Alienación en las ondas de radio

Marina Gusmão, Láminas ilustradas posmodernas.
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por LUIZ MARQUÉS*

Un juego perverso, que en sí mismo condensa el proyecto de destrucción de la democracia

El camarada y amigo Flávio Koutzii cuenta en su bello relato de la prisión atroz, en la época de las dictaduras cívico-militares en América Latina (Pedazos de muerte en el corazón, L&PM), que los presos políticos inventaron los “periscopios” (pequeñas varillas con un trozo de vidrio en la punta) para controlar la circulación de los guardias en los pasillos de la prisión. Así, vigilaron los pasos de los centinelas. Metafóricamente, esto es lo que hago en las noches de desvelo al sintonizar una emisora ​​de radio, en un programa presentado por un periodista de extrema derecha, con credenciales contrarias a toda sociabilidad democrática. Hay muchos, lo sé.

El comunicador en referencia ya fue denunciado por homofobia, cuando repudia la posibilidad legal de que gays y lesbianas formen una familia mediante la adopción de niños, en situación de abandono. En respuesta, replicó con un “argumento de autoridad” falso, en ausencia del “argumento de autoridad” correcto. Dijo que sabía a lo que se refería, ya que es padre de un homosexual (sic). Jean Wyllys se solidarizó con su hijo y lamentó que tuviera un padre “homofóbico e ignorante”. Como la estupidez siempre va acompañada de la grosería, en otra ocasión no dudó en interrumpir una llamada telefónica de un diputado (de derecha, del Partido Nuevo) porque defendía la liberación controlada de marihuana, en directo. Tema que consideró quizás suficientemente explicado por la pericia de… Osmar Terra: el personaje no necesita comentarios. Con el descubrimiento de que hasta los conservadores pueden ser progresistas, en cuestiones de moral y costumbres, la selección de invitados al programa pasó a tener criterios estrictos. El gato escaldado tiene miedo al agua.

A estas credenciales anticivilizatorias, la citada locutora suma la negación de la pandemia y atribuye la propagación del virus al aislamiento social, por paradójico que suene. Daría risa si no fuera por el grito de desinformación criminal. Aún así, defiende el “tratamiento precoz”, aunque el propio Ministerio de Sanidad ya no se atreve a recomendar la famosa Hidroxicloroquina. En este caso, sería un grito, si no fuera por reírse del patético intento de parecer más realista que el rey, el monarca momosco tan indigno que desmiente las noticias falsas ("El informe que saqué de la Corte Federal de Auditoría/TCU, fui yo quien escribió”) con nuevas mentiras (“Me equivoqué”). Incapaz de asumir el decoro que el cargo exige en el puesto que ocupa. Sí, desde la feroz campaña electoral que ungió al genocida a la Presidencia, con el beneplácito del Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, las fuerzas económicas y los medios de comunicación. El orden de los tractores aquí no cambia el cultivo. Es decir, la agroindustria.

No me irrito en la audición. Escucho las diatribas radiales contra el saber y la ciencia con estoicismo, pero sin resignación. Presto atención a los discursos soberbios, con la radio apilada con periscopio improvisado. Antes de abrir los micrófonos a los “debatidores”, con el espíritu verde y amarillo de la incorruptible CBF-, el presentador lee un editorial monótono. En este, cita provocativamente a parlamentarios federales del PT, sin derecho a réplica, mientras actualiza la agenda política que se desarrolla en el parque infantil del Palácio do Planalto. O guión se repite hasta el agotamiento, sin creatividad, sin sentido común, sin vergüenza. Ve si:

a) El número de víctimas de la enfermedad pandémica es discutible. Muchos mueren de cáncer y el certificado de defunción dice Covid-19. Eso, en teoría, desacredita los reportajes mediáticos y el “relato” sobre la nefasta gestión de la crisis sanitaria en Brasil, debido a la estrategia de inmunidad de rebaño que retrasó la compra de vacunas. Aquí lo tienes, y passant, el delito de responsabilidad, previsto en la Constitución (obligación del gobierno de cuidar la vida y la salud de las personas) para avalar el necesario juicio político a Bolsonaro. Además, sirve para sospechar sobre los escándalos que la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) ha ido sacando a la luz. No faltan médicos independientes que avalan la pantomima de prestigio, a cambio de elogios egoístas por la “brillantez intelectual” (sic);

b) El Supremo Tribunal Federal (STF) no deja gobernar al presidente. Esto explica la mala gestión que, con las facilidades para la adquisición de armas gracias a la publicación de las Medidas Provisionales (MP), es aplaudida por los Clubes de Tiro, coleccionistas de armas y milicianos. Fieles escuderos de los horrores que parasitan el aparato estatal. El objetivo es brindar a la sociedad satisfacción por la mediocridad que rodea a los gobernantes y;

c) El Sistema, que incluye el Poder Judicial, las Universidades, la Red Globo y apéndices como la Organización Mundial de la Salud (OMS), es cómplice de la izquierda (sic, dio hipo). No quiere acabar con el robo y la corrupción que desmoronaron al país. Esto actúa como precaución contra la visible y creciente erosión de la popularidad de la administración central y su liderazgo, que confunde a la nación con ganado estresado. Lo curioso es que en la definición de élite, ofrecida a la rumiación del bolsonarismo, se omiten los banqueros, los rentistas y las multinacionales. El poder se caricaturiza, las finanzas se abstraen. Es decir, el suelo sobre el que se asienta la dominación de clase concreta. La tergiversación se contenta con el deambular, quijotesco, frente a imaginarios molinos para disfrutar en moto. Artificio que oculta la sumisión a los verdaderos dueños del poder que, interna y externamente, se nutren de derechos sustraídos (seguridad social, trabajo, salario) a los trabajadores brasileños.

Para cerrar el comentario, vale mencionar que los programas de reproducción de la alienación no dejan lugar a dudas para las ondas transmisoras. Entre testimonios ingenuos y/o interesados, provocan el adormecimiento de las conciencias –y la transformación de la despolitización en instrumento de la política. Un juego perverso, que en sí mismo condensa el proyecto de destrucción de la democracia. A veces, con insinuaciones sobre la necesidad de la violencia. Es como si todos, en el estudio y escuchando, estuvieran contaminados por el “mal-blanco” que propaga la ceguera. Lo que sucede en la célebre novela de José Saramago, cuyo epígrafe traduce buenos consejos a los que les cuesta conciliar con el sueño, al son de protofascistas disparates durante la noche: “Si puedes mirar, mira. Si lo ves, repáralo”.

* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.

Publicado originalmente en Revista Democracia Socialista.

 

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