por AFRANIO CATANÍ*
No siempre es tan sencillo seguir los esquemas de pensamiento desarrollados por Horacio González en su estudio sobre Camus
“¿Qué crees que los críticos franceses pasaron por alto en tu obra? – Le preguntaron a Camus en 1959. Él respondió: “La parte oscura, lo que hay en mí ciego e instintivo. La crítica francesa está interesada sobre todo en las ideas” (TODD, 1998, p. 14).
Al Mediterráneo Lidiane, Débora, Laura
A los mediterráneos Francisco, Paulo, Kevin
Para Aurora, incandescente
El pequeño ejemplar adquirido en julio de 1982, después de treinta años sin ser abierto, emite unos pequeños crujidos; el pegamento que une sus páginas ya no es capaz de retenerlas y mi esfuerzo por intentar atrapar las hojas que se arremolinan a mi alrededor en pleno vuelo es inútil. Creo irónicamente que esto Alberto Camus, el libertinaje del sol es, en realidad, un libro de Horacio González, ya que se escapa, haciendo casi imposible mantenerlo bajo total vigilancia intelectual, adquiriendo vida propia. Bueno, ¿no es “cobrar vida propia” lo que uno esperaría de un libro dedicado a la crítica cultural?
Escrito hace casi cuarenta años, cuando Horacio tenía casi cuarenta, A libertinaje del sol Inicialmente llama la atención por dos motivos: en la portada, el nombre del autor ha sido brasileñoizado, acentuándose; y, su biografía, una maestría en el arte de la desconversación: “¿A quién le puede importar que el autor de este libro naciera en Villa Pueyrredón, algún barrio de la ciudad de Buenos Aires? no te dije mucho”(P. 121).
A lo largo de la década de 1980 y principios de la siguiente, Brasiliense se convirtió en una de las editoriales más dinámicas y progresistas del país, junto a otras más de izquierda y que mantenían en sus catálogos autores de prestigio -casos, por ejemplo, Civilización y Paz Brasileña-. y Tierra. El editor Caio Graco Prado, hijo del historiador marxista Caio Prado Júnior, logró resucitar la empresa y sus buques insignia fueron los pequeños libros reunidos en varias colecciones – Primeros pasos, Primeros vuelos, Todo es historia y Encantamiento radical, entre otras.
Las ventas se dispararon, ya que se vendían al precio de una entrada de cine, en un momento en que la sociedad civil clamaba por el fin de la dictadura militar. Horacio González escribió seis títulos, que fueron reeditados varias veces: que es el subdesarrollo (1980) que son los intelectuales (1981) Albert Camus, el libertinaje del sol (1982) La Comuna de París, los Sky Raiders (1982) Evita, la militante del camerino (1983) y Marx, el receptor de señales (1984).
En las últimas páginas de los libros se leía lo siguiente: “Gente maravillosa en una colección de mil. Todo el mundo tiene mucho. Sólo algunas personas saben cómo aprovechar mejor todo esto. Son radicales, apasionados (...) Para ellos, Brasiliense tiene una colección especial, la Encanto radical. Hay libros, biografías, sobre estas personas fascinantes”. Además de decenas de personalidades brasileñas (Noel Rosa, Oswald de Andrade, Tarsila do Amaral, Graciliano Ramos, Clarice Lispector, Vinícius de Moraes, Leila Dinis, Cruz e Souza, Lima Barreto, Carmen Miranda, Santos Dumont, Garrincha, Barão de Itararé , Manuel Bandeira, Murilo Mendes, Madame Satã, Nélson Rodrigues, Monteiro Lobato...), Freud, Sócrates, Dostoievski, Hemingway, Hitchcock, Lacan, Barthes, Le Corbusier, Ho Chi Minh, Breton, Van Gogh, Malraux, Pascal, Proust, Pasolini, Eisenstein, Zapata, John Lennon, Walter Benjamin, Simone Weil, Artaud, James Dean, Einstein, Jimi Hendrix, Keynes, Orwell, Henry Miller, Humphrey Bogart, Carpentier, Griffith, etc., además de Camus…
Albert Camus, el libertinaje del sol Está estructurado de forma relativamente sencilla: introducción (“Un billete de tren sin usar…”), cuatro capítulos, una breve cronología y otras cinco páginas que mapean la presencia del escritor en el libro y el cine. Horacio González ha realizado un trabajo magnífico, estudiando toda la obra del autor y explorando lo esencial de la fortuna crítica de que disponía hasta el momento de escribir este artículo. Así, todo lo relevante de Camus se encuentra en estas 124 páginas o, en palabras de González, “los significados contenidos en el arco camusiano van y regresan a estaciones terminales opuestas: de la mediterraneidad a la enfermedad, de la ascendencia moral a la historia, de la naturaleza a la el honor, del desierto a la amistad, de la felicidad carnal a la santidad secular, del sol a la miseria, del libertinaje a la peste, de la inocencia hedonista al mito de la libertad o del encierro” (p. 120).
