Todavía Foucault

Imagen: Andrés Sandoval
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por GILBERTO LOPEZ

Consideraciones críticas sobre el libro “El nacimiento de la biopolítica”

Introducción

Frecuentemente citado, presencia permanente en bibliografías de cursos académicos, probablemente menos leído, Michel Foucault aún se presenta como un pensamiento inspirador de una posmodernidad cuya misión sería salvarnos de la catástrofe de la modernidad.

“Su comportamiento fue de radicalismo excéntrico, como sus obras fueron las de un estructuralista rebelde”, diría provocativamente José Guilherme Merquior en su estudio sobre Foucault, en un capítulo encabezado por un epígrafe en el que el propio Foucault afirma no haber no ha sido ni freudiano, ni marxista, ni estructuralista.[i] Su obra estaría enmarcada en el afán de la filosofía moderna por investigar la historia de la razón autónoma (que ya inquietó a Kant en su famosa pregunta sobre la Ilustración) y que, desde la "teoría crítica" de Weber y Habermas, ha sido abordada como un problema de racionalidad social.[ii]

Merquior analiza en detalle la obra completa de Foucault y la primera que indica, refiriéndose a la Historia de la locura (Perspectiva), es el manejo incorrecto de los datos. El problema comienza –dice– “cuando Foucault destaca el 'diálogo' medieval y renacentista con la locura, en contraposición a la actitud de segregación que impera en la época moderna”.

Una afirmación que no resiste el análisis de los datos.[iii] Su periodización está equivocada, su "crónica siniestra" de la tiranía médica dominante "no está respaldada de ninguna manera por datos reales sobre la terapia en la era de los asilos", etc., afirma Merquior.[iv]

Detengámonos aquí en estas referencias al documentado estudio de Merquior sobre Foucault, traducido del inglés al portugués, francés y español. Una guía probablemente poco conocida en los círculos foucaultianos, pero que me parece relevante para el estudio de la obra del filósofo francés.

En su texto “Gobierno y veridicción”, introducción a una edición reciente de una colección en español de la obra de Foucault titulada La Inquietud por la Verdad (Siglo XXI editores), Edgardo Castro destaca la importancia de editar los cursos dictados por Foucault en la Collège de France en 1979. “Los cursos, por decirlo de alguna manera, sólo se habían difundido oralmente en las clases, donde Foucault leía sus apuntes”, dice, antes de destacar el impacto que tuvo su publicación.[V] Como es sabido, en estos cursos una multitud entusiasta llenaba las clases para escucharlo.

Lo que pretendemos aquí es analizar el concepto de liberalismo utilizado por Foucault en sus clases de ese año, editado en el volumen nacimiento de la biopolítica (WMF Martins Fontes) y explorar hasta qué punto defiende una visión del mundo que apoya las políticas neoliberales más conservadoras.[VI]

Como es bien sabido, si bien las conferencias de 1979 debían estar dedicadas a la biopolítica, Foucault sólo se refirió a este tema. El tema era otro, como se explicó en la presentación inicial del curso. Las clases se dedicaban casi exclusivamente al estudio del liberalismo, de la “economía política como principio de limitación interna de la razón gubernamental”. Un laberinto del que, como veremos, nunca pudo salir durante las doce clases de este período.

Consideraciones iniciales

En primer lugar, me parece necesario tener en cuenta la advertencia de Foucault en su resumen final sobre el contenido del curso que, como ya hemos indicado, acabó siendo muy diferente al inicialmente anunciado, ya que lo dedicó íntegramente a lo que debería haber sido sólo una introducción.

“El tema seleccionado fue 'biopolítica'. Entendí por tal cosa la forma en que, desde el siglo XVIII, se ha tratado de racionalizar los problemas suscitados en la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos organizados como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, carreras…” [Vii]

Finalmente, estas clases se dedicaron íntegramente al análisis del liberalismo que Foucault define entre varias otras definiciones- como un nuevo arte de gobernar, desarrollado a partir del siglo XVIII, una reflexión “sobre la mejor manera posible de gobernar”. En otras palabras –dijo– es el estudio de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política.[Viii]

Antes de aproximarme al contenido del texto de Foucault, me parece imprescindible, en primer lugar, discutir si lo que allí se propone se corresponde con las ideas que defiende o si se trata, por el contrario, de una exposición académica sobre las distintas definiciones del liberalismo, ya sea en su fórmula alemana (del ordoliberalismo), o en su fórmula americana; así como varios conceptos utilizados en el texto, tanto de “liberalismo”, como de “fisiocracia”, “mercantilismo”, “mercado” o “salario”.

Es fundamental aclarar este aspecto. No es lo mismo asumir que lo que propone Foucault en estas clases es solo una exposición académica de conceptos que definen diferentes formas de liberalismo, que entender lo allí expuesto como parte de su propio pensamiento sobre el orden social en el que vivimos. , y que sugiere como “la mejor manera de gobernar”.

El tema ya había sido tratado, entre otros, en el trabajo coordinado por Daniel Zamora y publicado en 2014 con el título Foucault crítico: Les années 1980 et la tentation neoliberale.[Ex]

El tema del libro, diría Zamora, es precisamente “romper la imagen demasiado consensuada de Foucault como alguien totalmente opuesto al neoliberalismo en los últimos años de su vida”.[X] Yo mismo –diría Zamora– estaba asombrado de la indulgencia que Foucault muestra con el neoliberalismo cuando me sumerjo en los textos. No sólo en sus conferencias en Collège de France, pero también en numerosos artículos y entrevistas.

El debate está servido. Zamora recuerda que Geoffroy de Lagasnerie, en su libro La dernière leçon de Michel Foucault sugiere que trata de utilizar el neoliberalismo para “reinventar” la izquierda. Sin duda, tarea difícil, o incluso imposible. Nuestra perspectiva, dice Zamora, es otra: Foucault adopta la visión neoliberal para criticar a la izquierda.

