo en el sentido de intentar crear un paralelo entre “El Transportista” y las observaciones de su autor a lo largo de nuestro encuentro, exactamente sesenta años después de la publicación del texto en el Diario de São Paulo.
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Hubo un momento, al principio de la conversación, cuando hablábamos de bibliotecas y donaciones, que Antonio Cándido mencionó por primera vez a Nietzsche, espontáneamente, sin que ninguno de nosotros mencionara el nombre del filósofo: “Donación [de libros][iii] es fundamental, lo que pasa es que de vez en cuando muere alguien de prestigio y la universidad lo compra. Recuerdo cuando murió el profesor Raúl Briquet, el señor Raúl Briquet era un médico muy cercano a mi padre, compañero de clase de mi padre, el médico más culto que he visto en mi vida, mi padre fue el segundo. Él es el primero. Mi padre era nietzscheano, enamorado de Nietzsche, leía a Nietzsche”.
Era la oportunidad que faltaba para introducir el tema y preguntar por las motivaciones del ensayo “El Portador”, mencionando la recogida inicial del texto en la edición de la colección Os Pensadores, y el hecho de que su desaprobación a favor de Nietzsche siempre ha sido motivo de orgullo para los lectores y estudiosos del filósofo en Brasil, a quien respondió que “eso fue escrito justo después de la guerra, en 46, y todavía me dio muchos dolores de cabeza, porque pensaban que yo era… [él hizo una pausa y luego aclaró el motivo del “dolor de cabeza”]. Nietzsche fue visto como sinónimo de nazismo, una de las fuentes del nazismo”.
Antes de que pudiéramos comentar la grave observación, el propio Cándido modificó una frase sorprendente: “Dije esto: mi padre murió muy joven, y no puedo admitir que uno de los gurús de mi padre, el principal gurú de mi padre, sea un líder del nazismo. Cuando salió el libro de Halévy,[iv] la segunda edición del libro de Halévy sobre Nietzsche, aproveché la oportunidad e hice dos largas notas a pie de página sobre ese artículo, para decir que Nietzsche no era un prenazi. Fue escrito en 1946.[V]
Su percepción de la “cuestión nazi” en Nietzsche, en el texto publicado un año después de escribirlo, fue inequívoca: “Aún rechazando el contenido de sus ideas, debemos retener y considerar su técnica de pensamiento, como propedéutica para la superación de las condiciones individuales. . 'El hombre es un ser que debe ser superado', dijo [Nietzsche]; y lo que propone es ir más allá constantemente del ser de la coyuntura, que somos en un momento dado, para buscar estados más completos de humanización” (p. 79).
Como hemos visto, la entrada de este texto en la colección los pensadores solo sucedería casi 30 años después de su composición, en 1974. Cuando mencioné este hecho, Cándido lo confirmó y recordó el momento: “Mucho más tarde, mucho más tarde. No sé... 20 años después, o más, él [posiblemente el organizador del volumen, Gérard Lebrun, o quizás el traductor, Rubens Rodrigues Torres Filho, o incluso el propio editor, no es posible saberlo] pidió poner en los pensadores.
Parecía un momento ideal para profundizar en el tema de la recepción, pidiéndole un comentario sobre la llegada de la obra de Nietzsche a Brasil y su recepción multifacética, pero la figura de su padre volvió a imponerse en la memoria: “Pero mi el padre era un fanático de Nietzsche; no leyó a Nietzsche en alemán. Hablaba alemán, incluso tomó cursos en Alemania, pero solo sabía alemán médico y nunca se molestó en leer literatura alemana. De modo que Nietzsche lo tenía todo en francés. Tenía muchos libros sobre Nietzsche, todos en francés”.
En “El porteador” son frecuentes las referencias al francés, siempre comentadas dentro de una visión ya bastante avanzada de la obra de Nietzsche, como cuando Cándido menciona la forma en que recibimos “datos que incorporamos a la rutina, reverenciamos pasivamente y nos convertimos en obstáculos para el desarrollo personal y colectivo” (p. 79). Frente a este inmovilismo, la tarea filosófica de ir más allá de nuestro tiempo, como dijo Nietzsche en el caso wagner, Cándido comentaba en “O Carrier”: “para que ciertos principios, como la justicia y la bondad, puedan actuar y enriquecer, deben emerger como algo que obtenemos activamente de la superación del datos. 'Consíguete' - es el consejo nietzscheano que el viejo Egeo le da a su hijo, en el teseo, por [André] Gide. Es por esta conquista de las virtualidades más legítimas [auténticas] del ser que Nietzsche enseña a combatir la complacencia, la tibieza de las posiciones adquiridas, esa autocomplacencia que llama moralidad, u otra cosa que suene bien. En su concepción hay una lucha permanente entre la vida que se afirma y la que vegeta; le parecía que estaba envalentonado [animado] por los valores rutinarios de la civilización cristiana y burguesa” (p. 79-80).
