aflicciones y esperanzas

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por José Costa Júnior*

Tony Judt y Tzvetan Todorov, vivieron el siglo XX con sus tragedias y esperanzas y casualmente escribieron libros con reflexiones que relacionaban el pasado y el futuro a principios del siglo XXI.

En medio de la grandeza de la pandemia que nos deja recluidos y pensativos, revisamos nuestros planes y expectativas. Desde el ministro de economía que tuvo que revisar sus promesas de crecimiento, hasta el ciudadano que tuvo que revisar sus planes más cotidianos, todos tuvimos que revisar nuestras expectativas, entregándonos a un futuro de incertidumbre e incertidumbre. Vivimos en una situación curiosa en la que ni siquiera sabemos cuándo volverá todo a lo que llamamos normalidad, y mucho menos si esa llamada normalidad será viable. Por si las dudas sobre lo que vendrá no fueran suficientes, la crisis sanitaria de la pandemia se ha sumado a las crisis sociales, políticas y económicas que envuelven nuestro tiempo, en un conjunto que contribuye a que estemos aún más desconcertados. Seguimos atentos a todo ello en una intensa conexión a través de internet y las redes sociales, que en todo momento nos traen información y tensiones. Aun así, todavía tratamos de evaluar posibilidades, con una mezcla de escepticismo y esperanza.

En medio del extraño ahora que vivimos, revisitar a dos intelectuales que pensaron en las aflicciones y esperanzas del siglo pasado puede ser un ejercicio estimulante para que reflexionemos sobre lo sucedido, lo vivido y las posibilidades de futuro. Ambos vinculados al estudio de la historia, pero no solo, nos ayudan a revisar pasados ​​y futuros y pensar dentro de los límites de lo posible. Tony Judt (1948-2010) y Tzvetan Todorov (1939-2017), vivieron el siglo XX con sus tragedias y esperanzas y coincidentemente escribieron libros con reflexiones que relacionaban el pasado y el futuro a principios del siglo XXI. Más que reseñas o panfletos de intelectuales que perciben la llegada de su propio fin, se trata de dos construcciones bien formuladas y organizadas, que aportan mucho a reflexionar sobre este momento en que pensar es inevitable.

El historiador británico Tony Judt publicó El mal vaga por la tierra: un tratado sobre las insatisfacciones del presente en 2009, luego de conocer las causas y efectos de la gran crisis económica que azota al mundo hasta el día de hoy. En general, su objetivo es analizar cómo se construyó la devaluación del Estado y de la política, incluyendo los ataques a las conquistas del estado de bienestar, en las últimas tres décadas del siglo XX. En un enfoque muy directo, Judt construye este análisis a partir de los hechos ocurridos en el período, en un análisis reflexivo e informativo. Es interesante como Judt anticipa muchos de los debates que estamos viviendo en medio de la pandemia, especialmente en lo que respecta al papel del estado y los ciudadanos en las democracias. Justo al comienzo del libro, Judt ofrece un diagnóstico de nuestro tiempo:

“Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años, la búsqueda de bienes materiales en vista del interés personal fue considerada una virtud: de hecho, esta misma búsqueda constituye hoy lo poco que queda de nuestro sentimiento de grupo. Conocemos el precio de la cosa de las cosas, pero no tenemos idea de su valor. No hacemos más preguntas ¿Ayudará a mejorar el mundo o la sociedad? Estas solían ser las preguntas políticas, aunque sus respuestas no fueran fáciles. Una vez más debemos aprender a hacerlos”. (pág. 15)

Es interesante cómo las mismas preguntas planteadas por Judt en ese párrafo resurgen durante la pandemia. La creencia en un tipo de “individualismo emprendedor” que era común hasta hace poco abrió espacio para reflexiones sociales más amplias, donde muchos de nosotros comenzamos a pensarnos como un grupo de personas que compartimos espacio y vida. Cualquier análisis debe considerar las diferencias estructurales y sociales que definirán el efecto de la pandemia en la vida de las personas, sin embargo, es innegable que las tensiones del momento impactan a todos de alguna manera. Y surge la pregunta: ¿Qué podemos hacer como sociedad para enfrentar tales desafíos? Aunque algunos todavía mantienen una actitud negacionista y extremista, la pregunta permanece y requiere una respuesta.

