Por Alcir Pecora*
Por la feliz iniciativa de Cilaine Alves Cunha y Mayra Laudanna, profesoras de la USP, la Editora de esa Universidad lanza Nitidez del siglo XVI y otros ensayos, recopilación de obras de João Adolfo Hansen, profesor jubilado de Literatura Brasileña de la misma USP, cuyas contribuciones en las áreas de Literatura e Historia Colonial, Retórica e incluso estudios sobre el “Barroco”, han sido de gran importancia desde finales de la década de 80. XNUMX. Incluso se puede decir que estas disciplinas cobraron un nuevo impulso en Brasil a partir de las intervenciones de Hansen, que suelen articular una vasta erudición y una notable capacidad de sistematización conceptual.
Y lo que digo, en términos académicos, me resulta evidente también en términos personales. No se trata de dar un testimonio doméstico, por supuesto, sino de celebrar el libro ahora disponible para todos, pero, con su alegría, también recordé el momento en que lo conocí, durante mi examen de calificación para doctorado, en la USP, allá en 1989. En ese momento, mi tesis sobre el Padre Antonio Vieira causó cierta extrañeza en el área de Teoría de la Literatura, donde la estaba desarrollando, debido a la centralidad que le atribuía a la Teología y la Escolástica en la interpretación de los sermones, desplazando a las más aceptadas tradicionalmente. temas de índole literaria o sociológica a un segundo plano.
Porque Hansen, en aquella ocasión, reforzó frontalmente lo que yo proponía, convirtiéndose desde entonces en un interlocutor intelectual constante, generoso, en el ambiente no siempre agradable ni estimulante de la Universidad brasileña. Exactamente treinta años después de aquella ocasión, percibo claramente cómo una carrera académica se hace fundamentalmente a partir de esos decisivos encuentros intelectuales que uno logra tener, posiblemente más por suerte que por mérito.
Volviendo, pues, al lanzamiento: los trabajos recopilados en Nitidez del siglo XVI abordan la representación de las letras coloniales portuguesas-brasileñas de los siglos XVI al XVIII, e incluyen un examen en profundidad de conceptos centrales de la época como “razón de estado”, “discreción”, “espejo de príncipes”, “ agudeza”, “ingenio”, “emblemas”, “empresas”, etc., además de otras referidas a antiguas matrices retóricas, como “ut pictura poesía,ecfrasis”, “lugar común”, “invención”, “enunciación”, etc.
Después de haberlos leído a lo largo de los años, además de seguir el estado del arte en algunas de las áreas del conocimiento allí involucradas, me permito decir que los estudios de Hansen constituyen contribuciones originales, y en ocasiones inaugurales, en varios temas descuidados por la crítica brasileña. tradición. Sin esfuerzo, podría destacar cuatro puntos, que están presentes en todos sus estudios, y que, a mi juicio, son representativos de su importancia para los estudios literarios en Brasil.
El primer punto a destacar se refiere al hecho de que Hansen produce una crítica implacable a la teleología modernista y nacionalista que prevalecía en el campo de los estudios literarios brasileños, irradiada, sobre todo, desde São Paulo y, en particular, desde la propia USP.
Tal teleología, que trata la historia cultural de Brasil como una evolución destinada a lograr un espíritu nacional, cuya plena realización tendría lugar en el modernismo paulista, tuvo varias consecuencias, algunas bastante reduccionistas, como someter el concepto de “literatura” a ese de “Brasil”, además de perder interés, posiblemente como ningún otro país del continente americano, en la producción literaria colonial. Este descuido acabó generando un gran déficit de obras sobre la época, que, cuando existen, suelen valorar precisamente lo que les falta, a saber, lo que se interpreta, de manera determinista e inverosímil, como una prefiguración extemporánea de las formas nacionales.
El segundo punto genéricamente importante de la obra de Hansen es el esfuerzo por emprender un ajuste histórico en la discusión de las letras coloniales, lo que se hace tanto rehusando el uso actual de categorías anacrónicas que las desfiguran, como buscando reconfigurarlas a partir de la encuesta, colección y análisis de la documentación disponible sobre los textos y las circunstancias de su producción y circulación. Es decir, para Hansen se trata siempre de saber letras de las prácticas históricas en las que se llevan a cabo.