En el momento en que estos mismos valores son invocados en nombre de una supuesta preservación de la vida, es necesario releer a Antonio Cándido con redoblada atención. Lo que decía, coincidiendo con Nietzsche, era exactamente lo contrario de lo que los secuaces bolsonaristas de la religión, la familia y los “valores del bien” quieren imponer a nuestra vida social en su conjunto. Son estos valores burgueses y cristianos los que, manipulados por elitistas malos lectores del Biblia, impedir que la vida se viviera en toda su plenitud, lo que significaba no sólo un logro individual, sino un principio humanista.
Leamos a Cándido como leemos a Nietzsche, es decir, palabra por palabra: “En efecto, si sometemos a un análisis riguroso la forma en que damos cobijo a los valores espirituales, veremos que en nuestra actitud hay más de complacencia y flacidez moral que la creencia propiamente activa y fertilizadora. Aceptamos, por integración, la participación sumisa en el grupo, tendiendo a transformar los gestos en simple repetición automática. Lo hacemos para evitar las aventuras de la personalidad, las grandes cartas de la vida, creyendo que estamos poniendo en práctica valores que hemos conquistado por nosotros mismos.
Pues bien, la obra de Nietzsche pretende sacarnos de ese sopor, mostrándonos las formas en que negamos cada vez más nuestra humanidad, sometiéndonos en lugar de afirmarnos. Visto así, la exaltación del hombre vital y desprejuiciado es, por un lado, una rectificación del humanitarismo a menudo ingenuo del siglo XIX; por otro, como reivindicación de la complejidad del hombre, frente a ciertas versiones racionalistas y simplificadoras” (p. 80).
A lo largo del ensayo, y también en la declaración, Cándido habla varias veces de “humanismo” o “humanitarismo”, tomados como sinónimos. En el tramo final del pasaje anterior, encontramos una importante diferenciación entre el humanismo como movimiento, tal como se presentaba en el siglo XIX, como herencia de la Revolución Francesa, y un “humanismo nietzscheano”, adverso a la barbarie nazi, como leído por el crítico, quien reitera -como hoy, todo indica que era necesario decir lo obvio en ese momento- que el filósofo nunca estaría de acuerdo con los campos de concentración, que su obra debe ser vista como una superación del hombre moderno. .
En este punto de la entrevista, mencioné la edición crítica de Colli y Montinari, destacando el papel de este proyecto para corregir definitivamente los muchos errores que se habían producido en las distintas ediciones anteriores, incluido el peor y más comprometedor, la apropiación nazi, lo que a la postre fue decisivo para que se escribiera “El portador”.
Ciertamente, el texto de Cándido no fue el primero en señalar los errores, ya que, entre nosotros, el debate sobre la cuestión de la asimilación de Nietzsche por los nazis comenzó razonablemente temprano, alrededor de la década de 1930. Autores como Mário Ferreira dos Santos, que tradujo Así habló Zaratustra e la voluntad de poder, o Dalcídio Jurandir, autor de la serie de novelas “Extremo Norte”, también se pronunciaron contra la equívoca apropiación política de Nietzsche, cada uno a su manera.
Por lo tanto, las consideraciones de Antonio Candido dialogaron no solo con la recepción francesa, a través de la biografía de Nietzsche escrita por Daniel Halévy, sino también con la recepción brasileña que le precedió. Aun así, el impacto de su intervención debió ser ampliamente notado, dada la importancia de su obra y el prestigio de la misma en ese momento.
Cuando hablábamos de las distintas ediciones de la obra de Nietzsche, Cándido mencionaba su edición de trabajo, la “edición Schlechta, en tres volúmenes,[VI] y se aseguró de mencionar que todavía la tenía y que el acceso a ella fue “una revelación”: “Cuando hice la carrera de filosofía, hice la carrera de ciencias sociales; hubo tres años de filosofía en mi tiempo en ciencias sociales. Y mi segundo año, tuve un semestre sobre Nietzsche, con el profesor Maugüé,[Vii] y nos explicó voluntad de poder, un libro que fue terrible.
cuando llegué a Schlechta, encontramos 'Materiales para el estudio no sé qué', [es decir] no hay nada como un libro, era el ladrón de su hermana con ese otro tipo de allá cuyo nombre se me olvidó” [posiblemente el profesor se refería a su hermano -en la ley Nietzsche, Bernhard Förster, encargado de implantar la colonia "nueva germania” en Paraguay].[Viii] Le pregunté si se refería al marido de Elisabeth Förster-Nietzsche, el cuñado de Nietzsche, Bernhard Förster, pero estaba pensando en una tercera persona, cuyo nombre no recordaba.
