Antonio Candido, notas finales – el silencio de las palabras

Imagen: divulgación
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por LINA CHAMIE*

Comentario a la película dirigida por Eduardo Escorel

Antonio Candido Mello e Souza, escritor, crítico literario, profesor y sociólogo, falleció a los 98 años en mayo de 2017, dejando 74 cuadernos inéditos. El documental, Antonio Cándido, notas finales Escrito y dirigido por Eduardo Escorel, tiene como objeto los dos últimos cuadernos, escritos entre 2015 y 2017.

Desde esta premisa aparentemente minimalista, conocemos, guiados por las notas, diferentes dimensiones del pensamiento y del estar en el mundo de Antonio Candido, nonagenario y consciente de los últimos años de su vida.

El acceso a ese material, en sí mismo, es algo precioso, y por eso precisamente la tarea de hacer una película y hacer públicas las notas de un gran pensador brasileño, al borde de la muerte, encierra una inmensa responsabilidad. Responsabilidad abrazada conscientemente, inspirada y precisa por Eduardo Escorel.

Para pensar la película en sus aspectos lingüísticos, es decir, su forma y la relación que establece con el espectador, vale la pena acudir al propio Antonio Candido en una de las notas presentes en la película, cuando observa: “la percepción de una obra literaria no es uniforme ni constante porque varía según nuestro estado de ánimo y sensibilidad: el acto de leer está profundamente ligado al momento”.

Más adelante, todavía refiriéndose a la literatura, pero impulsado por el deseo de escuchar las canciones que escuchaba de niño con sus padres y hermanos, Antonio Candido reflexiona en razonamiento asociativo: “en la percepción del arte de la literatura no es posible descartar el estado del receptor en el momento, las necesidades mentales y afectivas que forman parte de su recepción”.

Llevar este concepto a la percepción de una película me parece adecuado ya que el cine es el arte que más explora la relación sensorial con el interlocutor. Una película ataca nuestros sentidos, es una experiencia viva vivida en esa hora y media, sucede en el tiempo a través del sonido y la imagen, audiovisual. De este modo, la película es siempre ante todo un objeto sensorial. Y cuando decimos que entendemos una película, en el orden de los factores, primero sentimos una película. Se puede decir que el cine establece una relación directa con la construcción del estado de ánimo del receptor.

Antonio Cándido, notas finales Es una película que trabaja nuestra percepción a través de las palabras del escritor principalmente, como debe ser, son las palabras que escuchamos, sentimos y entendemos, en un ritmo de montaje meticulosamente elaborado donde los silencios son tan importantes como el habla. Detrás de la postura aparentemente estoica, cuya seña de identidad es la sobriedad en los gestos, emerge un lenguaje de grandes sutilezas y bastante atrevido en cuanto a la relación que propone con el espectador.

Desde el diseño gráfico de los carteles, diseñado por Ana Luisa Escorel, que sugiere en la pantalla la portada de un libro o cuaderno, Antonio Cándido, notas finales Es una película articuladamente muda, como si buscara reproducir el silencio de la lectura, el silencio del acto de escribir, el silencio de las palabras escritas en cuadernos o incluso, el más generoso de todos los silencios, el silencio de los pensamientos. Así, la relación entre forma y contenido nos acerca íntimamente al personaje.

Para comprender esta construcción, regreso al origen de su propuesta narrativa. Eduardo Escorel encontró la clave para organizar la narrativa de la película en un texto anterior, del 17 de enero de 1997, en uno de los manuscritos inéditos de los cuadernos.

El texto es “O Pronto dos Livros” y comienza así: “Muerto encerrado en el ataúd, espero mi turno para ser incinerado. El mundo ya no existe para mí, pero continúa sin mí”. Tenemos por tanto una historia que será contada por un narrador muerto, en este caso es la historia de los libros que lloran por él, narrador y personaje, que tanto los amó, los cuidó e incluso los leyó. Si el paralelo es inmediato con Machado de Assis en Las memorias póstumas de Bras Cubas, donde el muerto nos cuenta su historia, o incluso si hay una posible comparación del Brasil que se revela en las capas de la ficción de Machado con el pensamiento sobre Brasil y sus cuestiones sociales y políticas en Antonio Candido, lo que parece más intrigante es, además de estos paralelos formales, diferencia.

