Por Afranio Catani*
Un guión escrito a los 18 años y nunca filmado por Glauber Rocha
Existe la creencia generalizada de que los amigos bahianos son para toda la vida. Puede ser. Creo que si. Al menos en mi caso esto se confirma. Pienso constantemente, y con el corazón encogido, cuánto extraño a mi amigo bahiano Edivaldo Machado Boaventura (1933-2018), que fue todo y más en su estado, el que nació en Feira de Santana. Por suerte, y gracias a los Orixás, mi otro amigo de Bahía, Paulo Dory Neves, es muy firme, fuerte, guapo y cachondo.
Edivaldo fue profesor de la Universidad Federal de Bahía, Secretario de Estado de Educación en dos ocasiones, presidente de la Academia de Letras de Bahía, director general del periódico La Tarde y, a mediados de la década de 1980, diseñó y creó la Universidad Estatal de Bahía. Hablaba inglés y francés con elegancia, estaba dotado de una envidiable cultura humanística, llevaba registro de lo que le interesaba en diarios y supo circular con soltura entre las diversas facciones políticas que interactuaban en la unidad federativa en la que vivía.
Sin embargo, para mí lo que importaba era el querido amigo con el que hablé mucho, me divertí y que, entre muchos tesoros, me regaló algo maravilloso: una copia de la edición de 1987 del guión inédito de Glauber Rocha, señor de Navegantes (1957), la primera que escribió el entonces chico, a los 18 años. Como todo lo que venía de Edivaldo era especial, esta copia tampoco fue la excepción: fue autografiada por Lúcia Rocha, la madre del cineasta. En la portada se lee: “a Edivaldo – Lúcia Rocha, Salvador, 9/8/87”, luego se corrige a la fecha correcta, 9/9/1987.
Pero entonces, Edivaldo escribió: “a Afrânio Mendes Catani, con la amistad de Edivaldo – Bahia, 1o./8/93”, agregando entre paréntesis: “Lúcia Rocha es la Sra. la madre de Glauber”. Además, meticuloso como era, todavía conservaba dos recortes pegados en las cubiertas interiores de la edición, que detallaban la ceremonia de lanzamiento, incluida una noche de autógrafos con Lúcia, en la Academia de Letras de Bahía.
La secuencia de comandos
El señor de los navegantes (guión) – 1957 – Salvador: Edições Macunaíma, 1987, 28 p., presenta una presentación de Fernando da Rocha Peres y, en la portada, una monotipia de Calasans Neto. De hecho, a la ceremonia asistieron, además de Lúcia, ex compañeros del Ginásio da Bahia (Central), como Fernando Rocha, Florisvaldo Matos, Calasans Neto y João Carlos Teixeira Gomes.
Vale la pena transcribir el “Colofão”, que está en la página 27: “En los 30 (treinta) años de GERAÇÃO MAPA y el 20 de julio de 1987, comenzó la edición de una versión del guión cinematográfico Señor de los Navegantes, en sociedad con Rocha Peres, para Edições Macunaíma, en tirada de 1.000 (mil) ejemplares, con autorización de los herederos del cineasta, en Artes Gráficas e Industria Limitada, bajo la supervisión gráfica de Antônio Lobo y con el patrocinio cultural de la Fundación Economista Miguel Calmon. La presente edición marca también, de manera conmemorativa, la fecha de la muerte prematura del amigo Glauber Rocha el 22.08.81”.
Ciertamente, muchos estudiosos de la obra de Glauber ya se han dedicado a desentrañar este guión de exactamente 15 páginas. Hay una variante del mismo, pero se decidió publicar esta versión, más rica, ya que tiene correcciones manuscritas o añadidos al texto. En su presentación, Fernando Rocha Peres explica que “sólo se publicará la portada del guión –diseñada por Glauber Rocha– y una nota simple de autoría, de puño y letra del cineasta, en el reverso de la portada: “Senhor dos Navegantes”/argumento y guión/Glauber Rocha e Rocha Peres” (p. 6).
Pero exploremos algunos aspectos más esclarecedores de la presentación de Rocha Peres. Dice el compañero de estudios de Glauber –en la edición hay una foto de ambos, de 1957, uniformados, caminando por la Rua da Misericórdia, en Salvador– que el entonces aspirante a cineasta pensó ese año en hacer un cortometraje, “con un guión fijado en la fiesta baiana de 1o. de Janeiro, también conocida como la procesión marítima del primer día del año, en Salvador, en la que una imagen de Cristo crucificado (“Senhor dos Navegantes”) viaja en una galera, por el mar de Bahía de Todos os Santos , en la ruta que va de Conceição da Praia a Porto da Barra y luego a la playa de Boa Viagem, con el templo de Nuestra Señora del mismo nombre, donde la multitud espera, en la plaza y en la arena, la llegada de Cristo, acompañados de cientos de embarcaciones de todo tipo, con banderas y ruidosas, y llenas de lugareños (negros, mestizos y blancos) y hoy de turistas asombrados”” (p. 5).