En ese momento, no fue necesario insistir más en el tema, ya que el profesor ya había cambiado temporalmente el curso de la entrevista. Fue también en este punto de la conversación que Antonio Cándido hizo una de las observaciones más sorprendentes en el comunicado: “(…) yo no podía aceptarlo, no puedo admitir que el señor mi padre leía… todos los domingos mi padre leer filosofía. No era solo medicina, era muy caxias. Siempre estaba leyendo a Nietzsche, no podía dejar de leer a Nietzsche. Nietzsche y Dostoievski, siempre leía. ¿Cómo es que el gurú de mi padre es un precursor del nazismo? Este negocio es malo. Escribí ese artículo que mucho… [pausa] a la izquierda de mucho… [otra pausa] fue que '¡oh! ¡francamente!' Amigos míos solían decir 'mira, este no es el momento para hablar de Nietzsche, Nietzsche después de todo es… [tercera pausa]' ¡No es nada, Nietzsche no tiene nada que ver con eso! Estaba en contra del pangermanismo, no era antisemita, era amigo de los judíos. ¡Nada de eso, todo lo contrario!”.
La sorpresa no fue que el médico Aristides Candido de Mello e Souza, padre del crítico, leyera a Nietzsche y Dostoyevsky, sino que el círculo de izquierdas en torno al crítico repercutiera en las interpretaciones sesgadas de las apropiaciones nazifascistas y tratara de degradar al crítico de la tarea de reposicionar al filósofo. Las tres pausas, escasas a lo largo de la entrevista, dejan lugar a una rápida especulación sobre el tono decepcionado con el que Antonio Cándido recordó esta anomalía de sus compañeros políticos, pero es sintomático visto desde la distancia.
La izquierda no siempre se adelanta a su tiempo y se equivocó muchas veces a lo largo del siglo XX, y por qué no decir más recientemente, en momentos decisivos. Pero no es de extrañar que Cándido, y su padre, anticiparan todo un conjunto de estudios que confirmarían no solo el craso error en la interpretación de la obra de Nietzsche en alianza con los regímenes totalitarios, sino también su repudio al antisemitismo en el siglo XIX. ., información que es bien conocida, pero simplemente ignorada por la derecha y la izquierda.
Recordemos, al respecto, lo que escribió en “El Carguero”: “[Nietzsche] afirma extensamente en su obra (casi sistemáticamente en la primera parte de Más allá del bien y el mal, por ejemplo) que el hombre es más complejo de lo que suponen las normas y convenciones. Mucho antes de las corrientes modernas de la psicología, analizó la fuerza e importancia de los impulsos de dominación y sumisión, concluyendo que hay en nosotros un animal suelto que también conforma la personalidad e influye en la conducta. En esa obra insiste en la presencia en el tejido de la vida humana, de aquellos componentes que la moral y la convención buscan eliminar, después de haberlos condenado” (p. 80).
El discernimiento de la lectura de Antonio Cándido parece sustentarse originalmente en los ejercicios de interpretación que se remontan a su padre, antes de que cualquier obra se impusiera como referencia académica –el recuerdo es frecuente en el testimonio, como vemos. Sin embargo, todo indica que “O Carrier” no fue simplemente una reparación a favor de la memoria paterna, como se muestra en el comentario anterior.