Un tercer punto importante en el enfoque de Hansen de las letras coloniales es el cuidadoso ajuste léxico, en el que gran parte del vocabulario que suele emplearse en el campo se somete a escrutinio y crítica. Algunos –no yo, que comparto plenamente la misma preocupación– apuntan allí a cierto rigorismo nominalista, pero creo que no es así: un vocabulario inadecuado introduce más o menos subrepticiamente categorías anacrónicas o demasiado crudas para distinguir los significados involucrados. los trabajos. Dentro del alcance de este ajuste de vocabulario, también diría que el lugar epistemológicamente dominante en los análisis de Hansen tiende a ser el de los preceptos retórico-poéticos y sus usos en las sociedades cortesanas.
Señalaría como cuarto punto fuerte en los estudios de Hansen la apertura de los estudios literarios mucho más allá de la consideración exclusiva de textos y géneros ficcionales, a los que tiende a reducirse la investigación literaria desde una perspectiva posromántica, lo que presupone una autonomía de la estética. – , estrictamente insostenible en los términos del Antiguo Régimen, en el que los campos artísticos están abiertos a consideraciones de todo tipo, ya sean históricas, políticas o teológicas.
De hecho, además de la prosa o la poesía ficcional, hay una inmensa riqueza de géneros a considerar aquí, desde las cartas familiares o comerciales hasta los documentos notariales, desde las opiniones juradas hasta los espejos principescos, desde los tratados morales hasta los panegíricos y epitafios, etc. Esta postura da una nueva percepción de la riqueza de la producción letrada del antiguo régimen, donde el enfoque romántico sólo veía normatividad, burocracia y adulación.
Evidentemente, estos cuatro aspectos que resalté no significan que los estudios de Hansen estén libres de crítica, o que los nuevos trabajos no puedan obtener descripciones alternativas de cada uno de los temas abordados en la compilación, tal vez incluso más ajustadas a sus propios supuestos. Esto, además, es lo más propio de los estudios en Humanidades, que implican siempre una doble atención al tiempo ya las circunstancias interpretativas, en la búsqueda de un ensayo autoral. La enunciación que hice más arriba de los puntos clave de los textos de Hansen sólo pretende resaltar algunas de sus virtudes, a las que nos vendría bien prestar atención.
Por último, no podía terminar mi recomendación de leer Nitidez del siglo XVI y otros ensayos, sin mencionar el epílogo preciso e intransferible de Leon Kossovitch, profesor jubilado del Departamento de Filosofía de la USP, que vale tanto por los saberes que enuncia como por la compañía que mantiene, como León ha sido el compañero de João Adolfo Hansen interlocutor principal desde sus días de formación. No puedo imaginar un mejor intérprete dirigiendo la lectura del volumen.
*Alcir Pecora es docente del Instituto de Estudios del Lenguaje (IEL) de la Unicamp
La nitidez del siglo XVI y otros ensayos
João Adolfo Hansen – Organización: Cilaine Alves Cunha y Mayra Laudanna – Edusp, 2019 (https://amzn.to/3P3Y3SQ).
extracto del libro
Leer y Ver: Supuestos de Representación Colonial
Aquí trataré algunos supuestos del trabajo que vengo desarrollando sobre la representación luso-brasileña del siglo XVII. Con ella intento precisar lógicas discursivas y condicionamientos materiales e institucionales de la representación colonial, produciendo un diferencial histórico que permita relativizar y criticar sus apropiaciones anacrónicas.
Desde o livro que publiquei em 1989 sobre a sátira atribuída a Gregório de Matos e Guerra, venho fazendo uma arqueologia da representação colonial, reconstruindo-a sincronicamente, segundo as categorias e os preceitos do seu presente, e diacronicamente, segundo suas apropriações e valores- de uso.
Su presente está obviamente extinto, pero es factible su reconstrucción parcial a través de diversas series documentales, artísticas y no artísticas, contemporáneas al siglo XVII. En este caso, propongo una crítica documental y genealógica de las categorías que se dan por supuestas, comenzando por proponer un siglo XVII que dura unos doscientos años, mientras que las instituciones ibéricas de la monarquía absolutista duran, al menos, entre 1580, comienzos de la Unión Ibérica, cuando Portugal y Brasil entran directamente en la órbita de España e Italia, y 1750, muerte de d. João V y el comienzo de las reformas ilustradas del Marquês de Pombal.
La datación es indicativa, ya que, dependiendo de la duración específica del objeto estudiado, podría adelantarse a la Misión Francesa de 1816/1817, o retroceder a mucho antes. Por ejemplo, para el arte helenístico del siglo II a.C. C. o por ciertas formulaciones romanas sobre el estilo ático y asiático, etc. La datación es indicativa, en definitiva, sobre todo cuando recordamos las sedimentaciones culturales que conviven en el corte, a veces de larguísima duración que nos impiden unificar los más de doscientos años del siglo XVII en una etiqueta anacrónica, “El Barroco”. , que no es necesario utilizar .