Esta es -también en mi opinión- la perspectiva sugerida en las conferencias de la Collège de France que vamos a analizar.

Primero, un breve comentario. Los foucaultistas que han leído este artículo consideran que no me estoy refiriendo al resto de la producción teórica de Foucault sobre el tema. De hecho, no hay ninguna más importante sobre este tema que las conferencias de 1978 y 79. Insisten en que Foucault originó un amplio campo de estudios sobre gubernamentalidad, biopolítica y poder político. Ciertamente, hay una vasta producción de Foucault sobre estos temas. Pero no son ellos con los que estoy tratando.

Me limito aquí a la idea del liberalismo como teoría económica, tal como la propuso en su conferencia de 1979. Tampoco analizo la producción de los teóricos liberales de los siglos XVII, XVIII o XIX. Todo esto me alejaría demasiado de los objetivos más modestos de este trabajo, que es analizar la visión neoliberal de Foucault desarrollada en detalle en las conferencias mencionadas. En cuanto a una visión del liberalismo, puedo sugerir la lectura de la extraordinaria obra de Harold Laski, liberalismo europeo.[Xi]

Finalmente, antes de entrar en materia, me gustaría referirme también a una crítica al estilo de esta obra. Hay quienes lo consideran “agresivo”, “torpe”, “poco académico”. Llama la atención que los foucaultianos se atrevan a hablar de estilo, sabiendo –como deberían saber– este hecho tan “torpe” del filósofo francés.

Entremos en materia. Volvamos a las conferencias. Collège de France, objeto de estas reflexiones.

La historia comienza con una investigación sobre lo que Foucault llama “razón gubernamental”. Todo gira, en este asunto, en torno a la idea de “cómo no gobernar demasiado”, sobre la preocupación liberal por evitar lo que llaman “gobierno excesivo”.[Xii] Foucault está hablando, por supuesto, de la idea liberal de gobierno que discutiremos más adelante. Pero no lo dice. Es como una fórmula que aparece de la nada en el siglo XVIII, sin que sepamos por qué, ni para qué, ni a qué intereses responde.

Sugiere que es la forma de gobierno liberal más “racional” posible. Fórmula contemplada en la idea liberal de que la actividad del individuo actuando “libremente”, buscando su mayor beneficio, redunda también en el mayor beneficio para la sociedad. Como decía Adam Smith, basta con que dejemos a las personas a su propia iniciativa para que, persiguiendo su propio interés, promuevan el de los demás.

Aunque algo así podría decirse en el siglo XVIII, hoy somos muy conscientes de las consecuencias de este proceso y de la perversa e insostenible concentración de riquezas a la que ha conducido la humanidad. Mucho más agudamente que Foucault, Max Lerner nos advierte que Smith era "un mercenario inconsciente al servicio de la floreciente clase capitalista europea". Y agrega: – Es igualmente cierto que el individualismo económico de Smith se usa ahora para oprimir, cuando en otros tiempos se usaba para liberar.[Xiii]

Todo lo que Foucault nos sugiere, en todo caso, es que emerge una “forma de cálculo y racionalidad que permitió la autolimitación de una razón gubernamental como una autorregulación general de facto, intrínseca a las operaciones mismas de gobierno”.[Xiv] (¿General? ¿Intrínseco?) Esta forma de cálculo es, según Foucault, economía política. Una economía política que “se instala en el seno de la razón gubernamental”.[Xv] Es esta “economía política” –en realidad, los intereses económicos de una naciente burguesía (pero Foucault no dice esto)– la que impondrá la nueva “razón gubernamental”.

Para ilustrar su idea, cita la respuesta del comerciante Le Gendre al ministro de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert, cuando éste le pregunta: – ¿Qué puedo hacer por sus señorías? Y Le Gendre le responde – ¡Hagámoslo! Ahí está –dice Foucault, citando a Le Gendre– “el principio esencial que todo gobierno debe respetar y seguir en materia económica”.[Xvi]

¿Qué piensa Foucault sobre este sistema? ¿Comparte la idea de que este es el principio esencial que todo gobierno debe respetar? ¿Dejarles hacer? No lo sabemos, no lo dice tan claro. Esta falta de claridad –reiterada a lo largo del texto– acaba convirtiéndose en falta de honestidad intelectual.

Una lectura atenta de su texto, de lo que dice y de lo que oculta, lleva necesariamente a la conclusión de que Foucault no sólo expone los principales conceptos liberales, según los diversos autores tratados, sino que nos ofrece su propia visión de un orden social liberal que , a su juicio, impone una razón de gobierno que nos conduce a la era de la racionalidad. Una era caracterizada por el hecho de que “todo un sector de la actividad gubernamental pasará a un nuevo régimen de verdad”.[Xvii] Es el reino del liberalismo.

Para llegar a esta conclusión, nos basamos, en primer lugar, en una consideración general. En casi 400 páginas de su texto, Foucault desarrolla un análisis detallado de la sociedad liberal, incluyendo varias formulaciones teóricas sobre el liberalismo, sin criticar estas formulaciones, ni siquiera las más extremas. Por el contrario, a menudo amplía varias de estas consideraciones. Agrega sus propios comentarios (raramente críticos) para dar fuerza y ​​variedad a los argumentos en los que se basa esta visión de la sociedad.

Cito un ejemplo, que me parece que ilustra bien lo que quiero decir: “Otra tesis que quisiera proponer es la siguiente (en fin, es el recíproco de lo que acabo de decir): lo que se discute hoy en nuestro la realidad no es a la vez el crecimiento del Estado y la razón de Estado sino, y mucho más, su disminución”.[Xviii]

¿Quién propone? ¿Foucault? Los autores citados: Hayek, Wilhelm Röpke (prestigioso economista, uno de los fundadores de la muy conservadora sociedad Mont Pelerin)? [Xix] ¿Los ordoliberales alemanes que cita tanto en sus clases? No dice. Y añade: “Me apresuro a añadir que, al decir esto, trato de no hacer juicios de valor. Cuando hablo de gubernamentalidad liberal, no quiero, por el propio uso del término “liberal”, sacralizar o valorar desde el principio este tipo de gubernamentalidad. Tampoco quiero decir que no sea legítimo, si se quiere, odiar al Estado” (p. 225).

