La administración Trump ha dado abundantes demostraciones de que solo hay una brújula en la política exterior estadounidense: el interés y la discreción de los Estados Unidos.
Por José Luís Fiori y Rodrigo Leão*
El reconocimiento del presidente Donald Trump, y la celebración de algunos funcionarios estadounidenses, transforman el “ataque estadounidense al aeropuerto de Bagdad”, en una operación dirigida y exitosa para eliminar a un general iraní de alto rango, en territorio iraquí, por encima de cualquier idea de el derecho internacional, o el respeto a la "soberanía" de las naciones, o el "derecho universal" de los individuos. Desde este punto de vista, la acción de los Estados Unidos sólo podría haber sido una de dos cosas: un asesinato internacional, premeditado y por encima de la ley, o bien un “acto de guerra”, o más precisamente, una “declaración de guerra” realizada sin el consentimiento del Congreso de los EE.
Y, en cualquiera de los dos sentidos, un acto unilateral de hacer valer el interés y la discreción de los Estados Unidos por encima de la soberanía de todos los demás Estados nacionales que no tienen poder militar suficiente para impedir la intención y el objetivo estadounidense de hacer valer una nueva ley basada en en su poder global, o en su proyecto de un imperio militar global. Este movimiento ha intensificado las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias del sistema mundial.
Sin duda, esta fue la demostración más ostensible, explícita y celebrada de la ambición estadounidense de ejercer el poderío militar global, o simplemente la afirmación unilateral de que el poder y los intereses estadounidenses son superiores a cualquier convención o cualquier tipo de acuerdo o institución multilateralista construida en los últimos siglo de la supremacía estadounidense.
En ese sentido, este episodio no es del todo nuevo ni original, particularmente durante la administración Trump, que ha dado abundantes demostraciones de que solo hay una brújula en la política exterior estadounidense: el interés y la discreción de los Estados Unidos.
Aun así, no cabe la menor duda de que este fue el acto más atrevido y arrogante para hacer valer el derecho estadounidense a intervenir, juzgar y castigar a quien quiera, donde quiera. Teniendo en cuenta que el General Qassem Soleimani fue quizás la segunda persona más importante en la jerarquía del poder estatal iraní y el Comandante de la Guardia Revolucionaria Islámica, es inevitable concluir que la acción del gobierno estadounidense consiste en un “acto de guerra”.
La acción estadounidense debe asociarse a la escalada que comenzó en julio de 2019 con la “crisis de los petroleros” seguida de tres episodios más: (1) el ataque de los rebeldes hutíes a las refinerías saudíes en septiembre de 2019; (2) el ataque y muerte de un “técnico” estadounidense en una base militar en territorio iraquí en diciembre de 2019; (3) el asedio a la Embajada estadounidense en Bagdad en el mismo mes y (4) los ejercicios navales realizados por China, Rusia e Irán, en el Golfo de Omán, realizados exactamente entre el 27 y el 31 de diciembre. Este último fue un desafío objetivo e indiscutible al poder naval estadounidense en el Medio Oriente, e incluso más ampliamente, desde la Organización de Shanghai hasta el poder extendido de la OTAN.
Como consecuencia, el mundo se acerca cada vez más a una confrontación directa entre dos Estados Nación, involucrando inevitablemente a sus aliados en ambas direcciones, pero es poco probable que este magnicidio internacional tenga las mismas consecuencias que el magnicidio de Sarajevo que inició la Primera Guerra Mundial. A pesar de la gravedad del episodio, la distancia entre los dos Estados implicados y la improbable implicación de sus aliados en un enfrentamiento militar no indican el estallido, al menos por el momento, de una guerra más amplia o frontal.
Pero ciertamente señala que Oriente Medio, su petróleo y sus fragmentos étnicos y religiosos, que un día fueron utilizados y transformados por las potencias coloniales europeas en un espacio dividido y conflagrado por guerras casi continuas, tendrán que seguir su trágico camino como un especie de “agujero”. negro” del sistema mundial, donde las grandes potencias practican su propio terrorismo, y utilizan el terrorismo de “otros” como instrumentos de dominación regional.
En este contexto, la primera respuesta iraní al “acto de guerra” estadounidense, los ataques de la noche del 07 de enero a las bases conjuntas estadounidenses e iraquíes de Ain al-Assad, en Anbar, y Harir, en Erbil, no fue simplemente un “acto de venganza”. Esta es una acción totalmente legítima, desde el punto de vista del Derecho Internacional, el Derecho de la Guerra, o incluso del milenario debate sobre la “guerra justa”. Es probable que esta respuesta inicial se despliegue en muchos momentos diferentes, en muchos lugares diferentes y con diferentes niveles de destructividad. Y como siempre, esa respuesta implicará, una vez más, la disputa por la oferta y el precio del petróleo.
El asesinato ya ha tenido un impacto en los precios del petróleo, provocando una subida media del 4%. Este aumento debe mantenerse y tal vez incluso escalar si los principales actores del sistema tienen la percepción de que la escalada regional debe continuar y la amenaza de guerra debe permanecer en el aire. Ou seja, um possível crescimento da incerteza em torno das formas e intensidades das respostas iraniana e, principalmente, dos seus principais aliados – incluindo os grandes produtores e consumidores de petróleo, como os russos – pode resultar numa maior volatilidade com possível elevação dos preços no medio plazo.
Es importante recordar que, además de ser un gran productor, Irán es uno de los países que controla el Estrecho de Ormuz, el paso que conecta el Golfo Pérsico con el océano, por donde se embarca alrededor de una quinta parte de la producción mundial de petróleo. Un eventual bloqueo del transporte podría tener grandes efectos en términos de oferta y precios a corto plazo.
A pesar de estas posibilidades, la historia demuestra que episodios de magnitud equivalente tienen repercusiones significativas en el precio del petróleo y son capaces de cambiar el equilibrio de poder entre los grandes productores, consumidores y empresas petroleras. Esta vez, no debería ser diferente.
*José Luis Fiori Es profesor del Programa de Posgrado en Economía Política Internacional de la UFRJ. Autor, entre otros libros, de sobre la guerra (Voces, 2018).
*rodrigo leão Es investigador del Instituto de Estudios Estratégicos sobre Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (INEEP) y del NEC de la Universidad Federal de Bahía.