Fiesta con fuerte ambiente pagano y carnavalesco, “en la que lo sagrado y lo profano se confunden en los cantos, incienso, aceite de palma, alcohol, danza, culto cristiano y afrobrasileño, sensualismo” (p. 5).
Algunos párrafos están ocupados con consideraciones sobre las dos variantes del guión, con algunas supresiones y añadidos, además de afirmar que este escrito del joven Glauber “juega con personajes esquemáticos, teniendo decoración el puerto, las emblemáticas balandras, la luz atlántica de Bahía, el aire marino, la fiesta, las calles del viejo Salvador, Pelourinho, las iglesias y la feria” (p. 5).
Como se sabe, Glauber terminó sin filmar Señor de los Navegantes, y al año siguiente, 1958, comenzó el patio.
A fines de la década de 1950, Bahía, y Salvador en particular, experimentaron una intensa conmoción cultural, con énfasis en la poesía, el teatro, la literatura y el cine naciente, con Walter da Silveira a la cabeza de algunas experiencias cinematográficas. La mayoría de los jóvenes estudiantes comenzaron a publicar sus primeros trabajos en la revista de cultura Mapa.
Glauber, con el objetivo de viabilizar sus emprendimientos cinematográficos, fundó una empresa en 1956, la “Sociedad Cooperativa de Cultura Cinematográfica Yemanjá, Responsabilidades Limitadas”, registrada en la Junta de Comercio del Estado de Bahía el 21 de septiembre de 1956. la reproducción del Certificado de este registro, informando que Yemanjá tiene como objeto social “difundir la cultura, en general, y la cinematografía, en particular, observando siempre las normas culturales del Séptimo Arte”, teniendo como asociados a José Teles de Magalhães (Presidente) ; Glauber Andrade Rocha (Director-Tesorero); Fernando da Rocha Peres (Director-Secretario). Directorio: Frederico José de Souza Castro, Jayme Oliveira Cardoso, Albérico José Lima da Motta. Consejo de Vigilancia: Jayme Oliveira Cardoso, Luiz Dantas da Silva y Tarcísio Sampaio de Araújo. Suplentes: Newton Augusto Silva da Rocha, José Augusto Azulay y José Júlio Calasans Neto.
Rocha Peres agrega que la emoción fue tal que un grupo de jóvenes salió a la calle pegando folletos en las paredes y carteles con las palabras “¿crees en el cine de Bahía? ¡Nosotros creemos! Coopera con Yemanjá Filmes” (el folleto se reproduce en la página 23).
El plan general del grupo liderado por Glauber Rocha era ambicioso: “hacer cine en nuestra tierra, con el proyecto de un largometraje titulado “Bahia de Todos os Santos”. Albérico Motta recuerda que este título, redondo y bahiano, permitiría, en un segundo momento, realizar cuatro episodios –como en el cine italiano [de la época]– de la vida y la cultura bahianas, en los que el Señor de los Navegantes. La experiencia o utopía provinciana no funcionó y Glauber Rocha se fue a hacer sus películas en otras ciudades y países” (p. 6).
La versión de 1987 del guión fue facsímil “a partir de un texto mecanografiado en papel periódico, tamaño legal, de mala calidad, con cinta roja de máquina, con algunas correcciones, enmiendas, añadidos y dibujos manuscritos de Glauber Rocha” (p. 6).
Edivaldo me llamó a fines de 2017 para decirme que me habían sido reservados los volúmenes de críticas cinematográficas de Walter da Silveira, un gran bahiano, que incluso influyó en Caetano Veloso, que él había gestionado y escrito una dedicatoria. Cuando venía a São Paulo me traía. Lamentablemente no fue posible, ya que se fue antes. Me acordé de Jorge Luis Borges (“El regalo interminable"):
Un pintor nos prometió un cuadro
Ahora, en Nueva Inglaterra, sé que murió. Me sentí como
otras veces, la tristeza de comprender que
somos como un sueño. Pensé en el hombre y el
cuadro perdido.
(Solo los dioses pueden prometer, porque son inmortales).
Pensé en un lugar prefijado que no ocupará la pantalla
Después pensé: si estuviera allí, sería, con el tiempo, un
otra cosa, una cosa, una de las vanidades o hábitos
de la casa; ahora es ilimitado, incesante, capaz de cualquier
forma y cualquier color y no está ligado a nadie. Existe de alguna manera.
Vivirá y crecerá como una canción y estará conmigo hasta el final.
Gracias Jorge Larco.
(Los hombres también pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal.)
¿Qué hacer? Decidí abrir un espacio imaginario en el estante de mi oficina, quizás poco más de media mano, y pensar que Walter, el maestro de Glauber, debe estar ahí por las manos de Edivaldo.
*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.