Adiós a las ilusiones

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por LISZT VIEIRA*

Los que consideraban a Putin un líder antiimperialista de izquierda no pueden explicar la alianza y los que estigmatizaron a Putin como un comunista peligroso se quedan con la boca abierta sin entender lo que está sucediendo.

Rusia fue invadida por los mongoles entre 1220 y 1230, por Lituania entre 1368 y 1370, por Polonia entre 1609 y 1618, por Suecia en 1709, por Francia en 1812, por Alemania en 1941. Ucrania era un paso, con el objetivo de controlar el Mar Negro. Y participó en varias guerras, como la Guerra Ruso-Japonesa, perdida por los rusos en 1905, lo que contribuyó al debilitamiento del zarismo.

De las intervenciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, además de en los países ocupados en Europa del Este por la Unión Soviética, los rusos intervinieron en Afganistán en 1979, en la provincia separatista musulmana de Chechenia en 1995 y también en el período de 2000 a 2009, en Georgia en 2008, en Ucrania en 2014 anexionándose Crimea. Rusia envió tropas a Siria a petición del presidente Assad en 2015 e invadió Ucrania en 2022, alegando que se estaba defendiendo de un asedio de la OTAN. 

Como se puede observar, un currículo “modesto” comparado con las decenas de guerras e invasiones de EEUU en otros países tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, con énfasis en la invasión de Corea, Vietnam, Irak, República Dominicana, Granada, Panamá, Afganistán, además de las “guerras por delegación”, como fue el caso de la guerra en Ucrania y la masacre israelí en Gaza, además de operaciones militares y bombardeos en varios países como, por ejemplo, en Laos, Camboya, Serbia, Libia, la Guerra del Golfo, etc.

Desde 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, y 1991, cuando se derrumbó la Unión Soviética, Rusia se ha convertido en un país capitalista y hoy tiene un presidente autoritario de derecha. Pero en la izquierda, mucha gente todavía consideraba a Rusia un país socialista debido al conflicto con Estados Unidos y a Putin un líder de izquierda. Por otro lado, en la derecha era común considerar a Rusia como el “peligro comunista” y a Putin como un dictador comunista al que había que temer.

La alianza de Trump con Putin, previamente anunciada y ahora practicada por Trump, ha destrozado este castillo de ilusiones. Estados Unidos y Rusia se convierten en aliados. Quienes consideraban a Putin un líder antiimperialista de izquierda ahora no saben cómo explicar esta alianza. Y a la derecha, aquellos que estigmatizaron a Putin como un comunista peligroso al que hay que combatir se quedan con la boca abierta, sin entender lo que está pasando.

El presidente criminal de Estados Unidos está destruyendo la democracia, no mediante un clásico golpe de Estado desde afuera hacia adentro, sino desde adentro. Lo mismo ocurre con Netanyahu en Israel, Putin en Rusia, Zelensky en Ucrania, etc. Eso es lo que intentó Bolsonaro en Brasil, sin éxito. El capitalismo, en su versión neoliberal dominante, no parece interesado en coexistir con regímenes democráticos.

Al percatarse del avance de la multipolaridad en el mundo y sentir el debilitamiento de la hegemonía unilateral de Estados Unidos, Trump comenzó a destruir las instituciones democráticas y prácticamente declaró la guerra a la democracia, ya amenazada por el avance de la extrema derecha en varios países occidentales. Trump está sentando las bases de una nueva tiranía basada en una ideología neofascista. Comenzó a atacar algunos símbolos importantes de la civilización como los derechos humanos, así como las medidas de protección del medio ambiente frente al cambio climático que amenazan la supervivencia de la humanidad, ya sea por la destrucción de la biodiversidad o el calentamiento global provocado por la emisión de gases de efecto invernadero y la deforestación de los bosques.

Europa ha comenzado a pagar el precio de su sumisión a los intereses de Estados Unidos y su brazo armado, la OTAN. Francia, el único país nuclear de la Unión Europea, abandonó hace tiempo la política antiamericana de “force de frappe” del general De Gaulle y aceptó, como otros países europeos, la protección de la OTAN, el verdadero ejército estadounidense en Europa. Y con esto, aceptó que su enemigo es el enemigo declarado de Estados Unidos. 

Ahora, abandonada por EE.UU., Europa, desorientada, busca su camino. Fue sintomática la declaración del primer ministro de Polonia, Donald Tusk, cuando, para levantar la moral, afirmó: “Europa ha despertado. Un gigante ha despertado. 500 millones de europeos piden a 300 millones de estadounidenses que les defiendan de 140 millones de rusos”. Y añadió: “el Viejo Continente es superior a Rusia en cuanto a soldados, piezas de artillería, aviones de combate” (Le Figaro, 4/3/2025).

Como podéis ver el enemigo sigue siendo Rusia. Pero Rusia no tiene ningún interés en invadir Europa. Le interesa la integración económica, que ha sido vetada por EEUU, que no cumplió el acuerdo de disolver la OTAN después de que los rusos disolvieran el Pacto de Varsovia. Tarde o temprano, probablemente se producirá alguna integración económica porque hay intereses comunes. El general francés Vincent Desportes, ex director de la Escuela Superior de Guerra de Francia, en una conferencia impartida hace unos años en el Instituto de Estudios Políticos de París, más conocido como Science Po, abogó por un acercamiento entre Europa y Rusia, en vista de intereses comunes.

Pero la élite gobernante de los principales países europeos ignoró estos intereses comunes. Europa ha asumido como enemigo al enemigo definido por EE.UU., es decir Rusia, un viejo enemigo de la Guerra Fría. Y fue remolcado por los intereses estadounidenses con su política de cercar a Rusia, a través de la OTAN. El ascenso de Trump ha cambiado las cosas, dejando a Europa sin timón y sin protección frente a su “enemigo” tradicional.

Trump quiere destruir el Estado, los servicios públicos y transformar los derechos en mercancías, como ya viene sucediendo con el predominio del neoliberalismo en el capitalismo occidental, especialmente en los países periféricos. Canadá, China y México ya han anunciado represalias contra los aranceles de importación impuestos por Trump, violando los acuerdos comerciales e ignorando a la Organización Mundial del Comercio. En Brasil, hasta ahora, el Gobierno no ha hecho nada, porque el “sector”, es decir, las empresas de acero y aluminio, son quienes deciden.

 Trump dejará la democracia estadounidense en pedazos. Y, perdidas y sin rumbo, la derecha y la izquierda tradicionales tardarán algún tiempo en recuperarse del shock producido por la nueva alianza entre Estados Unidos y Rusia.

*Vieira de Liszt es profesor jubilado de sociología en la PUC-Rio. Fue diputado (PT-RJ) y coordinador del Foro Global de la Conferencia Rio 92. Autor, entre otros libros, de La democracia reaccionaGaramond). Elhttps://amzn.to/3sQ7Qn3]

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