por RENATO DAGNINO*
Muchos en la izquierda, preocupados con razón por enfrentar el fascismo, subestiman la defensa y los atributos asociados con ella.
Como aficionado de izquierdas a un partido de fútbol en el que nuestro rival habitual es el equipo de derechas, el resultado del jueves me lavó el alma de las muchas derrotas que hemos sufrido. A nivel nacional e internacional, bien financiado y literalmente armado, se ha estado preparando para derrotarnos durante siglos.
Nuestro ataque, que con explosión y potencia marca goles, sufre las faltas más peligrosas y consigue victorias, y por eso es más valorado, estuvo brillante.
Pero la defensa se había preparado, con la “visión de juego” que tiene. Recuerda que son los jugadores defensivos, con su resistencia, quienes aprenden a calibrar adecuadamente el equipo para aprovechar la explosión del ataque. Lo que explica que sean ellos quienes se conviertan en entrenadores de nuestras selecciones. A pesar de esto, muchos en la izquierda, preocupados con razón por enfrentar el fascismo, subestiman la defensa y los atributos asociados con él.
Esta victoria, que demuestra la importancia de quienes juegan en defensa (con su conocimiento del rival, visión de juego, perspectiva estratégica), merece ser tomada en cuenta. Esto es lo que se hace aquí llevándolo al análisis de las cuatro modalidades en las que tiene que competir nuestro gobierno. Es decir, valorar correctamente cómo debe ser nuestra preparación para cambiar la puntuación global de las modalidades.
Para la modalidad de “enfrentar a la derecha fascista” del juego del 8 de febrero, que implica explicar y castigar sus crímenes, la lucha contra la desinformación que promueve, parece que la explosión (y el oportunismo inherente a ella) está siendo bien calibrada para el defensa con reflexión y resistencia que posee. La defensa prepara oportunidades de gol.
La victoria dio alivio y aliento a los espectadores de izquierda. Y, a juzgar por la influencia de PIG entre los que votan a la derecha, sumamos puntos a la puntuación general. Y aumentamos la gobernabilidad; algo que en el corto plazo es crucial para implementar nuestro proyecto político.
La segunda modalidad – “enfrentar a la derecha maloliente” – implica cambiar el marco legal del Estado heredado en la dirección del Estado necesario. Está en marcha un proceso que, contrariamente a quienes difunden el mito de las políticas de Estado, depende de la voluntad y capacidad de los gobiernos para reorientar las políticas públicas.
Aquí, la disidencia interna es un síntoma de que la izquierda está avanzando. Más que en el primero, donde la evidente brutalidad del oponente establece una agenda política casi consensuada en el corto plazo, aquí parece haber una falta de escucha, reflexión, discusión y debate que mitiguen la tendencia reformista natural.
Destacando el horror que está mostrando la primera modalidad, esta tendencia resalta que debemos acumular fuerzas con la derecha maloliente y más civilizada con la que estábamos acostumbrados a jugar. Se está gestando una falacia que dice que dada la correlación de fuerzas que tenemos, la necesaria bajada de la agenda política para cooptar a sectores de la clase propietaria y la urgencia de actuar haciendo lo que sea posible, no hay razón para perder el tiempo. discutiendo nuestro proyecto político.
Si nos deshacemos de esta falacia, no perdemos el “Sur” estratégico que debe guiarnos y discutimos con mayor rigor las posibles alternativas, concluiremos que no necesitamos a la maloliente derecha para ganar en las otras dos modalidades.
En la tercera modalidad – “enfrentar la locura de la clase propietaria” – nuestra victoria es permitir que la clase trabajadora logre lo que logró en campeonatos pasados en las áreas social, económica, ambiental y cultural. Y que recupere, a medio plazo (si tenemos tiempo de evitar el suicidio colectivo al que está llevando a la humanidad), el terreno ocupado por la clase propietaria tras el golpe de 2016.
También en este caso esa falacia tiende a privilegiar el oportunismo del ataque explosivo sobre la postura reflexiva de la defensa. Y obstaculizar la concepción de políticas que superen la tendencia reformista a afrontar los desafíos presentes de forma poco reflexiva y discutida, con recetas venidas del pasado o de contextos extraños; y perder oportunidades futuras.
Aquí resulta esclarecedor el ejemplo de lo que sucede en la submodalidad de trabajo y generación de ingresos. ¡El hecho de que de los más de 140 millones de personas en edad de trabajar, sólo 37 tengan un contrato formal es un desafío! La oportunidad es la Economía Solidaria (basada en la propiedad colectiva y la autogestión) que está surgiendo en todo el mundo como una alternativa a la crisis civilizatoria suicida.
La defensa no está calibrando el ataque para que nuestro equipo pueda reflexionar y discutir cómo debemos desarrollarnos. Estamos excluyendo la reindustrialización solidaria para concentrar el subsidio estatal asignado a la nueva industria brasileña en manos de la misma clase propietaria que desindustrializó el país para su beneficio.
La cuarta y última modalidad –“construir el futuro”– agrupa juegos que no son (o hasta hace poco no eran) de interés inmediato para la derecha pestilente o fascista. Por tener lugar en espacios políticos donde los resultados sólo se dan en el largo plazo, o porque consideran que en ellos siempre han ganado, y pueden seguir ganando, aparecen brechas esenciales para construir el futuro.
Este es el caso de la política cognitiva (educación y ciencia y tecnología), un espacio donde la izquierda, para implementar su proyecto, debe cambiar radicalmente su visión. Al desenredarse del mito transideológico de la neutralidad de la tecnociencia capitalista y adoptar procesos de adaptación sociotécnica en nuestras instituciones de enseñanza e investigación, los trabajadores del conocimiento deben rediseñarlo en la dirección de una tecnociencia solidaria.
Tenemos inmensas necesidades de bienes y servicios colectivos, que para ser satisfechas adecuadamente requieren la consideración de demandas tecnocientíficas complejas y originales incorporadas en estos bienes y servicios. Son el hilo que corre hacia atrás, para que podamos ganar en otras modalidades.
Una política cognitiva de apoyo que libere nuestro potencial tecnocientífico subutilizado nos permitirá aprovechar, con un mayor nivel de eficiencia, eficacia y efectividad, las acciones necesarias para “enfrentar la locura de la clase propietaria”.
A medida que se incorporen a nuestras políticas públicas soluciones de hardware, orgware y software que estén socio-técnicamente alineadas con los valores e intereses de la Economía Solidaria, será cada vez más evidente que no necesitamos a la derecha maloliente para enfrentar a la fascista.
Los millones que participarán en la producción y el consumo solidarios generarán ingresos para evitar la trampa socialdemócrata que intenta hacer más eficiente el mercado y el Estado capitalista para implementar políticas socializadoras. Y, creciendo en conciencia, movilización, participación y empoderamiento, serán la garantía de la gobernabilidad que necesitamos para que nuestro proyecto de civilización tenga éxito.
*Renato Dagnino Es profesor del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp. Autor, entre otros libros, de Tecnociencia solidaria, un manual estratégico (luchas contra el capital).
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