por LUIZ MARQUÉS*
Nota sobre el ensayo "Big Tech" de Evgeny Morozov
Cuando la trilladora eléctrica de maíz llegó al campo, los peones del rancho exclamaron: “¡No hace falta inventar nada más!”. Fue el pináculo del progreso. Con la digitalización, la tecnología –la tecnología de la información– adquirió importancia en la geopolítica, las finanzas mundiales, el consumismo e incluso la apropiación corporativa de las relaciones íntimas. Ahora, examinamos los datos para extraer predicciones. Como en el poema de William Blake: “La humilde oveja muestra su cuerno amenazador”.
ideología neoliberal
Existe una necesidad urgente de crear dispositivos regulatorios para las tecnologías. “La tarea futura de la política progresista, en Brasil y en otros lugares, debe ser desarrollar una estrategia para asegurar este control, evidentemente, por medios democráticos”, advierte Evgeny Morozov, en el prefacio escrito para la edición brasileña del ensayo. Big Tech: El auge de los datos y la muerte de la política. El bielorruso es colaborador del The New York Times, The Economist, El Wall Street Journal, Financial Times e Observador (The Guardian), siendo reeditado también en periódicos de España, Italia y Alemania.
Elegido como uno de los europeos más influyentes, el escriba reza por un milagro. “Lo que se requiere es una poderosa carácter distintivo de dinamismo empresarial, asociado al compromiso de repensar radicalmente el funcionamiento de la sociedad, y el papel que juega la tecnología en ella” (p. 10). Si no crees en la evolución cibernética, per se, frena los abusos contra la privacidad; cree que “la utopía tecnocrática de la política apolítica” puede generar una nueva habitus en el capitalismo, por arte de magia (p. 92). Pero la antinomia sugerida no desmerece al ensayista, quien no se pierde por los detalles.
La tesis central del libro es simple: “Cualquier discusión sobre tecnología implica sancionar, a menudo involuntariamente, algunos de los aspectos perversos de la ideología neoliberal” (p. 25). La cosa sucede porque la discusión se da con la gramática y la sintaxis de la tecnología, elidiendo la reflexión política. El modelo “centrado en datos” licua las dimensiones de la existencia cotidiana en activos rentables. Se lleva a cabo una subasta secreta sobre las preferencias de los individuos y las consultas monetizables. Se sabe quién ganó la subasta a través de ofertas comerciales de celulares. Byung-Chul Han llama “infocracia” a este intrusivo proceso contable de codificación del marketing.
una dulce fantasía
Silicon Valley reinventó la Ilustración. Larry Page (Google) y Mark Zuckerberg (Facebook) encarnan a Diderot y Voltaire. El conocimiento y la investigación producidos en las universidades parecen ociosos, comparados con el emprendimiento idealizado del manual hegemónico. Los empresarios serían los portadores de las luces que conducen a la autonomía y al “socialismo digital”, al empoderar al usuario, haciendo que los generosos mercados derramen beneficios materiales a aquellos que están relegados a los márgenes de la sociedad. Una dulce fantasía: “Facebook está interesado en la 'inclusión digital', del mismo modo que los prestamistas están interesados en la 'inclusión financiera', por el bien del dinero” (p. 55).
La “inteligencia” de la vida cotidiana convierte a Google en un intermediario entre el consumidor, el frigorífico y el cubo de la basura, con fines de seguimiento. Los algoritmos simplemente no dicen para quién trabajan. “Ya sea que favorezcan a los plutócratas que evaden impuestos, a las instituciones financieras globales interesadas en presupuestos nacionales equilibrados o a las empresas que fabrican softwares de seguimiento: esto no es un éxito democrático” (p. 87). Mire al consumidor. El ciudadano no existe. Fue secuestrado.