En el caso del documental de Eduardo Escorel, se trata de la idea de que el ejercicio de la ficción es la forma de organizar una narrativa que trata esencialmente de material documental de carácter íntimo y que revela el pensamiento del escritor, sin traicionarlo.

En la secuencia inicial escuchamos la voz en off de Matheus Nachtergaele: “En las primeras horas del 12 de mayo, ocho meses antes de esa tarde lluviosa en São Paulo, morí”. Este discurso tiene lugar en el único plano de la película en el que vemos, desde el interior del apartamento donde Antonio Candido vivió durante los últimos 21 años, hacia el exterior, algo del paisaje exterior, lluvioso. Al decir “morí” el narrador nos lleva a una dimensión inusual, pues ya estamos hablando del lugar del silencio, el supuesto silencio de los muertos. En el espacio interno y deshabitado del departamento que ahora vemos, el habla aparece como una ruptura de este silencio, sorprendiéndonos. Desde este lugar se contará la película. Al dejar sus escritos y su obra, el escritor deja algo que lo trasciende: “una especie de supervivencia”.

La narración sobria, en realidad menos narración y más interpretación, de Matheus Nachtergaele es un elemento que nos toca directamente, hay en ella un trabajo tímbrico y de entonación y tiempos que incluyen pausas y movimiento, y que el montaje de Laís Lifschitz y Eduardo Escorel comprende muy bien. Es decir, las palabras se escuchan en un cierto ritmo y tono, que el actor dice buscar a partir de la idea de “pasión educada” que caracteriza al intelectual.

El montaje es sensible cuando trae la imagen muchas veces sincopada con el sonido, ya sea habla o incluso música, también presente en la película y con características mudas en su uso, es decir, una imagen puede comenzar en silencio y la música entra en escena. como una extensión de este silencio ya establecido. En la secuencia inicial, el juego entre habla, pausa y música, sincopado con la imagen, construye la percepción de espacios y significados, a veces desde la escucha semántica de las palabras, a veces desde la intimidad de pensamientos que resuenan silenciosamente por todo el apartamento vacío.

El registro íntimo de “Antonio Candido, Notas Finales” es el lugar donde sucede la narrativa y trasciende el espacio personal hacia lo político, estético y humano.

Tenemos a un Antonio Cándido siempre atento a sí mismo e interesado por el mundo, sus notas reflexivas, sentidas y a veces incluso desconcertantes, viajan por varios frentes; la mirada atenta al momento político del país con el impeachment de Dilma Rousseff en 2016, las consideraciones sobre los orígenes de un Brasil vergonzosamente desigual, su propia trayectoria como intelectual y activista político, el anhelo por su compañera Gilda Mello e Souza es un tema que habita constantemente en sus recuerdos, y también en cuestiones estéticas y sobre todo humanas.

Toda la atención de Antonio Candido se dirige a través del prisma de la conciencia de la “vejez extrema” y de la inmovilidad creciente, colocándonos en el umbral del presente impregnado de la perspectiva de la muerte. Estas son las notas finales, conocidas por el autor: “Cuando desperté me vino la idea de que tal vez ya había pasado el momento adecuado para morir”.

Se trata, por tanto, de un lenguaje que incorpora el silencio como valor narrativo en la transcripción a pantalla de las notas, entendiendo que en el cine el silencio no es necesariamente ausencia de sonido, y precisamente por ello requiere una sintaxis audiovisual sutil, pero precisa. para la construcción de nuestra percepción inmersiva de las diferentes capas de silencio y significados de las líneas y entre líneas del texto.

Algunos ejemplos: en un bello pasaje, entre tantos, Antonio Candido, sintiéndose mal, pasea por el apartamento y mira los sillones Bergère del salón, recordando: “...donde su madre y yo pasamos tanto tiempo juntos , ya sea hablando o comunicándose sin hablar a través del silencio, silencios muy ricos porque eran fuente de bienestar profundo”.

Otro pasaje que evoca el silencio, aunque en otro registro: “La lenta e incesante despoblación del mundo al que pertenecemos de repente comienza a acelerarse”. La despoblación sigue siendo un ejercicio de silenciamiento.

También está la comparación de los sentidos con la imagen que a veces sugiere un juego de encarcelamiento cuyas consecuencias implican otros tipos de silencio. A partir de la observación de la vejez extrema, las piernas débiles y la reducción de la caminata por las cuadras, cuando la película nos muestra en blanco y negro las aceras llenas de baches y cada vez más peligrosas alrededor del departamento, materializando así, en la propia imagen, el contraste entre el interior y el exterior y construyendo el paulatino aislamiento del personaje.