Para reconstituir los sistemas simbólicos que regularon las representaciones discursivas y plásticas en el siglo XVII, es útil establecer homologías entre ellos y otras prácticas alfabetizadas y analfabetas, no ficcionales, contemporáneas y anteriores, como los discursos de los ayuntamientos, actas y cartas; regimientos de Gobernadores; reales órdenes, cuadrillas, pleitos, querellas y agravios de las Cortes; libros de aduanas; contratos de compraventa de esclavos; inventarios; Tratados de derecho canónico y textos apologéticos, como Della Ragion di Stato, de Giovanni Botero, o Defensa Fidei de Francisco Suárez; los espejos del príncipe y muchos otros. Las homologías funcionan como unidades de tópicos jerarquizados representados en distintos registros discursivos, pictóricos y plásticos.
A través de las homologías que se establecen entre los diversos discursos y representaciones plásticas y pictóricas, los diversos medios materiales e institucionales y los diversos modelos aplicados, es posible definir una modo de pensar específico del absolutismo católico portugués en el siglo XVII. Es aristotélica y neoescolástica, teniendo sus operaciones concretadas en la Colonia, donde evidentemente sufre adaptaciones.
La conceptualización de las categorías de este modo de pensar según la estructura, función y valor que tuvo en su época, permite construir un diferencial histórico de la representación para demostrar que la concepción del tiempo, la autoría, la obra y el público en el siglo XVII era diferente, lo que permite resaltar la radicalidad discontinuidad de la forma mental del siglo XVII y los programas historiográficos, críticos y artísticos de la Ilustración y la Post-Ilustración.
Hoy, tales programas continúan apropiándose de representaciones del siglo XVII, repitiendo categorías de la crítica romántica del siglo XIX como universales transhistóricos o simplemente afirmando la posmodernidad de la operación. La reconstitución arqueológica permite establecer regímenes de representación discursiva y no discursiva ordenados por la retórica aristotélica y latina e interpretados por la teología-política católica; con ello, permite evidenciar que las formas de personalidad, “yo” y “tú”, que definen el contrato enunciativo de las representaciones, son efectos de la aplicación retórica de caracteres y afectos precodificados, es decir, no son expresivos categorías psicológicas, porque el “yo” y el “tú” no corresponden a individualidades subjetivizadas o dotadas de derechos humanos en la libre competencia del mercado de bienes culturales. Es decir: “yo” y “tú” son representaciones obtenidas mediante la aplicación de preceptos de una racionalidad no psicológica y no expresiva, una racionalidad mimética, propia de esquemas colectivos y anónimos de la sociedad cortesana portuguesa del siglo XVII, trasplantados al trópico.
Koselleck propuso que la relación entre “experiencia pasada” y “horizonte de expectativa futura” es un criterio historiográfico útil para precisar la forma en que los hombres viven la cultura de su tiempo. Cuando se pregunta por las formas de representar la experiencia del pasado y la expectativa del futuro para los restos del siglo XVII que nos han llegado, aparecen algunas especificidades.
La principal es, a mi entender, la forma cualitativa de concebir la temporalidad como emanación o figura de Dios que incluye la historia como proyecto providencialista. Para los católicos del siglo XVII que viven en Brasil, Maranhão y Grão-Pará, Angola, Goa y Portugal, Dios es la Primera Causa de todo lo que es.
Así, la representación colonial propone que la naturaleza y la historia son simultáneamente efectos creados por esta Causa y signos que son reflejos de esta Cosa, no encontrando en ningún momento las nociones ilustradas de “progreso”, “evolución”, “crítica”, “revolución”. , ni las ideas de “estética”, “originalidad", “ruptura”, “autonomía estética”. Tampoco un nuevo régimen discursivo, la “literatura”, frente a otros regímenes, como la “ciencia”, la “filosofía” y la “historia”. Ni las nociones de “autor”, como individualidad psicológica, originalidad, crítica y titularidad de derechos sobre obras que compiten en el mercado, ni de mercado o “público”, como “opinión pública”, etc. Por tanto, la postulación de la Causa Primera, Dios, hace que la naturaleza y la historia se lean como libros en los que la Providencia escribe la intención secreta de su Voluntad. Recuerdo a los cronistas portugueses, en Brasil en los siglos XVI y XVII, interpretando la disposición de las semillas de plátano en cruz como un signo profético del destino cristiano de la tierra.
