Minutos de Marusia

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por AFRANIO CATANÍ*

Comentario a la película dirigida por Miguel Littín

1.

Cuando el chileno Miguel Littín (1942) dirigió Minutos de Marusia (1976), fue un cineasta de poco más de treinta años con una amplia experiencia como actor, director y autor teatral, además de haber realizado varios trabajos dramáticos para televisión, documentales para cine y haber alcanzado el éxito de público y crítica con su primer largometraje de ficción. , El Chacal de Nahueltoro (1969).

En el Festival de Cine de Viña del Mar de este año, junto con Valparaiso mi amor (Aldo Francia, 1968) y tres tristes tigres (Raúl Ruiz, 1968), El chacal… fue aclamado como responsable del surgimiento del Nuevo Cine Chileno (MOUESCA, 2011, p. 206) (1). Con la elección de Salvador Allende a la presidencia de la República de Chile (1970) por el movimiento político Unidad Popular, Littín fue designado director de Chile Films, cargo que ocupó durante casi un año, dejándolo por graves problemas financieros y administrativos. problemas que luego afectan al gobierno.

Comenzó en 1972, La tierra prometida, finalizada recién en 1974 en México, país donde se exilió en 1973, desarrollando allí la mayor parte de su trabajo como director, obteniendo casi siempre generosos recursos y apoyo de las autoridades mexicanas para discutir proyectos y realizar sus películas. “El primero de estos proyectos se concretó con bastante rapidez, gracias al apoyo del Banco Cinematográfico de México, a la película Acta de Marusia”, adaptado de una novela, inédita en ese momento, de Patricio Manns (MOUESCA, 2011, p. 206). Basta ver unos minutos de la película para comprobar que el cineasta disponía de considerables medios materiales para filmarla. Habiendo realizado media docena de películas de ficción en el exilio, esta es la única en la que desarrolla una historia de su país, y sus demás obras se basan en temas generales latinoamericanos (ORELLANA RIERA, 2012, p. 17) (2).

2.

Filmado en una mina de plata abandonada en el pueblo de Santa Eulalia, en el desierto mexicano de Chihuahua, Minutos de Marusia recrea la atmósfera de un pueblo minero chileno de principios del siglo XX con sus casas, habitantes, taberna y asambleas sindicales, en definitiva, la vida cotidiana que viven los trabajadores oprimidos, sometidos a una brutalidad casi ilimitada.

Estamos en Marusia, norte de Chile, en 1907; Este pueblo sólo existe gracias al trabajo que ofrece en una mina de salitre una empresa minera inglesa, que explota gran parte de los minerales del país. En la plaza principal, en un día polvoriento y ventoso como cualquier otro, las esposas de los trabajadores conversan alrededor del cadáver de un ingeniero inglés asesinado. Luego, aparecen el sargento y el cabo del ejército, encargados de los trámites burocráticos respecto del cadáver. Ambos entablan un diálogo que puede tomarse como ejemplo de la forma de actuar del brazo armado del enclave capitalista en la región:

Sargento: "¡Continúe, cabo!"
Cabo: "Tenemos que buscar una pista sobre el asesino".
Sargento: “Lo único que hay en las calles de Marusia son carriles”.
Cabo: “Todos los asesinos dejan pistas”.
Sargento: “Sí, pero estos asesinos son los designados por la administración. ¡Les disparamos y listo!”(3)

El administrador general, el misterio, les grita a los empleados en la oficina de la minera: “Mataron al ingeniero, a los que organizaron la huelga”. Posteriormente, uno de los sospechosos, Rufino, es arrestado e interrogado por soldados en la comisaría. misterio. quien, tras llamar “indio de mierda” al trabajador peruano, pronuncia la sentencia: “¡Dispárale!” El sargento intenta argumentar: “No puedo, señor, tengo que cumplir la ley, hay que juzgarlo a él primero”. Pero misterio No objetes: “¡Este animal está prohibido!”