Este contraste también se da internamente cuando Antonio Candido observa la dicotomía entre su cuerpo y su mente, porque en su mente todavía es joven y está de buen humor, pero el cuerpo no parece pertenecer a la misma persona, aquí tenemos la paradoja. de la mente atrapada en el cuerpo. O incluso la reflexión sobre la clase y la conciencia de clase basada en la idea de que estamos en cierto modo aprisionados por nuestra clase social, ya que esto influye inevitablemente en nuestra visión del mundo. Y después de todo, el concepto mismo de que la percepción de una obra de arte, literatura o cine en este caso, está vinculada a nuestras necesidades mentales y afectivas como receptores en ese momento dado, es todavía otro tipo de encarcelamiento.

Hay, por tanto, una dialéctica constante en el lenguaje de la película que nos sitúa entre el mundo exterior violento y ruidoso y la introspección que se produce en el espacio confinado y silencioso del pensamiento, una interioridad que se opone al mundo como materia prima, y que permita incluir una “segunda realidad” o la posibilidad de dar generosamente un nuevo significado a los recuerdos, a la vida vivida.

Antonio Cándido, notas finales es una película que nos conecta, sensiblemente, con la dimensión profunda e íntima del hombre y del intelectual, conduciéndonos a través de una progresión de diferentes capas de silencio hasta la página en blanco del cuaderno, quizás paradójicamente la manifestación más radical y libertaria, es decir, la página ya no está escrita: la muerte. Pero la muerte del “hombre pacificado” como Antonio Cándido se define al final de su camino. Vemos el apartamento deshabitado, sin muebles ni libros, queda espacio.

Esta estructura de la película está en las notas y sus cadenas y en el orden cronológico de los escritos que contemplan el desprendimiento del presente como lo expresa Antonio Candido y la proximidad de la muerte con la conciencia de su misterio, pero se materializa sobre todo en el lenguaje de la película como propuesta de diálogo con el espectador a partir de las elecciones realizadas por el director Eduardo Escorel. Es una inmersión poco común y fascinante, y quizás sólo el cine que comprende y domina su vocación inmanente como experiencia sensorial puede ofrecernos.

Una de las notas más estructurales de la película tal vez sea ésta: “Una de las cosas buenas es reducir la vida a palabras. Pueden ser una especie de supervivencia”.

Si en este viaje existe la inevitable melancolía de la despedida, también hay una belleza profunda, la belleza de la inteligencia como gesto de vida, del pensamiento como elemento civilizador y pacificador. Y en la ecuación que se produce a través de los contrastes, ante las vicisitudes del “hombre animal” y lo peor de él con su “espectáculo de terror”, será la misma contraparte de la inteligencia, capaz de concebir nuevas formas de ser en el mundo.

epílogo

Y aquí el cine, de nuevo, realiza su milagro más característico: evita la muerte.

En un gesto radical, el director Eduardo Escorel, al final de la película, pone vivo y hablando en pantalla a Antonio Candido, en una declaración grabada en 1995. Ahora, en clave contraria al silencio de las palabras escritas, Candido en pleno y En un registro vigoroso, afirma en voz alta que, al ver que los gobiernos se suceden y las utopías se desmoronan, si tuviéramos que elegir entre libertad e igualdad, deberíamos elegir la igualdad, porque: “la libertad es siempre mi libertad, y la igualdad es por definición la de todos”. – Si hay que elegir entre libertad e igualdad, elijo la igualdad”.

Este final de la película y el discurso animado de su personaje que afirma su convicción política sobre lo colectivo como espacio gregario nos conmueve de manera luminosa y presenta un nuevo paradigma, el paradigma del lugar donde algo vibra para todos. Después de todo, la supervivencia es parte de la vida. Y si volvemos al punto de partida de “el mundo ya no existe para mí, pero continúa sin mí”, podemos decir finalmente que el mundo continúa, pero no sin Antonio Candido.

*Lina Chamié es un cineasta.

referencia


Antonio Cándido, notas finales
Brasil, 2024, documental, 83 minutos.
Dirección y guión: Eduardo Escorel.
Narración: Matheus Nachtergaele
Edición: Laís Lifschitz y Eduardo Escorel.


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