por JOÃO ADOLFO HANSEN*
Comentario al libro de Paul de Man.
Allegories of Reading se publicó en Estados Unidos en 1979, intentando ir más allá de los principios genéticos de la historia literaria. Cuando la modernidad todavía se discutía en otros lugares, declarada muerta por los “postutópicos”, el libro se incluyó en un aspecto antimetafísico y no teleológico de lo “moderno”, desplazando el pasaje de Hegel: “El resultado no es más que el mismo como principio, porque el principio es el fin”.
Al igual que Lacan, quien afirma que la gramática de la retórica del inconsciente es intocable, De Man propuso la crítica literaria como teoría de los actos performativos de lectura. Nietzscheano, puede resultar aquí todavía extemporáneo, porque la rarefacción a que somete las categorías del continuo, desnaturalizándolas mientras desplaza todo el campo de las letras y de la filosofía, es polémicamente ateleológica.
Puede que uno no esté de acuerdo con su postulación de la contingencia radical del sentido, pero hay que reconocer el rigor del nominalismo que hace que su texto arruine sutilmente el sentido común de los donantes de la conciencia humanista enlatada, que probablemente lo cataloguen de pedante o nihilista. O mucho peor.
En su juventud, antes de ser profesor de literatura en Harvard, Cornell, Johns Hopkins y convertirse en profesor en Yale, De Man se adhirió al nazismo. Con el lema “Nietzsche Nazi” –fútil como el que culpa a Marx del estalinismo– los opositores de De Man afirmaron que su deconstrucción es un irracionalismo complementario a su nazismo. Otro deconstructor, Jacques Derrida, lo defendió de este tipo de acusaciones y le dedicó un libro.
La afirmación de Nietzsche de que no hay Origen (origen o comienzo), pero sólo invención (invención) es el presupuesto de su crítica. El origen, finalidad y sentido de la historia serían ficciones contingentes comprobables por la literatura, ya que, de todas las prácticas discursivas, es la única que afirma explícitamente su propio carácter de artificio que produce efectos ficticios. Con Nietzsche, De Man propone que la literatura es verdadera precisamente porque asume que es apariencia; por tanto, lo constituye como el campo teórico de una heurística, un arte de invención, en el que pone a prueba las relaciones contingentes de significado.
Así, el título “Alegorías de la lectura” significa al menos tres cosas: las metáforas literarias leídas en los textos, las metáforas filosóficas con las que lee los textos y las metáforas críticas resultantes del cruce de las otras. Como no postula fundamento alguno, presupone que el lenguaje se piensa de forma anónima en los discursos, en los que deja huellas desplazadas de un sentido inescrutable. La postulación de la contingencia del sentido implica otra, también controvertida, que afecta a la filosofía, dada como género literario cuyo discurso no sería más que una ficción con pretensiones de verdad. Preguntando: “¿Cuál es la diferencia?”, los ensayos sofistas de “Alegorías” constituyen la filosofía como una reflexión infinita sobre su propia destrucción por parte de la literatura.
El juego de palabras con el término es válido para De Man Búnker, “enmascarador”, que aplica a Nietzsche y Derrida, “archidesenmascaradores”. Leyendo obras de Rilke, Proust, Nietzsche y Rousseau, analiza la retórica de los tropos y figuras que los ordenan. Simultáneamente, desorganiza su clasificación en “filosofía” y “literatura”: Rilke y Proust son “filosóficos”, al igual que Nietzsche y Rousseau son “literarios”, ya que todos organizan sus discursos retóricamente.
Como el Nietzsche del ensayo “Retórica de los tropos”, De Man se niega a entender “retórica” en el sentido platónicamente peyorativo de “discurso de opinión” o en el sentido vulgar de “oratoria” y “elocuencia persuasiva”. Como entiende que es la metáfora la que estructura el lenguaje, afirma que todo discurso es retórico, incluido el filosófico.
“Gramática” es el nombre del “corpus” de oraciones unívocamente lógicas que permitirían construir sistemas de definiciones fijas y plantear la pregunta teórica sobre la diferencia entre filosofía y retórica. De Man argumenta, sin embargo, que la declaración que lo hace puede estar negando simultáneamente la posibilidad misma de hacerlo.