Como era de esperar, el texto de Cándido se desarrolla a partir de una lectura rigurosa de la obra de Nietzsche. Fue esta lectura directa, el ejercicio personal de interpretación, lo que le aseguró la certeza de la necesidad de tomar la delantera a favor de Nietzsche en el tenso momento de la posguerra. Sin embargo, esta lectura no fue pasiva, libre de tensiones, como se puede apreciar en varios pasajes donde la crítica separa el rigor de un mezquino acuerdo. Por eso, poco después, se aseguró de recordar que, a pesar de la necesidad de separar a Nietzsche de la historia nazi, creía que “dentro de la obra de Nietzsche hay muchos elementos que puedes recoger y distorsionar fácilmente, que es eso de Superman”. , que siempre interpreté de manera completamente diferente. También porque hice un curso de Nietzsche con un profesor marxista, que era Jean Maugüé, que leía las cosas de otra manera. Ahora bien, siempre pensé que [debería seguir] las ideas de mi padre: el superhombre es un hombre superior que puedes sacar de dentro, dominar lo que tienes debajo, como un animal, eso es lo real, te elevas por encima de ti. Si cultivas lo bueno, lo bello, lo justo, entonces te acercas, serías el Superhombre. Siempre lo he visto así. No como el laurel de la raza germánica. Nietzsche tuvo una rabieta por esta cosa alemana rubia de pura raza. Siempre estuvo en desacuerdo con Wagner en gran parte debido a la glorificación de todos esos dioses sangrientos. O Ecce Homo Me parece hermoso, uno de los libros de Nietzsche que más me conmovió fue el Ecce Homo. Ya está un poco loco; entonces era la lucidez del loco, ¿no? 'Por qué escribo tan buenos libros', 'por qué soy más inteligente' que otros, 'por qué soy tan inteligente', eso es genial”.
De hecho, aún hoy, la mención del Übermensch, cuya traducción más actual al portugués suele ser “Além-do-homem”, –precisamente para no exaltar algo sobrehumano– aún puede dar lugar a malentendidos. En el texto de 1947 se hace una larga reflexión sobre la Übermensch, fundamental en el contexto político que atravesamos y en el que tratamos de insertar esa reflexión de avanzada. Volvamos a Antonio Candido hablando una vez más de Nietzsche: “Su teoría de la conciencia como superficie, afloramiento de oscuridades que no se sienten, anuncia el psicoanálisis, como podemos ver en las largas exposiciones de los voluntad de poder.
Desde este ángulo, ya pesar de la distorsión de la expresión, el superhombre aparece como un tipo superiormente humano, un ser que logra manifestar ciertas fuerzas vitales, mutiladas en otras por la noción parcial que la psicología y la moral convencional ofrecen de nosotros. En medio de la hipocresía, la debilidad de la conciencia en la burguesía europea de fin de siglo, el astuto humanitarismo con el que buscaba adormecer el sentimiento de culpa, Nietzsche asume a veces la estatura de un justiciero.
Y un ejemplo de la ironía que acecha en la posteridad en las ideas de los filósofos es el hecho de que muchas de estas virtudes de dureza propedéutica fueran encarnadas, en el siglo XX, por una raza de hombres que él siempre consideró descendientes de esclavos. . En élite revolución que implantó el socialismo en Rusia, hubo, como la realización impresionante de una profecía, las cualidades de rectitud implacable que atribuye, en voluntad de poder, al 'Legislador del Futuro', – que poda sin piedad para favorecer la plena expansión, y cuya aparente dureza es, en el fondo, amor constructivo por los hombres” (pp. 80-81).
Desde un punto de vista estrictamente nietzscheano, esta es la tesis más atrevida presentada por Antonio Candido. Sólo podemos suponer lo que esta idea, de la Revolución de 1917 -que dio origen a la Unión Soviética- como realización del programa nietzscheano, pudo haber suscitado entre los intelectuales de izquierda en torno a la crítica, los mismos que pensaban la reanudación de Nietzsche. fue precipitado. La insólita y valiente conexión filosófico-política nos obliga a retomar otro ensayo, escrito por Davi Arrigucci, sobre Antonio Candido.
El texto se llama “Movimientos de un lector: ensayo e imaginación crítica en Antonio Candido”. El inicio del segundo apartado comienza así: “Un cierto deseo de anulación íntima, en favor de un movimiento de humanización más generoso, que se percibe en la obra de Cándido, hace pensar de inmediato en algunas de sus lecturas preferidas o al menos destacables. . (…) Es el caso de Nietzsche, por ejemplo, quien propuso una brillante e insólita reinterpretación en 1946, momento en que el pensador era aborrecido como precursor del nazismo”.[Ex]
No pretendo discutir la interpretación de Nietzsche desarrollada por Antonio Cándido en “El Portador” y reelaborada a lo largo de la conversación de 2007. No porque no sea de gran interés, sino porque no considero que su ensayo sobre Nietzsche pueda ser tratado como una de las muchas exégesis filosóficas producidas entre nosotros. El texto no fue escrito para entrar en el debate estricto sobre Nietzsche tal como se desarrolla en el espacio universitario.
