el viaje de pedro

Yayoi Kusama, Lustre del dolor, 2016/2018
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por JOSÉ GERALDO COUTO*

Comentario a la película recién estrenada de Laís Bodanzky

En abril de 1831, tras abdicar del trono brasileño, D. Pedro I zarpó de regreso a Europa en una fragata inglesa. Hay pocos registros sobre los dos meses que duró la travesía. En este vacío histórico, Laís Bodanzky construyó el viaje de pedro, un ejercicio ficcional que combina varias cosas: investigación sobre la personalidad del emperador, discusión de un puñado de cuestiones relacionadas con la identidad nacional y, juntándolo todo, una reflexión sobre la relación entre virilidad y poder, tema que se reveló de grosera actualidad al 7 de septiembre.

Es la película más ambiciosa del guionista-director, tanto por la amplitud temática como por el tamaño de la producción, que incluye meticulosas reconstrucciones de época, reparto multinacional, etc. Lo menos que se puede decir es que abordó la tarea con coraje, imaginación y competencia.

De la primera imagen – una estatuilla ecuestre de Napoleón en postura guerrera, bajo comentario en off de la emperatriz Leopoldina (Luise Heyer) – la cuestión del deseo masculino de poder y gloria es central. Y el principal tormento de Pedro (Cauã Reymond) en su ambiguo viaje (¿se va al exilio o regresa de él?) es, francamente, su dificultad para conseguir una erección.

impotencia simbolica

Pronto Pedro, que tuvo siete hijos con Leopoldina y muchos otros fuera del matrimonio, y que en una conversación con el capitán del barco se jactaba de haber eyaculado siete veces en una noche, ahora es incapaz de tener relaciones sexuales con su segunda esposa, Amélia (Victoria Guerra ). Real o ficticia, la disfunción eréctil del ex emperador adquiere aquí un poderoso carácter simbólico.

Otra aflicción que tortura a Pedro en la travesía es la culpa, alimentada por recuerdos en el que trata a Leopoldina con estupidez y violencia, además de humillarla al llevar a juicio a su principal amante, Domitila (Rita Wainer), la marquesa de Santos. Para librar al antiguo emperador del alma atormentada de Leopoldina, el altivo Malê cocinero del barco (Sérgio Laurentino) le prepara un ebó (despacho, ofrenda), en uno de los momentos más inspirados de la película.

A las contradicciones del protagonista -liberal en las ideas y autoritario en las acciones, machista e impotente, brasileño y portugués- se suman los roces en el interior del barco, en el que se produce un sordo conflicto de poder entre los servidores del ex emperador y el Tripulación inglesa. . La bodega del barco es una babel de lenguas y etnias, y los viajeros negros se encuentran en una especie de limbo entre la esclavitud (todavía vigente en Brasil) y la libertad.

realismo y alegoría

Para dar cuenta de toda esta complejidad, la narración transita entre el realismo histórico y la alegoría, alejándose tanto del orgullo patriótico de Independencia o Muerte (Carlos Coimbra, 1972) y la sátira burlona de Carlota Joaquina (Carla Camurati, 1995). La libertad poética la proporcionan los delirios y las pesadillas de Pedro.

Llaman la atención algunas opciones técnicas y de lenguaje, como el formato de fotograma (1.33:1), más “vertical” de lo habitual, acentuando la caótica aglomeración de personajes y objetos en el claustrofóbico entorno del barco. La ambientación predominantemente nocturna y el movimiento de la cámara que acompaña o simula el vaivén del barco contribuyen a la construcción de una atmósfera de incertidumbre y peligro.

Igualmente interesantes son algunas soluciones de montaje, en las que un retrato, una joya, un ataque epiléptico o la música provocan un tránsito fluido entre presente y pasado, real e imaginario.

El afán de hablar de todo –temas de raza, género, choque cultural, religión, moral, geopolítica e identidad nacional, entre otros– provoca en ocasiones cierta dispersión dramática y corre el riesgo de aturdir al espectador con un exceso de información inexplicable.

Pero es innegable una gran proeza cinematográfica, con una madurez formal y una notable confianza en la dirección de un reparto tan heterogéneo, en el que destacan, además de Cauã Reymond, el irlandés Francis Magee (como capitán del barco) y los grandes actores. Isabél Zuaa (portuguesa que ha brillado en el cine brasileño) y Welket Bungué (guineana que actuó en Berlin Alexanderplatz, crímenes del futuro e Joaquim, entre otros).

*José Geraldo Couto. es crítico de cine. Autor, entre otros libros, de Andrés Bretón (Brasileño).

Publicado originalmente en BLOG DE CINE

referencia


el viaje de pedro
Brasil, 2022, 96 minutos
Dirigida por: Lais Bodanzky
Guión: Luiz Bolognesi
Reparto: Cauã Reymond, Luise Heyer, Victoria Guerra, Rita Wainer, Sérgio Laurentino, Francis Magee, Isabél Zuaa, Welket Bungué

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