Entiende que tales “alternancias” pertenecen específicamente a Camus; sin embargo, estas anotaciones, “con mayor o menor pesimismo, moralismo o sensibilidad, pueden encontrarse en otros autores cuya obra se mantiene cercana a los valores que Camus llama 'mediterraneidad'” (p. 121). Sugiere, en esta perspectiva, dos italianos con obras muy diferentes entre sí y también muy diferentes de Camus: Cesare Pavese y Antonio Gramsci.
“Este libro se desarrolla en el breve espacio de un viaje final”. Así comienza la obra de Horacio González. Ese viaje se realiza en coche, un Facel-Véga conducido por el editor Marcel Gallimard, el 4 de enero de 1960, en el trayecto de Sens a París, casi siempre a una velocidad nunca inferior a 100 o 120 kilómetros por hora. El libro alterna dos tiempos narrativos: el citado viaje que desembocó en el accidente que mató a Camus y el relato en escena retrospectiva, recapitulando la vida del escritor, desde su infancia en Argelia, donde nació en 1913, hasta su último aliento. Lo más trágico es que Camus tenía en el bolsillo un billete de tren sin usar para el mismo itinerario. “Las catástrofes se mueven cuando ocurren. Sin embargo, es aún más conmovedor cuando deja toda la evidencia de que podría no haber sucedido” (p. 8).
Albert era hijo de un enólogo de origen francés y de una mujer analfabeta de origen español. Las familias emigraron a Argelia y Lucien, el padre, murió en la batalla del Marne, en 1914, cuando Camus aún no tenía un año. Su madre, su abuela, su tío, su hermano mayor y él, todos conocieron la pobreza en Argel. El portero del Racing Universitario de Argel (RUA), que padecía tuberculosis a los 17 años, gracias a la acción del profesor Louis Germain, obtuvo una beca, lo que le permitió continuar sus estudios. La tuberculosis le impidió convertirse en profesor titular, a pesar de obtener una serie de certificados y empezar a prepararse para los exámenes de agregación.
Horacio González habla del encantamiento que experimentó el joven Albert con Paul Valéry, adaptado a su naturaleza mediterránea (“los acontecimientos me aburren, son la espuma de las cosas, el mar es lo que me interesa”); recupera la idea de que el sol, “ese irreflexivo caldero de placer, no debe omitir la comunión entre los hombres justos” (p. 12). El Sol y la Ciudad no pueden existir sin narrativas, sin escrituras; recuerda su admiración y amistad por René Char y también su implicación con la poesía de Henry de Montherlant: En duelo por los muertos de Verdún el excombatiente “no olvida a los hijos de los muertos en las primeras batallas de la Primera Guerra Mundial”. Son “herederos de una devoción” (p. 14, capítulo 1, “Mediterráneo, formas de vida nupciales”).
Catherine, la madre de Camus, recibió del ejército un trozo de la granada que los médicos encontraron en el cuerpo de su marido. “Así, la lectura coincide con el espectáculo que crean los hechos: la lectura es como un fragmento de granada alojado en el cuerpo” (p. 14) – Albert siente lo mismo cuando hace sus reveladoras lecturas de la época (Gide, Richaud… ). Convivir con el tío Acault, carnicero anarquista, dueño de una excelente biblioteca, ayudándolo materialmente y ayudándolo a conocer nuevos autores; primeros escritos y la publicación de Nupcias, en 1936, de 23 años y antes, en 1935, El revés y el derecho, dedicado a Jean Grenier, profesor del Liceo de Argel, donde Camus recibió una beca-, más tarde lo reencontró como profesor de filosofía en la Universidad. La influencia y la amistad de Grenier duraron hasta el final de la vida del escritor. Fue el profesor quien le ayudó a publicar, con su lectura crítica, su “Ensayo sobre la música” (1932) en la revista argelina. Sur (pág. 21). En la oración de despedida de su alumno, en 1960, dijo: “Vivió lo que escribió, escribió lo que vivió” (p. 23).