Tal como lo estoy leyendo aquí, es un documento histórico antes que nada. Sin embargo, sería una falta de respeto al crítico ignorar solemnemente la profundidad de su atrevida lectura. El testimonio deja claro que no aceptó el elogio gratuito del ensayo. Por eso me acerco a otro gran crítico, cuyo ensayo sobre Cándido ocupa un papel fundamental a partir de ahora. En él descubrimos que el lugar de Nietzsche, no sólo en la formación juvenil de Antonio Cándido, sino en toda su obra crítica posterior, fue mayor de lo que podemos imaginar y que, por tanto, "El Transportista" está lejos de ser un texto aislado dentro de el conjunto de trabajo. Los comentarios de Arrigucci nos ayudan a crear un equilibrio fundamental entre el “Nietzsche de Antonio Candido” y el contexto más amplio de la recepción brasileña.
Al recuperar, a lo largo de la segunda parte del ensayo, el lugar de Nietzsche para Antonio Candido, Arrigucci analiza con detenimiento el lugar de “El Porteador”: “Ya entonces [en 1946] demuestra, a través de una completa intrepidez, la independencia de su espíritu crítico. y la amplitud de su visión integral. (...) La idea nietzscheana de que el hombre es un ente a superar le da el hilo conductor de esta reinterpretación y de alguna manera se muestra como uno de los faros de su propio comportamiento intelectual. (…) En este ensayo pionero, en efecto, se encuentran varios muebles profundos que atraen la mirada de este lector crítico, pero que también permiten comprender mucho de su forma de ser y de los movimientos que imprimía en la forma misma de sus ensayos. ”.[X]
El tema de Arrigucci es precisamente la independencia de la lectura de Cándido, a los 28 años, en un movimiento, como cita más de una vez en "O Carrier", que debe llevar a "obtenerte", otra forma de decir/traducir el "conviértete". lo que eres”, en la fórmula autobiográfica del Ecce Homo, que fue, en palabras de Cándido, “uno de los libros de Nietzsche que más me conmovió”.
Ya no es necesario entonces encontrar extraños los caminos de lectura del entonces joven crítico en relación a Nietzsche en ese delicado momento, como asegura Arrigucci: “(…) los puntos destacados por la visión de Antonio Candido, además de ser importantes para la comprensión del pensador, parecen sumamente reveladores sobre su propia posición crítica. Al recomponer el ideal nietzscheano del pensador que camina libremente por la vida, negándose a asumir la actividad creadora como una obligación intelectual y buscando superar la brecha entre conocer y vivir, el crítico enfatiza, del mismo modo que acentuó la dura ética de combatir la rutina, la autoindulgencia, la tibieza de las posiciones adquiridas y la aceptación de lo meramente dado, el parentesco vivificante del pensador con el aventurero.[Xi]
Esto no sólo liberó a Cándido de las ataduras académicas -el ensayo sería, como se sabe, la forma por excelencia de exponer sus ideas-, sino que en el caso de la recuperación de Nietzsche significó tomar una posición singular e independiente, que se expresa sobre todo en una conexión operada en “O Carrier” que explica todo lo que Davi Arrigucci defiende en el ensayo. Cándido, después de atribuir a los movimientos del socialismo ruso un lastre nietzscheano, va más allá: “Si Marx intentó transmutar los valores sociales en lo que tienen como colectivo, él [Nietzsche] intentó una transmutación del ángulo psicológico, -de el hombre tomado como una unidad de especies, por lo que se marca decisivamente, sin desconocer, por supuesto, todo el equipamiento de civilización que interviene en el proceso. Estas actitudes se complementan, ya que no basta con rechazar la herencia burguesa a nivel de producción e ideologías; es necesario investigar el subsuelo personal del hombre moderno tomado como individuo, girando en torno a las convenciones que le son incorporadas y en las que se asienta su mentalidad” (p. 82).
Este pasaje recuerda un comentario del crítico, quien poco después de este pasaje afirma que Nietzsche dio “una sentencia de Pascal para toda la metafísica” (p. 80). Por extensión, el ensayo de Cándido merece, leído hoy, muchas vacilaciones de los especialistas en Nietzsche, que siempre parecen lamentar la no compromiso del filósofo con las exigencias económico-políticas de su tiempo. No es casualidad que la gente venere a “El Portador” más de lo que lo lee.
