adiós posmodernismo

Michelangelo Pistoletto, Arquitectura del espejo, 1990
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por MARCOS AURÉLIO DA SILVA*

Presentación del nuevo libro de Stefano G. Azzarà

Stefano G. Azzarà es sin duda uno de los críticos más importantes de la cultura posmoderna en el país de Gramsci, ángulo desde el que ha examinado con especial agudeza los desvíos que ha ido siguiendo la izquierda italiana (e incluso la europea y occidental). desde al menos la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, esta es la primera vez que el tema se aborda en su título, ya que ahora aparece en esta colección de ensayos, que también se realiza como un homenaje al gran filósofo italiano Domenico Losurdo, con quien el autor colaboró ​​en la Universidad de Urbino y en la Sociedad Internacional Hegel-Marx para el Pensamiento Dialéctico.

Fue Domenico Losurdo, en un seminario de 2015 realizado en la ciudad de Nápoles, la capital filosófica de Europa, sede de importantes Istituto Italiano per gli Studi Filosifici ‒ dedicado a discutir el libro Democrazia Cercasi (Se busca democracia) del mismo Azzarà[ 1 ], quien propuso que la obra se titulara adiós posmodernismo[ 2 ]. En el argumento de Losurdo, el lector podrá ver en el texto conciso pero penetrante que introduce este volumen, las múltiples despedidas que la cultura política transformista pretendió dar al marxismo desde los hechos que pusieron fin a la Guerra Fría, todas las cuales merecen una respuesta. en el apogeo de la energía crítica presente en el libro del autor.

Y es sobre este libro que se desarrolla el primer capítulo de esta obra, titulado “Para una crítica político-filosófica de la posmodernidad”.. Se organiza en torno a la discusión de la categoría de democracia moderna, cuya crisis la posmodernidad es una expresión cultural. No se trata, sin embargo, de una mera noción fetichista de la democracia, de la democracia como tal, sino de su propio carácter histórico, la expresión de un régimen que, en esta condición, nace, se desarrolla y muere, aunque su fracaso no signifique precisamente el advenimiento de democracia, dictadura, surgiendo de ella lo que quizás podríamos llamar formas compuestas posdemocráticas, como una democracia autoritaria. Es el marco del berlusconismo italiano, señala el autor, definiéndolo como un bonapartismo de nuevo estilo, adaptado a las condiciones actuales, es decir, a la sociedad del espectáculo.

Pero, ¿en qué consistía esta democracia moderna que se desvanecía? Sufragio universal y derechos formales, sin duda, pero sobre todo derechos económicos y sociales, capaces de superar las tres grandes discriminaciones, como decía Domenico Losurdo, de clase, raza y género.[ 3 ] ‒, así como la participación activa de los intereses sociales, capaces de autoorganizarse y hacerse representar en forma de sindicatos, partidos políticos y parlamento. El progreso de la post-Segunda Guerra Mundial, estimulado por las luchas lideradas por el partido de Gramsci y Togliatti a raíz de la Revolución de Octubre y aún como resultado de la victoria sobre el nazi-fascismo, aparece como el punto culminante de este régimen, sino la forma hegeliana de tratar la historia que utiliza el autor - que Lenin dijo que era "muy excelente"[ 4 ] ‒, invita a concluir que se trata de una construcción posterior a 1850.

Es la época de la formación de los últimos Estados nacionales europeos que, aun dentro de procesos desiguales y combinados y por tanto permeados por las luchas más dramáticas, acabaron respondiendo al estallido de la Revolución de 1789 –ya recordaba la crítica de Gramsci al historicismo de Benedetto Croce, que “prescinde del momento de la lucha”[ 5 ] − mediante la introducción progresiva, dilatada en el tiempo, de procesos de reforma que permitieron la difusión de los sistemas escolar, de salud, de pensiones, del contrato nacional de trabajo y del derecho al voto.

Es esta misma clave hegeliana, o más precisamente, el marxismo que se ve escoltado por Hegel –un autor que nada tiene que ver con un supuesto “conciencialismo”, recuerda Losurdo en la introducción, advirtiendo contra una lectura grotesca del filósofo alemán ‒, que el posmodernismo pretende dejar atrás. Este último se presenta, por supuesto, como una expresión de la crisis del paradigma fordista, que tras grandes mutaciones tecnológicas ve cómo la fábrica se descompone y sufre una regresión brutal en la forma de las relaciones laborales, pero también refleja el gran giro en la geopolítica mundial que puso fin a la Guerra Fría, dando paso al imperialismo planetario estadounidense.