En las siguientes escenas, el trabajador peruano es llevado a un lugar desierto, caminando con pasos rápidos delante de los caballos de los soldados, mientras su esposa corre detrás de los hombres a caballo; le disparan sumariamente con varios tiros. En represalia, los mineros asesinan a agentes de policía, las fuerzas del ejército llevan a cabo otras ejecuciones y comienza una huelga general en todos los enclaves mineros de la zona.

Los huelguistas eligen un comité directivo, el sindicato se vuelve aún más activo y se discuten estrategias para enfrentar al enemigo. A partir de entonces, la película se dedica, durante un período considerable de tiempo, a recapitular la vida de algunos dirigentes sindicales. En particular, de Gregorio (Gian Maria Volonté), evocando su relación con Margarita (Silvia Mariscal), su compañera asesinada por militares en una masacre anterior, ocurrida en Iquique, situada a unos 200 kilómetros de Marusia.

Entre las líneas de acción definidas por la dirección sindical está la apropiación de una gran cantidad de dinamita, utilizada en las minas. En un momento, Gregorio dice que se necesitan 40 kilos de dinamita y 12 hombres para transportarla, con mujeres, en la división del trabajo de resistencia contra el opresor, almacenando agua, comida y cerillas (“para encender la dinamita”).

La crítica fortuna dedicada a Minutos de Marusia Destaca, entre otras dimensiones de la narrativa de Miguel Littín, que “la historia se cuenta según un esquema ideológico entonces en boga, el enfrentamiento de la 'izquierda tradicional', supuestamente reformista, con la 'izquierda revolucionaria', partidaria del conflicto armado” (MOUESCA, 2011, p. 206).

Los militares presentes y los refuerzos que aparecen no consiguen controlar la situación, ya que Marusia está completamente ocupada por trabajadores que ahora tienen a los ingleses como rehenes. En este enfrentamiento, los mineros se enfrentan a los soldados, recurriendo en ocasiones a ataques suicidas con cartuchos de dinamita atados al cuerpo.

Nuevos contingentes militares son enviados en tren por el puerto de Iquique. A partir de entonces, la película analiza ampliamente las diferentes formas de acción: hay quienes defienden la entrega de dinamita y la liberación de los ingleses, pues temen ser masacrados. Mientras Gregorio dice que “por cada huelga que ganas, pierdes diez”, pero, al mismo tiempo, afirma: “si hacemos esto [rendirnos] seremos ametrallados inmediatamente; Siempre ha sido así”. Domingo Soto (Eduardo López Rojas) responde diciendo: “no vamos a poder organizarnos, nos falta tiempo, y tiempo es lo que no tenemos”.

Gregorio sostiene que si los trabajadores se organizan podrán extender la huelga por todo el norte de Chile, Perú, “en una alianza de trabajadores, soldados, estudiantes y campesinos”, extendiendo la revuelta “por todo la pampa, contaminando a todo el país”. Y termina definitivamente, convenciendo a los presentes en la asamblea de que los militares “no pueden bombardear Marusia. Si lo hacen, destruirán toda la empresa, y la empresa no lo permitirá. Luchemos”.

Desgraciadamente para los mineros, Gregorio se equivocó: el capitán Troncoso es asignado al mando del destacamento militar destinado a intervenir en Marusia. Y en conversación con el representante de la minera (el señor O'Brian), a través de un intérprete, Troncoso lo convence de que la mejor solución es bombardear Marusia, de lo contrario los huelguistas y las huelgas se extenderán como una epidemia por todo el país: “Tenemos atacar y eliminar el problema donde se presente”. Tras recibir la aprobación del Sr. O'Brian, añade: “Es mejor perder una sección (Marusia) sin perder minerales y sin amenazar a las otras unidades”.