El punto final de esta bella lectura se hace cada vez más claro, porque recuperar a Nietzsche para Antonio Cándido no fue sólo un consígase, –como muchos leen el tipo de espíritu libre, es decir, como un héroe antimoderno y solitario–, pero sobre todo para garantizar que “todo progreso hacia la realización del superhombre significa riqueza colectiva, en la medida en que estas afinidades actúan en secreto que, por vinculándolo a todos, enriquecer a todos a través de la comunicación de la savia” (p. 82). Cándido transforma el modelo de Übermensch en un proyecto humanista. Y lo hace girando el datos con coraje sin trabas, enfatizando “la rebelión de Nietzsche contra la mutilación del espíritu de aventura por parte de las doctrinas oficiales y su búsqueda, en el plano del pensamiento, para reproducir los pasos libres de la 'Vagabundo' [vagabundo]".[Xii]
Es importante intentar construir este paralelismo entre “O Carrier” y el enunciado, porque Antonio Cándido muchas veces confirmó ciertas ideas contenidas en el ensayo de 1947, en un acto de inequívoca rectitud. En cierto momento de la conversación, traté de decir que “El Transportista” fue uno de los textos más importantes en cuanto a la recepción de Nietzsche en Brasil, pero él modestamente replicó la adulación: “eso es una exageración”.
Luego, sin embargo, agregó que era "una visión positiva de Nietzsche como un gran humanista, como un gran humanizador de hombres". Cándido era evidentemente consciente de su colaboración, ya que lo hizo precisamente por un erróneo contexto de recepción, tomando una posición firme, pero siempre cordial, frente a una faceta de la establecimiento político y contra cualquier tradicionalismo moral que tal vez permeara el debate. Su coraje fue más allá, como cuando afirmó que los libros de Nietzsche, “que enseñan a bailar, no emanan de un filósofo profesional, sino de alguien muy por encima de lo que estamos acostumbrados a concebir de esta manera. Como pocos en nuestro tiempo, es portador de valores, gracias a los cuales el conocimiento se encarna y fluye en el gesto de la vida” (p. 85). La palabra transportador aparece por primera vez aquí. Nietzsche es el verdadero portador del título del ensayo. Pero, ¿qué es lo que realmente lleva?
Cándido aclara: “Hay, en efecto, seres transportistas, que podemos encontrar o no, en la existencia cotidiana y en las lecturas que subyugan el espíritu. Cuando esto sucede, sentimos que de repente iluminan los rincones oscuros del entendimiento y, unificando los sentimientos disparejos, revelan posibilidades de una existencia más real. Los valores que traen, eminentemente radiactivos, nos traspasan, dejándolos traslúcidos y muchas veces listos para los raros heroísmos de la acción y el pensamiento. Por lo general, nos deslumbramos por un momento cuando los vemos y, sin la fuerza para recibirlos, los esquivamos. Entonces se restablece la opacidad, el promedio recupera el control y sólo queda la memoria, de efectos variables” (p. 86).
Una conquista lenta, que la crítica refleja en el soneto de Antero de Quental (Y sentado entre las formas imperfectas / Para siempre estuve pálido y triste🇧🇷 Pero avanza y no se detiene, como el vagabundo del poema impreso unas páginas antes de “El Portador” en el volumen de Os Pensadores: “Os transportistas, que electrificado por un instante, a través de la misteriosa participación de la que habla Nietzsche, estos, continúan, como él mismo prosiguió, inquietos e irremediables (p. 86).
Al respecto, recupero un último pasaje del ensayo de Davi Arrigucci, sin el cual mucho de lo que aquí presento no se sustentaría: “La simple exposición de estos puntos de vista, extraídos de la lectura de Antonio Candido de Nietzsche en un ensayo de juventud, es suficiente para entender cuánto pudieron haber influido en el propio comportamiento del crítico, cuando se tiene en cuenta su trayectoria posterior. De hecho, este ensayo de 46 rescata no sólo la visión nietzscheana del hombre como 'verdad y esencia de las cosas', que se había hecho evidente en el acercamiento del joven pensador a los griegos y que le parecía al crítico, en ese momento, fundamental en la tarea de reordenación histórica en el mundo de la posguerra, que ya no tenía un atractivo divino, pero también ilustra concentradamente cierta perspectiva crítica que este lector adoptaría a partir de ahora”.[Xiii]
En cierto momento, el profesor pidió retomar el tema principal de la entrevista, y volvió a hablar de bibliotecas y donaciones que le hizo Sérgio Buarque de Holanda, principalmente libros de crítica literaria, cuando Sérgio habría dicho que a partir de ese momento, sólo quería saber de historia.
Ya estaría más que satisfecho con todo lo que había escuchado, pero Nietzsche volvería poco después, nuevamente espontáneamente: “Mi esposa y yo donamos, calculo 12 volúmenes a la Unicamp, cuando vendimos nuestra casa en Poços de Caldas. El Nietzsche de papá está todo en la Unicamp. Donamos tres mil quinientos volúmenes a la Unicamp”. Antonio Candido incluso mencionó a Nietzsche algunas veces, pero en momentos sin importancia para la discusión de “El Portador”.