Camus se pregunta si habría un hombre mediterráneo, intenta concretar en la revista Riachuelos el concepto de hombre solar, en el que “el matrimonio con el provocativo espacio natural es visto como una acción que no deifica los objetos naturales, sino que los recibe e integra” (p. 31).
De 1937 a 1939, Camus fue periodista en la República de Argel, habiendo abandonado la posibilidad de seguir una carrera universitaria. Publicó en el periódico su “Encuesta en Cabília”, sobre “las paupérrimas condiciones de vida en los valles y llanuras del interior del país donde viven los bereberes” (p. 32). Trabajó con el periodista Pascual Pia, a quien luego dedicará El mito de Sísifo (1943). Se convirtió, durante un breve tiempo, en miembro del Partido Comunista Argelino (PCA), fundado a principios de los años 30. Se casó con Simone Hué en 40 y, un año después, se divorciaron. Participó de grupos de teatro como autor, actor y director (Teatro do Trabalho – codirige Levantamiento en Asturias –, Teatro do Equipe – representa a Ivan Karamazov – y en tropa volante de Radio Argel.
Camus tuvo varias ocupaciones para sobrevivir: en el servicio meteorológico, en el ayuntamiento, en la oficina de un comisario marítimo y como vendedor de accesorios para automóviles. Tuberculosis, que “va y viene”. Interrumpió su carrera docente; Descubrió su brío periodístico, escribió una tesis sobre “Helenismo y cristianismo” (compara el pensamiento de San Agustín con el de Plotino) y participó en comités y colectivos que reunían a intelectuales antifascistas de varios países (p. 35-36). ).
Horacio González entiende su identidad mediterránea como “un disfrute ilimitado de los frutos de la tierra, con esa manifestación antropomorfa que la acompaña: el “hombre mediterráneo”, una inocencia libertina al aire libre, con los dos castigos que la sociedad le organiza: la miseria colectiva y, en el otro extremo, el castigo por su sentimiento libertario” (p. 36).
Se vio obligado a abandonar Argel el jueves 14 de marzo de 1940, ya casado por segunda vez, con Francine Faure, ya que la guerra ya había comenzado y fue declarado indeseable por el gobierno colonial. En ese momento, llevó consigo a Francia el manuscrito de El extranjero, ya casi terminado.
“Los exiliados y los resistentes”, capítulo 2, encontrará a Camus en la escritura de París-Soir. En mayo de 1940 El extranjero estaba listo, días antes de la ocupación alemana, lo que obligó al periódico a trasladarse a Clermont. En diciembre de 1941 se incorporó a la Resistencia, como periodista y coordinador de un sector de inteligencia militar, vinculado al grupo "Combate" (pág.38). Horacio se pregunta: “¿Qué hizo Camus durante la Resistencia? Es difícil saberlo, no habla”. Él simplemente responde: “Interpretar como un excombatiente no es mi género” (p. 75).
Buena parte del capítulo explora las situaciones que ocurrieron en El extranjero, la casi total indiferencia de Meursault hacia los acontecimientos que lo rodeaban: monótono trabajo de oficina; la muerte de su madre en un asilo cerca de Argel, el velorio y el entierro; el romance con un ex colega de oficina; el sexo en su dormitorio el domingo; ir al cine a ver una película del comediante Fernandel; la falta de importancia que le da a la propuesta de matrimonio que le hace su colega; ir a la playa con amigos y pelear con los árabes; el revólver que le entrega su amigo y que él guarda en el bolsillo; el tiro mortal que dispara al árabe: el gatillo cede y un “ruido ensordecedor destruye el equilibrio del día”, ese “silencio excepcional de la playa donde había sido feliz” (p. 42).
Después de ser arrestado e interrogado, dice que no tenía intención de matar. “Todo fue por culpa del sol” (p. 43). Condenado a muerte, desea que hubiera mucha gente el día de su ejecución y que los espectadores “me reciban con gritos de odio”. Para Sartre, la obra de Camus tiene todos los elementos para constituirse en el género del “desastre solar”. donde sólo el presente desolado es lo que cuenta, “y donde el silencio es tan importante, si no mayor, que hablar” (p. 44).