Valorar “desde el principio”, dice Foucault. ¿Se puede deducir que al final tiene la intención de hacerlo? De hecho, me parece que avala esta “gubernamentalidad liberal” (cualquiera que ésta sea en su concepción particularmente imprecisa y confusa), y que lo hace desde el principio como revela el texto.

Agreguemos un ejemplo más: la propuesta de Foucault de “repensar los problemas de la economía del Tercer Mundo”, donde plantea: “a partir del problema del capital humano, podemos repensar los problemas de la economía del Tercer Mundo. Y como ya saben, se trata de pensar la falta de despegue de la economía del tercer mundo no tanto en términos de bloqueo de mecanismos económicos, sino en términos de insuficiente inversión en capital humano.[Xx]

¿Quién propone el nuevo modelo de Foucault para el “despegue de la economía del Tercer Mundo”? Me parece obvio que sí. Pero, ¿a qué se refiere cuando propone pensar en la “falta de despegue de la economía del tercer mundo”? ¿El despegue abortado ya no por el “bloqueo de los mecanismos económicos”, sino por la insuficiente inversión en capital humano? ¿Todo esto significa algo? ¿Tiene algún sentido?

Esto también explica la sensación de vacío que nos deja el texto de Foucault. Es el estilo utilizado el que crea esta ambigüedad y genera la discusión que ahora tratamos de aclarar. Es imposible no pensar que se trata de un estilo cuidadosamente empleado para evitar una clara separación entre sus opiniones y las de los autores citados y para justificar la falta de precisión en los conceptos. Y también para evitar cualquier tratamiento preciso de cualquier tema, escondiéndose detrás de este lenguaje “lúdico”.

Tenemos otro ejemplo de esta ambigüedad en la discusión sobre la naturaleza de los salarios (un concepto al que volveremos más adelante), o sobre la genética humana. Pero el estilo está presente en todo el texto, como lo deja claro una lectura (incluso la más superficial).

 Consideraciones conceptuales

Antes de analizar sus propuestas sobre el liberalismo, es necesario revisar algunos conceptos utilizados por Foucault, para que podamos abordar estas propuestas con mayores fundamentos. Nos referiremos aquí a algunos conceptos sobre los que Foucault desarrolla su análisis.

El primero, por su importancia fundamental en el texto, es el del “liberalismo”. Tras su conferencia introductoria del 10 de enero (1979), Foucault dedica la segunda lección, una semana después, “al liberalismo y la implantación de un nuevo arte de gobernar en el siglo XVIII”; a las características específicas del arte liberal de gobernar.[xxi]

Antes, Foucault definiría el liberalismo como un nuevo tipo de racionalidad de este arte de gobernar; como un “nuevo tipo de cálculo relacionado con decir y tener que decir al gobierno: acepto todo esto, lo quiero, lo proyecto, calculo que no hay que tocarlo”. Pues bien, dice Foucault, “yo creo que, a grandes rasgos, esto es lo que llamamos 'liberalismo'”.[xxii]

Es un primer acercamiento a la concepción del liberalismo que pronto se ampliará. Es lo que él llama “un nuevo arte de gobernar”. Pero si esperábamos alguna definición mejor que ayudara a enriquecer la idea, nos sentiríamos frustrados.

¿Qué dice Foucault sobre el tema? Dice que “este nuevo arte de gobernar se caracteriza esencialmente por la introducción de mecanismos internos, numerosos, complejos, pero cuya función -en este aspecto, si se quiere, se marca una diferencia en relación con la razón de Estado- no consiste en tanto en asegurar el aumento de la fuerza, riqueza y poder del Estado, [el] crecimiento indefinido del Estado, como en limitar desde dentro el ejercicio del poder de gobernar[xxiii] (…) es la razón del Estado más pequeño dentro y como principio organizador de la razón de Estado misma, o: la razón del gobierno más pequeño como principio de organización de la razón de Estado”.[xxiv] Finalmente, [E]l problema de la frugalidad del gobierno es el problema del liberalismo.[xxv]

El liberalismo consistiría entonces en “limitar el ejercicio del poder de gobernar desde dentro”. O sería “la razón del gobierno más pequeño como principio de organización del Estado”. O también: “el problema de la frugalidad del gobierno”.[xxvi] ¿Será así?

Antes de buscar una respuesta, detengámonos a analizar la propuesta de Foucault. Nos habla de un nuevo arte de gobernar inspirado en el liberalismo cuya esencia se caracteriza por la introducción de mecanismos internos, numerosos, complejos… ¿Qué quiere decir eso? Foucault lo explica: ya no se trata de garantizar el crecimiento indefinido del Estado…

¿Complejos, numerosos, mecanismos internos…? ¿Crecimiento indefinido del Estado? ¿Limitar el ejercicio del poder de gobernar desde dentro?

No hay manera de entender ni esta definición ni esta explicación. Nada de esto tiene sentido, ni este nivel de abstracción, carente de análisis o sustento histórico, puede contribuir a explicar cualquier fenómeno social.

Nos quedamos –una vez más– con la inevitable sensación de la apología de un movimiento que representó, en sus orígenes, el surgimiento de una nueva clase –la burguesía– y que, 200 años después, transformó esa dominación en renovadas tensiones, ya no orientada a una revolución, sino a una rápida e inimaginable concentración de riqueza (y poder), que Foucault trata de explicar como la “frugalidad del gobierno”. Vale la pena recordar la definición de Lerner: el individualismo económico de Smith ahora se usa para oprimir, mientras que en otros tiempos se usaba para liberar”.[xxvii] Foucault, ¿para qué lo usas?

