por ROBERTA BARNI*
Comentario al libro de Antonio Tabucchi
En marzo de 2022 se cumplen diez años de la muerte del “más grande escritor portugués de Italia”, como a veces se le llamaba en un tono entre burlón y serio. Me refiero a Antonio Tabucchi, sin duda uno de los exponentes de la literatura italiana contemporánea. Tabucchi fue profesor de literatura portuguesa y brasileña en Italia, traductor de varios autores -entre ellos Carlos Drummond de Andrade- y escritor de éxito y fama internacional, al menos de su novela más conocida en todo el mundo, Sostiene Pereira, en 1994, que le valió los dos premios literarios italianos más importantes de ese año, el Viareggio y el Campiello.
Tabucchi era un hombre inquieto, vivía entre Vecchiano, en Toscana, y Lisboa, donde tenía una casa, con largas temporadas en París. Incluso escribió un libro entero en portugués (Réquiem) y lo hizo traducir al italiano por un amigo traductor (pero esa elección sería un artículo en sí mismo), temiendo que, si lo hacía él mismo, terminaría escribiendo otro libro. Sin duda fue un escritor internacional, traducido a muchos idiomas y querido en diferentes partes del mundo. Hacia el final de su carrera, sus libros se publicaron simultáneamente en Italia y Portugal.
En este décimo aniversario de su muerte, la editorial Estação Liberdade lanza una nueva y cuidada edición de dice Pereira. Quienes todavía no conocen la obra tienen ahora una gran oportunidad de acercarse a esta novela, que también fue objeto de una adaptación cinematográfica (1995) del cineasta Roberto Faenza, y con nada menos que Marcello Mastroianni, en una de sus Últimas apariciones en la pantalla grande, en el Pereira, el personaje principal. Es interesante recordar que Mastroianni, apenas terminó de leer el libro, llamó a Tabucchi y le dijo sin rodeos, casi a gritos: “¡Pereira soy yo!”.
Información poco conocida sobre la génesis de la novela: el nombre Pereira, a pesar del amor de Tabucchi por Portugal y sus escritores, en realidad se inspiró en un interludio de TS Eliot titulado "¿Qué pasa con Pereira?"[ 1 ] Una vez, en un artículo periodístico, Tabucchi confesó que Pereira lo visitaba regularmente por la noche. Eso boutade pirandelliana não é casual: Tabucchi talvez seja o mais pirandelliano dos escritores italianos modernos e, apesar de todos comentarem seu amor por Fernando Pessoa (que ele de fato amava e traduziu, apresentando-o assim à Itália), seu leque de autores favoritos era bem más amplio. Pirandello es uno de los primeros en la lista.
Tabucchi fue un escritor muy prolífico, sobre todo de cuentos, pero también nos dejó algunas novelas muy interesantes, y dice Pereira quizás el más intrigante de todos. Cuando se lanzó, no solo recibió críticas muy favorables. Quizás por el rotundo éxito de público (el libro encabezó la lista de los más vendidos durante cuarenta semanas), hubo quienes lo acusaron de “sincronización oportunista”, ya que, en ese mismo período, Europa vivía, después de años, su primer “reflujo” derechista. (Poco después, por cierto, Berlusconi ganaría las elecciones italianas). dice Pereira está ambientado precisamente en la Lisboa de 1938, época de la dictadura de Salazar que surge en paralelo al nacimiento de otros fascismos en un proceso que, como sabemos, acabó desembocando en la Segunda Guerra Mundial.
La respuesta de Tabucchi a sus detractores no se hizo esperar y llegó, a la manera de Pirandelli, con una “nota” publicada a partir de, creo, la duodécima edición de la novela (impresa pocos meses después de su publicación, tal fue el éxito de público del libro ). . En él, el autor narraba la visita que había recibido del doctor Pereira. Y la nota dice que sí existió un “Pereira”: era un periodista portugués que se había refugiado en París para escapar de las represalias del régimen, después de haber escrito un artículo feroz contra la dictadura. Tras la caída de Salazar, este Pereira habría regresado a Portugal, pero, nos cuenta el autor, ya nadie se acordaba de él. Tabucchi, que estaba entonces en Portugal, leyó la necrológica en el periódico y decidió ir a verlo para despedirse. El escritor ve a su viejo conocido en un ataúd, observa su figura, envejecida y obesa, nota sus transformaciones físicas. Posteriormente, Pereira le devolvió la visita a Tabucchi, quien entendió que esa alma lo visitaba porque quería que se contara su historia.
Estamos en una brillante Lisboa en pleno verano, y el doctor Pereira, un viejo periodista, viudo, gordo y pesado, un católico insatisfecho con la resurrección de la carne, edita metódicamente la página cultural de la Lisboa, un pequeño periódico vespertino dirigido más a jet set que la noticia real de ese momento turbulento. Tanto es así que Pereira se entera de la noticia no por su periódico, sino por el mesero de su café favorito, el Café Orquídea, donde Pereira sólo come tortillas y bebe limonada llena de azúcar. Pereira es un hombre solitario, habla todo el tiempo con el retrato de su difunta esposa, parece vivir en el pasado y estar más conectado con la muerte que con la vida.
Paradójicamente, fue precisamente su interés por la muerte lo que le llevó a conocer a Monteiro Rossi, un joven de origen italiano que, junto a su novia, participó activamente en la resistencia al régimen. El contacto del joven, al que contrata inicialmente como ayudante para escribir esquelas por adelantado, con los escritos e ideas de Monteiro Rossi acaba por hacer que Pereira abandone paulatinamente su indolencia; su ritmo de vida cambia y comienza a darse cuenta realmente de lo que sucede a su alrededor. Pero Pereira, que sufre un infarto, tiene que adelgazar y, por consejo de su médico, va a pasar unos días en una clínica de talasoterapia.
