por FRANCISCO FERNANDES LADEIRA*
Los múltiples factores que apuntan a la decadencia del imperio y la formación de un nuevo orden
A principios de los años 1990, Caetano Veloso cantaba: “Algo está fuera de orden, fuera del Nuevo Orden Mundial”. Evidentemente, no se refería al sueño popularizado por el cabo Daciolo, el supuesto “Nuevo Orden Mundial” (plan para implementar un gobierno global totalitario y comunista); sino al acuerdo geopolítico emergente en la posguerra fría, con Estados Unidos emergiendo como la única superpotencia, sin oponentes dignos en los aspectos militar, político y económico (la llamada “unipolaridad”).
En aquel momento, el optimismo occidental era tal que Francis Fukuyama incluso habló del “fin de la historia”, para ilustrar su tesis de que el capitalismo y la democracia burguesa habían finalmente triunfado; y la humanidad había llegado a la etapa final de su evolución. De hecho, Washington y sus aliados tomaron las decisiones en el planeta, comandaron y desmantelaron, depusieron e instalaron presidentes, sin ningún tipo de obstáculo.
Sin embargo, Caetano Veloso no sabía que, tres décadas después, no sólo “algo está fuera de orden”, sino que “muchas cosas están fuera de orden” en el “Nuevo Orden Mundial”.
El primer indicio está relacionado con el vertiginoso crecimiento económico de China, con la expectativa de que el Producto Interior Bruto (PIB) del gigante asiático supere al de Estados Unidos en 2027. En este sentido, según un estudio del banco JP Morgan, realizado dos Hace años, “es probable que la próxima década esté dominada por China y, en el juego de ajedrez de las economías, Estados Unidos podría estar preparándose para un jaque mate”.
Asimismo, apunta el proceso de desdolarización de la economía global, es decir, el menor uso del dólar en las transacciones de comercio exterior, práctica adoptada en ocasiones puntuales por países como Irán, China, Rusia, Irak, Venezuela y Brasil. al declive de la hegemonía financiera estadounidense.
Si en otros tiempos, cuando la economía no presentaba resultados satisfactorios, Washington (con la ayuda de sus fieles aliados en Europa Occidental, constituyendo lo que conocemos como “imperialismo”) podía iniciar una intervención militar en cualquier país subdesarrollado, en busca de nuevos territorios para su política de presa (con retorno financiero garantizado); Hoy la situación es muy diferente.
Si bien China representa el gran rival del imperialismo desde el punto de vista económico; En el ámbito militar, Rusia destaca como contrapunto a la capacidad militar estadounidense y europea. Esta realidad comenzó a tomar forma hace una década, con la incapacidad de Occidente para derrocar al presidente de Siria, Bashar al-Assad, tras la “Primavera Árabe” (dada la presencia de tropas de Moscú en defensa del territorio sirio). Sin embargo, el poder ruso se ha fortalecido desde la invasión de Ucrania el año pasado, a pesar de las protestas y la ayuda armamentista occidental a Kiev.
No es casualidad que la premisa de que la alianza chino-rusa (que involucra a diferentes sectores) es la principal amenaza a la hegemonía occidental sea prácticamente unánime entre los analistas geopolíticos.
Incluso en los acontecimientos políticos registrados en países de la periferia del capitalismo es posible percibir la decadencia imperialista. En el continente africano, sólo en los últimos tres años, ha habido una secuencia de derrocamientos de presidentes títeres imperialistas en Mali, Guinea, Sudán, Burkina Faso, Níger y Gabón (parece que Senegal será el próximo).
Si fuera en otros tiempos, inevitablemente los territorios de estas naciones africanas serían ocupados por tropas estadounidenses, británicas y francesas (en nombre de la “democracia”) o serían objetivos de guerras por poderes (lo que en realidad se intentó, con “amenazas” provenientes de los gobiernos de Nigeria y Costa de Marfil, pero sin éxito).
En el reordenamiento de las organizaciones internacionales, el ejemplo más emblemático de que “muchas cosas están fuera de orden” en el “Nuevo Orden Mundial” es la expansión de los BRICS más allá de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, incorporando también a Arabia Saudita. Arabia Saudita, Irán, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Etiopía. Juntos, los antiguos y los nuevos miembros representan el 46% de la población mundial, el 36% del PIB global y casi la mitad de la producción de petróleo que circula en el planeta. No es exagerado pensar que este “BRICS Plus” podría hacerle frente al G7 en el escenario geopolítico global en el mediano/largo plazo.
Finalmente, es importante resaltar que los contextos internos de las potencias imperialistas también nos muestran signos de decadencia. El ascenso (y la popularidad) de la extrema derecha –empezando por nombres como Marine Le Pen, Donald Trump y Giorgia Meloni– no es una coincidencia. Indica la incapacidad de las élites francesa, estadounidense e italiana para controlar sus propios sistemas políticos o construir alternativas mínimamente sólidas y viables dentro de la llamada “democracia burguesa”.
Por supuesto, no estoy diciendo que la hegemonía global de Estados Unidos (y de Occidente, en general) terminará el próximo año (o incluso la próxima década). Los historiadores coinciden en que el apogeo del Imperio Romano duró al menos dos siglos y medio. Pero con “tantas cosas fuera de orden” en el “Nuevo Orden Mundial”, con “el eje del mundo moviéndose hacia Asia” (como reconocen pensadores aún más conservadores como Peter Frankopan) todo nos lleva a creer que el imperialismo actual se sostendrá solo. por un período mucho más corto.
*Francisco Fernández Ladeira Es estudiante de doctorado en geografía en la Unicamp. Autor, entre otros libros, de La ideología de las noticias internacionales (Editor CRV).
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