Y es así como, en el plano filosófico-cultural, emergen nuevas formas de conciencia hiperindividualistas e hipercompetitivas, en reemplazo de las formas cooperativistas-solidarias, seña de identidad del sindicalismo y de los grandes partidos de masas, que también sustentan los fuertemente modernos idea de posibilidad de encontrar sentido en el proceso histórico e incluso de conducirlo desde la razón humana. Encarnado en Italia por el “pensamiento débil” del que habla Gianni Vattimo[ 6 ], se trata de ese “cambio cultural” o “sensibilidad” querido por “autores como Foucault y Lyotard”, los mismos que, enfatizando los “mecanismos infinitesimales” del poder y los “juegos de lenguaje”, se ungen en la irrestricta “aceptación de lo efímero, lo fragmentario, lo discontinuo y lo caótico”[ 7 ].

Y hay un relativismo completo, reemplazando la noción de totalidad históricamente estructurada y las oposiciones dialécticas de Hegel y Marx que le son inherentes, y así también la “fe en el progreso general que anima las leyes de la historia”, como era querido por el marxismo de principios del siglo XX[ 8 ]. El mismo relativismo que subyace a la degeneración neoliberal de la democracia moderna, ahora reducida a doxa la televisión y, más recientemente, las redes sociales.

El segundo capítulo, “Restauración y revolución pasiva posmoderna en el ciclo neoliberal: un transformismo intelectual de masas”, ya publicado en Brasil como parte de las celebraciones por los 25 años de la revista crítica marxista, investiga estas transformaciones históricas desde una perspectiva Gramsciana que también tiene un fuerte acento hegeliano. Es destacable, por ejemplo, la observación, tomada del cuaderno 13, de que “en el movimiento histórico nunca se retrocede”, o al menos no hay “restauración en su totalidad"[ 9 ], pasaje con el que Azzarà se asocia a la investigación del filósofo alemán Jan Rehmann sobre el “nietzscheani de sinistra”, para enmarcar la crítica de la posmodernidad en clave de revolución pasiva, con la “particularidad de derivar inmediatamente de la cultura de 'gauchismo'pero tan carentes de una “iniciativa popular unitaria” como aquellas a las que se refería Gramsci[ 10 ].

Al fin y al cabo, no se trata precisamente de una respuesta del capital, sino que se articula con él desde un movimiento interno, ya que la transformismo que marca la actual fase restaurativa ya está inscrita y prefigurada en el individualismo exasperado de los nuevos nietzscheanos. Sin embargo, he aquí, es precisamente por este criterio de interpretación −capaz de comprender los elementos progresistas de la revolución pasiva sin que sea necesario exaltarla “líricamente”, como advertía Gramsci[ 11 ] −, que evita el reduccionismo de calificar las luchas de este campo como simplemente reaccionarias.

El tercer capítulo, "Pese a Laclau: populismo y hegemonía en la crisis de la democracia moderna”, es quizás el más innovador para el lector brasileño. Al menos si se piensa que los trabajos en el campo de estudio que se examina han sido objeto de debate en Europa desde hace ya algunos años, y que sólo recientemente se han publicado entre nosotros. estamos hablando de La razón populistapor Ernesto Laclau[ 12 ], e Hegemonía y estrategia socialista, de Laclau y Chantaul Mouffe[ 13 ]. Una vez integrada la “perspectiva intelectual” que plantea el “conjunto de preguntas relacionadas con el tema de la posmodernidad”[ 14 ], el escrutinio al que Azzarà somete las formulaciones de estos autores no puede ser menos contundente. Partiendo del uso “problemático” de Gramsci y el sesgo empleado en el concepto de hegemonía, reelaborado con miras a distanciarse de Lenin y del marxismo, es decir, de la “concepción clasista” de la sociedad, buscando adecuarla a las “demandas de la posmodernidad”[ 15 ].

no se trata de hacer mesa rasa del argumento posiblemente algo desinformado de que "el leninismo fue un empobrecimiento alarmante del campo de la diversidad marxista"[ 16 ], y así desestimar todo el conjunto de luchas ahora en evidencia - la lucha contra el racismo, la lucha feminista, la lucha ecologista y pacifista, entre otras. Se trata más bien de dirigirse a él con una crítica que, tomando como punto de partida los desarrollos de Losurdo en torno a la teoría de la lucha de clases – una “teoría general del conflicto social”[ 17 ] ‒, pone en tela de juicio la operación de “deconstrucción” que llevó al marxismo al terreno polisémico de la posmodernidad, cuando se debería haber procedido exactamente en sentido contrario.

En el centro de esta operación, la filiación heideggeriana de las formulaciones de Laclau y Mouffe, en particular la denuncia de Vorhandenheit[ 18 ] y la distinción entre ser y ser. Es a través de ella que los autores organizan la “transición del marxismo al posmarxismo”, un cambio que “no es sólo” de “contenido óntico”, sino “también ontológico”, es decir, de “un nuevo paradigma ontológico”. ”, ya que los “problemas de una sociedad globalizada regida por la información” –insiste Lacalu y Mouffe– “son impensables dentro de los dos paradigmas” que rigen el campo del materialismo histórico, “el hegeliano, y luego el naturalista”.[ 19 ].