Veamos el concepto un poco más de cerca. Para ello sugerimos recurrir al texto del inglés Harold Laski, liberalismo europeo.[xxviii] Laski habla de liberalismo en el tercer capítulo de su libro, sobre el Siglo de las Luces. Nos recuerda que la Inglaterra de la Restauración ya se estaba moviendo hacia el laissez-faire liberal, una tendencia que se aceleró en el siglo XVIII, cuando se convirtió en un movimiento. [xxix]

Analizando el debate de la época sobre el papel del Estado, reproduciendo argumentos liberales, Laski nos recuerda que luchaba por nacer una nueva sociedad: “La función del Estado era crear condiciones de seguridad para los propietarios. Los individuos pueden encargarse del resto”.[xxx] Es la edad de la razón y los filósofos utilizan el arma de la crítica racional para defender su libertad; La intervención del Estado es mala”.[xxxi]

Más adelante vuelve sobre el tema. Nos recuerda que “la gran fuente de la filosofía política inglesa es Edmund Burke” (1729-1797), contemporáneo de Adam Smith (1723-1790), para quien “las principales funciones de la justicia son la protección de la propiedad”.[xxxii] Citando a Burke, Laski expone la teoría de este liberal inglés según la cual “El Estado debe limitarse a lo que corresponde al Estado”. Aunque Burke “no niega la necesidad de ayudar a quienes no pueden 'reclamar nada según las reglas y principios de la justicia'”, garantiza que, para él, nada de esto tiene que ver con el Estado. En este asunto – dirá Burke – “el magistrado no tiene absolutamente nada que hacer; su intervención es una violación de los bienes cuya protección es su misión”.[xxxiii]

El derecho de propiedad a gobernar fue la "premisa mayor" de todo su pensamiento; no era tarea del Estado satisfacer las necesidades del pueblo, ni podía hacer nada para remediar la difícil situación de las clases trabajadoras.[xxxiv] En otras palabras, salvaguardar la propiedad. ¡Esta es la misión de este Estado surgido del pensamiento liberal!

El costarricense Vicente Sáenz ya se había referido al tema. En su Cosas y hombres de Europa[xxxv] destacó el hecho de que el mundo estaba en un momento de reajuste de todos sus valores. Este reajuste tenía que empezar por entender que ya no era posible seguir hablando de libertad como lo hacían los “fetiches liberales que nos han gobernado”: ​​“Porque el liberalismo clásico, en su vertiente económica, que es fundamental, deja las manos de los poderosos libres, a los dueños de los medios de producción y de cambio, para que sigan asfixiando y haciendo que las masas desposeídas se arrojen unas contra otras”…[xxxvi]

El liberalismo es, en realidad, la teoría de la defensa de la propiedad. Pero no cualquier propiedad: la propiedad burguesa que entonces surge y comienza a consolidarse en el siglo XVIII que enfrenta un orden político que se derrumba. Y que, por tanto, también empezó a formularse con más precisión en el plano teórico.

Con Burke estamos muy lejos de la propuesta de Foucault de “limitar el ejercicio del poder de gobernar desde dentro”. En realidad, nada de esto tiene nada que ver con la definición de Foucault de las características fundamentales del liberalismo, aquí repetidas: como una región de desarrollo económico ilimitado con respecto a un mercado mundial. Esto es lo que yo llamé liberalismo”. [xxxvii]

Es una diferencia fundamental afirmar que el problema del liberalismo “es la frugalidad del gobierno”, sin explicar que, en realidad, se trata de defender la propiedad de una naciente burguesía que se disponía a controlar el Estado y que no quería injerencia en el gobierno, consideró sus derechos. Nada de esto ve a Foucault.

En cualquier caso, ya nos había advertido al principio de sus clases que iba a dejar de lado el análisis histórico. Y también los “universales”, conceptos como soberano, soberanía, pueblo, estados, súbditos, sociedad civil.[xxxviii] Naturalmente, apartó sólo unos pocos, para rescatar los que, al final, le sirvieron para sustentar su tesis sobre el liberalismo. En nuestra opinión, esta es una de las principales debilidades de su análisis.

Sólo ocultando la naturaleza de este Estado “frugal” pudo Foucault desarrollar más tarde sus propuestas sobre un orden liberal y sobre el papel de la sociedad civil en este orden. Desaparecido el concepto de burguesía, de clase social interesada en defender su forma de propiedad, Foucault y los liberales transformaron la defensa de estos intereses, de esta forma de propiedad, en defensa de la “libertad”. En este punto, optó por el liberalismo, que luego desarrolló en el estilo ambiguo al que ya nos hemos referido.

Antes de continuar, repasemos algunos otros conceptos utilizados por Foucault. Sobre el mercantilismo afirma: “Por otro lado, traté de mostrarles que esta especificidad plural del Estado se encarna en una serie de formas precisas de gobernar y, al mismo tiempo, en instituciones correlativas a ellas. Primero, en el aspecto económico, estaba el mercantilismo, es decir, una forma de gobierno. El mercantilismo no es una doctrina económica, es mucho más y muy diferente a una doctrina económica”.[xxxix]

Nuevamente, volvamos a Laski para una versión más precisa del mercantilismo: "llamamos al período entre la Reforma y la Revolución Francesa la época del mercantilismo".[SG] Un proceso descrito en detalle por Smith cuando explica cómo el comercio de las ciudades contribuyó al progreso de los distritos rurales.[xli]

A diferencia de Foucault, Laski señala que las doctrinas mercantilistas “son el resultado de los esfuerzos confusos y contradictorios de algunos hombres para persuadir a sus gobiernos de apoyar un interés en lugar de otro”.[xlii] Más claro, me parece, que la afirmación de Foucault -sin sustento en la realidad, en mi opinión, como indica Laski- de que el mercantilismo “es una forma de gobierno”.