Judt también promueve una defensa del estado del bienestar que contribuyó en gran medida al desarrollo de la posguerra en Occidente, destacando el papel de construcción y atribución de ciudadanía a este tipo de organización política. Sin embargo, la devaluación del Estado y la política por parte de las generaciones posteriores, junto con los cambios estructurales en las sociedades occidentales (incluyendo un mayor individualismo y cambios en las prioridades y preocupaciones sociales), terminaron por cuestionar y limitar la efectividad del estado de bienestar. El resultado es un mundo donde se corrompe la confianza y los lazos sociales, donde “el que más puede, llora menos”, y se desborda el resentimiento. Las llamadas concepciones económicas liberales, guiadas por ideas cuestionables sobre la construcción social y la realización humana, también contribuyeron a este estado de cosas. Entre las consecuencias, Judt destaca:

“El carácter materialista y egoísta de la vida contemporánea no es inherente a la condición humana. Mucho de lo que hoy parece “natural” data de la década de 1980: la obsesión por acumular riqueza, el culto a la privatización y al sector privado, la creciente desigualdad entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la retórica que acompaña a estos conceptos: admiración acrítica por los mercados sin trabas, desdén por el sector público, ilusión de un crecimiento sin fin”. (pág. 16)

En su defensa de la revitalización del Estado y la socialdemocracia, Judt reconoce las dificultades de un mundo diferente a aquel en el que florecieron sus ideales. Sin embargo, afirma la necesidad de construir lazos sociales, más allá del individualismo y los resentimientos propios de un mundo en el que muchas personas se sienten cada vez más abandonadas. En este momento en que todos nos sentimos algo inseguros y preocupados por la realidad que encontraremos cuando volvamos a la convivencia, esas preocupaciones también son centrales. Además de las inseguridades sanitarias y económicas, las tensiones políticas y la polarización de las sociedades contemporáneas amplifican un poco más nuestros miedos: como sociedad fracturada, ¿cómo vamos a pensar y construir juntos?

La socialdemocracia recordada y defendida por Judt implica la aceptación del capitalismo, junto con la democracia representativa, en un entorno en el que se atenderían intereses hasta ahora desatendidos por grandes sectores de la población. De esta manera, la seguridad social establecida promovió expectativas y lazos de confianza que formaron grandes sociedades. Sin embargo, parece que nos hemos olvidado de esto: “¿Por qué tenemos tanta prisa por derribar los diques levantados con tanto esfuerzo por nuestros antecesores? ¿Estamos absolutamente seguros de que nunca más habrá inundaciones? (pág. 203). Pues bien: la “inundación” ha llegado, en forma de pandemia con implicaciones sociales, políticas y económicas globales. Encontró sociedades fracturadas, ciudadanos cada vez más individualizados y concepciones económicas cuestionables de líderes mundiales que no estaban preparados para un desafío de esta magnitud. Más que nunca, “el mal anda por la tierra” y saberlo puede ser un diferencial para nuestras acciones en el corto y mediano plazo.

Uno podría pensar que el búlgaro-francés Tzvetan Todorov todavía está en Los enemigos íntimos de la democracia (2012) donde terminó Judt: analizando las amenazas a la democracia que acechan al mundo contemporáneo. Anticipándose también a muchas de las tensiones políticas de nuestro tiempo, Todorov promueve una defensa humanista de la democracia y la necesidad de reflexionar sobre el mundo en que vivimos, muy bienvenida en una época donde la brutalidad y el miedo ocupan buena parte del discurso político. Habiendo vivido bajo el totalitarismo del siglo XX en su Bulgaria natal, invadida por nazis alemanes y comunistas soviéticos, Todorov nos ayuda a pensar sobre los riesgos de los discursos mesiánicos y salvadores, a los que muchos pueden acercarse en tiempos de miedo e incertidumbre.