Detengámonos en este punto por un momento. Para Heidegger, “el conocimiento de cosa no se presenta como visión o corrección de la visión”, tal como surge de la “'metafísica occidental' desde Platón”, cuya teoría es el preludio de “el mundo se convierte en imagen” y, por tanto, también “el hombre en sujeto constituyente y productivo”. ”[ 20 ]. Esta metafísica “es en realidad una física, un deambular entre los seres”, que olvida “el ser y la verdad, que no es exactitud de representación, cálculo y dominio de los seres”, sino “desvelamiento”.a-letheia)”, y así “abrirse a través del lenguaje”, la “casa del ser”[ 21 ]. Y ahí radica el programa filosófico de Heidegger, organizado en torno al “debilitamiento de la esencia del pensamiento técnico y metafísico”, y la “activación de un 'pensamiento nostálgico', filosófico-poético, que implica la búsqueda de un complemento de sentido en la densidad de lenguaje”, así como la búsqueda de la “pluralidad de significados” de las “cosas”[ 22 ], precisamente el proeza del pensamiento posmoderno.

Este es el camino por el que Laclau se lanza contra “el discurso de la filosofía política” que desde Platón –“el primero en instituirlo”– cuestiona el populismo en los “moldes bien delineados de una comunidad racional”[ 23 ]. Es así como, señala la crítica de Azzarà, habiendo ya diluido la categoría de modo de producción y prescindido de la idea de "interés objetivo", pero también sin comprender y al mismo tiempo simplificando la dialéctica de Hegel, Laclau se lanza en busca de una teoría de la hegemonía fundada en la populismo, en rigor, un retorno a los fundamentos -éste sí- aún "naturalistas" de la comunidad popular, entendida como compartir raíces y tradiciones.

Una lectura que no va más allá del “hecho natural e inmediato del pueblo”, dice la crítica de Losurdo a la izquierda populista[ 24 ] − no muy diferente de la que, todavía en los años setenta, y buscando las bases histórico-materialistas de una ciencia (crítica) del espacio, lanzó a Milton Santos a la geografía cultural de extracción francesa y norteamericana, que, apegada a la “óptica de una técnica ligada a la cultura y no al modo de producción”, llegó al punto de “falsificar por completo el debate” “sobre el subdesarrollo”[ 25 ]

Y así se puede entender la advertencia de Azzarà según la cual Laclau acaba reafirmando la filosofía liberal de la historia, ya que es muy severo frente a las experiencias del socialismo real, pero muy poco crítico frente al carácter genocida y colonial. del liberalismo. Un ejemplo entre muchos de la aplicación de la categoría de totalitarismo al “socialismo real”, del que no por casualidad Heidegger fue uno de los primeros formuladores, lo demuestra Azzarà en un artículo sobre el antisemitismo histórico del autor de Ser y Tiempo, confirmado por la reciente publicación del Schwarze Hefte (Cuadernos negros) ‒ un antisemitismo que no es precisamente biológico, como en la vulgata de Blut und Boden (sangre y suelo), pero sobre todo política, antibolchevique[ 26 ].

A pesar del abierto rechazo a los postulados del marxismo, la populismo ‒ que “pretende ser la lógica misma del ser” ‒ concibe como propio el campo de las luchas de izquierda, y opera en él a través de una serie de innovaciones conceptuales o, mejor dicho, discursivas. Tomando como punto de partida a Jaques Derrida, y ya informado de la crítica de Heidegger a Vorhandenheit, el campo antes visto como uno de los grandes relatos, regido por la determinación estructural, ahora es entendido como “permeado de indecidibles”, con lo cual emerge la noción de indecidibilidad, re-significando la relación de hegemonía[ 27 ].

Y, puesto que se pretende leer a Gramsci como autor de “una dimensión de la hegemonía” hecha “constitutiva de la subjetividad” de los “actores históricos” que ya no se reconocen “simplemente” como “actores de clase”, toda relación hegemónica no es si no no el producto de una articulación contingente, considerada la “dimensión central de la política”[ 28 ]. Y es así como, ya separada de la noción “hegeliana” o “marxista” de “clase universal”, la relación de hegemonía sólo puede emerger de una cadena de equivalencias en la que “una particularidad”, sin dejar de ser ella misma (la los actores sociales son todos particularidades), se convierte en “la representación de una universalidad que la trasciende” – con lo que nunca puede ser “un logro definitivo”, siendo, por el contrario, “siempre reversible”[ 29 ].

De esta forma, el populismo, “una serie de recursos discursivos que pueden ser utilizados de forma muy diversificada”, tiene como “núcleo duro” los significantes flotantes o vacíos[ 30 ]: un nombre puede penetrar el concepto “de tal manera que al final, paso a paso, el núcleo dejará de ser concepto y se convertirá en nombre”, “un significante vacío”, momento en el que aparece “una singularidad histórica” y “ya no tenemos un agente sectorial, como una 'clase': tenemos un pueblo”[ 31 ]. Vargas, Perón, los populismos étnicos europeos del siglo XIX y los surgidos en la década de 1980, como el Liga del Norte italiano, pero también Lula, Chávez... y potencialmente Togliatti, si no hubiera sido el líder de un “partido de militantes comunistas” (si no hubiera sido demasiado comunista, tal vez se refería a Laclau), el elemento trabador en la constitución de un “significante vacío” capaz de articular una “pluralidad de demandas”[ 32 ].