La burguesía emergente –dice Laski– se adapta a sus intereses, primero, la religión (con la Reforma), luego la cultura (con el Renacimiento); y finalmente, el estado. Pero nos advierte: esta burguesía “no busca la libertad como fin universal, sino como medio para disfrutar de las riquezas que se le presentan”.[xliii] La burguesía se prepara para el asalto final del Estado “sólo cuando el nuevo orden de cosas haya establecido firmemente sus cimientos”; para él este Estado es una “mera agencia policial”.[xliv]

Algo similar ocurre con el concepto de fisiócratas. El objetivo de los fisiócratas era transformar la sociedad sin una revolución; la idea de libertad fue su fundamento. Pero, de nuevo, ¿qué libertad?: "que cada uno se cuide a sí mismo, porque sabe mejor que cualquier gobierno lo que es mejor para su propia conveniencia". Como dijo Turgot, era la era de la ciencia, "concedida la libertad, podemos suponer que, de forma natural, el progreso moral e intelectual seguirá al progreso científico".[xlv]

Foucault dijo algo más: Ellos (los fisiócratas) llegaron a la conclusión de que el poder político “debe ser un poder sin limitaciones externas, sin contrapesos externos”.[xlvi] La sencillez de Foucault contrasta nuevamente con la riqueza de la historia económica.

Nuevamente, Laski: “los fisiócratas, como sabemos, fueron los protagonistas del despotismo ilustrado”. Ofrecía, dijo Dupont de Nemours, "un cuerpo de doctrina definido y completo, que establece claramente los derechos naturales del hombre, el orden natural de la sociedad y las leyes naturales más ventajosas para el hombre agrupado en una sociedad".[xlvii] “Nació de la idea de que el mercantilismo estaba conduciendo a la ruina de un sistema que podía hacerse florecer sin dificultad”.[xlviii] Su fracaso (el de los fisiócratas) – concluye Laski – “se debió a su incapacidad para ver lo que ya habían percibido Adam Smith y Turgot: el feudalismo se estaba convirtiendo en capitalismo, y la teoría económica, en consecuencia, no podía limitar su atención a la tierra”.[xlix] como querían los fisiócratas.

Esta crítica al uso de conceptos por parte de Foucault podría extenderse a prácticamente todos los que utiliza en sus clases, como la simplificación del concepto de “trabajo” en Marx, cuando afirma: “Marx convierte el trabajo en el elemento principal, uno de los elementos esenciales de su análisis. Pero, ¿qué haces cuando analizas la obra? Muestra que el trabajador vende ¿qué? No es su trabajo, sino su fuerza de trabajo.[l]

Solo leyendo el primer capitulo del La capital Este comentario sobre el concepto de trabajo en Marx habría evitado a Foucault y, quizás, evitado una simplificación tan extrema que no puede calificarse más que de falsificación.[li] O tomemos el concepto de “biopolítica”, tan querido por Foucault. Aunque el tema fue tratado más extensamente en otros textos, entre ellos en las clases del año anterior en el mismo Collège de France, Foucault lo menciona en este: “Pensé en dar un curso de biopolítica este año. Trataré de mostrarles que todos los problemas que estoy tratando de identificar actualmente tienen como núcleo central, por supuesto, eso que llamamos población”.[lii]

En otras palabras, según Foucault, los problemas que trata de identificar tienen como núcleo central lo que llamamos ¡población! ¿Qué significa? ¿Tiene algún sentido? ¿Hay algún problema humano que no tenga como núcleo a la población?

Pero no nos detengamos ahí. Terminemos este capítulo con una referencia al ordoliberalismo, al que presta tanta atención en su análisis del liberalismo. El tratamiento dado al tema no escapa a la forma que, tras este recorrido, sólo podemos calificar de frívola, como veremos.

Comencemos con una larga cita de Foucault, hablando de la “institución económica” que da origen al Estado, o lo alimenta: “Esta institución económica, la libertad económica que esta institución, desde el principio, tiene como misión asegurar y mantener, produce algo más real, más concreto, incluso más inmediato que la legitimación jurídica. Produce un consenso permanente, un consenso permanente de todos los que pueden aparecer como agentes en o dentro de estos procesos económicos. Agentes en calidad de inversores, agentes en calidad de trabajadores, agentes en calidad de empleadores, agentes en calidad de sindicatos. Todos estos socios económicos, en la medida en que aceptan el juego económico de la libertad, producen un consenso político”.[liii]

Como por arte de magia, trabajadores, inversores, empresarios, sindicatos, todos se convierten en “agentes”. En la lista van todos de la mano. Desaparece su especificidad en la sociedad capitalista –sin mencionar el uso de conceptos como “inversionistas” y “empleadores”– cuya diferencia, en este caso, parece difícil de percibir. Como en el tango “Cambalache”, “mezclao con Stravisky va Don Bosco y La Mignon, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín”.[liv] Todos “socios” de una economía que produce un consenso político. ¡Esto resuelve todos los conflictos sociales que se derivan de los intereses contrapuestos entre empresarios y trabajadores, que los teóricos liberales ya señalaron precisamente en el siglo XVIII!

El problema que, según Foucault, los ordoliberales alemanes (los liberales de la posguerra) pretendían resolver era el siguiente: “Como recordarán, traté de mostrarles cuál era el problema planteado en el siglo XVIII por la cuestión del mercado. Este problema, en realidad, residía en lo siguiente: ¿cómo fue posible dentro de un Estado dado, y cuya legitimidad ciertamente no podía ser cuestionada –al menos desde este punto de vista–, dar cabida a una libertad de mercado que fue histórica y también jurídicamente una novedad, en la medida en que, en el estado policial tal como funcionaba en el siglo XVIII, la libertad sólo se definía como libertad de privilegios, libertad reservada, libertad ligada a un estatus, a un oficio, a una concesión de poder, etc.? La libertad de mercado como libertad para dejar que se hagan las cosas, ¿cómo sería eso posible, entonces, dentro de un estado policial?