Todavía hubo tiempo para hablar brevemente de otro profesor y crítico, Benedito Nunes. El tema surgió gracias a la referencia de Cándido a su biblioteca personal, “una locura como cualquier otra”, ya que a veces, según él, un libro solo sirve para preparar una clase, a veces “10 páginas” y el libro vuelve a la estantería. Mencioné una visita a la “casa-biblioteca” del profesor Benedito Nunes en Belém y, enseguida, Cándido dijo que “Benedito debe tener 20.000 volúmenes, algo así”.
Era el lema necesario para que recordara con cariño a su colega: “Me gusta mucho. Su tío que vivió aquí, Carlos Alberto Nunes, autor del poema “Os Brasileidas”, un poema épico, tiene 20 cantos, versos en blanco sobre la conquista de la Amazonía. Era médico higienista aquí en São Paulo. Es una locura. Tradujo toda la obra de Shakespeare, tradujo a Platón, tradujo a Kant, un tipo tremendo. Carlos Alberto Nunes vivía en la Rua Canuto do Val, no tenía hijos, tenía un departamento aquí y un departamento al frente, el departamento al frente era... Benedito es un tipo de verdad! Me gusta mucho el chico de Maria Silvia. Cuando yo era director aquí en Campinas, invité a Benedito y él dio un curso aquí. Vino con María Silvia”.
Como era de esperarse, si hubo alguna discrepancia o cuestión teórica con Benedito Nunes, no hizo diferencia en ese recuerdo, quedando sólo el recuerdo de la amistad, la pasión por el conocimiento y la visión humanista que los unía – Benedito era otro lector avanzado de la obra de Nietzsche. Estos breves momentos, que he tratado de resumir aquí, obviamente no reemplazan la lectura de “El Transportista”. Su fuerza permanece y adquiere un simbolismo aún mayor tras la desaparición de la figura esencial de su autor. No es una impresión mezquina cuando un sentimiento de impotencia se apodera de nosotros después de tal pérdida. La impresión de que incluso el esclarecimiento más avanzado puede resultar insuficiente para frenar el avance del autoritarismo es uno de los grandes obstáculos que debemos enfrentar como lectores y docentes. Perderlo era perder parte de nuestras certezas, juntos ahora que Brasil necesita lucidez como nunca antes.
En la inmediata posguerra, cuando no era posible ninguna creencia redentora, Cándido terminó su texto leyendo a Nietzsche, interpretándolo con la misma finura que hizo con toda la literatura que le sirvió de fuente a lo largo de su vida.
“Los griegos eran lo contrario de todos los realistas, porque, a decir verdad, sólo creían en la realidad de los hombres y los dioses, y consideraban toda la naturaleza como una especie de disfraz, enmascaramiento y metamorfosis de estos hombres-dioses. Para ellos, el hombre era la verdad y la esencia de las cosas; el resto no fue más que un fenómeno y un espejismo”.[Xiv]
Sobre este pasaje comenta: “En nuestro tiempo, cuando se abre la primera fase de la historia en la que será necesario reorganizar el mundo sin apelar a lo divino, ¿qué mejor que decir para instalar al hombre en su pura humanidad?”. (pág. 87). Hoy, a pocas décadas de la publicación de “El Portador”, cuando el hombre quedó reducido a un hecho perecedero, a un residuo de lo que llamábamos humanidad, cuando la Biblia ganó un escaño en el Congreso Nacional, no basta con repetir la última llamada de “O Carrier” (“Recuperemos Nietzsche”), debemos dirigirnos a nuestros grandes lectores de la vida brasileña, quizás nuestra única oportunidad de reencontrarnos.
Recuperemos a Antonio Cándido.
*Henry Burnett es profesor de filosofía en la Unifesp. Autor, entre otros libros, de Nietzsche, Adorno y un poco de Brasil (Editorial Unifesp).
Este artículo forma parte de la colección de Henry Burnett. Música sola: textos reunidos. Brasilia, DF: Selo Caliban/Editora da UnB, 2021 (en prensa).
Notas
[i] La entrevista en la que Antonio Candido comentó sobre “El Transportista” nos fue concedida a la profesora Ana Nemi (EFLCH/UNIFESP) ya mí en mayo de 2007. Extractos de la entrevista fueron publicados en el libro RODRIGUES, J., org., NEMI, ALL. , LISBOA, KM., and BIONDI, L. La Universidad Federal de São Paulo a los 75 años: ensayos de historia y memoria [en línea]. São Paulo: Unifesp, 2008. 292 p. ISBN: 978-85-61673-83-3. Disponible en SciELO Books:http://books.scielo.org/id/hnbsg. Los extractos sobre “El Transportista” permanecieron inéditos hasta la publicación de este texto.