En la lectura de Azzarà, este conjunto de articulaciones discursivas ‒o la política como hermenéutica‒ no puede proteger el estado de salud de la democracia moderna, fundada en la centralidad de los intelectuales orgánicos y más aún del partido, el “agente ontológicamente privilegiado”. En la medida en que la política hegemónica de Laclau (y de Mouffe), enfrascada en una crítica de la concepción clasista, se identifica con los límites de lo ontológico, no puede sino situarse como el “grado cero de la política”, ese primer “rizo antagonista de lo real que queda “naturalistamente” fijado en la superficie de las cosas.

Y así de difícil sería partir de estas formulaciones, claramente transpolíticas y transideológicas, para pensar la ola roja latinoamericana de las primeras décadas de este siglo. El partido de Lula, insiste Azzarà, se proclama heredero de la tradición moderna incluso desde su nombre, mientras que cuestionar la Doctrina Monroe, base del principio clásico de la autodeterminación de los pueblos, fue más importante para entender el éxito de estas experiencias ‒y a pesar de todos los límites, añadiríamos- que los fenómenos posmodernos de hibridación de la política de los que habla Laclau[ 33 ].

El cuarto capítulo, “El giro soberanista del neoliberalismo eurofóbico en Italia. Revuelta populista contra la gran convergencia y el surgimiento de una democracia bonapartista posmoderna”, vuelve al tema de actualidad del populismo de derecha que se convirtió en gobierno. Sin dejar de arrojar luz sobre otras realidades (Trump, Bolsonaro), examina sobre todo la experiencia italiana, que ha conocido recientemente el auge de Aleación norte, partido de raíces xenófobas y separatistas, al gobierno nacional. Un proceso que no por casualidad fue posible gracias a una arquitectura política que implicó una coalición con el Movimiento 5 Stella (M5S) del comediante Beppe Grillo, él mismo un no-partido autoproclamado, que ahora se gana a excomunistas o viejos votantes del PCI.

Esta es una nueva fase de la crisis de la democracia moderna y el bonapartismo. al día, ya plenipotenciario en sus formas de desintermediación de la política, con el debilitamiento de partidos, sindicatos y el surgimiento de reclamos en torno a una democracia directa desde las redes sociales. Todo ello empaquetado con una crítica al parlamentarismo y al globalismo que incluso adquiere tintes de Renacimiento del eurasianismo, como apuntaba el autor en una entrevista de 2017 en la que criticaba cierto frenesí de la izquierda por la victoria de Donald Trump[ 34 ].

El contexto es el de la crisis de reproducción de las sociedades occidentales abierta con el agotamiento del fordismo, ya marcada por revueltas de todo tipo: contra la casta de los partidos, contra la Unión Europea, contra la ciencia oficial, contra los medios de comunicación predigitales. contra la casta universitaria, etc. Una nueva encarnación de las crisis orgánicas de las que hablaba Gramsci, señalando ese tipo de situaciones, “delicadas y peligrosas”, en las que la crisis “de las relaciones entre estructura y superestructura” conduce al surgimiento de “soluciones de fuerza”, de “ poderes oscuros” representados por hombres providenciales y carismáticos”, del fortalecimiento del poder de la “burocracia (civil y militar), de las altas finanzas, de la Iglesia y de todos los organismos independientemente de las fluctuaciones de la opinión pública”[ 35 ]. Y aquí hay uno grande penetración del libro, haciéndonos reflexionar que la crisis orgánica que ahora sacude a Occidente no puede entenderse correctamente si no se está dispuesto a examinar el “cambio cultural” que trae las marcas de la posmodernidad.

Pero estableciendo el marco mas general de esta crisis no es la simple “descripción espacializadora de los hechos del discurso”[ 36 ], la unicidad social inscrita en la heterotopía”[ 37 ], como diría el diferencialismo posmoderno de la imposición de Foucault. Las tendencias de fondo de este proceso deben buscarse más bien en la nueva materialidad de la geoeconomía y la geopolítica mundial, un despliegue contradictorio de la globalización norteamericana que expone lo que Domenico Losurdo, refiriéndose al proceso liderado hoy por el socialismo chino, insistía que era el principio del fin de la “era colombiana” – esta categoría del geógrafo británico Halford Mackinder, marcando el punto de partida de la histórica “gran divergencia” que cavó un “surco profundo” entre el Occidente colonialista y el resto del mundo[ 38 ].