La respuesta, para Foucault, fue la teoría del ordoliberalismo, la teoría surgida en la Escuela de Friburgo, que trata extensamente. Se trataba de “establecer la legitimidad de un Estado a partir de un espacio de libertad para los socios económicos”.[lv]

El verdadero problema –añade– “no estaba entre el capitalismo y el socialismo; era lo que había entre una política liberal y cualquier otra forma de intervencionismo económico”.[lvi] Es necesario – aseveró – proponer la libertad de mercado como principio organizador del Estado. Un Estado bajo la vigilancia del mercado, no el mercado bajo la vigilancia del Estado.

El ordoliberalismo y la Escuela de Friburgo son la base de los fundamentos teóricos para la creación de la Economía Social de Mercado en la posguerra. Sus características se analizan en un trabajo de Viktor Vanberg.[lvii] La preocupación común de los fundadores de la Escuela, dice Vanberg, "fueron los cimientos de una economía y una sociedad libres".[lviii] Su preocupación fundamental fue el orden de los mercados, el establecimiento de una competencia sin privilegios para nadie, la definición de la economía de mercado en el orden constitucional, pensamiento que tuvo en el economista Walter Euken (1891-1950) y en los juristas Franz Böhm y Hans Grobmann- Doerth sus principales defensores. La Escuela de Friburgo proponía un liberalismo “procedimental estrictamente orientado a las reglas”. Se trataba de crear las condiciones bajo las cuales pudiera funcionar la "mano invisible" de Adam Smith, de establecer las "bases constitucionales de una economía y una sociedad libres".[lix]

El debate con otras visiones liberales de la sociedad, como señala Vanberg, se centró en el supuesto carácter “ético” de las normas que establecían el funcionamiento del mercado sin privilegios, que otra visión del liberalismo consideraba que no era una condición inherente de la sociedad. mercado.

Otro dilema era si las reglas establecidas por los propios grupos económicos eran suficientes para garantizar esta competencia. De aquí surge una reflexión sobre los monopolios, etc.

En la reunión de 1949 de la Sociedad Mount Pelerin en Suiza, una organización muy influyente hasta el día de hoy entre los sectores más conservadores y ricos del mundo, Euken y Ludwig von Mises discutieron los conceptos del liberalismo. Surgió un debate sobre la forma adecuada de abordar, según un concepto liberal, el problema del monopolio y el papel que deberían jugar tanto el gobierno como la ley en su resolución. Un problema que la historia ha resuelto resolver, llevando el poder de lo que ahora conocemos como empresas transnacionales a extremos inimaginables.

Foucault habla de monopolio y llega a la prosaica conclusión de que “si el monopolio puede tener un efecto perturbador, es porque actúa sobre los precios”.

Me gustaría sugerir algo diferente. Este efecto perturbador no es el resultado de la acción sobre los precios, sino sobre la propiedad, cuyo proceso de concentración, como ya hemos señalado, llegó a extremos inimaginables.
A nuestro criterio, es claro, en todo caso, el manejo simplista que hace Foucault de los conceptos sobre los que luego estructura su propuesta sobre el orden liberal de la sociedad actual.

Y también su defensa de una visión liberal de la economía y la sociedad que deja la inevitable sensación de que ese es el único juego posible en el escenario actual, como sugieren Linz y Stepan en su Problemas de la Transición y Consolidación Democrática.[lx] Una propuesta que, a mi juicio, la evolución política y económica posterior hace imprescindible revisar.

Consideraciones fundamentales: el liberalismo en el texto de Foucault

Entramos así en el último aspecto del análisis del texto de Foucault, precisamente sobre su visión del orden político liberal. Se trata de destacar algunas conclusiones sobre este orden, sobre su modo de funcionamiento. En primer lugar, una cierta visión “armoniosa” de este funcionamiento que no coincide con la realidad, a pesar de que, en su primera conferencia, Foucault anunció que quería partir de “la práctica tal como se presenta”.[lxi]

Una primera idea sugerida por los liberales es que, al satisfacer los intereses individuales, también se satisfacían los intereses comunes. La esencia del orden liberal, diría Mercier de la Rivière, citado por Laski, “es que el interés particular nunca debe admitir ser separado del interés común”,[lxii] una idea que prevalece hasta el día de hoy. Es quizás precisamente la creciente dificultad de hacerlo creíble, ante la cada vez más evidente contradicción entre la enorme acumulación de riqueza y la disparidad social, una de las claves del debate político actual.

Al respecto, Foucault rescata otra propuesta, comentando la posición de los fisiócratas y de Smith: “…el juego legítimo de la competencia natural, es decir, de la competencia en estado libre, sólo puede redundar en un doble beneficio. La oscilación del precio en torno al valor, esa oscilación que, como les mostré la última vez, según los fisiócratas, según Adam Smith, estaba garantizada por la libertad del mercado, pone finalmente en marcha un mecanismo de enriquecimiento mutuo. Máximo beneficio para el vendedor, mínimo gasto para los compradores”.[lxiii]

¿Competencia natural? ¿Competencia en estado libre? Sin un análisis de cómo funcionan los mercados, una afirmación como esta no es más que una expresión de deseos que la realidad no confirma. Nuevamente, independientemente de si se trata de la opinión de Foucault o de la mera exposición de las teorías de otros, no hay comentario crítico. Por el contrario, complementa la reflexión añadiendo: “Estamos entrando en una era de historicidad económica que estará regida por el enriquecimiento, si no indefinidamente, al menos recíprocamente por el juego mismo de la competencia”.[lxiv]