Troncoso llega con su ayudante, el oficial Espinoza, cientos de hombres bien armados y varios cañones en un tren que se ve obligado a detenerse a pocos kilómetros de Marusia, porque las esposas de los mineros se han tumbado sobre las vías del tren. Troncoso se baja del tren y ordena al conductor que retroceda unos metros con el tren y se acerque a las mujeres. Él se niega a obedecer y el soldado lo mata a tiros. Espinoza le informa que no hay otro conductor. Troncoso ordena entonces que todos abandonen el tren y lleven consigo sus armas y equipos, recorriendo los kilómetros restantes a pie. Sin embargo, antes de marcharse, dispara a todas las mujeres que le bloqueaban el paso (“¡Indios hijos de puta!”, grita).

Espinoza, mientras aún estaban en el tren, preguntó qué error había cometido Troncoso a lo largo de su carrera, pues lo consideraba el mejor oficial del ejército chileno, y por tanto no debería estar al mando de una operación militar “aquí en el norte”. Agrega también que él, Espinoza, cuando iba a una misión de exterminio, siempre tenía miedo. “Entonces comienza la matanza, todos mueren y luego se usan las bayonetas. Al principio sientes un cosquilleo en todo el cuerpo, pero luego llega el olor a sangre y te dan ganas de matar y seguir matándote. Es fácil, es como cazar palomas”. Troncoso no responde. Espinoza sólo le dice a Espinoza que guarde silencio cuando comenta que todos los instructores militares vienen de otros países –y rechaza algunos de los apellidos extranjeros–, y agrega: Es como una invasión de extranjeros, lenta y silenciosa”.

También hay algunas escenas que se centran en la maestra de la escuela de los hijos de los trabajadores, niños de distintas edades. Entabla diálogo con Gregorio, informándole que presenció la masacre de mineros en Iquique. Y, cuando los ciudadanos ingleses abandonan Marusia, ella decide quedarse en la ciudad, realizando una hermosa foto general del andén de la estación: el sacerdote se marcha rápidamente...

Cuando llega Troncoso, dice que no quiere supervivientes y, justo antes de ordenar el ataque, reflexiona: “Artillería para frenar; fusilamiento para terminar; caballería para perseguir.” Grita a las tropas: “Soldados de la Patria: ¡el enemigo está adelante y lo vamos a exterminar!”, y agrega: “¡Viva Chile!”, seguido de tres vítores de los demás soldados.

Lo que aparece a continuación es una carnicería generalizada, una masacre terrible: disparos de ambos lados con rifles, cañones disparados por los militares que destruyen personas y casas, bombas lanzadas contra los soldados, dinamita explotando en los cuerpos de los mineros, ataques suicidas. momento en que se dan cuenta de que serán asesinados por las fuerzas de ocupación, etc.

Cuando queda claro que la lucha está llegando a su fin, Gregorio conversa con Soto, haciendo su autocrítica: “no supimos organizarnos, no supimos buscar las alianzas necesarias para resistir, no supimos organizarnos, no supimos buscar las alianzas necesarias para resistir, no supo discutir adecuadamente los problemas para buscar la unidad necesaria”. Gregorio ordena a Soto y a los otros dos compañeros separarse y huir con las actas que había ido redactando a lo largo de los días, desde su llegada a Marusia, registrando el curso de los acontecimientos – “estos papeles nos permiten dar cuenta al mundo de lo sucedido ” (ORELLANA RIERA, 2012, p. 18).

Todos los hombres que no murieron en combate son capturados, torturados y fusilados a la vista de las mujeres y los niños. Trunk, enojado, grita: “Cuanto más los matamos, más aparecen”.

Gregorio es torturado física y psicológicamente, mientras Troncoso y Espinoza le preguntan dónde están los demás líderes del movimiento. Luego, en una esquina de la plaza principal, tumbado boca abajo en el suelo, Gregorio es fusilado ante la mirada de decenas de niños.

En las últimas secuencias se puede ver a Soto y dos compañeros corriendo sin detenerse, portando las actas que registran toda la trama de los hechos que culminaron con la masacre en el pueblo salitrero de Marusia, al norte de Chile, el 17 de agosto de 1907. La publicación de Estas actas ayudarán a los trabajadores organizados a continuar su lucha emancipadora.