Y aquí está nuevamente la formulación refinada de la categoría de lucha de clases, concebida no sólo en su sentido sociológico o económico, sino como una reflexión en torno al conflicto político como tal, que puede incluso asumir formas institucionales sin que ello implique consecuencias negativas. Un cambio ya advertido por el último Engels, cuando señalaba que los cambios en la lucha de clases posterior a 1848 hacían de la “conquista del derecho al sufragio universal, de la democracia”, “una de las primeras y más importantes tareas de la lucha militante”. proletariado"[ 39 ]. El mismo cambio, cabe señalar, es ahora apoyado por el socialismo chino a escala global, hablando de una “reforma democrática” de las instituciones internacionales como la forma de forjar un mundo fundado “en el respeto a la soberanía estatal” y en la “autonomía”. elección del modo de vida". desarrollo"[ 40 ]. En términos de Azzarà, un riguroso “universalismo concreto”, que nada tiene que ver con la “soberanía particularista” ahora en boga.

Así llegamos al tema del último capítulo, “¿Soberanía o cuestión nacional? El retorno del Estado hobbsiano y el renacimiento del socialchovinismo en la política actual. Continúa reflexionando sobre los efectos de la crisis orgánica de la que surgió el nuevo bonapartismo, pero ahora constatando la confusión que se ha instalado en los círculos de izquierda europeos en torno a la cuestión nacional. El olvido que ha conocido esta cuestión en el contexto del surgimiento de la posmodernidad, entregada a distintas formas de nihilismo nacional –ya sea concibiendo a la clase obrera como una totalidad irreductible, o a través del énfasis en el individuo como subjetividad absoluta y deseante de una carácter nómada –, ciertamente responde de este bochorno, al punto de confundir a una parte de la izquierda – y confundir el tema clásico de la cuestión nacional en el marxismo – con la llamada soberanía e incluso con las formas actuales del socialchovinismo apoyado por la derecha.

Pero no menos importante en esta explicación es la asimilación del Estado a un simple instrumento de clase –enemigo estructural, encarnación de todos los males−, en rigor una visión ahistórica del “espíritu objetivo”, incapaz de entender al Estado como un campo de fuerza, insiste Azzarà. Reverso dialéctico de este conjunto de olvidos, pero también del cambio histórico asociado a la recolonización -incluso bélica- del mundo por parte de Occidente tras el derribo del Muro de Berlín, la crisis orgánica se presenta ahora como una amplia crisis moral a alcanzar incluso una parte de la izquierda, sometida a todo tipo de esterilizaciones emocionales y por tanto envuelta en la espiral de agresividad planteada por el orden dominante (ver la izquierda que rechaza la lucha de las mujeres, los inmigrantes, el movimiento gay, erróneamente interpretados como desconectados e incluso disfuncionales a la lucha del proletariado y de las naciones oprimidas[ 41 ]).

Y es del mismo modo que la crítica de Azzarà a la izquierda entusiasta de la Brexit y la desintegración de la Unión Europea, un orden social (o socio-espacial, en rigor, ya una segunda naturaleza, podríamos decir, rescatando una vez más al geógrafo Milton Santos[ 42 ]) que, para el autor, no responde simplemente a la configuración neoliberal e imperialista emanada de Estados Unidos, posicionándose, por el contrario, en muchos temas –desde el calentamiento global, el comercio internacional y hasta las intervenciones militares–, en oposición a ella. .

Es esta misma izquierda que, alejándose de la cuestión nacional surgida en el seno de Europa tras la victoria bolchevique de 1917, la alianza del proletariado con los sectores medios para oponerse a la colonización del Tratado de Versalles en Alemania en el 20[ 43 ] −, acaba dejándose identificar, al límite incluso de liderar alianzas –transpolíticas y transideológicas, por todos los medios − con el derecho y la fracción de capital que representa. También aquí, Domenico Losurdo, él mismo acogiendo las tendencias actuales hacia la formación de Estados Federativos (Unión Europea, Alba boliviana), y esto a pesar del reconocimiento de las contradicciones allí presentes.[ 44 ], hubiera dicho: Adiós, posmodernismo.

* Marcos Aurelio da Silva Es profesor en el Departamento de Geociencias de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC).

 

referencia


Stefano G. Azzará. Adiós posmodernismo: populismo y hegemonía en la crisis de la democracia moderna. Traducción: Marcos A. da Silva. Florianópolis, Ed. Insular, 2022, 294 páginas.

 

Notas


[ 1 ] Azzara, GS Democracia cercasi. Dalla caduta del Muro a Renzi: sconfitta della sinistra, bonapartismo posmoderno e impotencia de la filosofía en Italia. Roma: Imprimátur, 2014.

[ 2 ] referencia de la película ¡Adios Lenin!, dirigida por Wolfgang Becker, 2003.

[ 3 ] Losurdo, D. La lotta di class. Una historia política y filosófica. Roma: Laterza, 2013, pág. 91.