Y agrega: “El análisis del mercado prueba, en definitiva, que en toda la superficie del planeta la multiplicación de las ganancias será producto de la síntesis espontánea del egoísmo”.[lxv] Estamos, nuevamente, en el corazón de los argumentos liberales del siglo XVIII. Volvamos a Laski, a una visión muy diferente del liberalismo: “Es fácil para nosotros ver sus imperfecciones a siglo y medio de distancia. En efecto, su concepción de la ciudadanía es más limitada de lo que se podría pensar, ya que sus postulados presuponen que el objeto individual de interés es una persona de posición en el país. La libertad contractual que ensalza no tiene en cuenta la igualdad en la fuerza del contrato. Esta fusión del interés propio con el bien social ignora por completo el punto de partida de los hombres, el precio que deben pagar al ocupar las capas inferiores”.[lxvi]

La promesa de que todos disfrutarían de los beneficios de la nueva sociedad carece de respaldo en la realidad. A todos se les dice que si se convierten en hombres de posición pueden compartir los beneficios del estado. Pero, advierte Laski, a quienes lo prometen les falta “…la agudeza imaginativa para darse cuenta de que las relaciones de clase que han creado hacen imposible esta aventura. Sus cercamientos arrancan al campesino de la tierra; sus reglas de propiedad comercial no dejan al trabajador industrial nada vendible excepto su trabajo. Habiendo hecho de la desigualdad un artículo implícito de su fe, invita a la libertad a aquellos a los que niega los medios para alcanzarla”.[lxvii]

Naturalmente, no es esto lo que ve Foucault, incapaz de hacerlo de entrada gracias a su propuesta metodológica: dejar de lado el análisis histórico, los “universales”, a partir de la práctica “tal como se presenta”. Como recuerda Luce Giard en su texto sobre la Escuela de Frankfurt, refiriéndose a una frase de Max Horkheimer: “cuanto más grande es una obra, más enraizada está en una situación histórica concreta”.[lxviii] Una frase que también le habría servido a Foucault.

Fruto de su visión es la propuesta de que estamos entrando en una nueva era, “regida por un enriquecimiento, si no indefinido, al menos recíproco gracias al propio juego de la competencia”. ¿Tiene sentido? ¿Podemos argumentar que no es su propuesta, su visión del mundo, sino simplemente un resumen de la visión de Smith sobre los liberales? No lo considero así, como he reiterado a lo largo de este trabajo. Ciertamente, dicen los liberales. Pero, de nuevo, ¿Foucault también habla? ¿Algún comentario para guiar la discusión, para calmar la confusión? Es inútil esperar más.

Lo más que dice, dada la evidencia de que el siglo XIX fue una época terrible de guerras, es que no pretende “de ninguna manera decir que por eso desaparece cualquier otra forma de reflexión”.[lxix] Pero no sugiere ninguna otra.

Otra idea que aborda Foucault es cómo adaptar el Estado a esta economía de mercado. “Para ser más precisos, digamos que el problema planteado por la aparición simultánea y correlativa de la problemática del mercado, el mecanismo de precios, la homo economicus, es la siguiente: el arte de gobernar debe ejercerse en un espacio de soberanía -y esto lo dice el derecho mismo, del Estado-, pero el inconveniente, la desgracia o el problema es que el espacio de soberanía resulta estar habitada y poblada por sujetos económicos”.[lxx]

Frente a este desafío, para que la "gobernabilidad" pueda preservar la "totalidad de su espacio soberano", se necesita un nuevo dominio de referencia. Ese dominio es la “sociedad civil”.[lxxi] Una sociedad civil que, “formalmente”, será, en la concepción de Foucault, “vehículo del vínculo económico”.[lxxii] En cualquier caso, resulta ser una sociedad armoniosa. Sin clases sociales, sin conflictos de clase, una “sociedad civil que, en cierto modo, juega el papel espontáneo de un contrato social”.[lxxiii]

Finalmente, una última reflexión, derivada de la anterior, basada en esa armonía social de la concepción liberal que Foucault expone con tanto detalle en sus clases en el Collège de France en 1979: su idea de salario. ¿Qué es un salario?, pregunta. Es simplemente un “ingreso”, responde. ¿Y qué es una renta, según Foucault? “Una renta es simplemente el producto o renta del capital”, es la “renta de un capital”.[lxxiv]

El siguiente paso es, naturalmente, analizar qué es ese “capital” del que el trabajador obtiene esa “renta”. ¡Y esto es lo que hace Foucault cuando dice que el trabajador es “un empresario de sí mismo”![lxxv] Así entendido, el salario no es entonces otra cosa que “la renta correspondiente a una determinada cantidad de capital”, a un “capital humano” que es el trabajador.[lxxvi] Una fantasía que no merece mayor comentario.

Cuarenta años antes que Foucault, Laski ya decía que era fácil percibir las imperfecciones de estas teorías, a siglo y medio de distancia. La libertad contractual preconizada por quienes defienden esta tesis no considera la desigualdad en la fuerza contratante. La identificación del interés propio con el interés social no tiene en cuenta las condiciones iniciales de cada uno, ni el precio que pagan los que salen en condiciones inferiores.[lxxvii] Foucault no ve nada de esto.

Consideraciones finales

Nos detendremos aquí, con el descubrimiento de este obrero-capitalista, que obtiene sus ingresos de ese “capital humano” que él mismo es, y cuya “capitalización” explica detalladamente Foucault, como capital genético heredado o como capital social recibido, como la leche materna o la inversión en tu educación![lxxviii]

El acercamiento a las propuestas de Foucault nos llevó a un inevitable análisis de algunos aspectos de la teoría que expone (pero que también defiende). Este es precisamente el primer acercamiento de este análisis: Foucault es más que un vocero de un liberalismo extremadamente conservador, cuyo desarrollo, desde sus clases a fines de los años setenta en Collège de France, contribuyó a acentuar una polarización económica y social con efectos devastadores para la humanidad.