Cualquier oración gramatical se convierte en un enunciado retórico, no porque oponga un significado figurativo, “segundo”, a uno literal, “primero”, sino porque es imposible decidir cuál prevalece en el uso. Por tanto, el “corpus” de oraciones metaprescriptivas de los sistemas “gramaticales” constituidos como lógicamente unívocos, que subyacen en la representación, la hermenéutica y la historia genética, se entiende también como efecto de un dispositivo retórico. En consecuencia, De Man propone que las gramáticas estructuralistas de la retórica literaria realizadas en las décadas de 60 y 70 redujeron las expresiones literarias, que son actos performativos ficticios de significado indecidible, a una sintaxis descontextualizada de oraciones constatativas ("Semiología y retórica").
Si el discurso sobre la retórica es también retórico, la definición gramatical del significado de los textos literarios y filosóficos es metáfora. Así, la operación crítica en sí misma es indecidible: gramaticalizar a De Man, leer su crítica en un sentido literal, duplica metafóricamente su retórica. Así, el valor y sentido de su funcionamiento sólo se definen cuando se desplazan y siempre se desplazan cuando se definen: la crítica es una “ignorancia suspensiva”.
No es negatividad, transformación y superación del presente. No avanza hacia la utopía del futuro que, según la concepción genética, aparece parcialmente (re)velada en la representación como primer sentido de la unidad originaria. No postula el continuo temporal, la conciencia, la ideología y la dialéctica, ya que todo fin contenido en el principio, o teleología, es una mera contingencia o producto de una perspectiva singular.
En la medida en que la verdad de la literatura es afirmarse como el efecto que pone de manifiesto los procesos retóricos de (des)montaje de la ficción literaria, filosófica y crítica, Proust, Rilke, Nietzsche y Rousseau demostrarían que el poder de la ficción es tomar una cuestión hasta sus límites, manteniendo sobre ella dos puntos de vista antagónicos, como en los “argumentos dobles” de los sofistas. La literatura es la única práctica teórica en la que dos afirmaciones contrapuestas se mantienen y deconstruyen simultáneamente, es decir, se realizan como un mero diferencial lingüístico.
Por ejemplo, en la crítica retórica de la retórica de la poesía de Rilke, De Man argumenta que la concepción del poeta de la figura elimina toda pretensión de verdad. Sus temas seducen a los críticos a través de la promesa de trascendencia de la condición humana en la inmanencia neutra de las cosas, pero sólo se realizan poéticamente cuando Rilke renuncia a la autoridad extratextual, disolviendo la misma promesa a través de la perspectiva de la mentira. La promesa de verdad en su poesía sólo se vuelve plenamente inteligible, finalmente, cuando se demuestra que su enunciación teatraliza el fraude de su reconocimiento para el destinatario.
en el paso de Du Côté de Chez Swann, en el que Marcel habla de la “claridad oscura” del cuarto donde lee, la oposición “interior/exterior” se da como un recurso retórico que alegoriza la naturaleza de los tropos y las figuras. Tratándose de la “claridad oscura”, Proust comentaría metafóricamente los poderes de la metáfora misma que organiza la novela, proponiéndola como superior a la metonimia. Sin embargo, la demostración de tal superioridad tiene una estructura metonímica, porque se mueve como una cadena lineal de palabras. Como la verdad rilkiana, la superioridad de la metáfora proustiana se disuelve en el acto mismo que la afirma.
Si pensaras antes de hablar, dice Alice, nadie diría nada. Aquí, por el contrario, antes de que se abra boca alguna, todo lenguaje es pensado performativamente, en un eco heideggeriano que lo hace proliferar. “¿Por qué ser y no nada?”, pregunta alegóricamente el deconstructor Paul de Bunker, quien en su juventud fue un hombre de Búnker.
*Juan Adolfo Hansen es profesor titular jubilado de literatura brasileña en la USP. Autor, entre otros libros, de Nitidez del siglo XVI - Obra completa, vol 1 (Edusp).
referencia
Pablo de Man. lectura de alegorías. Traducción: Lenita R. Esteves. Río de Janeiro, Imago, 344 páginas.
Publicado originalmente en Revista de Reseñas / Folha de S. Paulo, en abril de 1997.