[ 4 ] Lenin, VI Cuadernos filosóficos. Trans. Paula Almeida. São Paulo: Boitempo, 2018, pág. 320. Lenin se refiere a la introducción que Hegel escribe a su Filosofía de la Historia, señalando que son “embriones del materialismo histórico” (p. 317). Véase Hegel, GWF Filosofía de la Historia. 2 edición Trans. M. Rodrigues y Hans Harden. Brasilia: Editora da UNB, 2008, pp. 11-91. Es hora de señalar una aguda observación de Losurdo sobre el rechazo al historicismo hegeliano. Recuerda que Marcuse ya había señalado que el argumento de la “devaluación de la historia” era caro al nazismo, pero insiste en que la idea abarca distintas generaciones del pensamiento conservador: ya sea con Malthus en la época de la Revolución Francesa, o con los liberales. , fascistas y nazis en el cambio de siglo, del siglo XIX al XX, o incluso hoy, con Alain de Benoist y la Nueva Derecha Europea. Losurdo, D. La catastrofe della Germania e l'immagine di Hegel. Nápoles: Istituto Italiano per gli Studi Filosofici; Milano: Guerriri y Associati, 1987, pp. 130-145.

[ 5 ] Gramsci, A. Quaderni del Carcere. El cura de Valentino Gerratana. Turín: Einaudi, 1975, pág. 1209.

[ 6 ] Vattimo, G. El fin de la modernidad: nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna. Trans. Eduardo Brandao. São Paulo: Martins Fontes, 2002.

[ 7 ] Harvey, D. La condición posmoderna. Una encuesta sobre el cambio cultural. Trans. Adail U. Sobral y Maria S. Gonçalves. São Paulo: Loyola, 2013, págs. 45 y ss.

[ 8 ] Azzarà, SG Sul marxismo del siglo XXI: ricordando Domenico Losurdo. En: Azzarà, SG, Ercolani, P., Susca, E. (eds.). Domenico Losurdo trae filosofía, historia y política. Nápoles: La scuola di Pitagora, 2020, p. 165. Como señala el autor en este artículo en memoria de Losurdo, es precisamente la pérdida de sentido de la idea de progreso y de “necesidad” histórica lo que marca la profundidad de la crisis filosófica inherente a la posmodernidad. Pero insiste en que aquí es obligatorio entender “la diferencia entre la necesidad mecánica y esa muy diferente 'necesidad' que es propia del movimiento histórico”. (pág. 166).

[ 9 ] Gramsci, A., op. cit. PAG. 1619.

[ 10 ] Rehman, J. Nietzscheani di sinistra. Deleuze, Foucault e il postmodernismo: una descostruzione. La cura de Stefano G. Azzarà. Roma: Odradek, 2009, pág. 21

[ 11 ] Gramsci, A. Op. cit., pág. 1209.

[ 12 ] Laclau, E. la razon populista. Trans. Carlos Eugenio M. de Moura. Sao Paulo: Tres Estrellas, 2018.

[ 13 ] Laclau, E. y Mouffe, C. Hegemonía y estrategia socialista. Por una política democrática radical. Trans. Joanildo A. Burity, Josías de Paula Jr. y Aecio Amaral. São Paulo: Intermeios; Brasília: CNPq, 2015.

[ 14 ] Igual, págs. 33-34.

[ 15 ] Para una discusión reciente sobre la herencia de Lenin del concepto de hegemonía de Gramsci, ver Fresu, G. Lenin lector de Marx: dialéctica y determinismo en la historia del movimiento obrero. Trans. Rita Coitinho. São Paulo: Anita Garibaldi; Fundación Mauricio Grabois, 2016, pp. 18-19. La crítica a las “referencias descontextualizadas” de Laclau y Mouffe a los Cuadernos de la prisión, responsables de establecer una “imagen posmarxista” de Gramsci, aparece también en Thomas, PD El Momento Gramsciano. Filosofía, hegemonía y marxismo”, Haymarket Books, Chicago (Illinois), 2010, p. 11 (nota 48).

[ 16 ] Laclau, E. y Mouffe, C. op. cit., pág. 35.

[ 17 ] Losurdo, D. 2015, op. cit., pág. 63.

[ 18 ] En las notas explicativas de la edición brasileña de Ser y Tiempo el sustantivo Vorhandenheit se define como “ser simplemente dado”, añadiendo que se forma a partir del sustantivo 'Mano' (= mano) y la preposición 'vor' (= antes, en sentido espacial y antes, en sentido temporal). Designa el modo de ser de la cosa como lo que 'ingenuamente' se asume como sustancialidad del ser”. HEIDEGGER, M. Ser y Tiempo. Trans. Marcia Sa Cavalcante. 10a Petrópolis: Voces, 2015, p. 563.

[ 19 ] Laclau, E. y Mouffe, C. op. cita, págs. 36-7. La nota de los traductores dice: “La distinción entre lo óntico y lo ontológico está claramente inspirada en la 'diferencia ontológica' entre el Ser heideggeriano y el ente”. Igual, pág. 48.

[ 20 ] Bodey, R. La filosofía de los novecientos (y oltre). Milán: Feltrinelli, 2015, pág. 137.