Es una época en la que Sartre ya estaba pontificando, en la que Camus aún no tiene 30 años y Sartre casi 40; Ellos se hacen amigos. La verdadera polémica entre ellos sólo se producirá después de unos diez años de esta amistad. Sin embargo, en la Liberación, a mediados de los años 1940, Camus, Sartre, Malraux, Aron, Merleau-Ponty, Queneau, Olivier, Paulhan, Beauvoir, Aragón, todos comparten “el mismo consejo editorial de alguna revista, porque la ocupación alemana y El gobierno de Pétain propondría una imagen de enemigo ante la cual todos se reflejarían como agentes de un único cuerpo colectivo que se liberaba. Gaullistas, comunistas y cristianos son las tres visiones del mundo que se unieron como partes distintas del río común de la Resistencia. Sin embargo, dentro de un rato más todos estarán involucrados en el gran debate. Los tiempos modernos, recién fundado (...), no era lo mismo que Combate, el periódico que Camus moldea y anima” (p. 49).
No hay mucho espacio en el libro para las pasiones paralelas de Albert, en particular las actrices Maria Casarès y Catherine Sellers; el entonces modelo americano y modesto redactor da Vogue,, Patricia Blake, así como la misteriosa E; incluso un biógrafo espía como Olivier Todd (1998) no podría decir casi nada sobre esta última.
En 1944 y 1945 dos obras de Camus (calígula e O Mal entendido), que tratan cuestiones de El extranjero y El mito de Sísifo (1943). Calígula, con Gérard Phillipe, es bien recibido: en 1945 nacen los gemelos Catherine y Jean. El malentendido, puesta en escena por la compañía de Maria Casarès y Marcel Herrand, no logra entusiasmar al público. sísifo plantea una pregunta fundamental: “Sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio” (p. 54), un tema al que volveremos en El hombre enojado (1951). La plaga salió a la luz en 1947, después de casi cinco años de trabajo, habiendo logrado repercusión mundial. Cabe señalar también que en 1942 y 1944 publicó dos volúmenes titulados Carta a un amigo alemán. Estado de sitio, a su vez, fue una pieza que surgió de la experiencia de haber escrito La plaga. La puesta en escena de Jean-Louis Barrault, que también la codirige, no tuvo éxito.
Además de un capítulo final (“Um Oran Brasileiro”, p. 102-110), en el que destaca el viaje de Camus a Sudamérica en 1949, a la edad de 36 años – ver diario de viaje –, dedicando su estancia en Brasil, se encuentra también el tercer capítulo, “La ruptura del equilibrio” (p. 76-101), que se centra en la última década de la vida del escritor. 31 de octubre de 1954: Varios atentados en Argelia. Más de 50 operaciones de grupos clandestinos reunidos en el Frente de Liberación Nacional atacan instalaciones militares francesas. “Comienza la fase final de la insurrección que durará 8 años” (p. 76).
Esto afectará completamente las acciones de Camus. Tres años antes publicó El hombre enojado, que marcará la ruptura con el grupo de Sartre. El libro consagra la visión camusiana por excelencia: “el valor precede a la acción. En el pensamiento historicista y existencialista, el valor aparece al final como consumación de la acción” (p. 77). Es decir, Camus afirma las fuentes de la moralidad al tiempo que desdeña las fuentes de la historia, constituyendo un fuerte manifiesto contra todas las filosofías que dominaban el horizonte de la época (p. 82). Los tiempos modernos, a través de Francis Jeanson, critica duramente el texto; Camus reacciona, Sartre responde y martilla: “Puede que hayas sido pobre, pero ya no lo eres. Es un burgués como Jeanson o como yo” (p. 84). Todo se volvió amargo, especialmente por parte de Albert.
En 1957 comienza la “Batalla de Argel”, Ben Bella es arrestado, el ejército francés tortura sistemáticamente a los prisioneros argelinos, la guerrilla interviene y proliferan los ataques con explosivos en los barrios de los colonos franceses. Camus concibe Argelia con una “doble personalidad”, árabe y francesa. Entiende que el sistema colonial debería desaparecer, “pero debería establecerse una nueva república argelina uniendo los derechos de las dos comunidades principales en una federación con absoluta igualdad entre las dos identidades culturales” (p. 88), “mediterránea”, en un estado aconfesional.