En esta película de Miguel Littín se pueden comprobar sus principales virtudes como director, como la ambientación característica del pueblo de Marusia, de principios del siglo pasado; la dirección segura de los actores; la atmósfera casi permanente de tensión y el hábil manejo de varias escenas de multitudes. Destacan también la música de Mikis Theodorakis, las canciones de Ángel Parra, los buenos diálogos entre los soldados, los monólogos de Gregorio y la interpretación comedida de Volonté (MOUESCA, 1988 y 2011; ORELLANA RIERA, 2012) (4). Al mismo tiempo, en Minutos de Marusia Hay un énfasis excesivo en los recursos alegóricos, la grandilocuencia del discurso revolucionario, algunos excesos retóricos y la recurrencia, en ocasiones extrema, de escenas de violencia.

Minutos de Marusia, según tengo entendido, constituye un punto de inflexión en el cine chileno del siglo XX, al mostrar que la violencia, los fusilamientos, la intimidación y el uso continuo de una maquinaria militar contra las clases populares siempre han sido instrumentos utilizados por las elites latinoamericanas –chilenas, en este caso- para perpetuar su dominación.

3.

Sólo me gustaría añadir una pequeña nota personal: tengo especial cariño por Minutos de Marusia, porque, en plena dictadura militar brasileña, creo que a finales de 1977 o principios de 1978, me encontré, con decenas de personas más, en una sala de exposición comercial en São Paulo, cerca de la Avenida Paulista, a finales de por la noche, viendo el preestreno de la obra de Miguel Littín – todos los espectadores estaban invitados. Casi media hora después del inicio de la proyección, se encendieron las luces y nos ordenaron, a gritos, que saliéramos del cine. Estábamos rodeados de vehículos y agentes de la policía federal, que crearon una especie de corredor polaco y, sin violencia física (basta con violencia simbólica), reiteraron que debíamos salir de allí rápidamente.

Si la memoria no me falla, la obra fue censurada y prohibida su exhibición aquí durante un largo período. Llegué a ver la película mucho más tarde, recién a finales de los años 1990, en Cuba, trabajando en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, sin dejar de conmoverme e involucrarme con la lucha de los trabajadores mineros que se libran en Pueblo de Marusia.

*Afranio Catani Es profesor jubilado de la Facultad de Educación de la USP y actualmente es profesor titular de la misma institución. Profesor invitado en la Facultad de Educación de la UERJ (campus Duque de Caxias).

Publicado originalmente en Daniela Gillone (Org.). cine latinoamericano. São Paulo: Fundação Memorial da América Latina, 2014, páginas. 37-45.

referencia


Minutos de Marusia
México, 1976, 110 minutos
Direccion: Miguel Littín
Guión: Miguel Littín, Patricio Manns y Freddy Taverna
Fotografía: Jorge Sthal Junior
Montaje: Ramón Aupart y Alberto Valenzuela
Compañía Productora: Conacine y Arturo Feliu
Emitir: Gian Maria Volonté, Diana Bracho, Claudio Obregón, Eduardo López Rojas, Patricia Reyes Spindola, Salvador Sánchez, Silvia Mariscal, Ernesto Gómez Cruz, Arturo Beristáin, Alejandro Parodi.

Notas


  1. MOUESCA, J. Littín Cucumides, Miguel. En: CASARES RODICIO, E. (Coord.). Diccionario de Cine Iberoamericano. España, Portugal y América. Madrid: SAGE/Fundación Autor, vol. 5, 2011, pág. 205-208.
  2. ORELLANA RIERA, C. Acta de Marusia. En: CASARES RODICIO, E. (Coord.). Diccionario de Cine Iberoamericano. España, Portugal y América. Madrid: SGAE/Fundación Autor, vol. 1, 2012, pág. 17-18.
  3. Todos los discursos de los personajes mencionados en este texto fueron transcritos de la película.

MOUESCA, J. Miguel Littín: la apertura latinoamericana. plan de secuencia Memoria de Chile. Cinco años de cine chileno (1960-1985). Madrid-Santiago: Ed. Del Litoral, 1988, p. 89-107.


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