Las evaluaciones se ciñen a la eficiencia económica y evitan criterios políticos para el bien común. Los neotecnólogos apuntan a “la muerte de la política”. Los problemas sociales deben resolverse con aplicaciones, sensores y bucles de retroalimentación infinitos, habilitados por startups inclinarse. Los conflictos entre clases sociales serían subproductos análogos. La colonización digital intensifica la convicción del fin de la lucha entre clases e ideologías. Los datos infocráticos borran las teorías antisistémicas, las guerras de posición y de movimiento. La medición algorítmica reorganiza el estado. Las cinco hermanas (Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon) presionan para digitalizar los asuntos públicos. Pero Suecia, después de quince años, eliminó la tablets y devolvió libros físicos a las aulas.
economía de red
“Sólo a través del activismo político y una vigorosa crítica intelectual de la ideología misma del 'consumismo de información', que subyace a estas aspiraciones, podremos prevenir el desastre” (p. 131), subraya Evgeny Morozov. El punto de partida de la autocrítica es la crisis climática. El siglo XX estipuló el pago de la energía con una tabla de reparto. Anuló cualquier juicio de valor ambiental. El acuerdo para el intercambio de créditos de carbono fue diseñado para solucionar el problema antes de que colapsara. El fundamento provino de campañas de ambientalistas militantes.
Hay dilemas éticos. Los sensores cotizan cifras de mercado para todos los usuarios. Si una decisión perjudica a alguien, el factor moral exige un examen de conciencia. Los cálculos sobre las ventajas financieras de la economía colaborativa no son suficientes. “Debemos hacer todo lo posible para detener la aparente normalidad económica del intercambio de información” (p. 134). Se fomenta la competitividad transindividual para que el capital extienda sus tentáculos funcionales en la sociedad.
Los casos de Julian Assange y Edward Snowden son cruciales para el futuro de la democracia, cuya virtud es admitir la imperfección, recurrir a lo colectivo y optimizar el aprendizaje frente a las amenazas de la extrema derecha. El “Estado de bienestar digital, paralelo y privado” se basa en políticas de austeridad fiscal. El éxito de Uber, por ejemplo, depende de la liberalización del trabajo y de la precariedad de la fuerza laboral. Para David Harvey, en la fase neoliberal del capitalismo prevalece la “acumulación por desposesión” de los pobres, mientras las desigualdades empeoran. La renta básica compensaría el fin del salario como institución social, para los desempleados excluidos “del universo” alta tecnología" (P. 161).
Assange y Snowden
Extracción de datos mediante “inteligencia artificial” (desde 1993, entrada en Diccionario del pensamiento social del siglo XX, de William Outhwaite y Tom Bottomore) enmascara contradicciones en el sistema; no los equipares. La información evoca el petróleo en la antigüedad. El doble de Saddam Hussein es el activista Julian Assange, en espera de extradición. El “crimen” del fundador de WikiLeaks (2006) fue publicar la información clandestina de las invasiones de Afganistán (2001), Irak (2003), el ataque aéreo a Bagdad con víctimas civiles (2007) y revelar que el gmail de los líderes extranjeros había sido violada en el puerta de cable (2010). La prensa evapora la persecución. El vasallaje al imperialismo es vergonzoso.
Edward Snowden, con sacrificios personales, se reunió con Glenn Greenwald (Interceptar Brasil) en Hong Kong para presentar pruebas de las acusaciones de espionaje por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de la potencia del Norte. Se exilió para escapar de la venganza oficial. Fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 2013 y 2015. El documental sobre la vigilancia masiva por parte de la CIA, de Laura Poitras, Ciudadano, ganó un Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Oliver Stone filmó la película biográfica de Edward titulada Snowden. Su heroísmo ya está en el muro de la historia.
El “consumismo de información” se compara con grieta: adictivo. La compulsión de la nación imperial, en crisis, impide la frase que la libraría de la enfermedad: “Mi nombre es 'Estados Unidos' y soy adicto a los datos”. La sensación al final de la lectura me recuerda a Jean-Jacques Rousseau, en las confesiones (1762-1765): “En el abismo de los males en que estoy sumergido, siento los golpes que me dirigen; Distingo el instrumento, pero no veo la mano que lo dirige, ni los medios que utiliza”. El libro de Evgeny Morozov desnuda la mano con dedos tentáculos y desmantela las artimañas antidemocráticas.
*Luiz Marquéss es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue Secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul en el gobierno de Olívio Dutra.
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