A esto se suma el manejo frívolo de los conceptos económicos, que hace que el texto de Foucault sea prácticamente inútil para cualquier análisis económico, político o social. El tratamiento de los conceptos económicos, su idea del liberalismo, el mercado o el salario sería sumamente conservador si no estuviese, sobre todo, carente de algún contenido que revelara algún conocimiento sobre el tema.

Producto de un mundo en descomposición, derivado de los movimientos estudiantiles de fines de la década de 1960 y de los procesos que culminaron con el derrumbe del socialismo en Europa del Este, la obra de Foucault termina siendo de una pobreza intelectual sorprendente.

Otra conclusión, derivada del análisis del texto de Foucault, es que, como mínimo, debería volver a la Collège de France el dinero recibido por estas clases. Naturalmente, el beneficio del inventario.

*Gilberto López Tiene un doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Referencias


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Notas


[i] Merquior, José Guilherme (1985). Michel Foucault o el nihilismo de la silla. ed. Nueva Frontera, Río de Janeiro, Brasil. página 15

[ii] Véase Merquior, op. cit. página 20 años

[iii] Op. cit. página 36ss

[iv] Op. cit. página 38s

[V] Foucault, Michel (2013). La Inquietud por la Verdad. Editores Siglo XXI. Buenos Aires. Incluye diez textos de Foucault, desde El deseo de saber, desde 1976 hasta El uso de placeres e La inquietud de uno mismo, ambos de 1984, más cuatro entrevistas.

[VI] Para ello utilizamos el texto de Foucault, Michel (2007). Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). FCE, Argentina.

[Vii] Op. cit. página 359

[Viii] Op. cit. página 17

[Ex] Zamora, Daniel, coordinador. (2014) Foucault crítico: Les années 1980 et la tentation neoliberale. Ediciones Adén. Bruselas.

[X] Véase la entrevista citada.

[Xi] Lasky, Harold (1992). liberalismo europeo. Breviarios FCE. México. Duodécima reimpresión. Politólogo, economista, Laski presidió el Partido Laborista británico entre 1945 y 1946, en los difíciles años de la posguerra. Está considerado, junto con su compatriota británico John Stuart Mill, uno de los pocos teóricos de la Teoría del Estado en el mundo anglosajón. Fue profesor de Ciencias Políticas en la London School of Economics hasta su muerte en 1950.

[Xii] página 29

[Xiii] Véase la introducción de Max Lerner a la Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones., por A. Smith (1958). 1er. edición FCE, México. página XXXVII

[Xiv] página 30

[Xv] página 31

[Xvi] página 38

[Xvii] página 36

[Xviii] página 224

[Xix] Puede encontrar información sobre la Sociedad Mount Pelerin en esta dirección: https://www.montpelerin.org/montpelerin/home.html

[Xx] página 273

[xxi] página 43ss

[xxii] página 39

[xxiii] página 43

[xxiv] página 44

[xxv] página 45

[xxvi] Paginas 43ss

[xxvii] Vea la introducción de Max Lerner a Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones., por A. Smith (1958). 1er. edición FCE, México. página XXXVII

[xxviii] Laski, Haroldo (1992). liberalismo europeo. Ver páginas. 139ss.

[xxix] Op. cit. página 151

[xxx] página 166

[xxxi] Véase op. cit. página 141

[xxxii] página 168ss

[xxxiii] página 174

[xxxiv] página 171s

[xxxv] Sáenz, Vicente (1942). Cosas y hombres de Europa. Ediciones Liberación. Página de México DF. 125

[xxxvi] IDENTIFICACIÓN identificación.

[xxxvii] página 81

[xxxviii] página 17

[xxxix] página 21

[SG] Op. cit. página 123

[xli] Op. cit. página 365ss

[xlii] IDENTIFICACIÓN página 124

[xliii] página 125

[xliv] Op. cit. página 126

[xlv] Op. cit. página 164s

[xlvi] página 31

[xlvii] Op. cit. página 159

[xlviii] IDENTIFICACIÓN página 162

[xlix] IDENTIFICACIÓN página 162

[l] página 258

[li] Véase MARX, Carlos. ElCapital. FCE. 5ª edición. México, 1968, páginas 3ss. Este es el capítulo de “Mercancía y dinero”.

[lii] página 40

[liii] Paginas 106s

[liv] tambalear, tango de Enrique Santos Discépolo. La letra se puede ver aquí: http://www.musica.com/letras.asp?letra=974519

[lv] página 135

[lvi] página 142

[lvii] VANBERG, Viktor J. (2004). The Freiburg School: Walter Eucken and Ordoliberalism, documentos de debate de Freiburg sobre economía constitucional, nº 04/11

[lviii] Op. cit. página 1

[lix] Op. cit. página 2

[lx] LINZ, Juan & STEPAN, Alfred. (1996). Problemas de la Transición y Consolidación Democrática: Sur de Europa, América del Sur y Europa Poscomunista. The Johns Hopkins University Press, Baltimore y Londres.

[lxi] página 18

[lxii] Op. cit. página 164

[lxiii] página 72

[lxiv] IDENTIFICACIÓN IDENTIFICACIÓN

[lxv] página 343

[lxvi] Op. cit. página 167

[lxvii] Op. cit. página 135

[lxviii] GIARD, Luce. El momento político de la idea. Revista espíritu. París, mayo del 78. Pág. 46. ​​El texto original, en francés, dice: “cette frase que Horkheimer pretendía a la mémoire de Freud, on peut la lui retourner, a lui et a ses compagnons: « Plus une ouvre est grande, plus elle s'enracine dans une status historique concrète” Esta frase que Horkheimer a partir de pensamientos perdidos y conferencias transformó, la obra de Foucault, en nuestras opiniones del

[lxix] página 78

[lxx] página 334

[lxxi] página 335

[lxxii] página 344

[lxxiii] página 345

[lxxiv] página 262

[lxxv] página 264

[lxxvi] página 266

[lxxvii] O. Cit. página 167

[lxxviii] Paginas 267ss

 

 

 

 

 

 

 

 

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