En él conocerás a otro personaje clave: el doctor Cardoso, estudioso de las teorías de Ribot y Janet. Cardoso transmite a Pereira en particular la idea de que estamos formados por una “confederación de almas”, de las cuales, según el momento, una se vuelve más fuerte –el “yo hegemónico”– y así comienza a dominar a todas las demás almas que nos habitan. . En momentos cruciales de la vida, sin embargo, este yo hegemónico puede cambiar, y esto intriga mucho a nuestro periodista.
Otros encuentros casuales también harán reflexionar cada vez más a Pereira, hasta que comienza a cultivar en sí mismo la semilla de la rebeldía y comienza a pensar que los intelectuales como él no pueden quedarse callados, absteniéndose de cualquier reacción. Un hecho trágico le dará a Pereira la fuerza adicional necesaria para llevar a cabo un plan cuyo objetivo, naturalmente, es desenmascarar al régimen y su violencia. Eludiendo astutamente la censura, logra publicar un revelador artículo en su página cultural; la denuncia contenida en él se difunde, y Pereira parte a una nueva vida.
A lo largo de la novela, cuyo subtítulo es “un testimonio”, conocemos al protagonista a través de la historia de un narrador no especificado, cuyo eslogan “dice Pereira” impregna toda la narración. ¿Qué testimonio será ese? ¿A quién se transmite? ¿Es un simple informe a un amigo, un testimonio ante la policía, un juez? No sabemos. Ni siquiera lo sabremos. Sí sabemos, sin embargo, que Tabucchi, al escuchar esa misma pregunta por milésima vez, respondió, haciendo caso a las palabras de una reseña: “Ante el tribunal de la literatura, mejor el tribunal del texto literario”.[ 2 ] Es decir, Pereira expone su versión de los hechos frente a los lectores, y el autor-narrador, que se expresa en tercera persona, es el intermediario que transmite el testimonio del personaje.
Pereira integra con razón la galería de los grandes personajes del siglo XX, todos ellos atravesados por enormes dudas, crisis de identidad e incertidumbres constantes. Por cierto, como es costumbre tabuquiana, encontraremos en la novela numerosas referencias a otros grandes personajes del siglo pasado. Pereira es un antihéroe que, en un momento dado, se da cuenta de que necesita cambiar. Como en una novela educativa al revés (ya que, como decíamos, es viejo, gordo, indolente y desinteresado), adquiere ese coraje de resistir que es tan positivo, un cambio que lo lleva de la muerte a la vida, de la pereza. a la vitalidad, del silencio y la total extrañeza a un papel activo en la vida y en la sociedad.
Lo que lo hace tan simpático para el lector son, precisamente, sus debilidades y su giro, construido paso a paso a medida que los diferentes personajes con los que casualmente se topa (la única excepción: su padre confesor, el padre António, más politizado que él, obviamente) son abriendo efectivamente sus ojos e incitándolo a tramar su acción. En definitiva, la trama nos habla de una conciencia política, discutiendo el papel del intelectual en una sociedad totalitaria (o en cualquier sociedad) y, por tanto, su actuación frente a un poder violento y prevaricador. El impulso vital recuperado por Pereira contagia al lector. Quizás esa sea la razón principal de su éxito.
Tabucchi tiene el mérito adicional de haber sacado a relucir un tema que, en ese momento –y, de hecho, en cualquier momento–, era más que necesario debatir. No es una mera coincidencia que estemos hablando de este libro en este mismo momento. Dado que el hombre no cambia, el tema permanece siempre apremiante y actual. La sabiduría del escritor radica en retratar el 'clima político' a través de la interioridad de este personaje débil y cansado, que hasta entonces sólo tenía dos intereses en la vida: su difunta esposa y la literatura francesa. Pero, por supuesto, nadie es tan simple y lineal, y la dimensión existencial del protagonista es concreta y cautivadora. Pereira se sumerge en una realidad aparentemente lejana, pero, en realidad, muy cercana a cualquier hombre o mujer de nuestro tiempo.
dice Pereira establecerá un nuevo tono en los escritos y la vida de Tabucchi. La novela del intelectual que abandona su marginalidad para oponerse a un régimen dictatorial superó la dimensión de la ficción y se convirtió en símbolo de la conducta civil. Cada vez más, a partir de este libro, Tabucchi comenzó a hacerse oír como un intelectual activo que participó de los hechos de su tiempo y de su país: si soy intérprete o testigo; en todo caso, yo participo en ella”.
Ciertamente Tabucchi supo expresar aquí todo el malestar de nuestro tiempo: “Quizás sólo pueda enorgullecerme de una cosa: de no ser un escritor que apacigua las conciencias, porque creo que quien me lee recibe al menos una pequeña dosis de inquietud, y que sabe, tal vez algún día esta inquietud brote y dé su propio fruto”.[ 3 ]
*Roberto Barni es traductora y profesora de lengua y literatura italiana en la USP.
referencia
Antonio Tabuchi. dice Pereira. Traducción: Roberta Barni. São Paulo, 2021, 156 páginas. Editorial de la Estación de la Libertad.
Notas
[1] En “Fragmentos de un prólogo”, que comienza Sweeney Agonistes: Fragmentos de un melodrama aristofánico (1932).
[2] Reseña de Giorgio Bertone.
[3] GUMPERT, C. La letteratura come enigma ed inquietudine. Entrevista a Antonio Tabucchi en Dedicado a Antonio Tabucchi. Cattaruzza, C. (org). Pordenone: Associazione Provinciale per la Prosa, 2001, p. 104.