[ii]Antonio Cándido, “El portador”. En: el observador literario (3ª edición, revisada y ampliada por el autor), Río de Janeiro, Ouro sobre Azul, 2004, p. 79 (cito, en adelante, sólo los números de página de esta edición). En cuanto a la entrevista, el lector notará la ausencia de paginación y la clara diferencia de tono.
[iii] Las notas entre corchetes son intentos de aclarar algunos pasajes y son de mi exclusiva responsabilidad.
[iv] Daniel Halévy, historiador y ensayista francés, publica su biografía La vida de Frederic Nietzsche por primera vez en 1909, por Calmann-Lévy, París. El libro de Halévy despertó la furia de Elisabeth Förster-Nietzsche, ya que se alineaba con la tradición de Basilea contra el uso espurio de póstumos. La referencia de Antonio Cándido se refiere al volumen Nietzsche, publicado por Grasset, en París, en 1944. Es una 2ª edición, que incorporó el debate actualizado sobre Nietzsche, como la cuestión nazi. La traducción brasileña, publicada por Editora Campus con traducción de Roberto Cortes de Lacerda y Waltensir Dutra, es de 1988. Sobre Halévy, véase Jacques Le Rider. Nietzsche en Francia. Por lafinduXIXe. siècleautempsprésent. París: PUF, 1999, págs. 111-115.
[V] Ciertamente, las “dos largas notas al pie” son una referencia a las dos partes del texto, tal como aparecieron en el Diário de S. Paulo en 1947, como lo indica la investigación de Vinicius Dantas. El texto fue publicado originalmente bajo el título “Notas sobre crítica literaria – Una breve nota sobre un gran tema” (partes I y II), la primera el 30/1/1947 y la segunda el 6/2/1947, “Reeditado, éste y el anterior, con el título 'El portador', en NIETZSCHE, Friedrich. Obra incompleta (selección y textos de Gérard Lebrun). São Paulo: Abril Cultural, 1974, pp. 419-24, hasta la 3ª ed.”. Vinicius Dantas, Bibliografía de Antonio Candido, Col. Espíritu crítico, São Paulo, Duas Cidade/Ed. 34, 2002, pág. 80.
[VI] Karl Schlechta fue el responsable de una de las ediciones más importantes de las obras de Nietzsche, hoy designada como SA, “Schlechta-Ausgabe” (Edition-Schlechta), publicado en 1954 por Carl Hanser Verlag de Munich. El lector debe notar que la 1ª edición de Schlechta viene después de la redacción del ensayo “El Portador”, lo que indica que el profesor Candido trabajó inicialmente con las traducciones al francés de la obra de Nietzsche. Desde luego, no hace falta indignar el texto de Antonio Cándido, que habla por sí mismo, pero el hecho es que, según todos los indicios, nunca tuvo la edición crítica alemana. Si Schlechta-Edition tiene méritos innegables, sabemos que a pesar de haber eliminado la voluntad de poder del marco de las obras de Nietzsche, mantuvo los fragmentos póstumos fuera del orden cronológico. Todos estos problemas no comprometieron la lectura certera del crítico, no sólo desde el punto de vista histórico, sino sobre todo desde el punto de vista filológico.
[Vii] El profesor francés Jean Maugüé enseñó en la antigua Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Universidad de São Paulo, entre 1935 y 1944.
[Viii] En la única nota del texto, insertada en la 1ª edición deel observador literario, Cándido informa: “Hoy, después del trabajo y la edición de Karl Schlechta, sabemos con certeza que el voluntad de poder, tal como se publicó, especialmente en las últimas ediciones, llamadas completas, no es más que una ordenación arbitraria de fragmentos que no habían sido destinados a ningún trabajo sistemático. O sistema y sus engañosas implicaciones nacieron del interés fraudulento de su hermana y sus colaboradores, cómplices ingenuos o conscientes (Nota de 1959)” (p. 83).
[Ex] Davi Arrigucci, “Movimientos de un lector: ensayo e imaginación crítica en Antonio Candido”, Folha de São Paulo, sección Letras, 23/11/1991, p. 6-4.
[X] Ibid.
[Xi] Ibid.
[Xii] Ibid.
[Xiii] Ibid.
[Xiv] El extracto pertenece al libro. La filosofía en la época trágica de los griegos, citado con variaciones menores.