Alberto Fernández: ¿el quinto peronismo?

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Cuando propone “inaugurar” una nueva rama del peronismo, Fernández, manteniendo la tradición evolutiva, se posiciona como diferente

Por José Carlos Callegari*

Alberto Fernández fue elegido presidente de Argentina a finales de octubre con casi el 48% de los votos, desplazando al liberal Mauricio Macri y prometiendo sacar al país de una profunda crisis económica y social que llevó al decreto, por parte del Congreso, de un estado de emergencia alimentaria hasta 2022 por el crecimiento vertiginoso de personas bajo la línea de pobreza.

El anuncio de Fernández como candidato presidencial sorprendió a quienes esperaban que Cristina Kirchner, su vicepresidenta, se embarcara en una nueva campaña electoral. Expresidenta de la Nación, Cristina se ha visto involucrada en los últimos años en varias acusaciones de corrupción, que atribuye a una persecución judicial a la oposición, y optó por postularse para el vicio en un gesto de pragmatismo que fue interpretado por los opositores como una forma mantener su cargo de senadora, y en consecuencia su inmunidad parlamentaria, y por los aliados como gesto de composición política y de apelación al consenso.

Pragmatismo que es una seña de identidad del nuevo presidente argentino. En su juventud, durante la brutal dictadura argentina, Fernández participó en el movimiento estudiantil conservador, a veces coqueteando con el peronismo de derecha y otras veces con grupos independientes. En 1983, ya graduado en derecho por la Universidad de Buenos Aires, se unió al Partido Nacionalista Constitucionalista, asociación que en 2019 apoyó a Macri, pero pronto migró al Partido Justicialista, el clásico partido peronista fundado en 1946 por el propio Perón.

Eso no impide, sin embargo, que Fernández participe en el gobierno de Raúl Alfonsín, primer presidente de la redemocratización argentina y afiliado a la UCR (Unión Cívica Radical), tradicional partido de oposición al peronismo desde la época en que ascendió el teniente Juan Domingo Perón. al poder y cambió radicalmente la historia política argentina.

Alberto Fernández continúa su trayectoria política participando en el gobierno neoliberal del peronista Carlos Menem y alcanza su, hasta entonces, máximo cargo como Jefe de Gabinete de Ministros, una suerte de Ministro-Jefe de la Casa Civil, del también peronista, pero con rasgos progresistas, Néstor Kirchner.

Explicar el peronismo no es tarea fácil. Cientos, quizás miles, de estudios muy consistentes se han centrado, y lo siguen haciendo, en este fenómeno político que hizo temblar al Estado argentino en la década del 40 del siglo pasado y que aún ocupa un lugar central en el debate político del vecino país. Desde que Perón participó en el golpe militar de 1943, poniendo fin a la dictadura de la “década infame”, fue electo en 1946, derrocado por un golpe de Estado en 1955 que convirtió en delito el simple hecho de portar una foto del Teniente General, regresó del exilio y fue elegido nuevamente en 1973, murió en 1974 y dejó el gobierno con su segunda esposa Isabel, quien perdió el control del país y allanó el camino para el golpe de 1976, Argentina pasó por varias fases del llamado peronismo .

Alejandro Horowicz, periodista, ensayista y estudioso del peronismo, en su clásico libro Los cuatro peronismos (Buenos Aires, Edhasa) establece esta clasificación por fases.

La primera fase va desde el profundo descontento social de las masas, que incluso creó el Día de la Lealtad Peronista (17 de octubre de 1945) -fecha equiparada al 1 de mayo como fiesta nacional de exaltación al gobierno durante los primeros mandatos de Perón- hasta el golpe de 1955. El segundo peronismo, llamado por otros autores como Daniel James, “peronismo de resistencia”, se da durante el exilio del general. El tercer peronismo sería el de su tercera presidencia hasta su muerte.

El cuarto peronismo corresponde al gobierno derechista de Isabel, que prácticamente llevó a la Argentina a una guerra civil con un recrudecimiento de la represión militar y el ascenso del tono de las guerrillas de izquierda. Durante todos estos años, movimientos de derecha e izquierda se sumaron a las filas del peronismo. Desde los grupos armados de extrema derecha hasta las guerrillas revolucionarias de extrema izquierda, que se enfrentaron y se mataron entre sí, todos eran peronistas.

El kirchnerismo, identificado con el peronismo, fundó su propio partido de centroizquierda, la Unidad Cívica, pero no logró consolidarse como una fuerza política autónoma, y ​​tal vez ni siquiera fue esa la intención. El gesto de Cristina de asumir la vicepresidencia en la candidatura de Alberto, sumado a los motivos pragmáticos e imaginarios del kirchnerismo, sirvió, aunque como efecto colateral, para rehabilitar al peronismo como fuerza política opositora a Mauricio Macri.

En una reciente entrevista con la periodista Cynthia García, Fernández declaró: “Me siento liberal de izquierda, liberal progresista. Creo en las libertades individuales y creo que el Estado tiene que estar presente para lo que necesite el mercado. Y yo soy peronista. Estoy inaugurando la rama del liberalismo progresista peronista”.

Alberto Fernández conoce la historia argentina y conoce la historia del peronismo. Al pretender “inaugurar” una rama del peronismo, mantiene la tradición evolutiva de este movimiento político y se sitúa como nuevo, como algo diferente a lo que existía antes. Todavía es pronto para hablar de un quinto peronismo, y ni siquiera se sabe si eso sucederá exactamente.

Pero el hecho es que la memoria de Juan Domingo Perón es más fuerte que nunca en Argentina y que el éxito del gobierno de Alberto Fernández será el éxito de esa memoria también, pero el eventual fracaso, dada toda la historia cambiante del peronismo, no será bastará para enterrar el movimiento que sigue vivo e influyente en la Argentina a más de 70 años de la primera elección del teniente general Juan Domingo Perón.

*José Carlos Callegari Es abogado y estudiante de posgrado en la Facultad de Derecho de la USP

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