Del mismo modo, la interpretación figurativa de la historia hecha por Vieira, que establece un espejo entre los acontecimientos bíblicos y los acontecimientos de su tiempo, por ejemplo, las guerras holandesas y la política de Braganza, el descubrimiento de América, la misión jesuítica y el catecismo de indios , afirmando el destino esencial de la historia portuguesa.
Cuando reconstruimos estas categorías y estas formas de organizar la experiencia del tiempo, las categorías de la Ilustración se generalizan transitoriamente en la historia literaria para su comprensión, como evolución, progreso, crítica, ideologia etc., resultan anacrónicos. El reconocimiento del anacronismo debe impedir que se siga universalizando la particularidad de las categorías estéticas y sociológicas y, con ello, debe conducir a una revisión de la historiografía literaria brasileña.
Evidentemente, el trabajo de reconstrucción arqueológica de estas particularidades no es sólo una actividad anticuaria, en el sentido arcaico y regresivo del término “anticuario” utilizado por Nietzsche y ahora repetido por los partidarios de la llamada “posmodernidad” para calificar peyorativamente un tipo de historiador reaccionario que sólo se interesa por el pasado. El pasado sólo puede interesar porque está muerto para siempre.
Es precisamente el diferencial de su muerte arqueológicamente reconstruida lo que puede interesar como material para una intervención en el presente en la que la noción de “barroco”, aplicada a los restos del siglo XVII, inventa tradiciones localistas, nacionalistas y fundamentalistas que son por definición dudoso y discutible, cuando se recuerda su interesada particularidad.
Por tanto, parece pertinente determinar qué, en las representaciones catalogadas como “barroco histórico” –representaciones que son, al fin y al cabo, ruinas de la sociedad anterior a la Ilustración que desconocía el concepto, ya que no era “barroco”–, hoy aparece tan vivo como para permitir las identificaciones del presente con un nuevo barroco, que ya no sería histórico, sino neobarroco, posmoderno o posutópico.
La analogía la facilita precisamente la metáfora de lo que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, está radicalmente muerto, el sustancialismo del siglo XVII, y que hoy permite determinar la diferencia entre las artes del Antiguo Régimen en relación con las Artes de la Ilustración producidas a partir de la segunda mitad del siglo XIX XVIII. Es la metáfora del sustancialismo de las representaciones coloniales que ha sido transitoriamente apropiada en las definiciones “neobarrocas” de cultura.
Como decía, las representaciones del siglo XVII conciben providencialmente la temporalidad y la historia, relacionando la experiencia del pasado y la expectativa del futuro como previsibilidad, pues afirman que la identidad de Dios, Causa Primera, se repite en todas las diferencias de tiempo, haciendo todos sus momentos análogos o similares.
La repetición de la identidad divina en el tiempo es un evento que hace predecible la brecha entre la experiencia pasada y la expectativa futura. Pensando en esta repetición, Vieira escribió un Historia del Futuro, título que se ha vuelto paradójico desde la segunda mitad del siglo XVIII, cuando el sustancialismo de las sociedades del Antiguo Régimen se convirtió en ruinoso y la disciplina de la historia se convirtió en la ciencia de lo que ya no se repite. Así, es pertinente ocuparse de la forma de definir el hecho histórico figurado como repetición en Vieira y otros autores del siglo XVII para precisar la naturaleza de las representaciones coloniales.
En la representación de Vieira, todos los diferentes pasados se dan como hechos análogos guardados por la memoria de los intérpretes que los comentan iluminados por la luz de la Gracia. El modelo de inteligibilidad del tiempo es figural, ya que los intérpretes establecen la especularidad entre dos hombres, dos eventos o dos cosas, uno de ellos siempre del otro lado. Viejo Testamento, siempre otro Nuevo, afirmando que, por la presencia divina en ambos, lo que está latente como tipo no Velho queda claro cómo prototipo no Nuevo.
Vieira también afirma que el mismo nexo profético se aplica a los eventos antiguos y contemporáneos de la historia portuguesa. Desde el punto de vista de la profecía, el futuro es y será imagen de la repetición de la identidad ya acontecida en varios momentos anteriores. Por tanto, la actualidad de lo necesario y el poder de lo contingente de todos los tiempos permean la presencia histórica del presente del intérprete como eterna Presencia sustancial.
(La nitidez del siglo XVI y otros ensayos, páginas. 25 a 29)