[ 21 ] Ídem, pág. 138.

[ 22 ] Igual, págs. 142-3.

[ 23 ] Laclau, E., op. cit., pág. 27

[ 24 ] Losurdo, D. ¿Marxismo o populismo? En: El imperialismo y la cuestión europea. En: Alessandroni. E. (org.). Nápoles: La scuola di Pitagora, 2019, p. 88.

[ 25 ] Santos, m. Por una nueva geografía. De la crítica de la geografía a una geografía crítica. 6 edición São Paulo: Edusp, 2008, pág. 37.

[ 26 ] Azzarà, SG Heidegger 'inocente': un exorcismo de la izquierda posmoderna. En: crítica marxista, No 42, 2016. Para una crítica a la categoría de totalitarismo, véase Losurdo, D. marxismo occidental: cómo nació, cómo murió, cómo puede renacer. Trans. Ana M. Chiarini y Diego SC Ferreira. São Paulo: Boitempo, 2018.

[ 27 ] Laclau, E. y Mouffe, C., op. cit., pág. 38.

[ 28 ] IDENTIFICACIÓN Ib. páginas. 39-40. IDENTIFICACIÓN Ib. páginas. 39-40. Vale la pena recordar aquí la interpretación que Peter Thomas hace de los pasajes en los que Gramsci discute la relación entre lo “objetivo” y lo “subjetivo”, insistiendo en que si Gramsci es un crítico del “objetivismo”, esta crítica “también implica un rechazo de las filosofías del sujeto". Thomas, PD op. cit., pág. XXIV. De hecho, Gramsci opera sobre el terreno de la totalidad histórica y no del puro subjetivismo. De ahí que asociara lo “subjetivo” con la “doctrina de las superestructuras”, refiriéndose incluso a una “lucha por la objetividad”. Gramsci, A., op. cit. PAG. 1420.

[ 29 ] Laclau, E. y Mouffe, C., op. cit., 40-41.

[ 30 ] Laclau, E. 2018, op. cit. PAG. 254.

[ 31 ] Ídem, pág. 264.

[ 32 ] Las referencias a la experiencia latinoamericana reciente se encuentran en la introducción a la edición brasileña de la razón populista, Op. cit., págs. 20-21. La referencia a Togliatti ya los populismos europeos de origen étnico forma parte de la “saga del populismo” presentada en el capítulo 7, apareciendo principalmente en las páginas 262-268 y ss.

[ 33 ] Si es posible decir que la Argentina de los Kirchner es el país en el que "el proceso político real" estuvo "más cerca de la hipótesis de Lacau", aun así, insiste Azzarà, se trata de una experiencia ligada al "emancipacionismo moderno", cuando pero no porque el populismo latinoamericano clásico –leído en el capítulo 4– tiene un sentido “muy diferente” a las formas que asume el posmodernismo. En cuanto al populismo latinoamericano, se pueden leer los estudios de Francisco Weffort, quien lo define como una “alianza (tácita) entre sectores de diferentes clases sociales”, en la que “la hegemonía siempre se encuentra con los intereses ligados a las clases dominantes, pero imposible de lograr”. sin atender algunas aspiraciones básicas de las clases populares”, tales como la “demanda de empleo, mayores posibilidades de consumo y el derecho a participar en los asuntos del Estado”. En lo que se refiere al “sistema de partidos”, no se trata de su disolución, como en la forma posmoderna (ver más abajo el ejemplo del 5 estrellas italiano), sino de su “poca autonomía en relación con el Estado”. Weffort, F. El populismo en la política brasileña. 4a edición Paz y Tierra, 1980, pp. 75-6.

[ 34 ] Azzarà, SG Globalisti contro sovranisti: un conflicto tutto interna alle classi dominantei. En: El bien común, marzo de 2017. El eurasianismo fue criticado por Gramsci en el Cuadernos. Fue un movimiento que, allá por 1921, tendía a establecer una “revisión del comportamiento de los intelectuales emigrados” respecto a la Rusia soviética, entendiéndola “más asiática que occidental”. Según Gramsci, los euroasiáticos “no son bolcheviques, pero son enemigos de la democracia y del parlamentarismo occidental. A menudo se comportan como fascistas rusos, como amigos de un Estado fuerte en el que la disciplina, la autoridad, la jerarquía tienen que dominar a la masa”; sus miembros “saludan el orden estatal existente en la Rusia de los soviets, a pesar de que contemplan sustituir la ideología nacional por la proletaria”. Gramsci, A. op. cit., págs. 180-181. El pasaje, muy ilustrativo, puede leerse a la luz de las referencias a Lenin hechas en el cuaderno 7, donde se advierte, precisamente en lo que se refiere a la relación entre lo “nacional” y lo “internacional”, la dialéctica presente en la gran Rusia. revolucionario, definido como “profundamente nacional y profundamente europeo”. Gramsci, A. op. cit., pág. 866. Un ejemplo de la reedición actual del eurasianismo se puede encontrar en las teorías del ruso Aleksander Dugin, cuya historia intelectual nos recuerda inmediatamente la crítica de Gramsci a la que nos referimos aquí. Su vida intelectual comenzó en la década de 80 con la participación en un círculo de cultura 'subterráneo' por nombre Yuzhinsky, cuyos orígenes se remontan a Moscú en la década de 60. Los intereses intelectuales del grupo eran el fascismo, el nazismo, el nacionalismo, el ocultismo y el misticismo. El grupo era antisoviético, simpatizaba con el nazismo no necesariamente por amor a Hitler o el antisemitismo, sino porque era "un claro enemigo histórico" (un enemigo histórico colorido) de su propio gobierno. Véase Teitelbaum, B. Guerra por la eternidad. El retorno del tradicionalismo y el auge de la derecha populista. Londres: Penguin Books, 2020, págs. 41 y 94-6.

