por JUAN TORRES LÓPEZ*
La extrema derecha aparece porque, al mismo tiempo, la izquierda desaparece o pierde rumbo, se divide, privilegiando las cuestiones identitarias y territoriales o diciéndole a la sociedad lo que es o no políticamente correcto.
La reciente victoria de la extrema derecha en las elecciones generales de Países Bajos (Holanda) sólo sorprendió a quienes estaban ajenos a lo que ha sucedido en ese país durante los últimos trece años. Desde entonces gobierna la derecha liberal, encabezada por Mark Rutte, que no ha dejado de aplicar recortes de impuestos para los más ricos, privatizaciones y recortes de gastos y prestaciones sociales.
Los Países Bajos, por ejemplo, tienen uno de los sistemas tributarios más regresivos de Europa: el porcentaje del ingreso gastado en impuestos para la mayoría de los grupos de ingresos es de alrededor del 40%, pero sólo el 20% para el 1% más rico de la población.
Los sucesivos gobiernos liberales siguieron una política inmobiliaria orientada al mercado, que aumentó las dificultades de acceso de la clase media, sin mejorarla para las personas con menores ingresos, lo que provocó un fuerte aumento de los precios.
Mark Rutte dijo, al inicio de su mandato, que debía acabar con la idea que, según él, sus compatriotas tenían del Estado: “una pequeña máquina de la felicidad”. Para lograrlo, recortó inversiones y gastos, provocando un empeoramiento de los servicios públicos de salud, transporte, educación y asistencia (en 2015, la asistencia a las personas mayores y sus dependientes se convirtió en una “obligación” familiar). El director de UNICEF en Países Bajos denunció en 2018 que, en este próspero país, los derechos de los niños vulnerables quedaban de lado.
Durante los últimos trece años, los sucesivos gobiernos liberales han llevado a cabo un auténtico expolio de las rentas y derechos de las clases medias y bajas, al mismo tiempo que han transformado su país en el paraíso fiscal más agresivo de Europa, otorgando a todos tipos de favores fiscales y servicios financieros a grandes empresas.
Quizás la prueba más evidente de este expolio sea que las familias holandesas tienen la mayor deuda en relación con su renta bruta disponible de toda Europa: el 187,03% en el primer trimestre de este año, el doble que las familias españolas (89,4%).
La estrategia seguida por los liberales holandeses (como los de otros países) para evitar que este saqueo se tradujera en una revuelta social fue doble. Por un lado, culpar a las clases trabajadoras del despilfarro del dinero público y, por otro, culpar a la inmigración de todo el daño que les estaba sucediendo.
El primero alcanzó su pico más vergonzoso en 2021: incluso el gobierno tuvo que dimitir, cuando se descubrió que había acusado a más de 30 familias de bajos ingresos de fraude en las prestaciones sociales, sin ningún fundamento. Alrededor de 70.000 niños fueron las principales víctimas de la falsa acusación y 1.115 terminaron en hogares de acogida a causa de ella.
El discurso contra la inmigración no se detuvo, adquiriendo cada vez más fuerza a medida que crecía el expolio, cuando, en realidad, los trabajadores inmigrantes ocupan los empleos peor pagados y precarios y los problemas asociados a la inmigración tienen que ver, sobre todo, con el debilitamiento de la servicios públicos y sociales antes mencionados.
Al contrario de lo que ocurrió hace unas décadas, la derecha liberal no oculta el expolio que se produce cuando gobierna. Reconózcalo ahora, pero culpe a la inmigración o a los propios desposeídos (como dicen mis colegas economistas liberales, porque no invierten lo suficiente en sí mismos).
Es entonces cuando aparece la extrema derecha, ofreciendo ayuda (soberanía, seguridad, valores tradicionales, defensa de la nación...) y protección contra el enemigo que viene a quitarse “lo nuestro”.
Sin embargo, la extrema derecha aparece porque, al mismo tiempo, la izquierda desaparece o pierde su rumbo. En lugar de centrarse en las cuestiones socioeconómicas que realmente condicionan la vida de las personas con un discurso ecuménico, dirigido a las grandes mayorías sociales para protegerlas desde una perspectiva transversal y de sentido común, se dividen y fragmentan para identificarse con los intereses de pequeños segmentos o grupos minoritarios. de la población, privilegiando las cuestiones identitarias y territoriales o diciéndole a la sociedad lo que es o no políticamente correcto. Incapaces de detener lo que viene hacia nosotros.
*Juan Torres López Es catedrático de Economía en la Universidad de Sevilla. Autor, entre otros libros, de El alquiler básico (Planeta).
Traducción: Fernando Lima das Neves.
Publicado originalmente en el sitio web quieres escribir.
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