El grupo de Sartre tiene una posición anticolonialista radical, habiendo extendido Los condenados de la tierra, de Franz Fanon, donde defiende la tesis “de una violencia anticolonial como forma de recuperar la identidad cultural aplastada” (p. 89-90). La guerra es una realidad. “La tortura francesa. El FLN se expresa a través del terrorismo urbano” (p. 90). El aislamiento político de Camus está aumentando. En 1956 viajó a Argel, pidiendo una tregua, pero “nadie se sintió motivado a retomar palabras que la realidad de las trincheras cavadas en serio hacía inocentes o ridículas” (p. 95). En 1957 recibió el premio Nobel de literatura, con connotaciones de “premio Nobel de la paz” (p. 95).
A Camus, un anticolonialista, no se le animó a reconocer la “independencia de Argelia” como el fin de la lucha, “por temor a que esta independencia disfrazara una 'nueva opresión'” (p. 97). El equilibrio que quería era imposible. “En 1962 se firmaron los acuerdos de Evian. Argelia independiente. Moriría antes de esa consumación” (p. 97).
Albert se refugia cada vez más en el teatro. En 1957 adaptó Lope de Vega (antes había adaptado Calderón), además de montar Réquiem por una monja, de Faulkner, continuación de santuario, Dostoievski (los poseídos, que dura 4 horas), y lleva mucho tiempo trabajando en su nueva novela, El primer hombre, cuyo manuscrito estaba con él en un maletín cuando murió en un accidente automovilístico a las 13:55 horas del 4 de enero de 1960.
No siempre es tan sencillo seguir los esquemas de pensamiento desarrollados por Horacio González en este estudio sobre Camus. En un texto dedicado a Walter Benjamin, nos da una indicación en esta dirección, diciendo que aprendió a respetar “el momento en que un autor se vuelve pétreo para nosotros, sus lectores. Ese momento en el que, para nosotros, se queda para siempre en un concepto o en una frase. Max Weber, para mí, son ciertos tonos de una conferencia póstuma y Émile Durkheim siempre se me escapa una frase extraña que escribió en el suicidio. Cuando a Benjamín le pasa lo mismo, aparece este punto común, donde un lector y un autor se detienen para siempre.
Sólo entonces sentimos que Walter Benjamin escribió para que esto suceda, para hacernos sentir esta posibilidad aterradora a la que siempre nos enfrentamos como lectores. Que no podamos avanzar, que un texto quede con sus pedazos perdidos, fijos ante nuestros ojos desolados. Benjamín nos dice que cuando esto suceda, debemos estar tranquilos. Ahí mismo comienza la soberanía del lector que sabe tolerar sus propios naufragios” (González, 1992, p. 169).[ 1 ]
*Afranio Catani es profesor titular jubilado de la Facultad de Educación de la USP. Actualmente es profesor invitado en la Facultad de Educación de la UERJ, campus Duque de Caxias..
Referencias
CAMUS, Alberto. diario de viaje (trad.: Valerie Rumjanek Chaves). Río de Janeiro: Récord, 4to. ed., 1977 128 p. https://amzn.to/45nT45q
GONZÁLEZ, Horacio. Albert Camus, el libertinaje del sol. São Paulo: Brasiliense, 1982, 124 p. (Colección: “Encanto Radical”). https://amzn.to/47LEZjH
GONZÁLEZ, Horacio. Leyendo a Benjamín. Luna Nueva. São Paulo, CEDEC, n. 27, pág. 167-169, 1992 (trad. Afrânio Catani).
JUDT, Tony. Albert Camus: “el padrino de Francia”. En: _______. Reflexiones sobre un siglo olvidado, 1901 - 2000 (trad.: Celso Nogueira). Río de Janeiro: Objetivo, 2010, p. 115-126. https://amzn.to/45ptsVK
TODD, Olivier. Albert Camus: una vida (trad.: Mónica Stahel). Río de Janeiro: Récord, 1998, 882 p. https://amzn.to/3KVN8Z0
Nota
[1] Publicado originalmente con el título “El viaje interrumpido de Albert Camus, 'el mejor hombre de Francia'”. En: La Biblioteca – Revista de la Biblioteca Nacional – Número especial. Los libros y la vida. Horacio González (1944-2021). Buenos Aires, Argentina, Otoño, pág. 48-55, 2022.
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