En general, el rico y sofisticado diagnóstico de Todorov también reconoce las tensiones y dificultades de nuestro tiempo. Y también tratan aspectos que nos interpelan en este momento de inseguridad presente y futura. A partir de lo que denomina “malestar democrático”, el autor problematiza concepciones filosóficas y antropológicas como la libertad y la voluntad, destacando los límites de los procesos de individualización que fueron cada vez más constantes en Occidente a lo largo del siglo XX. Reconociendo también las dificultades de la construcción política y los riesgos totalitarios, Todorov promueve un conocido análisis contemporáneo de los desafíos democráticos:

“Los peligros inherentes a la idea democrática misma surgen cuando uno de sus ingredientes es aislado y absolutizado. Lo que une estos diversos peligros es la presencia de una forma de exceso. El pueblo, la libertad, el progreso son elementos constitutivos de la democracia; pero si uno de ellos se emancipa de sus relaciones con los demás, escapando así a cualquier intento de limitación y estableciéndose como único y absoluto, se convierten en amenazas: el populismo, el ultraliberalismo, el mesianismo, en fin, estos enemigos íntimos de la democracia.” (pág. 18)

En el caso del ultraliberalismo que guía a las sociedades contemporáneas, una “tiranía de los individuos” en el análisis de Todorov, el riesgo es olvidar las responsabilidades y la convivencia colectiva que guían nuestras existencias. La ausencia de reconocimiento de los “intereses comunes” termina por reducir la sociedad a la “suma de las personas que la componen”. En una pandemia como la que estamos viviendo, este tipo de sociedad corre un grave riesgo, ya que muchos individuos pueden mostrarse resistentes a las prácticas de cuidado colaborativo y colectivo para enfrentar el virus. Las tensiones del falso dilema entre “vida y economía” que guían nuestros debates actuales son un buen ejemplo de lo que Todorov identifica como el primer desafío contemporáneo a la construcción de sociedades democráticas.

En el caso del mesianismo, Todorov destaca los riesgos de visiones redentoras basadas en concepciones de “bien” y “progreso” que pueden llegar a devastar sociedades. En nombre de los ideales y asumiendo puntos de vista extremos, muchas democracias pueden entregarse a fantasías políticas y proyectos sociales cuestionables. Uma figura política com discursos messiânicos, que explore os sentimentos e ressentimentos das pessoas em momentos de tensão, pode ascender facilmente ao poder por vias democráticas, com o apoio das massas, dos “patriotas” e do “cidadão de bem” contra os “inimigos del pueblo". Coincidentemente, este fue el escenario en el que llegó la pandemia: sociedades polarizadas, en las que el debate es imposibilitado por el fanatismo alimentado por las redes sociales y las tendencias políticas fascistas de algunos en diferentes partes del mundo.

Finalmente, en el caso del populismo, su auge en las llamadas sociedades democráticas tiene varios ejemplos en el siglo XX. Sin embargo, con la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación, las posibilidades son mayores a principios del siglo XX. En un contexto de constantes crisis a todos los niveles, el surgimiento de propuestas “contrarias al sistema”, que prometen “el cielo en la tierra” y que encuentran eco en dinámicas individualistas y poco integradoras, el populismo es quizás el gran riesgo contemporáneo para la democracia. Insertos en una crisis que amenaza nuestra salud, impacta nuestra vida cotidiana y nuestros ingresos, podemos convertirnos en presa fácil de discursos que desprecien la democracia y las reglas políticas.

Leer de nuevo a Judt y Todorov en nuestra soledad y distanciamiento social, con sus diagnósticos y análisis de los modos de vida en las sociedades contemporáneas, estimula muchas reflexiones, de las cuales destacamos aquí algunas. Sus voces subrayan la importancia de la política y la responsabilidad de las personas, destacando que el individualismo excesivo puede conducir a crisis aún mayores. También nos animan a revisar nuestros pasados ​​y futuros, tratando de imaginar escenarios donde limitemos la acción de los “enemigos íntimos de la democracia” y sus visiones totalizadoras. Son circunstancias muy cercanas entre sí y que lamentablemente pueden amplificar mucho las terribles consecuencias del coronavirus entre nosotros.

*José Costa Junior es profesor de filosofía y ciencias sociales – IFMG Campus Ponte

Referencias

JUDT, Tony. El mal vaga por la tierra: un tratado sobre las insatisfacciones del presente. Traducción de Celso Nogueira. Río de Janeiro: Objetivo, 2011. (2010) (https://amzn.to/3OZSYuX)

TODOROV, Tzvetan. Los enemigos íntimos de la democracia. Traducción de Joana Angélica D'Ávila Melo. Nueva York: Routledge, 2012 (https://amzn.to/3DZf6zk)

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