[ 35 ] Gramsci, A., op. cit., págs. 1578-9 y 1603.

[ 36 ] Foucault, M. Sobre la Geografía. En: Microfísica do poder. 28 edición. Trans. Roberto Machado. Río de Janeiro: Paz e Terra, 2014, pág. 253.

[ 37 ] Foucault, M. Espacio, Saber y Poder. En: El poder, una bestia magnifica: sobre el poder, la prisión y la vida. 5 edición Trans. Horacio Pons. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2019, pp. 154-5.

[ 38 ] Losurdo, D. 2013, op. cit., pág. 313.

[ 39 ] Engels, F. Prefacio. En: Marx, Carlos. Luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. Trans. Nelio Schneider. São Paulo: Boitempo, 2012, pág. 21. Como es sabido, el original de Engels fue alterado por el reformismo de la Segunda Internacional, buscando transmitir la idea de que, al valorar el trabajo parlamentario y propagandístico, Engels proclamaba el fin de las luchas callejeras e incluso la era de las revoluciones. Véase Fresu, G., 2016, op. cit., pág. 53.

[ 40 ] Bertozzi, DA La Cina della Reforma: Un Camino Histórico-Ideológico. En: marx ventuno, No 2-3, 2015, pág. 68.

[ 41 ] “La lucha de clases casi nunca se presenta en estado puro, casi nunca se limita a involucrar a sujetos directamente antagónicos”, y “es precisamente gracias a esta falta de 'pureza' que puede conducir a una revolución social victoriosa”. Losurdo, D. 2013, op. cit. PAG. 27. La crítica dirigida al antihumanismo de Althusser recuerda también que las “luchas de clases” –esta categoría debe declinarse siempre en plural, insiste Losurdo–, “lejos de tener una dimensión meramente económica, son luchas por el reconocimiento”. Losurdo, D. 2018, op. cit. PAG. 79. La crítica a Althusser también puede leerse en Losurdo, D. 2013, pp. 87-92.

[ 42 ] Santos, M., op. cit., págs. 246-7.

[ 43 ] El propio Azzarà es autor de un interesante estudio reciente al respecto, discutiendo las posiciones de Clara Zetkin y sobre todo de Karl Radek en la década de 20, este último una especie de pionero entre los leninistas que se dedicaron a pensar el problema de la hegemonía y su entrelazamiento. con la cuestión nacional. Es, en rigor, el problema de los frentes en la lucha por la hegemonía. Azzara, SG Comunisti, fascisti y questione nazionale. Germania 1923: ¿frente rossobruno o guerra de egemonía? Milán-Udine: Mimesis, 2018.

[ 44 ] Losurdo, D. 2019, op. cit. páginas. 23-4. Véanse en particular los capítulos que critican las lecturas que tienden a situar a la Unión Europea en el mismo plano que el “imperialismo planetario” estadounidense. Pero no fue el caso de las FARC colombianas, recuerda Losurdo, e incluso de Cuba y China, siempre muy conscientes de esta diferencia (pp. 85-6). Como se refirió Azzarà en clave leninista, se trata de esa incapacidad para “identificar el conflicto principal” que marca el “analfabetismo político gravísimo” de nuestro tiempo. Azzarà, SG 2020, op. cit., pág. 166. El artículo de Emiliano Alessandroni que integra como apéndice este volumen póstumo de Losurdo recuerda que Gramsci también se pronunció a favor de una Unión Europea, insistiendo en que “el proceso histórico tiende hacia esta unión y que hay muchas fuerzas materiales que sólo en esta la unión puede desarrollarse”. Alessandroni, E. ¿Economicismo o dialéctica? Una aproximación marxista a la cuestión europea. En: Losurdo, D. 2019, op. cit. PAG. 455. Como señalamos anteriormente, se trata, a juicio de Gramsci, no de la anulación de la cuestión nacional, sino de su comprensión a través de esa dialéctica que supo retener a Lenin, presentándose a la vez como “profundamente nacional y profundamente europea”, o internacionalista. Gramsci, op. cita, pág. 866.

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